Un estudio en San Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria) muestra que los complejos turísticos que conocían de manera frecuente su consumo de agua lo incrementaron en un 5,4% de media. Aunque es una relación “casual”, los autores defienden que hacen falta mucho más que datos para rebajar el gasto
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Que el consumo de agua en el sector turístico es superior al doméstico no es una novedad. Por pernoctación, un visitante en Canarias gasta de media casi 400 litros. Pero para uso residencial, esa cifra se reduce a 234, según los datos oficiales del Gobierno regional. Lo que sí es sorprendente (y contraintuitivo al mismo tiempo) es que a pesar de que muchos establecimientos alojativos en el Archipiélago saben cuánta agua consumen a tiempo real, no son capaces de rebajar el gasto, sino todo lo contrario.
Esa es una de las conclusiones de un estudio recientemente publicado en la revista académica Current Issues in Tourism, elaborado por investigadores de las dos universidades públicas de las Islas. El estudio analizó una muestra de 213 complejos turísticos (154 de apartamentos y 59 hoteles) considerados “grandes consumidores”, es decir, que gastan más de 3.000 metros cúbicos de agua al día, en San Bartolomé de Tirajana, en el sur de Gran Canaria.
La muestra es tan amplia que representa el 82% de las camas turísticas en el municipio, el más visitado en Canarias, y aproximadamente el 93% de los hoteles y apartamentos que había en 2018, fecha en que finalizó la recopilación de datos del estudio tras siete años de trabajo.
Los autores construyeron una base de datos con más de 9.530 observaciones que permite conocer una gran cantidad de información sobre el consumo de agua según el tipo de establecimiento turístico, su categoría, su propiedad, ingresos e incluso condiciones climáticas. Las principales fuentes fueron Canaragua, empresa concesionaria del servicio público de abastecimiento de agua en San Bartolomé de Tirajana, junto con el Instituto Canario de Estadística (ISTAC) y el Departamento de Turismo del Ejecutivo autonómico (TURIDATA).
“No existe una base de datos con estas características en todo el mundo”, destaca Noemí Padrón-Fumero, profesora en el Departamento de Economía Aplicada y Métodos Cuantitativos de la Universidad de La Laguna (ULL) y una de las firmantes del estudio. “Hemos tardado más de cinco años en publicar los resultados y las dificultades han sido enormes: falta de personal, de recursos… Además de la complejidad del análisis”, agrega.
Pero el trabajo ya ha sido difundido. Y Padrón-Fumero resalta dos hallazgos relevantes: primero, que la implementación masiva de contadores digitales redujo en un 4,5% el consumo de agua, algo que la investigadora atribuye principalmente a la detección temprana de fugas y la eficiencia en la distribución gracias a la posibilidad de estimar con más precisión la demanda en cada momento.
Y segundo, que los establecimientos turísticos que tenían acceso a una plataforma online que les mostraba a tiempo real su consumo hídrico aumentaron el gasto en un 5,4% de media. Entender que esta relación es “casual” y no “causal” es clave, defiende la experta. Puede ser contradictorio. Porque “más información debería mejorar la toma de decisiones y, por tanto, incrementar el ahorro”. Pero “lo que nos está diciendo” esto, considera Padrón-Fumero, es que más datos no son suficientes para optimizar el consumo “porque hay un montón de barreras” para ello. La primera “y más importante”, a su juicio, es quién tiene acceso a esas cifras.
“Si se trata de un hotel grande, con un equipo técnico de mantenimiento o un gestor ambiental, es posible que se pueda hacer algo con ella. Pero si la información le llega al jefe de contabilidad, [por ejemplo], que no tiene ninguna capacidad de decisión o no tiene influencia, lo único que puede hacer es apuntar que ha subido el consumo de agua” y ya, explica la también especialista en gestión de recursos naturales y residuos en Canarias.
Padrón-Fumero defiende que esos datos deben cruzarse con otras variables, como la afluencia de turistas, el perfil del visitante, la estacionalidad o compararlos con complejos similares (indicadores de referencia). Sin ese contexto, poco o nada se puede hacer. “Lo que dice el trabajo es: cuidado, porque los contadores inteligentes dan información a la empresa del suministro, pero para que tenga impacto en los hoteles tenemos que trabajar la dimensión en la que se da y que esta llegue a quien tiene que tomar las decisiones sobre el ahorro”, insiste la autora de la publicación.
Hoteles en el sur de Gran Canaria
La investigación también menciona un posible “efecto rebote” o exceso de confianza al conocer el consumo exacto de agua. Sugiere que esto, paradójicamente, puede llevar a una actitud más relajada del personal, que confía en que la plataforma le notificará cualquier problema. Pero más allá de los sesgos cognitivos, el trabajo reconoce las complejas jerarquías de los complejos turísticos, donde los responsables del uso del agua “carecen de autonomía” para la toma de decisiones y los ejecutivos suelen “dar prioridad a la satisfacción de los huéspedes frente a las iniciativas de sostenibilidad”.
“Tiene que haber un incentivo”, valora Padrón-Fumero. “Si sabes cuál es el consumo o que tienes una fuga, pero corregir esa fuga te implica cerrar el hotel durante unos meses, por ejemplo, en realidad no tienes ningún incentivo a utilizar la información. Sigues operando y ya cuando llegue el año que viene, en unos días en los que haya menos turistas, pues la corriges”, lamenta la experta.
Por eso el estudio señala que es necesaria una remodelación casi completa del servicio del agua en el sector turístico. Por un lado, modificar el modelo de financiación de las empresas de abastecimiento. Padrón-Fumero recuerda que estas compañías se financian por la “pura” venta de agua para sufragar sus costes (mantener infraestructuras o construir desaladoras, por citar ejemplos), por lo que reducir el consumo directo les perjudica directamente en su balance de cuentas.
Lo que habría que hacer es empezar a incluir el ahorro de agua como “una variable de optimización”, argumenta la economista, lo que garantizaría ingresos extra en caso de rebaja del gasto. O introducir una cuota fija y otra variable, aumentando el valor de la primera y “rompiendo”, entonces, la dependencia de la relación consumo-ganancias económicas. “Las tarifas deben ser lo suficientemente potentes como para que, una vez tengas la información (del uso del agua), tengas incentivos al ahorro”, expone la experta.
En la imagen de archivo, turistas disfrutan del sol en la playa de las Vistas, situada en el municipio de Arona en Tenerife. EFE/Alberto Valdés
Entre las empresas turísticas, por su parte, Padrón-Fumero ve urgente pasar del “voluntarismo” al despliegue de normas obligatorias, estándares de consumo y penalizaciones por exceso. Recalca que “aquí no es culpable nadie, sino el modelo”. Pero que ya es hora de ponerle el cascabel al gato. “Hay que cambiar las tarifas e implantar un modelo de cuotas fijas e incentivos. Y una vez que se impongan penalizaciones porque tu consumo excede la garantía del suministro, y se propongan multas, entonces todo el mundo va a ponerse las pilas”, concluye la profesora de la ULL.
El primer “avance”, al menos, es la disponibilidad de datos. Los expertos en turismo en Canarias llevan tiempo advirtiendo de la falta de indicadores fiables para medir la sostenibilidad del sector, tan en entredicho en los últimos años. Y esta base de datos, que ha costado lo suyo, enfatiza Padrón-Fumero, es un primer paso.
“De hecho, el porqué de esta investigación viene de ahí. Tenemos problemas como destino turístico para gestionar o abordar los temas de sostenibilidad porque desconocemos cuáles son los impactos o cuál es la contribución del turismo a esos impactos. Y eso es relevante porque, si no conoces cómo contribuye el sector, tampoco puedes abordar las oportunidades o barreras que existen para diseñar políticas. De lo contrario, pasa lo que vemos hoy, políticos dando palos de ciego”, termina la experta.