domingo, julio 6 2025

Escapar al fresco: diez rincones de España donde olvidar las olas de calor

No hace falta cruzar fronteras para refrescarse en verano. Nuestro país tiene pueblos donde el calor se toma vacaciones: bonitos, tranquilos y con temperaturas que no se disparan

Donde el baño está a un paso: pueblos con piscinas naturales integradas en el paisaje

Cuando llega el verano y sus olas de calor, parece que no hay escapatoria. Tanto, que la única esperanza para dormir sin ventilador es recurrir a unos cuantos días de vacaciones para escapar a un refugio más fresco, donde poder hacer vida no implique aires acondicionados. Huir, en definitiva, a lugares donde el termómetro dé un poco de tregua.

Para muchos, lo más habitual es escapar a la playa, pero no es la única opción. Hay pueblos de interior que saben lo que es vivir a la sombra, valles donde corre el aire, rincones donde sigue lloviendo de vez en cuando y montañas que plantan cara al bochorno. En todos ellos, el verano se vive de forma diferente.

Estos diez pueblos tienen algo en común: están hechos para el fresco. Son bonitos, tranquilos y están rodeados de naturaleza. Pero, sobre todo, permiten pasar el verano sin sudar a todas horas. Y eso, visto cómo se las gastan julio y agosto, se ha convertido en un pequeño gran lujo.

Isaba (Navarra)

Isaba está hecho de piedra, agua y verdor. Es el mayor de los pueblos del Valle de Roncal y parece salido de una historia antigua. Sus tejados empinados, sus balcones de madera y sus calles empedradas conservan el aire de antaño. Está rodeado de dólmenes, cascadas, ríos cristalinos y montañas por todas partes. Desde aquí salen rutas sencillas y otras que llevan a picos de más de 2.000 metros, como la Peña Ezcaurre. También hay paseos fáciles, como el que va hasta la cascada de Belabarze, que bien merece una visita.


Las inmediaciones de Isaba nos llevan a la naturaleza más verde.

En pleno verano, el ambiente sigue siendo húmedo y fresco. La arquitectura tradicional protege del calor y las caminatas por el bosque se hacen sin sudar de más. Las temperaturas medias en julio y agosto están en torno a los 16°C, y eso en esta época del año es toda una garantía de confort.

Griegos (Teruel)

Hay quien lo conoce por ser uno de los pueblos más fríos de España. Pero Griegos, en realidad, es mucho más que eso. Está a 1.600 metros de altitud, rodeado de bosques donde viven ciervos, corzos, gamos y jabalíes, en un paisaje que recuerda lo mucho que hay por descubrir en la Sierra de Albarracín. Tiene un museo de mariposas, restos celtas, un puñado de senderos tranquilos y hasta una necrópolis en mitad del monte. No es el típico destino de postal. Y eso lo hace todavía mejor.


Griegos es uno de los pueblos más frescos de España.

Las noches aquí se duermen con manta, incluso en agosto. El día puede ser soleado, pero el aire es otro. Hay rutas para caminar entre fuentes, barrancos y pinares, y silencio a raudales. La media en verano ronda los 19°C, pero por la noche no es raro bajar de los 10°C.

Bellver de Cerdanya (Lleida)

Aquí las montañas lo llenan todo. Bellver de Cerdanya está justo en el corazón del Parque Natural del Cadí-Moixeró, y desde sus miradores se ve lo que uno espera del Pirineo catalán: prados, bosques y pueblos salpicados en los valles. El casco antiguo es pequeño pero con encanto, con calles estrechas y fachadas de piedra. Hay iglesias góticas, plazas tranquilas y hasta una antigua torre de defensa, heredada de la ciudad amurallada.


Bellver de Cerdanya es ideal para los amantes del senderismo.

Bellver es también un punto de partida ideal para hacer senderismo o cualquier otra actividad al aire libre. Aun en pleno julio, el aire es seco y las noches traen fresco de verdad. La temperatura media en verano se sitúa en torno a los 17°C, con una máxima media que no llega a los 22ºC. Y eso, en julio y agosto, lo firmaríamos muchos sin dudar.

Puebla de Sanabria (Zamora)

Este pueblo zamorano es de los que hacen doblete: tiene un casco histórico impecable y, a pocos kilómetros, uno de los lagos más bonitos de España. Las casas de piedra, los balcones con flores, el castillo, la iglesia románica… todo invita a pasear con calma. Y si apretase el calor, nada como un baño en el lago de Sanabria o una ruta hasta la Laguna de los Peces.


El encanto rural de Puebla de Sanabria.

Gracias a su ubicación en la Sierra de la Cabrera, Puebla de Sanabria mantiene temperaturas muy suaves durante el día y noches frescas de verdad. En los meses de verano, la media ronda los 20°C, con mínimas que bajan hasta los 10°C.

Cangas del Narcea (Asturias)

No es solo un pueblo fresco: es una experiencia en sí mismo. Cangas del Narcea es capital de un concejo enorme, con bosques como el de Muniellos, osos pardos campando por los montes y viñedos que trepan por las laderas. La villa rezuma historia a raudales, con calles animadas, palacios y un monasterio, el de Courias, convertido en Parador. Aquí se come bien, se bebe bien y se vive bien.


Cangas del Narcea Puente y Parador de Courias.

El entorno es ideal para escapadas al bosque, rutas por el Alto Narcea o baños en el río. Y el clima, suave y húmedo, es otro de sus atractivos: en verano, las máximas rara vez superan los 23 °C y las mínimas suelen rondar los 13 °C, con una temperatura media en julio y agosto que no llega a los 17ºC.

Trevélez (Granada)

Puede que Granada suene a calor, pero Trevélez va por libre. Está en plena Alpujarra y presume de su altitud, a casi 1.500 metros sobre el nivel del mar. Aquí el aire corre, las calles son blancas y empinadas, y el jamón se cura como en pocos sitios. Desde la iglesia de San Benito salen paseos sencillos que bordean acequias y huertas. Y para los más andarines, no faltan rutas que suben hacia el Mulhacén.


Trevélez, tan blanco como la nieve de las montañas en invierno.

El clima es seco, y aunque el sol pega, la altitud se nota. Se duerme bien y se respira mejor. La media en julio y agosto ronda los 19,7°C, con noches que bajan hasta los 12°C. Y eso, en Andalucía, no es poca cosa.

Molina de Aragón (Guadalajara)

En el interior más recóndito de Castilla, Molina de Aragón es un refugio inesperado. Su castillo domina el pueblo desde lo alto, como si aún vigilara las viejas rutas del Cid. Tiene un casco antiguo lleno de historia, iglesias de todos los estilos y un museo con fósiles y muchas curiosidades. A solo unos kilómetros está el Barranco de la Hoz, un cañón rojizo que parece de otro planeta.


El castillo de Molina de Aragón vigila desde lo más alto.

La altitud hace que las temperaturas sean suaves incluso en los picos del verano. Aquí la temperatura media ronda los 22°C y las mínimas rondan, de media, los 14ºC.

Torla (Huesca)

Torla está tan cerca del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido que parece parte de él. Es un pueblo pirenaico de verdad: piedra, chimeneas con espantabrujas, tejados inclinados y silencio de montaña. Desde aquí arranca una de las rutas más famosas del Pirineo, la que lleva hasta la cascada de la Cola de Caballo, pasando por hayedos, saltos de agua y miradores naturales. Pero también hay paseos suaves, museos etnográficos y buen queso en cualquier lugar. Es turístico, sí, pero sigue manteniendo su encanto.


Torla, a las puertas del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

A más de mil metros de altitud, el calor no se hace notar. En pleno verano, la temperatura media ronda los 17°C, y las noches bajan fácilmente hasta los 11°C (de media).

Alp (Girona)

En la Baja Cerdanya, Alp tiene mucho que ofrecer. Es un pueblo pequeño pero activo, con historia, buena gastronomía y acceso directo a rutas, bosques y pistas de esquí reconvertidas en miradores de verano. Desde aquí se puede subir hasta la Tosa, pasear por el Parque Natural del Cadí-Moixeró o descubrir iglesias románicas con siglos de historia. También hay buenos restaurantes y mucho verde alrededor.


Alp, en invierno, ofrece múltiples deportes de nieve.

El turismo está muy presente, pero sin agobios. Y las temperaturas juegan a favor: en julio y agosto, las medias oscilan entre los 12°C de mínima y los 22°C de máxima. Nada mal para respirar a pleno pulmón.

Zumaia (Gipuzkoa)

Uno de los pocos pueblos costeros de la lista, pero con razón. Zumaia no solo tiene playa y paseo marítimo, también acantilados, rutas geológicas por sus flysch y una ermita de San Telmo, colgada junto al mar, que se ha hecho famosa por el cine. El casco antiguo conserva su trazado medieval, las casas de piedra se asoman al río Urola y el Cantábrico aquí no se anda con rodeos: el agua no supera los 20°C, ni siquiera en agosto.


Los flysch de la playa de Itzurun, en Zumaia.

El clima es atlántico, con nubes, brisa y más de un día de lluvia en verano. Las temperaturas máximas rondan los 22°C y las mínimas bajan hasta los 16°C. Por lo que aquí, por las noches, puedes darte el gusto de taparte un poquito.