La muerte hace una semana de un sacerdote italiano de 35 años ha puesto en el foco el estado de salud mental del clero católico y la falta de soluciones de la institución ante la depresión de los religiosos: en algunos lugares hasta un 20% de los curas tienen relaciones problemáticas con el alcohol y un 8% sufren otras adicciones, un porcentaje mucho mayor al de la población general
Mercedes Navío, psiquiatra: “Hablar con rigor del suicidio es una medida de prevención de primer orden”
El pasado 5 de julio la noticia cruzó países de noticiario en noticiario: un sacerdote de 35 años se había suicidado en Italia. Matteo Balzano hacía estallar con su muerte voluntaria un silencio espeso alrededor de este asunto. ¿Qué lleva a un cura a cometer ese acto considerado por su propia fe como un atentado gravísimo a su doctrina?
“Ahora lo puedo contar, porque afortunadamente pedí ayuda, se me dio, y salí adelante, pero lo he pasado mal. Me sentía muy solo, sin apoyos, sintiendo que lo que hacía no servía para nada. Y un día, llegué a abrocharme el cinturón al cuello… Afortunadamente, no lo hice. Pero no hay día en que no piense que ese podía haber sido mi último día”. El relato es de Daniel (nombre ficticio) quien pone voz para elDiario.es a una realidad históricamente silenciada, y que durante años ha estado escondida entre murmullos de sacristía: la salud mental de sacerdotes y religiosos que, debido a la soledad, problemas afectivos, desafección de la vocación o mil razones más, pueden acabar en abandonos, internamientos y, en los casos más extremos, la opción del suicidio.
Esta salida fue la que tomó hace una semana Matteo Balzano, un sacerdote italiano muy estimado en su diócesis, Novara, quien se quitó la vida, sin nota o explicación alguna, al menos que se haya hecho público. Lo lógico en estos casos, o la práctica habitual, hubiera sido la de informar de la repentina muerte del religioso, sin dar más detalles, pero el obispo Franco Giulo Brambilla decidió cambiar la dinámica e informar a los fieles acerca de cómo había muerto en realidad su sacerdote.
En otro gesto nada usual (durante siglos, los suicidas no podían ser enterrados en sagrado, ni se les podía oficial despedida en la iglesia) la catedral acogió un funeral, presidido por el mismo obispo. En su homilía, Brambilla hacía un llamamiento a todos: “Debemos aprender a no escondernos de nuestros miedos y dificultades. Debemos aprender a escucharnos unos a otros. Y a encontrar, en nuestras relaciones fraternas, lenguajes y palabras de acogida y comunión”.
El obispo presidió el funeral por Balzano
“La muerte del padre Matteo Balzano nos confronta con un hecho muy doloroso como es el suicidio. En cualquier ámbito, no es solo una tragedia personal, sino una interpelación comunitaria. En este caso, a la iglesia. Lo veo como un síntoma de algo estructural más profundo: el sufrimiento psíquico silenciado dentro del clero”, explica María Noel Firpo, psicóloga especializada en el trato con sacerdotes y religiosos que en los últimos años ha registrado un auge. Muchas razones están detrás del quebranto de la salud mental como el que sufrió el cura italiano: desde la soledad, especialmente en lugares como la España vaciada (donde vivió Daniel, quien hoy, después de años de terapia y largas estancias en un monasterio de Guadalajara, ha podido volver a ejercer su ministerio, todavía bajo supervisión), a la sensación de que ‘lo católico’ no solo no está de moda, sino, en algunos casos, es mal visto. El drama de la pederastia clerical, o la rígida moral sexual hacen que los curas perciban que son sentidos como un ‘bicho raro’, explican.
La muerte del padre Matteo Balzano nos confronta con un hecho muy doloroso como es el suicidio que veo como un síntoma de algo estructural más profundo: el sufrimiento psíquico silenciado dentro del clero
“Hoy no se concibe que no haya un buen psicólogo acompañando la formación de los seminaristas y en algunos seminarios esto parece una intromisión en la formación sacerdotal inadmisible. Y de esos barros pueden venir estos lodos” explica el mercedario Alejandro Fernández Barrajón, ex presidente de Conferencia de religiosos, Confer, y psicólogo, que durante años ha estado detrás de muchas vocaciones religiosas y su desarrollo en un entorno a veces hostil. “Solo una vida traumatizada al máximo puede llegar a ese extremo porque todas las situaciones humanas aunque sean difíciles, si se comparten a tiempo, encuentran caminos de salida y posibilidad de ayuda. No quiero ni imaginarme la tensión y estrés de un sacerdote joven como este, que se ha suicidado tan poco tiempo después de haber hecho realidad su sueño: Ser sacerdote”, recalca.
“La muerte de un sacerdote, como la de cualquier ser humano, debe invitarnos una reflexión necesaria. Porque los sacerdotes no son extraterrestes, son seres humanos con todas sus potencialidades y sus debilidades”, señala Barrajón, quien añade que los religiosos, pero especialmente los curas, “se enamoran como todos, y tienen que disimularlo porque nadie lo entendería y con muy poca gente se puede comentar. Viven con mucha fuerza la soledad, sobre todo por la noche cuando vuelven cansados de tantas tareas pastorales como se acumulan. Sienten el agobio de tener que atender tantos frentes acumulados por la escasez de sacerdotes”. Y es que, cuanto menos sacerdotes, más tareas a repartir… y menos descanso. Ahí, apuntan, “llegan momentos de tensión, de depresión y crisis, como les pasa a todas las personas y parece que el sacerdote no tiene derecho porque debe ofrecer siempre una sonrisa, una palabra amable y una capacidad de acogida exquisita”.
¿Por qué es tan importante la salud mental para los líderes comunitarios, especialmente en el caso de sacerdotes o miembros de la vida religiosa? Para Maribel Rodríguez Fernández, psiquiatra y profesora de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja), la razón está en que “los líderes comunitarios tienen en sus manos las vidas de otras personas y necesitan unos mínimos de equilibrio y fortaleza psíquica para afrontar adecuadamente sus responsabilidades”.
“Una persona que no está bien psíquicamente sufre más por cualquier adversidad y puede distorsionar la realidad en la que vive y lo que ocurre en sus relaciones interpersonales. Además, alguien que no sabe enfocar su vida adecuadamente, ¿cómo va a orientar a otros?, ¿cómo va a discernir lo mejor para otros si no puede hacerlo consigo mismo?”, se cuestiona.
¿Quién carga con la cruz? El síndrome del Cireneo
“Hay mucho más queme o burnout del que se reconoce. Es el síndrome del Cireneo, el que carga con la cruz del otro en su Calvario. Todas las profesiones del acompañamiento personal comparten riesgos similares y requieren elevar el grado de autocuidado y cuidado comunitario. Y también es común entre esos profesionales que sean reacios a exponerse abiertamente a esos cuidados. El cuidador de almas debe ser cuidado”, sostiene el sociólogo Fernando Vidal. Los datos con los que se maneja Vidal le dan razón: hay estudios puntuales en diócesis del mundo occidental que señalan que un 20% de curas tienen relaciones problemáticas con el alcohol y un 8% sufren otras adicciones. Un porcentaje mucho mayor al de la población general ya que, por ejemplo, en España, en las personas entre 15 y 64 años, el consumo problemático afecta al 5,2%, según el Plan Nacional sobre Drogas. El síndrome del burnout también afecta al clero, y hay estudios que miden su incidencia elevada o grave en un 9% de los mismos.
Todas las profesiones del acompañamiento personal comparten riesgos similares y requieren elevar el grado de autocuidado y cuidado comunitario. Y también es común entre esos profesionales que sean reacios a exponerse abiertamente a esos cuidados
Sin embargo, sobre suicidios del clero existen pocos datos. Durante el año 2018, 17 sacerdotes se quitaron la vida en Brasil, y otros 10 en 2021. En Francia, hubo siete suicidios entre el clero en los últimos cuatro años, aunque las cifras siguen siendo un sumatorio de ejemplos conocidos, según apunta un estudio publicado por La Civiltta Católica, revista de la Compañía de Jesús.
Sendos informes, encargados por la Conferencia Episcopal francesa y por la diócesis de Padua en Italia, coinciden al resaltar la sensación de soledad de muchos clérigos. Así, en Francia (datos de 2020, antes de la pandemia), el 54% de los sacerdotes se sentían solos, uno de cada cinco presenta síntomas depresivos, y el 9% sufre depresión moderada (un 3% grave). Cuando se les pregunta cómo se sienten, la inmensa mayoría responde ‘bien’ o ‘bastante bien’ (93,3%); pero un 40% siente un bajo grado de realización personal y malestar en relación con la jerarquía eclesiástica; dos de cada cinco sacerdotes tienen problemas con el alcohol y el 8% son adictos. Sin embargo, lo que más preocupa a los obispos es que el 2% de sus sacerdotes sufre de forma grave de burnout.
No hay una estrategia para abordar este problema que preocupa, y mucho, entre los obispos. “Realmente, no ha habido un incremento significativo del abordaje en este tema”, señala la psiquiatra Maribel Rodríguez. “Es más, pienso que sigue habiendo mucha represión y prejuicios en ámbitos religiosos con respecto a cuidado de la salud mental, por lo que es difícil que pidan ayuda sobre temas relacionados con la misma”.
La experta apunta, incluso, a un “cierto narcisismo que impide expresar la vulnerabilidad, pues se impone una imagen hacia los demás que aumenta paradójicamente la fragilidad. A su vez, un cierto espiritualismo y el pensamiento mágico de pensar que la fe lo cura todo, lleva a que no haya realmente consciencia de la importancia del cuidado de las personas en estas cuestiones”.
Sigue habiendo mucha represión y prejuicios en ámbitos religiosos con respecto a cuidado de la salud mental por lo que es difícil que pidan ayuda sobre temas relacionados con la misma
Con todo, y sin poder revelar casos “por secreto profesional”, la experta admite que “hay muchos religiosos que sufren silenciosamente y que no reciben apoyo psicológico, ni siquiera humano”. “Veo urgente hacer reflexionar sobre estos temas para ayudar a los religiosos más sufren, en lugar de imponerles un rol o una dinámica de ser invulnerables”, concluye.
“El dolor por la muerte de Matteo muestra un rostro de la iglesia que no queremos ver: el del pastor que llora solo, que se siente perdido, que no encuentra sostén, que desespera” recalca la psicóloga Noel Firpo. Como en todo suicidio, “la Iglesia, y la sociedad, se ven interpeladas, porque nos hace caer en la cuenta de la vulnerabilidad y el sufrimiento, cuando ya es tarde”. De cara al futuro, la experta espera que muertes como la de Matteo animen a la institución a “revisar nuestras estructuras, nuestros silencios, y fundamentalmente, nuestras formas de cuidar y cuidarnos. Porque quien consagra su vida a Dios, no deja de necesitar, profundamente, ser amado, escuchado y sostenido por sus hermanos, siendo esos gestos el rostro visible de Dios”.
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