martes, julio 15 2025

Raquel Congosto, escritora: “No nos han preparado para el fin de la amistad”

La escritora y arquitecta Raquel Congosto publica su primera novela, ‘Amiga mía’ (Blackie Books), una carta de amor y un testimonio de una intensa amistad que se rompió pero marcó su modo de estar en el mundo

El dilema de contarle todo a tu pareja o no: “Muchas veces detrás no hay una necesidad de conexión, sino de control”

Hay amistades que nos transforman, que nos alimentan, que nos permiten crecer y llegar más lejos. Algunas de estas, quizá precisamente porque arden con demasiada intensidad, están condenadas a desaparecer. Cuando se rompen, dejan una ausencia casi imposible de llenar, una herida que, además, muchos ni siquiera comprenden.

Tampoco el lenguaje cuenta con palabras para nombrar ese duelo. Ni existen rituales de despedida que nos hagan sentir en paz. Resulta “raro” que el duelo por una amiga o amigo dure mucho tiempo y el consuelo colectivo tampoco suele llegar a los afectados.

Con los años, el vacío dejado por esas amistades perdidas se transforma en preguntas sin respuesta: “¿Por qué dejamos de hablarnos? ¿Qué ocurrió exactamente? ¿Qué estarás haciendo ahora? ¿Alguna vez también tú piensas en mí?”.

Este desamparo es la columna vertebral de Amiga mía, la primera novela de Raquel Congosto que publica Blackie Books. Una disección emocional del vínculo entre dos amigas, Celia y Marina, que lo fueron todo y que luego dejaron de serlo. Una novela escrita, según declara la propia autora en su capítulo cero, “porque el vacío importa”, y que recorre los restos de la relación pero que abre multitud de puertas hacia reflexiones más profundas.

“Pocas veces las cosas me salen como yo había planeado y esta novela es un ejemplo de ello”, confiesa Congosto en conversación con elDiario.es. El libro ha recorrido un largo camino hasta su destino final desde su origen en talleres literarios, como el impartido por Sabina Urraca. Fue la autora de El celo la que le sugirió que “en el asunto de la amistad adulta tenía un tema”, recuerda la autora.

“Posteriormente realicé otro taller con Margarita García Robayo y, tras él, a Margarita le ofrecieron ser la editora de una colección de libros para una editorial argentina. Tenía que seleccionar cuatro libros breves y me propuso si quería escribir uno de ellos. No lo dudé y, a pesar de ser madre de una niña pequeña y autónoma, acepté”.

Así comenzó la escritura de Amiga mía en junio de 2023. Una historia que la autora sentía que tenía dentro pero que no había sido capaz de sacar hasta entonces. Pero tras el ascenso de Javier Milei al gobierno argentino y con la novela terminada en enero de 2024, Raquel se encontró con que el proyecto del otro lado del Atlántico se cayó. “Tras el shock inicial, decidí comenzar a mover el libro por editoriales españolas”, explica. “Tuve que enviar unos cuantos correos a cuentas que empezaban por info@, pero tuve la increíble suerte de que me contestaron desde Blackie y aquí está el libro”.

Una carta de amor y un testimonio

“Si tuviera que definir Amiga mía en pocas palabras diría que es una carta de amor”, asegura Congosto. “Pero también es un intento de dar testimonio de algo que existió, aunque ya no esté. En el libro hay mucho amor y mucha nostalgia. Y si hay dolor y hay reproches es porque existía ese amor”.

Amiga mía pone palabras a algo a lo que la literatura no le ha dedicado mucho tiempo: el fin de la amistad. “Conozco algunos libros que tratan sobre las relaciones complejas entre amigas como la saga Dos amigas de Elena Ferrante, o libros como Panza de burro de Andrea Abreu o Soñó con la chica que robaba un caballo de Sabina Urraca, pero sí que es cierto que no he leído ningún libro sobre lo que queda después de la amistad, que para mí es muy importante. Con mi novela quiero reivindicar ese agujero y también la falta de lenguaje al respecto de este tipo de rupturas”.

El duelo es algo que está muy presente en nuestra vida pero, según la autora, parece circunscrito a la muerte de un ser querido o a la ruptura de una relación sexoafectiva. La religión, el cine o la literatura han contribuido además a crear toda una serie de ritos y lenguajes para sobrellevar y poder hablar de esas pérdidas, algo que no ocurre para las rupturas entre amigos. “No nos han preparado para el fin de la amistad. Un funeral, por ejemplo, es una forma de despedirnos de la persona que acaba de irse”, argumenta Congosto, “sin embargo, carecemos de estrategias para enfrentarnos a determinadas heridas como, por ejemplo, el fin de una amistad profunda. Y podemos quedar marcadas por ello de la misma forma que por la muerte de alguien”.

Carecemos de estrategias para enfrentarnos a determinadas heridas como, por ejemplo, el fin de una amistad profunda. Y podemos quedar marcadas por ello de la misma forma que por la muerte de alguien

“Ir de luto, por ejemplo, es una forma de decir a los demás que se relacionen contigo de una determinada manera”, señala la escritora. Esto, según Congosto, se debe a que en nuestra sociedad, profundamente familiarista, se sigue viendo a la amistad como una relación de segunda categoría, como un estadio intermedio antes de dejarla atrás y entrar en relaciones de mayor importancia como la pareja o el matrimonio.

“Al no dársele mucha importancia ni existir un lenguaje para afrontar este tipo de rupturas”, explica la escritora, “no se comprende que necesitemos un espacio para exorcizar ese dolor. No hay tiempo de parar en nuestro sistema capitalista. Mi libro también es una reivindicación de la importancia de parar”.

Parar como acto político

Esta última reivindicación resulta de suma importancia para la autora y es otro de los grandes temas de su novela. De hecho, uno de los motivos por los que la relación de Celia con Marina comienza a tensarse es, precisamente, cuando el proyecto artístico que ambas tienen en común comienza a tener éxito y se acumulan las colaboraciones, las entrevistas y los proyectos.

“Creo que la vida que llevamos no nos está dejando reflexionar ni tener relaciones saludables. Apenas tenemos tiempo para nada porque vamos todo el tiempo corriendo. Incluso nos relacionamos muchas veces mostrando una especie de carta de presentación de nosotros mismos. Esto se traduce, por ejemplo, en personas cuyos únicos posts en redes sociales tienen que ver con la promoción de su trabajo o en que la primera pregunta cuando conocemos a alguien sea: ‘¿a qué te dedicas?’. Nos definimos por lo que hacemos”, apunta Raquel.

“Se habla mucho de las relaciones tóxicas”, continúa la autora, “pero, ¿y si fuera el mundo en el que vivimos lo que es tóxico y no las relaciones? La relación entre Celia y Marina resulta muy enriquecedora al principio, pero termina estropeándose porque su realidad favorece la existencia de relaciones poco virtuosas y que dependen de cosas como las condiciones materiales”.

La vida que llevamos no nos está dejando reflexionar ni tener relaciones saludables. Apenas tenemos tiempo para nada porque vamos todo el tiempo corriendo

La novela retrata con gran delicadeza cómo la conexión inicial entre las protagonistas va derivando, poco a poco, en una dependencia tóxica. “Nadie es sublime en todo momento y acabamos cometiendo errores y haciendo cosas chungas porque mañana tenemos que volver al trabajo y pagar una factura. Esta es una llamada a pensar en eso, a buscar una forma de parar, de darnos un respiro”, explica Congosto.

El espacio como memoria

Raquel es arquitecta y durante los años posteriores a la crisis de 2008 se dedicó a trabajar con el arte en el espacio público, transformando entornos abandonados en galerías de arte público y participativo.

Este trabajo y la energía de aquel momento en el que parecía que todos podíamos contribuir a mejorar la sociedad, tiene también su reflejo en el libro. Una de las formas en las que se encarna es en el peso que los espacios tienen en Amiga mía.

Desde la casa compartida en la que viven las amigas, a la habitación de las pelusas a la que se hace referencia en la portada, pasando por un solar vacío en el centro de Madrid donde se desarrollan asambleas y actividades públicas. La ciudad y sus ruinas, de alguna manera, también son un personaje de la novela.

“Me interesa mucho cómo el espacio recoge el paso del tiempo, cómo sobre él se van asentando las diferentes capas de tiempo”, afirma Congosto. “Creo que mi género literario es el de los fantasmas”.

Fantasmas que no llevan una sábana por encima, sino que aparecen en forma de ruinas, de espacios desangelados donde crecen plantas ruderales, las plantas que nacen en entornos devastados y llenos de escombros. “El libro parte de experiencias de rupturas de amistad dolorosas, por supuesto vividas en primera persona, pero también por personas cercanas a las que entrevisté y que, como yo, atravesaron ese momento tan intenso en el que poníamos el cuerpo para cambiar el mundo, mientras las condiciones materiales eran, al mismo tiempo, terribles”, cuenta.

Cerrar una historia, abrir otra

Ahora con el libro ya publicado, Congosto siente que ha cerrado una etapa de su vida, pero también que se abre otra. No solo en lo narrativo, sino también en lo vital. “Esto supone para mí un cierre pero también la apertura a dedicarle al fin un espacio a escribir, que es lo que más me gusta hacer y con lo que más disfruto”, reconoce.

Un deseo de escribir le acompaña desde niña. “De muy pequeñita escribía cuentos y luego los vendía a 25 pesetas IVA incluido (sí, así de mayor soy)”, bromea. “Después, como con ocho o nueve años, empecé a escribir una novela. Una novela de detectives, creo que porque me gustaba Scooby-Doo. Y cuando llevaba nueve páginas pensé: esto es imposible”. Desde entonces, asegura, ha sentido una profunda admiración por cualquiera que logra terminar un libro: “Da igual que me haya gustado o no. Se trata de una persona que se ha sentado en una silla mucho tiempo y se ha puesto a escribir una movida, y la ha terminado. Al final yo también he podido”, concluye.