Cada vez hay más personas afincadas en la isla deciden marcharse en la búsqueda de precios al alcance de sus posibilidades. Mientras tanto, una minoría propietaria se enriquece con la demanda del mercado inmobiliario
Más de mil euros por una habitación: el alquiler para trabajadores de temporada alcanza precios abusivos en Ibiza
Hace más de treinta años que Fran llegó a Eivissa desde Murcia y hace solo dos la crisis de la vivienda le obligó a dejar el piso donde residía: “Pagaba 1.200 euros en negro, sin contrato, y no podía permitírmelo más”, relata. Sin contrato oficial no podía desgravar nada en la declaración de la renta, así que estaba en una posición de desventaja que –intuía– solo podía ir a peor. Aunque Hacienda asumía que cobraba el sueldo limpio, la realidad era muy distinta: estaba pagando un alquiler por el que hacía esfuerzos y, aun así, la casa ya era un sueño en aquel momento. “¿Ahora?, ni soñarla”, afirma rotundo.
Decidió comprar una autocaravana para poder continuar en su puesto de trabajo en el departamento de mantenimiento en un hotel de lujo del norte de la isla, cerca de Portinatx. Una decisión que han tomado otros trabajadores de su empresa, ahora preocupados por la nueva normativa aprobada por el Consell Insular que sanciona estacionar a largo plazo en suelos rústicos de la isla. A los días de que entrara en vigor la Ley de regulación de vehículos (las restricciones se aplican desde el 1 de junio al 1 de septiembre), apareció un cartel de advertencia en el aparcamiento del hotel donde viven, en furgonetas y caravanas, una quincena de empleados. “Muchos han tenido que mudarse a terrenos privados de amigos o conocidos para no quedarse en la calle”, explica a elDiario.es. “Y otros han decidido marcharse”.
Fran, trabajador en el departamento de mantenimiento de un hotel del norte de la isla y que vive en una caravana.
El murciano dentro del vehículo habilitado en el que duerme, como y hace vida desde hace dos años.
La obligación para este tipo de vehículos va más allá de pagar la cuota obligatoria para circular durante los meses de verano. También es necesario presentar una reserva en un camping habilitado para obtener el permiso y no enfrentarse a multas de hasta 30.000 euros. Y, a pesar de que el hotel les ha ofrecido como alternativa el aparcamiento de los managers, más escondido –“si no, la plantilla se queda a medias en plena temporada”–, Fran critica la gestión política de la crisis habitacional: “No ofrecen alternativas, sólo mandan a los campings autorizados, que son cinco en todo Eivissa y están siempre llenos”, apunta.
Aunque trabaja en un hotel de lujo, Fran ha tenido que dejar su casa y vivir en una caravana por los precios disparatados del alquiler. Ahora vive preocupado por la nueva normativa del Consell Insular que complica la vida en las caravanas con multas de hasta 30.000 euros
Es decir, una opción irreal para la mayoría: cuestan 1.800 euros al mes, una cifra mucho más cara que compartir piso. El trabajador denuncia la “persecución institucional” que agrava la precariedad de quienes sostienen el turismo en la isla –de la que está enamorado– mientras las políticas públicas siguen sin dar respuesta a un problema que golpea la estabilidad de los residentes. Lo peor, señala aun así, es que los “mismísimos ibicencos” no puedan permitirse una vivienda digna por la especulación inmobiliaria. Aunque no quiere volver a Murcia, la “presión” y las condiciones cada vez peores hacen que esta opción cobre –con pena– fuerza en su mente.
Es uno de los empleados de un hotel de lujo de una veintena que se ha visto obligado a residir en caravanas.
Fran se lava las manos en su pequeña cocina antes de empezar su turno de trabajo.
“Nuestro plan era vivir aquí, pero es imposible”
“Mi marido y yo llevamos buscando piso desde finales de 2023 y, hasta ahora, está siendo imposible”, lamenta Fátima (nombre ficticio para este relato), una residente marroquí que llegó a la isla cuando tenía solo cinco años. Ahora tiene 23 y le está resultando imposible imaginarse un futuro en ella. Trabaja en una tienda de souvenirs ubicada en la entrada de Sant Antoni y esta es su quinta temporada. Su marido vive en Barcelona. “Nuestro plan era que él se mudase y vivir los dos aquí, donde está toda mi familia”, explica la trabajadora.
Han invertido horas rebuscando con ahínco entre las ofertas de todos los portales inmobiliarios y haciendo que se corriera la voz entre conocidos. Ahora, han llegado a la conclusión de que “es imposible” encontrar en la isla un techo bajo el que residir. “Para un estudio piden 1.400 euros y, además, una fianza de 6.000 euros o 7.000 euros, es una locura”. Esas disparatadas peticiones fueron las que les condujeron a valorar que Eivissa no era un lugar factible para empezar su vida de pareja. “Empezamos a pensar en marcharnos”, dice con tristeza.
Para un estudio piden 1.400 euros y, además, una fianza de 6.000 euros o 7.000 euros. Es una locura
No es la única que sufre esta situación de su familia, sino que su hermana, un poco más mayor que ella, lleva buscando un lugar desde “mucho antes y tampoco ha conseguido nada”. Convive con su marido, su cuñado y su bebé en un piso de alrededor de cincuenta metros cuadrados en el centro de Sant Antoni, con una sola habitación y un baño. Y, aunque han valorado marcharse a algún país del norte de Europa, como Bélgica o Países Bajos –“Allí tienen una vida muy diferente, me gusta”–, el trabajo fijo que tienen aquí les frena a la hora de empezar de cero en un sitio donde no conocen a nadie.
Su hermana pequeña prosigue con su historia: “Ahora, llevamos un año buscando en Barcelona. Allí sí que hay pisos, pero las agencias piden muchísimos requisitos, de forma exagerada”. Detalla a elDiario.es que ella y su marido tienen dos nóminas y dos avales. Sin embargo, para alquilar un piso con una mensualidad de entre 650 y 700 euros les exigen pagar aparte un gasto de reserva y por los servicios de agencia de unos 2.500 euros. Todo esto, sabiendo “cómo están las nóminas en España”, valora. Lo más llamativo de todo es que los arrendadores, incluso los particulares, pretenden que el arrendatario destine entre un 30 y un 40% del salario mensual a pagar la vivienda.
La nueva normativa del Consell, que obliga a pernoctar en los campings habilitados de la isla, ha complicado la situación de los residentes sin vivienda fija.
Crece el ahorro de los propietarios
El aumento del precio del alquiler en los últimos años deja boquiabierto a cualquiera, con picos en los meses de verano. En julio de 2024, arrendar un metro cuadrado en la isla ascendía a 33,70 euros, la cantidad más elevada hasta el momento en los últimos dos años, según los últimos datos de Idealista. Haciendo cálculos, un piso pequeño (de 50 metros) se puede llegar a alquilar en plena temporada por 1.685 euros.
En invierno, los precios bajan. No obstante, los inquilinos siguen pagando las mismas cifras estratosféricas porque es la demanda estival la que suele marcar el mercado. El portal inmobiliario ha publicado este martes un informe señalando un máximo histórico en el precio medio del alquiler en las islas: 20,2 euros de media el metro cuadrado. En cuanto a Tinsa (otro portal de referencia) ha registrado que el valor de una vivienda desde 2024 ha crecido un 14,4%.
De hecho, el ahorro de propietarios de Balears con inmuebles en alquiler o venta ha aumentado considerablemente en el último año. El Banco de España cifra en 34.211 millones de euros (en 2024, fueron 32.209 millones) el valor de los depósitos que las familias, empresas y Administraciones del archipiélago tienen en las entidades financieras, en datos del primer trimestre de 2025 y que ha publicado Diario de Mallorca.
El ahorro de propietarios de Balears con inmuebles en alquiler o venta ha aumentado considerablemente en el último año, según el Banco de España
De este total, los impuestos componen una parte residual y el grueso proviene del ahorro de una minoría de la ciudadanía y de empresas con activos en el mercado inmobiliario del archipiélago. Es más, gran parte de los beneficiarios han engordado sus rentas complementarias con capital proveniente del extranjero, informa el mismo periódico local. “Acabemos con el negocio de la vivienda”, fue el lema vociferado por miles de manifestantes en Mallorca, Menorca y las Pitiüses en las concentraciones del pasado mes de abril. Muchos de ellos, residentes que ven peligrar el acceso de las nuevas generaciones a una casa donde poder vivir.
Vivir sola o solo, un sacrificio gigante
Otro de los ámbitos en los que hace escollos la crisis habitacional, y esto ya es vox populi, es en las plantillas de los servicios más básicos. Profesores, cuerpos de seguridad y de emergencia, personal sanitario… “El motivo de que me planteé irme de Eivissa es porque estoy viviendo sola, lo que significa que pago un alquiler íntegro”, cuenta a elDiario.es Laura (nombre ficticio), una enfermera del Hospital Can Misses, de 25 años, quien prefiere no identificarse.
Se trata del único hospital público de la isla y un servicio que ha visto, en los últimos años, cómo el precio de la vivienda causaba estragos en sus plantillas. En oncología se libró una cruenta batalla que terminó en éxito al declararse las plazas de difícil cobertura y se concediera un generoso plus a los especialistas. No solo por el alquiler, sino por el elevadísimo nivel de vida de las islas en general: la cesta de la compra, el ocio, la gasolina y una larga lista que continúa.
La sanitaria de 25 años se ha planteado abandonar la isla por el precio abusivo de los alquileres.
8. Laura (nombre ficticio) asegura que, de verse obligada a compartir casa, se marchará a la Península.
“Yo estoy pagando por un piso 1.350 más gastos”, dice la sanitaria. Antes vivía con su pareja, pero la relación terminó y, entonces, ella tomó la decisión de que no quería compartir piso con nadie. De hecho, tiene muy claro que, llegado el momento en que se vea obligada a compartir vivienda con otras personas, se marchará “sin dudarlo” a la Península.
Son el elevado precio de la mensualidad que paga y la incertidumbre sobre el hecho de poder seguir disfrutando de la libertad de vivir disfrutando de su privacidad lo que la ha llevado a valorar seriamente la mudanza. “Al final, lo más seguro es que por el momento me quede”, sopesa la enfermera. “Por lo menos en Eivissa tengo trabajo, algo que en Murcia, de donde soy, me falta. Allí no tengo trabajo ni en verano ni casi en invierno”, añade con contundencia. No sin cierta aflicción por el dilema al que se ve abocada.
Otra compañera suya del hospital, que también prefiere no dar su nombre, sí ha abandonado la isla durante los días en que se publica este reportaje. Sigue los pasos de un tercer compañero de las dos enfermeras que dijo adiós a la plantilla el año pasado. La joven marroquí enraizada en Sant Antoni lamenta: “Es una pena, la verdad. Suena un poco feo, pero en nuestro caso siento que nos están echando de Eivissa y también de España en general”.