sábado, julio 5 2025

La ciudadanía merece una respuesta ejemplar (diga lo que diga la derecha)

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No soy Ignacio Escolar, que estará disfrutando de su permiso de paternidad, ni tampoco Neus Tomás, quien dirigirá elDiario.es durante el verano. Tómate esta carta como aquellos minutos musicales con que las televisiones de antes cuadraban la programación. Soy José Precedo y junto a Ander Oliden nos hemos quedado esta semana al frente de la redacción. Ya imaginarás el panorama: un secretario de Organización del PSOE entra a la cárcel, Donald Trump presenta su modelo de prisión rodeada de cocodrilos, por si a algún inmigrante sin papeles se le ocurre escapar, y Alberto Núñez Feijóo elige a su nuevo equipo: Miguel Tellado ya es ‘número dos’ y la pregunta es si esa meritocracia es la que aplicaría en un futuro gobierno. El fin de semana hay congresos del PP y comité del PSOE. Todo a más de 35 grados, aquí en la caldera madrileña que no necesita de olas de calor. Espero que tu semana haya sido algo más tranquila… O al menos más fresca. Como dice Juanlu, vamos al lío.

La misma derecha política y mediática que disculpó las comisiones de 275.000 euros del hermano de Isabel Díaz Ayuso, el fraude fiscal de 350.000 euros de su pareja y años de viajes y vacaciones de Alberto Núñez Feijóo con un narcotraficante (no, no fue solo una foto) se ha lanzado a pedir la dimisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Personajes con una trayectoria impecable contra la corrupción como José María Aznar, Felipe González y hasta la propia Esperanza Aguirre repiten cada mañana que la situación es insostenible y que nunca se había visto cosa igual. (Ni siquiera cuando sus subordinados entraban de dos en dos a la cárcel). Presuntos medios de comunicación que mantienen publicados bulos de todas las especies se reivindican como adalides del periodismo de investigación. Y quienes hicieron causa contra las filtraciones se apuntan cada mañana a adelantar supuestos informes policiales que luego resultan ser ciertos. O no.

Todo eso es el ruido. Ha acompañado al Gobierno de coalición desde el mismo momento en que tomó posesión. No a este, también a todos los anteriores desde que la sucesión de escándalos (no, tampoco fue solo una sentencia, la lista es interminable) hicieron caer al Gobierno de Mariano Rajoy.

Negar a estas alturas que ha habido y sigue habiendo lawfare por parte de comisarios corruptos que falsearon informes policiales contra Podemos, de jueces que vieron terrorismo en el infarto de un turista durante las protestas de El Prat y de otros que retuercen las investigaciones para hacer caer al Gobierno, es propio de terraplanistas.

Y sin embargo, todo lo sucedido alrededor de la presunta trama de corrupción orquestada por los dos últimos secretarios de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, y Santos Cerdán, y un asesor que nunca debió estar allí, Koldo García, es extremadamente grave.

El Gobierno y el PSOE deben saber que el problema no es con esa derecha política y mediática que lo ha justificado todo durante las últimas tres décadas: incluido el robo de unas elecciones en Madrid con dos tránsfugas y mentir para culpar a policías y dirigentes políticos del peor atentado terrorista sufrido en España. Incluida la defensa todavía hoy de Carlos Mazón pese al abandono de sus responsabilidades durante las horas críticas en los que sus conciudadanos se ahogaban porque la Generalitat, quien tenía que hacerlo, no los avisó a tiempo de la tragedia que vendría.

Es cierto que las derechas que mantienen a Mazón al frente de la Generalitat, que siguieron pagando el sueldo más alto del partido, el chófer y la secretaria a Bárcenas durante tres años no tienen legitimidad para reclamar que caiga el Gobierno. Hacen bien los ministros en recordárselo al PP y también a Vox. Recuperar las actitudes del pasado, pero también del presente, puede interpretarse como el recurso al “y tú más” y la antipolítica, pero a veces sirve para poner contexto: no se merece la misma respuesta en el Congreso un diputado de ERC, de Sumar o de Izquierda Unida, que no han tenido casos de corrupción, que un portavoz del PP cuando pretende dar lecciones de regeneración democrática mientras aplaude a Mazón y encumbra a Isabel Díaz Ayuso como referente moral.

Aunque esa tentación exista, no es a las derechas a quien tienen que responder Sánchez, el Gobierno y el PSOE, sino a la ciudadanía en su conjunto y a los socios de coalición y demás partidos que han apoyado siete años de políticas progresistas. Es a todos ellos a quienes debe convencer el presidente de que la legislatura es aún posible. Sánchez tiene que pedir perdón por poner al frente de la Organización del PSOE a dos manzanas podridas, cuando además una sucedió a la otra, y proponer medidas de calado para garantizar que esos episodios no vuelvan a repetirse. También debe garantizar que no ha habido financiación ilegal del Partido Socialista. Si la hubiera (y eso no va a figurar nunca en una auditoría externa), la legislatura estaría muerta.

El punto de partida pasa por entender que la traición de Ábalos y Santos Cerdán no es a la militancia del PSOE, sino al país que votó en varias elecciones consecutivas para aplicar medidas progresistas que defendieran los servicios públicos, la lucha contra el cambio climático y sus negacionistas, los derechos de la gente… incluida la agenda feminista que se prometió en mítines y programas electorales.

Si en todo lo que alude a un caso de corrupción que todavía se está instruyendo conviene utilizar el adjetivo presunto, es imposible hacerlo con las conversaciones que ya se han difundido sobre el tratamiento de quien fue el número dos del PSOE (y de su asesor para todo) respecto a las mujeres. ¿En qué pensaban Ábalos y Koldo García durante los mítines socialistas cuando se proclamaba el feminismo del partido? ¿Y en los Consejos de Ministros y los Plenos del Congreso donde se aprobaban leyes de igualdad y contra la discriminación?

Nombrar a Ábalos al frente de la Organización del PSOE y del ministerio más inversor del Gobierno fue un error difícil de perdonar. Que su sucesor como número tres del partido y la persona a la que se envió a pedir el acta de diputado a Ábalos fuese Santos Cerdán raya la tragicomedia.

Cerdán duerme ahora en la misma prisión de Soto del Real por la que pasaron todos los corruptos del PP, desde Francisco Granados a Rodrigo Rato, pasando por Luis Bárcenas e Ignacio González. Todavía en libertad, Ábalos admite que consintió la filtración en medios de comunicación de sus conversaciones con el presidente del Gobierno. Y Koldo García, su asesor plenipotenciario, desliza a los medios de comunicación que esto no ha hecho más que empezar porque se ha pasado grabando a sus colegas durante casi una década, como un Villarejo más.

Es cierto que el PP y Feijóo que acusaron a la policía de Rubalcaba cuando se produjeron las primeras detenciones de Gürtel no tienen ninguna credibilidad para exigir elecciones anticipadas. Pero sí la tienen los ciudadanos que exigen contundencia contra la corrupción y medidas tajantes, más allá de los anuncios cosméticos de las ruedas de prensa. También lo demandan los socios de coalición que se han dejado partir la cara por defender a Sánchez de las campañas de las derechas y que no tienen corruptos en sus filas ni en sus ministerios, por más que ahora se intente meter a todos en el mismo saco. Todos y cada uno de los partidos que hicieron posible la aprobación de la reforma laboral, las medidas contra la Covid, el alivio de la crisis energética, y los avances progresistas merecen que se les pida disculpas y un compromiso creíble para seguir adelante con una legislatura que está gravemente herida.

Lo contrario sería una lenta agonía, sin presupuestos, al albur de las noticias de los tribunales, que ya nadie puede garantizar que llegue a 2027. Es todo eso lo que está en juego, convencer a los socios y a la ciudadanía de que es posible seguir gobernando para mejorar la vida de esa gente que está temblando ante la llegada de la extrema derecha al poder. Es eso o dejar el camino despejado a Feijóo para que, antes o después, en compañía de Abascal o quién sabe si de las otras derechas, franquee la puerta de la Moncloa y ponga fin a esa excepción en Europa que constituye hoy la coalición progresista que gobierna España.

Lo dejo aquí, si no tenemos más ocasión de hablar, feliz (y fresco) verano.