La autora de ‘Autocoñocimiento’ critica la alerta por el porno mientras la educación sexual es inexistente, y anima a las familias a tener conversaciones de tú a tú en las que compartan experiencias propias y estén dispuestas a aprender y a ofrecer información veraz
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Pitu Aparicio es educadora social y está especializada en sexualidad, género y drogodependencia. Ha escrito una guia para ‘autocoñocerse’ o para conocerse a secas, porque leyendo Autocoñocimiento (editorial Molino), una comprueba hasta qué punto llega la carencia de información básica sobre nuestros cuerpos, sobre la sexualidad, el placer, o la autoestima. “La gente que dice que no necesitamos educación sexual integral o que le tiene miedo es porque nunca ha estado en un taller de sexualidad. En el momento en el que tú vives un taller y te das cuenta de cómo hubiera cambiado tu vida a cualquier edad de haberlo hecho, le pierdes el miedo. Hay ignorancia y miedo a lo desconocido”, asegura. Acostumbrada a trabajar con adolescentes, alerta de hasta qué punto esta falta de educación sexual, de conversaciones y respuestas sobre los procesos y vivencias que nos atraviesan, afectan a la calidad de vida, a la capacidad de decisión, al consentimiento, al deseo y a la manera en la que nos relacionamos. Aparicio tiene claro que prohibir el acceso al porno no es la solución: “Prohibir es despertar el deseo”.
Empieza el libro con una experiencia personal muy fuerte: tuvo diagnóstico de cáncer de útero por el que se sometió a una operación muy agresiva y, sin embargo, lo que usted tenía era endometriosis. ¿Qué dice una historia como la suya de este sistema?
Marca un antes y un después de mi realidad con la violencia obstétrica y ginecológica. Tardaron ocho años en darme mis propios informes. Habla de la patologización, la infantilización y de toda la información que a nos falta para elegir sobre nuestros cuerpos, y ese es justamente el motivo y el objetivo de mis talleres de sexualidad. Queremos tener toda la información para después poder tomar decisiones. ¿Qué quieres hacer tú con tu cuerpo? ¿Te quieres poner el anillo?, ¿Quieres tomar la píldora? Que te expliquen todo. Faltaba, además, información sobre el virus del papiloma, estamos hablando de hace 20 años. Si ahora todavía siguen sin saber origen, causas y tratamiento, imagínate hace 20 años.
¿Cómo describiría ahora mismo la situación de la educación sexual y la gente joven?
La educación sexual integral no existe. El año pasado ofrecimos a tres institutos de Madrid -Usera, Carabanchel y Vallecas- dar talleres gratis. Nos dijeron que no tenían espacio ni tiempo en el currículo, que eso no entraba y que no. Y esto se lo propusimos en octubre de cara a junio. En los sitios en los que yo trabajo son porque ha habido ya un suceso, una agresión, una violación y entonces consideran que hay que hacer ‘algo’ porque son las familias las que presionan al centro educativo para que una educadora vaya… aunque tarde. Esto es lo que me enfada cada día cuando doy talleres en ayuntamientos para coordinadoras de ocio y tiempo libre, pero para no abajo, para la chavalería, que es donde deberíamos dar.
¿Se está creando un clima muy alarmista alrededor del porno, la adolescencia y la juventud o hay motivos para la preocupación?
Creo que tenemos un miedo transgeneracional. El que tiene la abuela es el que tiene la madre, porque es la misma falta de información que tiene la hija. Vamos perpetuando ese miedo, como madre temes que tu hija tenga la escasez de información que tú tuviste y sabes que lo va a ir a buscar donde sea y lo va a ir a buscar en el porno. Porque todos somos hijos del porno, porque no hemos tenido una educación sexual integral. Entonces, la movida no va del porno y de lo grave que es, que también, sino de la falta de alternativas que hay. Da igual que prohíbas el porno o que pongas el pasaporte digital para acceder, la gente joven tiene sus propios canales de Telegram. No puedes tapar el sol con un dedo, sino hacer que, cuando les llegue, tengan su propio pensamiento y crítica, a ver si les hace repetir esos patrones o no, si van a tener otras fuentes de información o no. Como educadora social, lo que veo en el aquí y ahora es que mi chavalería no tiene la información. Y prohibir es despertar el deseo.
La movida no va del porno y de lo grave que es, que también, sino de la falta de alternativas que hay. Da igual que prohíbas el porno o que pongas el pasaporte digital para acceder, la gente joven tiene sus propios canales de Telegram
¿Estamos hablando mucho de porno entre adultos sin hablar de porno con niños, niñas y adolescentes?, ¿puede estar teniendo eso también un efecto en ellos y ellas?
En las familias lo entienden perfectamente cuando lo comparo con las drogas: tú no puedes hablar de las drogas y no decir que fumando porros te ríes porque es que es real. Si tú le das una información que es mentira, no van a confiar en ti, no vas a ser su espacio de seguridad cuando después vea porno y esté asustado porque haya visto una atrocidad. No va a ser a ti a quien se la cuente porque ya le has disfrazado la realidad en otros momentos de su vida. Entonces, vamos a hablarles de sexualidad con naturalidad para que el día que vean algo que les parezca atroz tú estés allí y le puedas decir pues ‘yo cuando vi las primeras veces porno me asusté muchísimo.’ ¿Tú prefieres que tu hijo no te cuente ni hable de nada de esto o que te diga ‘oye, pues he dado un taller de sexualidad y he visto una barrera de látex’? Igual prefieres que te lo cuente y que lo hable y que lo naturalice porque las criaturas entre los nueve y los 13 son los que más curiosidad tienen. Para eso tiene que haber una relación vulnerable, bidireccional, en la que tú también cuentes y hables de ti y de tu sexualidad.
Defiendes la educación sexual desde muy pequeños, tres años, cuatro años, pero la realidad es que eso resulta algo escandaloso o tabú, incluso para personas que son progresistas.
Porque la gente relaciona sexualidad con sexo y no sexualidad con cuerpo, con desarrollo, con, literalmente, enseñarle a una criatura a limpiarse después de hacer pis. Es que eso lo estamos haciendo con 12 años y les estamos hablando de sexo con 15. Oye, pues sí, estamos llegando tarde a todo. Qué pena que no podamos hacer prevención, sino intervención.
¿De qué temas concretos se puede hablar en función de cada edad, por ejemplo?
En un taller de sexualidad, con cuatro años hablamos de cómo limpiarnos la vulva, de cómo se llama la vulva, de cuál es la vagina, cómo son las partes del cuerpo… Decidimos si nos gusta más darnos masajes en un brazo o en el hombro, y además hablamos de quién nos cae bien y por qué, qué nos gusta, de cómo habla esa profe y de cómo habla esa otra profe, qué cosas nos gusta hacer. Más adelante, con seis años, puedes hablar de la menstruación, de cómo vienen los niños al mundo. Todo eso que se supone que se cuenta en conocimiento del medio pero no desde una perspectiva meramente biologicista. A los nueve, hablamos de la copa menstrual, de los preservativos, de que la gente puede contagiarse de infecciones de transmisión sexual. También tienen curiosidad porque notan que su cuerpo está cambiando. Les pregunto en qué lo notan, o que a quién más de allí le huele el sobaco. Esto les da una naturalidad que les relaja.
El problema es que cuando suelo llegar yo ya tienen 16 y 17 y los talleres son literalmente una terapia de grupo, ya es tarde. No estamos haciendo prevención, estamos haciendo intervención. Se dan cuenta de que tienen dos horas de taller para preguntar todo lo que no han podido preguntar en la vida. Y llega el miedo, claro.
Lo que veo en los talleres son familias quejarse de que pensaban que esto se lo explicaban en el cole y al profesorado hablando de que las chicas y chicos preguntan cosas que han escuchado en casa pero que no tienen el pensamiento crítico
Hablamos e incluso reivinidicamos que exista esa educación sexual integral, pero ¿estamos poniendo mucho en que se trate de una educación reglada, institucionalizada?, ¿estamos derivando la responsabilidad de esa educación en el sistema educativo?
Lo que veo en los talleres son familias quejarse de que pensaban que esto se lo explicaban en el cole y al profesorado hablando de que las chicas y chicos preguntan cosas que han escuchado en casa pero que no tienen el pensamiento crítico para después debatir y rebatir porque nadie se ha parado a hablarlo con ellos en la familia. Una cosa que es la mayor pedagogía para mí es que tu madre te diga ‘oye, pues qué interesante esto que dices’. Ponerte tú a su altura y contarle cosas que para ti también te hacen vulnerables. Porque no somos seres omnipotentes y eso vulnera y le da el poder a la criatura de decir ‘oye, yo también puedo poner en cuestionamiento esto que oigo en casa’.
La familia tiene que ser el primer agente socializador y la escuela es el segundo. La sexualidad pasa por cómo tus padres se besan, si hay afectividad entre tus abuelos, si tú con tus hermanos has tenido un contacto en el que hayas observado sus cuerpos, sin esta cosa adultocéntrica que te encuentras en los talleres con las familias de ‘es que mi hija de tres años se está masturbando’. No, tu hija de tres años no se está masturbando, tu hija ha descubierto que hay una parte de su cuerpo que le da placer y tú tienes la responsabilidad de enseñarle intimidad, límites, consentimiento y sobre todo, el respeto hacia su cuerpo. Esto te lleva a conversaciones naturales.
Mis alumnas se echan colonia en la vagina porque les han vendido que tiene que oler de determinada manera. Por favor, que dejen de crear cada día perfiles de Instagram en los que lo que literalmente hacen es vendernos un producto que no necesitamos
Hay un auge de tratamientos para las vaginas, a veces se promocionan como tratamientos ‘rejuvencederores’, en otros casos hablamos de técnicas que ayudan a combatir la atrofia vaginal, por ejemplo. ¿Dónde termina el tratamiento útil y beneficioso y empieza el relato de que nuestras vaginas tienen un problema o deben estar siempre jóvenes?
Para mí la línea es si tiene una finalidad estética o tiene una finalidad para mi placer, para mi salud. La pregunta sería ¿esto es para el resto o es para mí? Si este tratamiento que me estoy haciendo me va a ayudar a lubricar para mi placer o me va a ayudar a que no mee encima, entonces igual es interesante. Todo el rato hay una violencia estética y para mí la criba está justamente en el pensamiento crítico: si tienes autoestima, educación sexual, valores… voy a saber distinguir mejor si me apetece ponerme unas tetas o no, si me quito los pelos o no. Una cosa es que te digan que la piel la tienes que llevar no sé cómo y otra cuando a ti te apetece involucrarte en llevar la piel así. Como la vagina: con los años va a ir perdiendo lubricación y algunas de las funciones, si hay tratamientos que te pueden ayudar está bien conocerlos para poder elegir si te apetece acceder a ellos.
¿Y qué hay de todos los productos para el olor y la limpieza de la vulva?, ¿Necesitamos desodorantes, geles o toallitas específicos, tienen sentido esos productos?
Mis alumnas se echan colonia en la vagina porque les han vendido que tiene que oler de determinada manera y utilizan salvaslips de plástico a diario porque reniegan de su propio flujo. Si tu ginecóloga te recomienda que utilices un determinado producto por un determinado motivo, vale, pero en general no necesitamos ningún productos entre los cero y los 50 años, porque nuestro coño se limpia solo, es pirolítico, y no tienes que utilizar un producto extra que encima cuesta 10 euros. Por favor, que dejen de crear cada día perfiles de Instagram en los que lo que literalmente hacen es vendernos un producto que no necesitamos para seguir haciéndonos creer que nuestro cuerpo está mal