Tras la disparatada acusación a Sánchez de lucrarse con prostíbulos, el PP considera a los socios del gobierno «mansos y dóciles», y anuncia una “oposición sin piedad”, “iremos a tope”, “es la madre de todas las batallas”. Se ve que esto de los últimos años era oposición compasiva, iban a medio gas, solo escaramuzas
Hola, soy un manso. Un ciudadano manso que está deseando que el ruido político afloje un poco con el verano, solo unos días, una tregua. Un espectador manso que cambia de canal cuando aparece un político feroz, un tertuliano feroz. Un votante manso que ve con espanto el ascenso de los partidos feroces. Un columnista manso que algunos días necesita escribir un artículo manso, es decir, “de condición benigna y suave”, según define “manso” el diccionario.
Dice el feroz PP que el Gobierno tiene unos socios “mansos y dóciles”, que lo apoyan en vez de unirse al desuello. “Los hemos visto blandos”, sentencia el partido duro, que anuncia una “oposición sin piedad”, “iremos a tope”, “es la madre de todas las batallas”. Se ve que esto de los últimos años era oposición compasiva, iban a medio gas, solo escaramuzas.
Los mansos escuchamos (en el parlamento, la tertulia televisiva, el grupo de WhatsApp, el bar) que el presidente Sánchez vive de la prostitución. “Partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución”, precisó Feijóo. Si algún manso de buena fe pensó que era un calentón, este jueves lo llevaron más lejos: Tellado habló de “los prostíbulos de los que se ha lucrado el presidente”, y la portavoz Muñoz llegó a hablar de “las saunas-prostíbulo que Begoña Gómez regentaba”, incluyendo en el bulo “inmigrantes jóvenes que venían a prostituirse”, que mañana seguramente habrán pasado de jóvenes a “menores”. ¿Otro calentón? Nada de eso, sin piedad, a tope: el PP ha registrado ya preguntas parlamentarias en Congreso y Senado sobre el tema. Solo falta una organización ultra que denuncie a Sánchez por proxenetismo. No tardarán.
El manso agacha la cabeza, tan espantado como asqueado, y renuncia a discutir cosas que cree obvias: la dudosa responsabilidad de alguien por lo que hiciera o no hiciera años atrás su suegro, o los hermanos de su suegro. La inconsistencia de unas informaciones cuyo origen es muy turbio (unas palabras del siniestro Villarejo en una conversación grabada por él mismo, encargado por el gobierno Rajoy de buscar información para cargarse a Sánchez). Incluso la diferencia entre una sauna gay y un prostíbulo, que no es asunto menor.
El manso se acuerda hoy de una novela excepcional de hace quince años, titulada precisamente así: Mansos. Su autor, Roberto Enríquez, hoy conocido como Bob Pop. Una lectura muy recomendable en sí misma, pero que además se desarrolla justo en una de las saunas gais que hoy denuncian los feroces. Un local donde, cuenta la novela, había chaperos. Claro. Ninguna sorpresa. Como en muchos otros lugares donde la gente busca sexo no convencional, y no solo gais. Bares, parques, baños de estación. Y saunas. Escandalícese quien quiera, pero ¿suficiente para dar un triple salto y acusar a Sánchez de “lucrarse con prostíbulos regentados por su mujer”?
El manso sabe que no sirve para nada, pues cuando preguntas a los feroces en qué basan sus gruesas acusaciones, contestan lo de siempre: son cosas que han publicado los medios. Otra vez la retroalimentación entre medios, políticos y acusaciones judiciales: uno publica, otro lo lleva al Congreso, y el tercero pone la denuncia. Los mansos temblamos, y buscamos a otros mansos con los que sentirnos más fuertes, para que no nos coman los feroces.