sábado, julio 5 2025

El órdago del obispo para evitar que el Opus controle Torreciudad trastoca la estrategia de la Obra y presiona al Papa

El movimiento de Pérez Pueyo, que renuncia al complejo a cambio de que lo gestione el Vaticano, surge cuando se esperaba una solucion de compromiso por parte de León XIV, más proclive a un acuerdo que su antecesor Francisco

El obispo de Barbastro pide al Vaticano que tome el control definitivo de Torreciudad y excluya al Opus Dei

“San Josemaría era un santo muy aragonés, muy cabezón. No se paraba ante nada si creía que ‘era de Dios’. Pues el obispo de ahora, igual”. Un anciano sacerdote de Barbastro, que conoció al fundador del Opus Dei (fallecido ahora hace 50 años), contempla con tranquilidad el penúltimo episodio del ‘caso Torreciudad’: el obispado ha pedido al Vaticano que tome las riendas del complejo y le quite cualquier control a la prelatura a cambio de renunciar al santuario situado en un territorio propiedad de la diócesis que dirige Pérez Pueyo.

El movimiento ha llegado a punto de cumplirse dos años –será el próximo 18 de julio–, del momento en que el obispo rompió la baraja y, tras varios intentos infructuosos, nombró un rector para el complejo gestionado por el Opus Dei. Torreciudad es un destino que cada año recibe a casi doscientos mil fieles católicos, que dejan en sus arcas varios millones de euros que escapan al control del Obispado.

“Pueyo es un obispo que, como decimos aquí, no rebla, no se achanta”, añade el mismo clérigo. Sólo así se explica que, después de haber logrado que el papa Francisco asumiera como propio el tema y nombrara un comisario pontificio (el español Alejandro Arellano) para alcanzar una resolución final para el conflicto al mismo tiempo que había llegado una interesada filtración desde el entorno de la Obra que había señalado que la decisión ya estaba tomada, el obispo Pérez Pueyo se descolgara con una petición que ha sorprendido tanto al Opus como a la Santa Sede: está dispuesto a perder la ‘joya de la corona’ del Pirineo aragonés para intentar que no quede en manos de los seguidores de Escrivá.

El Opus aprovecha el cambio de Papa

El 22 de julio de 2023, pocos días después de que Pérez Pueyo nombrase al primer rector de Torreciudad ajeno al Opus Dei el papa Francisco publicaba Ad Charisma Tuendum, un Motu Proprio que obligaba a la Obra a adecuar sus estatutos, poniéndola al borde de la pérdida de su estatus (único en la Iglesia) de prelatura personal.

Su máximo responsable, Fernando Ocáriz, dejaba de ser obispo, y el Opus pasaba a depender del dicasterio para el Clero, lo que convertía, de facto, al Opus, en una asociación clerical. Y, por tanto, sin posibilidad en la práctica de gestionar un santuario. A ello se sumaba la reapertura del caso Gaztelueta y otros escándalos que afectaban a la prelatura, como el de las denuncias por semiesclavitud de decenas de mujeres en Argentina, desvelados por elDiario.es. Sin embargo, la influencia del Opus Dei en el Vaticano logró dilatar ambos procesos (estatutos y Torreciudad), en la clásica operación made in Escrivá –y conocida por todos en la Santa Sede– de “hacer del limón limonada”. Es decir, tratar de ganar tiempo, esperar y, mientras tanto, bajo las declaraciones de obediencia al Papa y a sus dictámenes, tratar de revertir la situación.

Han pasado dos años, ha muerto Francisco y las cosas parecen haber cambiado. Su sucesor, León XIV, quien también sufrió persecuciones similares a las padecidas por Pérez Pueyo durante su etapa en Perú por parte de sectores vinculados al cardenal Cipriani (el primer cardenal del Opus Dei, y defenestrado por Francisco tras ser acusado de abusos), parece haber optado por primar la unidad de la Iglesia en un momento en que los sectores ultracatólicos jugueteaban con llamar al cisma.

En el caso del Opus Dei, una de las primeras audiencias de Prevost fue con los responsables de la prelatura, a quienes impelió a presentar ya sus estatutos, que acumulaban varios meses de retrasos. Una petición que Ocáriz cumplió el pasado 11 de junio. Ahora, distintas fuentes aseguraban que el comisario pontificio estaba a punto de dictaminar un fallo definitivo sobre Torreciudad. Una decisión que trataba de contentar a todos.

Así, la tesis de Arellano era hacer de Torreciudad un santuario diocesano y, por tanto, dependiente del obispo pero mantener la gestión en manos del Opus Dei. El obispo tendría la potestad de nombrar al rector del santuario, pero entre una terna presentada por la Obra, que además habría de comprometerse a aumentar considerablemente la donación anual (actualmente una cantidad ridícula) a la diócesis por la cesión de la talla de la Virgen y la gestión del complejo situado en territorio de Barbastro-Monzón.

Calendario con intención

Las fechas elegidas no son baladí: el pasado 26 de junio se cumplieron 50 años de la muerte de Escrivá de Balaguer, y este 5 de julio estaba previsto el arranque de los fastos del cincuentenario de la apertura de Torreciudad, con una misa a la que tenía previsto acudir Fernando Ocáriz. Según ha podido saber elDiario.es, cuando el obispo tuvo conocimiento de ello, informó al prelado del Opus Dei de que él también querría participar. Al ser él obispo, y Ocáriz no, sería Pérez Pueyo quien presidiría. La Obra, entonces, dejó caer que el prelado no acudiría a Torreciudad hasta que hubiera un dictamen definitivo sobre el estatus del complejo, algo que preveían inmediato. Fue en ese momento cuando, aconsejado por distintas personalidades, Pérez Pueyo decidió lanzar un último órdago que fuentes eclesiásticas califican de “sorprendente”, “precipitado” o “jugada maestra”, según sea su visión sobre el fondo del asunto.

¿En qué consiste dicho órdago? En primer lugar, tal y como adelantó elDiario.es, renunciar al control de Torreciudad, a condición de que sea reconocido como “Santuario Internacional, bajo la dependencia directa de la Santa Sede”, lo que en la práctica dejaría al Opus Dei sin capacida de gestión.

Por si quedara alguna duda, la nota emitida este martes por la diócesis reclama que sea Roma “la responsable e interlocutora natural”, constituyéndose el santuario en un “ámbito extraterritorial”. Una suerte de territorio vaticano, como las nunciaturas, en un país ajeno. Barbastro-Monzón solicita “que el nuevo santuario internacional goce de independencia económica respecto de la diócesis de Barbastro-Monzón y, como dependiente de la Santa Sede, sea esta quien audite y apruebe sus cuentas, así como las de las sociedades y fundaciones en torno al complejo, renunciando la diócesis a ”cualquier beneficio o remuneración por parte de ellas, así como de cualquier responsabilidad patrimonial o de otro tipo que pueda surgir del origen o del devenir de los fondos recaudados y de las estructuras societarias creadas para canalizarlos“.

En este párrafo está el verdadero quid de la cuestión y del escándalo en Torreciudad. En opinión de la diócesis y de no pocos expertos, la situación económica y patrimonial de Torreciudad es una suerte de sociedades interpuestas, que han venido cambiando desde 1962 hasta la actualidad, y sobre el que se yergue un manto de oscuridad desde antes incluso de su construcción.

Con esta petición, de hecho, Barbastro estaría obligando a Roma a auditar las cuentas de Torreciudad; a revisar la titularidad de todos los terrenos vinculados al complejo y a justificar ingresos y gastos de todo tipo que, hasta la fecha, están en manos del Opus Dei y de sociedades vinculadas a la prelatura. De ahí el gesto de la diócesis de “renunciar a cualquier beneficio o remuneración” que provenga del hipotético futuro santuario internacional.

“Al obispo no le mueve el dinero, como no se han cansado de sugerir desde plataformas cercanas a la Obra”, recalca a el Diario.es una de las personas que más cerca ha estado del conflicto en los últimos años y que teme que, detrás de esta operación, haya otra de más calado que consistiría en hacer desaparecer la diócesis de Barbastro-Monzón y subsumirla a las de Huesca y Jaca.

La falta de clero y un proceso de unificación de diócesis para adecuarlas a la realidad de las provincias serían claves para entender este movimiento, que otras fuentes no ven tan factible, pero asumen como parte de la estrategia de desgaste contra el obispo Pérez Pueyo. El Opus Dei, por su parte, se ha limitado a publicar un escueto comunicado en el que se da por enterado de la petición, y vuelve a vincular el futuro de Torreciudad a la inminente decisión que pueda tomar el comisario pontificio.

Finalmente, la propuesta de Barbastro-Monzón tiene dos exigencias muy icónicas para la diócesis. En primer lugar, que Torreciudad devuelva “la imagen original de la Virgen” a la ermita “donde ha sido venerada desde hace más de mil años”, proponiendo ubicar en Torreciudad una “copia fiel” de la misma. En segundo lugar, la devolución de “la primitiva pila bautismal de la catedral de la Diócesis de Barbastro”, donde “fueron bautizados tantos mártires de nuestra diócesis”. También fue bautizado en ella el mismísimo Escrivá de Balaguer. ¿Dónde está esa pila en la actualidad? En la Casa General de la prelatura del Opus Dei en Roma. El órdago de Barbastro-Monzón concluye señalando que se trata de “una diócesis que no divide, sino que une; que no reclama, sino que ofrece; que no impone, sino que propone con amor lo que ha recibido como don”. Una jugada, tal vez la última, que ha descolocado al Opus y al Vaticano y que, quién sabe, pueda cambiar un destino, el de Torreciudad, que ya parecía encaminado. Medio siglo después, Torreciudad sigue dando de qué hablar.

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