domingo, julio 6 2025

Trump doblega toda oposición interna para imponer al dictado su agenda ultra

El presidente de EEUU no solo impone su programa, sino que lo hace en los tiempos que buscaba para firmar la megaley fiscal que recorta impuestos a los ricos y protección social a las rentas bajas este 4 de julio, día de la fiesta nacional, en la Casa Blanca y con aviones militares sobrevolando el momento

El Congreso de EEUU aprueba la megaley fiscal de Trump que da forma a su agenda con déficit, deuda y recorte de impuestos y servicios

Aviones del Ejército del aire y fuegos artificiales. Todo en Donald Trump tiene un fuerte componente performativo, a menudo excesivo, como el oro que rebosa en las paredes y el techo del Despacho Oval en la Casa Blanca; como el desfile militar por las calles de Washington DC coincidiendo con su cumpleaños; como las interacciones con otros líderes internacionales. El presidente de EEUU juega con otras reglas, con sus propias reglas. Y es el hombre más poderoso del mundo.

Esta semana ha logrado uno de sus sueños: tener aprobada la megaley fiscal –la bautizada discretamente como One, Big, Beautiful Bill– a tiempo de firmarla el 4 de julio, día de la fiesta nacional, en la Casa Blanca. “Firmaremos la ley sobre las cinco”, decía Trump, “y tendremos aviones V-20, F-20 y F-30 sobrevolando la Casa Blanca. Será un gran día, estaremos firmando con esos hermosos aviones encima”.

Al presidente de EEUU no solo le hace feliz haber sacado adelante la ley que le facilitará su agenda ultra en EEUU, sino imaginar ese momento en el que la firma, con las banderas ondeando, en el día de la Independencia, con aviones sobrevolando y con los fuegos artificiales a continuación en el National Mall de Washington DC: toda esa ceremoniosidad excesiva, más allá de lo protocolario, es una de las marcas propias de esta Casa Blanca.


Donald Trump y Melania Trump observan desde el balcón del Salón Azul de la Casa Blanca cómo los bombarderos B-2 Spirit realizan un vuelo durante la celebración del 4 de julio de 2025 en Washington, D.C.

Pero para eso, para poder llegar a ese colofón tan barroco, Trump ha tenido que apretar las tuercas a todo republicano que tenía dudas con la ley del presidente.

“El proyecto de ley presupuestaria republicano no solo es imprudente”, decía el expresidente Joe Biden, “sino que también es cruel. Recorta drásticamente Medicaid y priva de atención médica a millones de estadounidenses. Cierra hospitales rurales y recorta la asistencia alimentaria para veteranos y personas mayores. Aumenta el coste de la energía. Y podría provocar profundos recortes a Medicare, a la vez que aumenta el déficit en 4 billones de dólares. Todo esto para otorgar una enorme exención fiscal a los multimillonarios”.

El sistema electoral estadounidense es muy particular, y tiene dos elementos fundamentales: las primarias y las circunscripciones unipersonales. Es decir, solo un candidato puede ser elegido por una circunscripción, lo que complica el multipartidismo, pero, al mismo tiempo, alimenta la pugna en las primarias de los partidos, donde realmente se pueden dar las disputas ideológicas, para aspirar a un puesto que, en la gran mayoría de las ocasiones, está ya preadjudicado a un partido: muy pocos asientos están realmente disputados entre republicanos y demócratas, la mayoría permanecen inalterables durante décadas.

Un ejemplo de ello son las recientes primarias para la alcaldía de Nueva York, bastión demócrata, donde la pugna ideológica no se produce en el día de las elecciones, en noviembre, sino en las primarias del principal partido de la ciudad, donde el ala izquierda en torno a Zohran Mamdani se ha impuesto al ala establishment de Andrew Cuomo.

Y este sistema electoral, agudizado por el hecho de que hay elecciones parciales legislativas cada dos años, hace que en EEUU se esté permanentemente en campaña electoral. Y la votación de esta ley, que supone masivos recortes de impuestos a los más ricos para reducir servicios públicos a las clases trabajadoras al tiempo que se multiplica el presupuesto en defensa y en la lucha contra la migración, es un riesgo para las circunscripciones de cada senador y congresista.

El gobernador de California, demócrata, Gavin Newsom, que se ha convertido en uno de los referentes frente a Trump por el pulso en la militarización de Los Ángeles y que figura como uno de los candidatables demócratas para las presidenciales de 2028, afirmaba este jueves que “el 40%” del distrito electoral del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, “recibe Medicaid” y que “1,6 millones de ciudadanos de Luisiana —aproximadamente el 35% del estado— dependen de él. Johnson está tan desesperado por quedar bien ante Donald Trump que está traicionando al 40% de su propio distrito”.


Donald Trump y Marco Rubio, siguiendo la comparecencia del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, tras la aprobación de la megaley fiscal en el Congreso de EEUU, el 3 de julio de 2025.

En el Partido Republicano, estaban aquellos que consideraban excesivos el déficit y la deuda –lo que defiende Elon Musk y el senador Rand Paul, por ejemplo, que votó en contra–, quienes no quieren tantos recortes en prestaciones sociales –como el senador Thom Tillis, de Carolina del Norte, quien anunció el domingo que no se presentaría a la reelección después de que Trump le acosara por decir que no podía votar a favor por los fuertes recortes a Medicaid– y por aquellos que consideran lo contrario, que los recortes son pocos, y a los que incluso Trump les dio un toque para que no se pasaran.

En efecto, Jim McLaughlin, uno de los principales encuestadores del presidente, llegó a afirmar que los republicanos del Congreso deberían rechazar los recortes más profundos a Medicaid propuestos por los republicanos del Senado o se arriesgarían a una fuerte reacción de los votantes.

El texto pasó en el Senado por los pelos –51-50– gracias al voto de JD Vance y con tres senadores republicanos votando en contra: Rand Paul (Kentucky), Thom Tillis (Carolina del Norte) y Susan Collins (Maine).

Dos días después, el presidente lograba otra victoria trabajada en la Cámara de Representantes, haciendo votar a los congresistas el texto del Senado en dos días, sin tocar una sola coma y con más recortes de impuestos y de servicios sociales. Y todo para llegar a tiempo de su 4 de julio, con las banderas, los aviones del Ejército sobrevolando sus cabezas y el colofón de los fuegos artificiales.

Al comenzar la sesión, tenía la votación perdida: hasta cinco republicanos estaban dispuestos a votar en contra, y no podía permitirse perder más de tres. Pero ahí empezó a presionar, presionar y presionar. Al final, la Cámara de Representantes votó este jueves la ley con 218 a 214, y aprobó la medida, con dos republicanos —los representantes Thomas Massie (Kentucky) y Brian Fitzpatrick (Pensilvania)—.

Trump doblegaba a la oposición interna y, con ello, aumentaba su poder y su afán de venganza. Este mismo jueves por la noche, publicaba en sus redes sociales un supuesto estudio electoral que dejaba en el aire el escaño de Massie en el caso de que se lo disputara un candidato apadrinado por la Casa Blanca. La misma operación disciplinadora que con Tillis: si te mueves, si te opones, si discrepas, si disientes, te haré perder tu asiento.

El presidente no solo ha logrado aprobar su ley, sino que lo ha hecho en sus tiempos, cuando le convenía, doblegando la contestación interna y sembrando el pánico entre los que levantan la voz. Y todo para recortar 4,5 billones de impuestos sobre todo a las rentas más altas, para dar un hachazo de un billón a la protección social, al tiempo que se dispara el déficit en 3,3 billones y el techo de deuda se amplía hasta los 41 billones.