viernes, julio 4 2025

Los beneficios de hacer una sesión de terapia en plena naturaleza: «Me ayuda a estar y sentir de otra manera»

La creciente demanda de experiencias en un entorno natural coincide con un aumento de las investigaciones sobre lo que nos puede aportar desde un paseo por el bosque hasta un momento de reflexión escuchando el sonido de un río; una sesión de terapia profesional o una ruta liderada por un guía de ‘baños de bosque’

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La consulta puede hacerse entre cuatro paredes o en un bosque. El primer caso es el indicado para pacientes que buscan un entorno predecible y estable, prefieren charlar sentados mientras ven el rostro de su terapeuta y este lidera la conversación. En el segundo, la terapia tiene lugar en movimiento, hay menos control del entorno y requiere cierta flexibilidad por parte del paciente, pero a cambio, el paseo por la naturaleza también tiene como efectos secundarios la reducción del estrés o la mejora del sueño, entre muchos otros.

Así explica la psicóloga Aimme Frazier a sus pacientes cómo elegir entre la consulta en su despacho o dando un paseo por un bosque de Portland, en Oregon (Estados Unidos). Aquí, en España, la Asociación Experientia también ha incorporado a la terapia y al acompañamiento psicológico la posibilidad de sacar estos servicios a la naturaleza. Y ambas se apoyan en la ecoterapia, una disciplina de la psicología apenas presente en nuestro país, pero con mayor tradición en el extranjero y que ha visto cómo la pandemia, el ritmo acelerado de nuestras vidas y la complejidad del mundo en que vivimos empuja cada vez a más personas a preguntarse si la respuesta está en la naturaleza, porque el ruido que nos rodea no nos permite escuchar.

“El estilo de vida moderno nos desconecta del entorno natural causando una gran cantidad de problemas, desde contribuir a la crisis climática a desregular nuestro sistema nervioso o despojarnos de nuestro sentido de pertenencia y comunidad”, explica Frazier. Además de las consecuencias para nuestra salud física y mental, la terapeuta apunta también a que esto “despoja a muchas personas de una conexión espiritual, y de las emociones de asombro y maravilla, que tienden a conectarnos con algo más grande”.

El complemento verde a nuestra recuperación

El gran interrogante sigue siendo cómo ocurre esto cuando regresamos a los bosques. The Forest Therapy Hub es una de las organizaciones que indaga actualmente, en colaboración con la Unión Europea, cómo y por qué la naturaleza nos ayuda, hasta servir de refuerzo durante la recuperación por una dolencia o enfermedad. “Cuando una persona es diagnosticada por un médico, el bosque no la va a curar. Se va a curar con la medicación y el tratamiento”, explica Alex Gesse a elDiario.es. “Lo que sí se está demostrando es que los ‘baños de bosque’ o pasar tiempo en la naturaleza pueden ser una actividad complementaria”.

Acudo a la naturaleza en busca de salud. Por repentina que pueda parecer esta moda, no hay nada nuevo en la noción de que la naturaleza pueda ser curativa

Samantha Walton
Escritora, ‘Todos necesitamos la belleza’ (Siruela, 2022).

El concepto de los ‘baños de bosque’ que se ha ido adentrando poco a poco en nuestro lenguaje proviene de una tradición japonesa, “shinrin-yoku” o la práctica de pasar tiempo en el bosque. El gobierno del país asiático se planteó en los años 80 si la solución a la crisis de salud que padecía la población, tras una migración importante desde las zonas rurales a la ciudad, estaba precisamente en regresar a las zonas menos pobladas. Hoy cada vez más iniciativas tratan de demostrar que sí, y como Gesse, defienden la importancia del rigor científico. “El bosque no hace milagros ni es un sitio de curación milagrosa”, afirma.

Pero a veces el bosque, como el sendero, el río o el mar, sí nos ayudan. Hay quien, como la escritora Samantha Walton, sale de la ciudad “en un ritual que es a un tiempo asombrosamente antiguo y absolutamente moderno”, dice en el libro Todos necesitamos la belleza (Siruela, 2022). “Acudo a la naturaleza en busca de salud”, escribe. “Por repentina que pueda parecer esta moda, no hay nada nuevo en la noción de que la naturaleza pueda ser curativa”.


Los expertos aseguran que hemos subestimado completamente la manera en que el cerebro humano es influido por su entorno.

En el libro El poder curativo de la naturaleza, los médicos estadounidenses Alan C. Logan y Eva M. Selhubo recopilan investigaciones recientes sobre papel de la naturaleza en nuestra salud y su coincidencia con este momento en el que “estamos más distanciados que nunca del entorno natural”. Su conclusión es que “hemos subestimado completamente la manera en que el cerebro humano es influido por su entorno y, en particular, por los elementos del mundo natural, como el agua, la vegetación y los animales”.

La ciencia más reciente, como esta investigación en Japón, apunta a que la exposición a la naturaleza tiene amplios efectos en pacientes con depresión o insomnio. Otros descubrieron antes que hacer una ruta de tres días y dos noches por zonas boscosas tenía un impacto positivo en nuestro sistema inmunológico. En Italia han demostrado sus efectos beneficiosos para luchar contra la ansiedad, y en Corea del Sur han determinado que incluso los bosques “urbanos” se pueden utilizar como “un tratamiento no-farmacológico efectivo para tratar y aliviar la depresión”.

Terapia más allá de la mente y la palabra

La Asociación Experientia comenzó hace 10 años a ofrecer terapia en varias ciudades de España sirviéndose tanto del despacho como de espacios naturales. “Una vez que sacas la terapia al aire libre y va más allá de la mente y la palabra, tiene un impacto muy positivo”, explica a elDiario.es Esther Meneses, psicóloga y facilitadora de procesos terapéuticos en la organización, que ya tiene sede en varias ciudades españolas.

Una vez que sacas la terapia al aire libre y va más allá de la mente y la palabra, tiene un impacto muy positivo

Esther Meneses
Psicóloga y facilitadora de la Asociación Experientia

Meneses asegura que todos los profesionales de su equipo son personas que han sentido “una conexión muy fuerte con la naturaleza” y que han vivido experiencias personales —en su caso, el salto de 12 metros durante una ruta de barranquismo— que les han “encendido la bombillita”. La psicóloga añade que su trabajo se basa en la metodología de la ecoterapia, que cuenta con elementos similares a los de la terapia tradicional, como la conversación, pero el entorno natural añade la posibilidad de utilizar situaciones reales para probar y aplicar soluciones.

“En terapia más convencional, tú hablas de cosas que luego tienes que poner en juego. Vas a una consulta, te sientas y le cuentas lo que te pasa con tu marido o con tu pareja, con tus hijos”, explica Meneses del proceso más tradicional, que requiere una aplicación posterior de las soluciones encontradas. “En cambio, nosotros funcionamos a través de situaciones reales: cómo estoy ahora, qué hago… lo incorporas, lo decides y la consecuencia es en el momento”.


En la Asociación Experientia han detectado que cada vez más jóvenes prefieren este tipo de terapia.

“La terapia en exteriores resulta mucho más accesible para determinadas personas”, añade la terapeuta Amiee Frazier. “Algunas se sienten intimidadas por la terapia tradicional y quizás no consideren contactar con nadie ni asistir a una consulta, pero me han confesado que lo hicieron porque estar al aire libre les resulta más natural”. Como en el caso de la Asociación Experientia, Frazier también ha encontrado que entre los más beneficiados de este contexto están personas que sufren ansiedad, depresión o trauma, pero también con trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

Aunque Meneses dice que “cualquiera se puede beneficiar de esto”, sí han detectado que cada vez más jóvenes prefieren este tipo de terapia. “Después de pasar ocho horas sentados en clase, te sientas otra vez en una silla a hablar de sus emociones y a lo mejor te mandan al carajo”, comenta. Este perfil, sin embargo, puede encontrar en diferentes retos —como una sesión de kayak o en la cinta de equilibrio—, que ese dinamismo y la adrenalina sí pueden ayudarles como no lo haría la charla en un despacho.

Cuando la ayuda está en un baño en el bosque

A medio camino entre la terapia psicológica o el acompañamiento profesional en la naturaleza y el paseo diario que podamos dar por un parque o la playa, se han hecho un hueco los ‘baños de bosque’. El Forest Therapy Hub ha formado ya a guías de más de 80 países, según su fundador. Gesse ejerce también como vicepresidente de la Asociación Internacional de Terapia de Bosque e incide en que entienden los ‘baños de bosque’ como una práctica de bienestar más —como una dieta saludable o una rutina de ejercicio—, ya que “no existe un estándar internacional en baños de bosque terapéuticos”.

La ciencia nos dice que te lleva a experimentar emociones positivas y pensamientos positivos, además de aspectos como la restauración de la atención o la relajación

Alex Gesse
Director Ejecutivo de Forest Therapy Hub

Desde su organización trabajan con la UE para encontrar una metodología que les permita identificar exactamente cuáles son los elementos del bosque —el tipo de árboles, la composición de la tierra, el microbioma del suelo o el nivel de humedad en el aire—, los efectos concretos que tienen en nuestra salud y las técnicas que se pueden utilizar para impulsar estos beneficios. “No es lo mismo mirar o escuchar un paisaje que sentarte al lado de un río, en términos de los beneficios, las sensaciones y las emociones que tú vives, y cómo eso actúa en tu bienestar”, añade Gesse.

A través de sus formaciones, los guías de baños o terapia de bosque aprenden a estructurar experiencias que se han extendido desde las arboledas de Japón y Corea del Sur hasta el resto del mundo. “El guía expone a las personas a la naturaleza para que vivan diferentes situaciones, que normalmente despiertan emociones y pensamientos”, explica Gesse. “Y la ciencia nos dice que te lleva a experimentar emociones y pensamientos positivos, además de aspectos como la restauración de la atención o la relajación”.

Siempre la última en el sendero

Montse habla despacio y en calma, como si acabara de disfrutar de una larga sesión de meditación. Es una de esas personas a las que siempre les ha gustado la naturaleza. Acudía a hacer rutas con distintos grupos, hasta que se dio cuenta de que siempre se quedaba la última mirando flores, escuchando el crujir de las ramas bajo los pies o buscando un claro donde tumbarse. “Pararme a ver todas esas cosas me gustaba mucho más que salir corriendo y hacer la ruta superrápido. A mí me gusta estar en silencio, caminando despacio y observando”, explica a elDiario.es. Después de muchas lecturas sobre los baños de bosque, decidió hacer una de las formaciones del Forest Therapy Hub para convertirse en guía.

“Yo buscaba una forma diferente de estar en la naturaleza”, dice Montse. “Cuando tú te callas, cuando tú escuchas, la naturaleza se expresa y la puedes apreciar; pero tú también en tu interacción con ella, en las cosas que te resuenan”. La guía, habitual en rutas en la Sierra de Madrid, explica que su labor consiste en estructurar los paseos, que empiezan por caminar despacio y en silencio. “Es ir apreciando, tener presencia. Porque además la naturaleza no miente y se trata de hacerlo con intención, con la intención de conectar”.

Cuando habla de los detalles que empiezan a ocupar la atención de los caminantes —seguir con la mirada el vuelo de una mariposa, pararse debajo de un árbol y mirar lo que hay por encima de nuestras cabezas—, Montse también invita a preguntarse cuánto tiempo hace que no te fijaste en algo así. “Es una cosa tan personal que a cada uno la vive de una forma diferente, porque la naturaleza te da lo que tú necesitas en ese momento”, dice. La guía, que organiza sus diferentes rutas a través de un grupo de WhatsApp, dice que lo primero que sorprende a sus participantes es precisamente el silencio.

La mayoría de los participantes nos dice que no sabían cuánto lo necesitaban

Greta Stillwell
Guía de terapia de bosque

Desde la misma calma, Cristina, otra guía de bosque, asegura que estos ‘baños’ son ya “una práctica que me ayuda a estar y sentir de otra manera”. Tras participar en la primera formación de guías en español fundó en Santander un proyecto que ofrece estos mismos paseos para personas sordas y sus familias. “Estar en la naturaleza me ha devuelto la calma y la tranquilidad”, explica Cristina, que ha aprendido la lengua de signos para acompañarles. “Quería ofrecerles la oportunidad de desconectar y vivir algo diferente”.

¿Desconectar o reconectar?

La desconexión, el deseo de ser y estar sin la sensación de que nos reclaman en ninguna otra parte, bien puede ser el hilo conductor de esta tendencia a mirar al bosque. Pero todos los entrevistados concluyen que, según su experiencia, se trata de lo contrario: volver a conectar con el verde que ha desaparecido de nuestras plazas y hasta de los cuentos infantiles. Y, de paso, conectar también con nosotros mismos.

Geeta Stillwell es otra guía de bosque que ha liderado más de 600 paseos y asegura que una de las claves es que, al contar con la presencia de una persona que dirige la ruta, los participantes pueden dedicar toda su atención al entorno. “Esto te permite bajar el ritmo y tener una experiencia más sensorial de ese momento. Cuando entras en ese espacio sientes cosas que no percibimos en un paseo rutinario por el parque”, dice Stillwell. “La mayoría de los participantes nos dice que no sabían cuánto lo necesitaban”.

“Afortunadamente, mucha gente está empezando a ver que el camino es mirar hacia dentro”, dice Meneses, que achaca a las consecuencias de la pandemia que tantas personas quieran volver a conectar con la naturaleza. “Es muy gracioso, porque siempre se dice ‘voy a desconectar’, o ‘me voy un finde por ahí a una casa a desconectar’. Y yo lo que siempre pienso es que me voy a conectar. Lo que nos desconecta es estar lejos de la naturaleza”.