martes, julio 15 2025

El monstruo sigue creciendo

Torre Pacheco no es un caso aislado, sino la constatación de una estrategia perfectamente coordinada en toda Europa para sembrar el caos y provocar el enfrentamiento, tal y como ya hicieron los fascistas en otros momentos de la historia. Si algo demuestran las palabras -y los silencios- de Abascal es que la violencia tanto verbal como física se ha convertido ya en un instrumento político

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La banalización del fascismo le ha sentado muy bien al fascismo. Si todo es fascismo, al final, nada es fascismo. Por eso quienes lo representan pueden alegremente rechazar lo que son, aunque lo sean. Pero, sí, son el mismo monstruo de los años 20 y 30 del siglo pasado porque persiguen exactamente lo mismo: propagar el odio, arraigarlo, destruir la convivencia y acabar con la democracia. Su capacidad de contagio espanta. A unos más que a otros, claro, porque los populares, lejos de desmarcarse de ellos, abrazan su ideario y serpentean para tratar de pescar votos en río revuelto.

¿De verdad alguien tiene dudas sobre la relación causa-efecto entre el discurso de Vox y la violencia callejera que hemos visto en Torre Pacheco (Murcia)? Los ultras corren tras los inmigrantes para apalearlos y Santiago Abascal responde que condena “la violencia importada por el bipartidismo y todas las violencias que se producen por responsabilidad exclusiva del Partido Popular y el Partido Socialista, que traen un aumento de las violaciones, un aumento de la criminalidad y además provocan la desesperación de nuestro pueblo”. No ha tenido una palabra de condena sobre los ataques de los ultras que llegaron desde diferentes municipios y se organizaron en batidas contra los extranjeros. Tampoco, claro, se ha molestado en hacer un llamamiento a la calma.

Los de Abascal, los de Alvise, los de Vito Quilez y el resto de la fauna ultraderechista que les acompaña en las redes y en algunos digitales van a la brocha gorda y tratan de relacionar machaconamente inmigración con delincuencia. La verdad no les importa. Obvian el problema de fondo, falsean la realidad y se inventan los datos porque lo que, en realidad, certifican los estudios tanto criminológicos como sociológicos es que los verdaderos detonantes de la delincuencia, independientemente del origen de los individuos, son la pobreza, la exclusión social, la desigualdad, la marginalidad y la falta de oportunidades. Pero eso no les importa porque no les da votos.

Ni España ha registrado un aumento de la delincuencia por la llegada de migrantes ni los extranjeros son los que más delitos cometen en nuestro país, a tenor de las estadísticas oficiales. De hecho, la tasa de criminalidad, de acuerdo con los balances trimestrales que publica el Ministerio del Interior, es de 50,6 infracciones penales por cada mil habitantes, muy por debajo de países como Suecia, Reino Unido, Dinamarca o Alemania.

Los datos del INE del año 2023 revelan además que el 73% del conjunto de delitos cometidos en España (291.480 de los 403.194 registrados) fueron cometidos por nacionales. El balance constata, por ejemplo, que de los 1.046 homicidios que se cometieron en todo el territorio nacional durante el año 2023, el 70,6% (739) fueron cometidos por españoles, mientras que en el caso de homicidios por imprudencia, el número de delitos cometidos por nacionales se dispara hasta casi el 80% (411 de 520 casos registrados.

Para quien lo ignore o lo oculte: 2.200.000 extranjeros cotizan a la Seguridad Social y de ellos, solo 500.000 proceden de países de la UE. Es más, el 40% del empleo creado entre 2022 y 2024 fue ocupado por extranjeros. Y aun así el monstruo sigue creciendo y la narrativa sobre que los inmigrantes son una amenaza para la seguridad y la identidad nacional se ha extendido como la pólvora. De lo contrario, no se explican actos de violencia xenófoba como los protagonizados este fin de semana en Murcia y tampoco que Vox siga creciendo en intención de voto hasta alcanzar ya el 18%.

La ultraderecha ha demostrado una vez más con los ataques de Murcia su inmensa y dañina capacidad para esparcir la mentira, inocular el odio y montar en cuestión de horas un auténtico campo de batalla. Y lo peor es que Torre Pacheco no es un caso aislado, sino la constatación de una estrategia perfectamente coordinada en toda Europa para sembrar el caos y provocar el enfrentamiento, tal y como ya hicieron los fascistas en otros momentos de la historia. El desafío al que nos enfrentamos es mayúsculo porque si algo demuestran las palabras -y los silencios- de Santiago Abascal es que la violencia tanto verbal como física se ha convertido ya en un instrumento político.