Si la política se vuelve un entorno insalubre, mejor que una mujer sanee el desaguisado heredado
Cuando Theresa May estaba a punto de abandonar Downing Street, el periódico Metro emplazó a la acción a su marido Philip. ¡Hazla entrar en razón, Phil! ¡Haz que dimita, Phil! ¡Es un clamor, Phil! “Díselo, Phil”, tituló concretamente en portada, en mayúsculas. ¿Os imagináis algo semejante con un gobernante hombre? ¿Os imagináis un ‘Díselo, Begoña’ abriendo un periódico nacional para que Sánchez tome la decisión de convocar elecciones? Aquella portada fue un ejemplo clarísimo de cómo se responde al poder femenino en según qué circunstancias.
Lo de Theresa May fue un caso de libro. Año 2016. Reino Unido vota a favor de abandonar la Unión Europea. Cameron dimite. El hombre considerado favorito para reemplazarlo decide no presentarse, es decir, Boris Johnson. Argumenta entonces que no es la persona adecuada para asumir esa responsabilidad. Y llega Theresa May. Hubo quien dijo abiertamente que los hombres se plantearon la siguiente pregunta: “¿Por qué querríamos quedarnos para fracasar?”, y no se quedaron. May, por motivos propios y también circunstanciales, fracasó.
Su caso se podría poner en la vitrina del fenómeno conocido como ‘Acantilado de cristal’, un término precioso ideado por los investigadores de la Universidad de Exeter Michelle Ryan y Alexander Haslam. Descubrieron hace ahora 20 años que las mujeres tenían más probabilidades de ser designadas miembros de una junta directiva después de que las acciones de esas empresas bajasen. En otras palabras: descubrieron que no se elegía a las mujeres para liderar empresas en auge, sino que se las ascendía para ayudar a gestionar empresas en declive.
Pedro Sánchez acaba de nombrar a Rebeca Torró como la nueva secretaria de Organización del partido, un puesto clave en la estructura socialista. Asume el puesto de responsabilidad en sustitución de Santos Cerdán. Torró tendrá que hacer lo que los responsables de organización suelen hacer en tiempos de crisis: dejar muy claro qué hereda, capear el temporal como buenamente pueda e incidir en un cambio profundo. Así que con su nombramiento ha vuelto a relucir eso del acantilado de cristal.
¿Es otro mito fantasioso de las feministas? El mito, que en realidad es un estudio, parece corroborado. Por poner algunos ejemplos: Marissa Mayer fue nombrada directora ejecutiva de Yahoo en 2014 cuando la compañía luchaba por competir con el coloso Google en una situación prácticamente irreversible; Inés Arrimadas asumió la dirección de Ciudadanos tras la dimisión de Albert Rivera, con el partido hundido en las urnas (se dejó en 2019 casi tres millones de votos); o en 2001, Anne Mulcahy fue nombrada CEO de Xerox con la compañía al borde de la quiebra.
¿Por qué pasa esto? La tesis del acantilado de cristal se remite al esencialismo de género. Es decir, se nos percibe a las mujeres como más protectoras y, por tanto, más capacitadas para sanear crisis. Del mismo modo que en las familias quienes asumimos los cuidados en momentos difíciles solemos ser nosotras. También se nos percibe como personas con más capacidad de escucha y de colaboración. Y estas características son más valiosas en tiempos de zozobra que otras que se asume inherentes a los hombres como la decisión o la competitividad.
Igual es simple casualidad, quizás que mujeres asuman cargos de responsabilidad cuando las cosas se ponen feas es una simple y necesaria cuestión de meritocracia. Pero cuando tan pocas mujeres llegan a puestos claves organizativos, especialmente en empresas, pero también en política, parece importante analizar cómo llegan a esos puestos. Cuando hablamos de paridad a menudo nos fijamos en lo más básico: si hay tantas mujeres como hombres en puestos de responsabilidad, todo bien entonces. Pero parece necesario un análisis más profundo sobre en qué circunstancias se llega al poder.
Si se llega en medio de una crisis, es bastante probable que el trabajo sea más estresante y breve. Rebeca Torró probablemente tendrá un plazo más corto para demostrar su liderazgo y capacidad de coordinación, mientras su predecesor, Santos Cerdán, exprimió y aparentemente se lucró de ese liderazgo. Si la política se vuelve un entorno insalubre, mejor que una mujer sanee el desaguisado heredado.