domingo, agosto 3 2025

La falsa leyenda sobre nazis y submarinos de la casa Winter de Fuerteventura

El hijo del ingeniero alemán que construyó en 1946 una casa que jamás habitó, recopila documentación de varios países en el libro ‘Casa Winter Cofete: un alemán, un lugar, una casa…’ que refuta con datos décadas de bulos

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Esta es la historia de una leyenda que sepultó durante años, como si de arena de jable se tratase, una verdad que hoy se torna, a la luz de los datos, irrefutable. Los motivos por los que un alemán, Gustav Winter (1893-1971), decidió construir una casa solitaria, en un lugar en medio de lo que parece el fin del camino a ninguna parte, en Cofete, en la península de Jandía de Fuerteventura, ha jugado en favor de bulos, rumorología e historias que relacionan el chalet y a su propietario con el III Reich; un lugar donde presuntamente pensaba retirarse Hitler, donde los jerarcas nazis celebraban fiestas o en el que estos se refugiaron antes de proseguir su huida a Latinoamérica.

Esas y otras leyendas relacionadas con la casa de Cofete fueron atizadas a partir de los años 80, tras la muerte de Winter, gracias al auge de la prensa amarillista que subían la apuesta desinformativa y hablaban de la existencia en la casa de una base de submarinos. Cuando las redes sociales irrumpieron en la vida de la gente, la democratización de la información vino acompañada de una rápida propagación de leyendas y la historia del alemán no quedó al margen. De modo que, a finales de los 2000 ya no solo se inventaron nuevas historias para aumentar las ya existentes sobre el chalet, sino que circularon a toda velocidad por páginas de internet y redes sociales.

En el libro recientemente publicado Casa Winter Cofete: un alemán, un lugar, una casa…, editado por FormandoteMejoras, el hijo de Gustav Winter, Gustavo, pretende ofrecer a quienes alguna vez se hayan topado con la rumorología, el resultado de años de investigación en la que se han consultado archivos oficiales españoles, alemanes, franceses, británicos, norteamericanos, se ha solicitado documentación al centro de Documentación de la Liga de judíos perseguidos por el régimen nazi de Simon Wiesentahl, se han consultado archivos notariales, parroquiales, de ayuntamientos o registros de la propiedad.

Gustavo-hijo también ha cotejado facturas, contratos, el diario personal de su padre, los diarios personales de otros miembros de su familia y los testimonios de testigos presenciales de la construcción de la casa, vecinos de Cofete, de Jandía, majoreros y majoreras a quienes una parte de esta verdad también les pertenece.

Un alemán

Lo cierto es que, a pesar de no contar con submarinos nazis ni acuerdos para la retirada de Hitler en Cofete como se ha repetido hasta la saciedad, la vida de Gustav Winter sí es realmente de película, pero no por lo que se ha creído; sobrevivió a tres guerras, escapó de ser prisionero de la marina inglesa durante la 1ª Guerra, montó en Gran Canaria la Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riegos (CICER), vendió mercedes de lujo, naranjas de huerta, patentó numerosos inventos, se casó dos veces y vivió hasta en 30 regiones de todo el mundo con una infinita capacidad para empezar de cero, teniendo ese tipo de vida, ese tipo de genio en el sentido que lo denominaban los romanos, que más merece un biopic de superación que una historia de guerra.


Fotografía familiar. Gustav es el que está sentado en el regazo de su madre.

Gustav Winter nace en 1893 en Zastler, un pequeño pueblo de la Selva Negra Alemana. Desde muy pequeño mostraría rasgos en su personalidad que le iban a caracterizar de adulto, recogidos en los diarios de su hija Margarita, que ya daban cuenta de su capacidad de liderazgo y determinación. Fue un buen estudiante, destacando en materias como el dibujo, las matemáticas, la física y la química. Poco antes de realizar los exámenes finales de Bachillerato, y según recoge el diario de su hija, se encomendó a los alumnos una redacción sobre el tema: “Mi patria”. Y un joven Winter escribió: “Mi patria está allí donde me sienta bien”.

La patria: Jandía

Existe constancia del día exacto en que el alemán se enamoró de la península majorera de Jandía, un amor que le acompañaría desde el momento del hallazgo, y hasta que pudo adquirirla diez años después. Pasaron muchas cosas en su vida durante esa década; pierde una hija de su primer matrimonio, fallecen sus padres, nacen nuevas hijas, registra patentes, funda la CICER, pero en su cabeza, siempre, la costa que en 1927 divisó desde un velero. Es por ello, que en 1937 llega a un primer acuerdo con Manuel Girona para el arrendamiento de la península de Jandía por un periodo de diez años y compra una centésima parte de las propiedades del conde de Gerena en Lanzarote y Fuerteventura (entre las que se incluye la finca de Jandía).


Nubes cargadas de humedad estancadas sobre las cumbres de Jandía.

Aún faltan dos años para que finalice la Guerra Civil española, para que la 2ª Guerra Mundial y nueve años para que se ponga la primera piedra de la casa más popular Fuerteventura. La vida personal de Gustav cambiará, conocerá a la que será su segunda esposa, pero su sueño de que el escenario de que todo lo que le pase suceda en Jandía continúa intacto.

La casa en la que los Winter Althaus nunca habitaron

Una de las aportaciones más ricas del libro del hijo de Winter, es la relacionada con la construcción de la casa de Cofete. Toda la documentación -testaruda y apoyada en testimonios de testigos presenciales-, ubica el inicio de su construcción en 1946, un año después de que finalizara la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Esto ya tira por tierra, como si de un castillo de naipes se tratara, todo lo que vincula esta casa con conspiraciones y submarinos nazis.

El estudio de la correspondencia revela que el 30 de septiembre de 1946 llegó en barco a Morro Jable procedente de Lanzarote Juan Concepción Villalba, el contratista y maestro principal encargado de la construcción. El encargado, D. Guillermo, le entregó los planos y lo acompañó a Cofete y unos días después, manos a la obra.


Isabel Althaus.

En la carta del 26 de enero de 1947, el encargado, D. Guillermo, escribió: “El maestro Villalba me ha dado su palabra de tener terminados los cimientos el día 31 del actual mes de enero. Lo único que tendrá que dejar para más adelante serán los techos encima del almacén”. Hablamos de un estado de la construcción muy incipiente, con un Gustav Winter que sigue los progresos desde Madrid, pero con un millón de proyectos que podrían desarrollarse en su amado Cofete. El siguiente verano regresó a Fuerteventura tras seis años ausente, esta vez con la que sería su segunda esposa. “Mi madre me habló en más de una ocasión de esta excursión”, explica en el libro Gustavo-hijo. “Después de atravesar toda la isla por una carretera infernal hasta llegar a Morro Jable, era necesario caminar durante más de dos horas para llegar a Cofete (…) y un mar bravo cuyo constante oleaje impedía darse un plácido baño y nadar”. Entonces Isabel Althaus le dijo a su marido que no contara con ella para formar una familia y vivir en Cofete, y no se habló más. La vida de la familia transcurrió en otra casa majorera, la auténtica Casa Winter, en Morro Jable.

El mar bravo y los submarinos

Otro de los principales mitos de los que se ha acompañado la leyenda de la Casa Winter es el que la relaciona con el abastecimiento de submarinos durante la II Guerra Mundial. Cuando Gustav Winter anunció durante el verano de 1938, en plena tensión prebélica, que había arrendado la península de Jandía con la pretensión de desarrollar un proyecto pesquero generó la desconfianza de los británicos, que pensaron que, en realidad, ocultaba intereses estratégicos alemanes.

Todo fueron conjeturas: la inspección y vigilancia llevada a cabo durante toda la guerra dio resultados negativos. Las investigaciones realizadas por los especialistas en la historia contemporánea de Canarias también descartan la existencia de bases submarinas en la isla de Fuerteventura. Sí están documentadas, sin embargo, seis operaciones de abastecimiento a submarinos alemanes en el Puerto de la Luz y de Las Palmas, que es donde existía combustible, no así en Jandía.

Por otra parte, se sabe y está comprobado por el método historiográfico, que las bases de submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial estaban estratégicamente ubicadas muy cerca de puertos importantes a lo largo de la costa atlántica y el Mar del Norte, o en el interior de estos, no en lugares remotos.

¿Quién fue entonces Gustav Winter?

Esta es quizá la pregunta más interesante a la que puede interpelar toda esta historia en 2025. Una historia a la que no le hacen falta submarinos para atrapar de principio a fin, pero a la que sí le han hecho falta 441 páginas para desmentir bulos- como síntoma de los tiempos-. No fue un general alemán, no fue nazi, no fue espía, no expulsó a los habitantes de Cofete y les expolió el ganado, pero fue un hombre con un genio que diferencia a aquellos que solo protagonizan diarios personales, de los que ocupan trepidantes biografías.