Aunque es complicado, algunas personas han intentado —y a veces logrado— convivir pese al desencuentro ideológico
¿Se han convertido las relaciones con mucha diferencia de edad en una ‘red flag’ para los jóvenes?
“No te puedes enamorar de un facha”, afirmó el pasado miércoles Alba Carrillo en el programa ‘Hoy por hoy’ de la Cadena SER. La presentadora se refería a la relación que mantuvo con el extenista Feliciano López, con quien estuvo casada cuatro años y con el que, según sus propias palabras, tuvo una relación con “muchas discusiones”.
“No puedo compartir la vida con una persona que no comparta mi ideología”, añadió Carrillo. “Éramos dos mundos totalmente diferentes, eso estaba abocado al fracaso desde el día uno, no entiendo por qué hice eso”.
Estas palabras que se extendieron como la pólvora en forma de mensajes de WhatsApp, reels y vídeos de TikTok, desencadenaron un encendido debate sobre si es posible o no una relación entre personas ideológicamente opuestas. ¿Será que la política hoy en día es un filtro sentimental como lo pueden ser el humor, la sexualidad o la forma de entender la vida?
Todo apunta a que sí. Basta con darse una vuelta por cualquier app de citas para comprobar que hay quien ya lo deja claro en su carta de presentación. Desde que aplicaciones como Hinge añadieron la posibilidad de añadir al perfil del usuario detalles sobre creencias religiosas, hábitos de consumo e inclinaciones políticas, ya hay quien avisa: “Abstenerse podemitas”, por ejemplo. Porque el espectro ideológico se ha convertido también en territorio de selección romántica.
Aunque no es lo habitual, la de Carrillo y López no es la única relación descompensada ideológicamente del famoseo nacional. Quizá una de las más conocidas es sin duda la que el cantante Nacho Vegas (que ha colaborado activamente con el activismo político de izquierdas), tuvo con la política del Partido Popular Andrea Levy. Estuvieron juntos unos dos años y, según contó la propia política en su libro La utilidad de todo este dolor, la fibromialgia que padece fue una de las principales causas de su separación.
Otro ejemplo paradigmático de relación políticamente incompatible es el matrimonio, que ya dura casi diez años, de la exlíder de Ciudadanos Inés Arrimadas con Xavier Cima, exdiputado de Convergència, y que fue un firme defensor de la independencia de Catalunya.
“Pensó que me podía dominar, pero no fue así”
Aunque no sea algo muy común, la repercusión de las palabras de Carrillo da a entender que sí que es un tema que preocupa. Así que decidimos analizar la viabilidad o no (a pesar de las excepciones) de este tipo de relaciones contactando con dos psicólogas expertas en parejas y con dos mujeres que han vivido una unión de este tipo con resultados absolutamente contrarios.
Julia no necesita mucho tiempo para rememorar su relación con “la oveja negra de mi vida sentimental”, y eso que hace más de trece años que sucedió. “Yo me di cuenta muy pronto de que la cosa iba por el mal camino”, reconoce. “Al principio, cuando estaba conociendo a la persona, vi que existían ciertos temas en los que discrepábamos. Pero claro, eran los primeros días, y te haces un poco la remolona para no meter mucha presión”.
Las diferencias no eran en absoluto superficiales: matrimonio homosexual, aborto, inmigración… En este caso, la polarización era total y las fricciones, inevitables, se iban acumulando. “Lo que al principio tenía un punto de jijijajá, con el tiempo fue acrecentando el alejamiento entre los dos”, recuerda. “Yo creo que él también lo vio, pero como era bastante mayor que yo, supongo que pensó que me podía dominar. No fue así”.
Por lo que más discutimos es porque ha dejado de tener criterio, no cuestiona los bulos que le envían por muy estrambóticos que sean
El caso de María, en cambio, es completamente diferente. Ella es de izquierdas. Su marido, de derechas. Pero llevan más de dos décadas juntos. “Desde el principio no era muy difícil adivinar su pensamiento, siendo hijo de un general y trabajando en el mundo financiero”, explica. “Adora a Ayuso, pero nos llevamos bien”.
“Lo que sí que tengo que reconocer es que, aunque siempre ha sido una persona con un pensamiento conservador/liberal, cuando nos conocimos era relativamente moderno”, dice de su pareja. “Al principio las diferencias no eran tan abismales, también porque la política nacional estaba menos crispada y la convivencia era más normal. En aquella época él sabía lo que yo pensaba y, como en la sociedad, había más respeto”.
Pero las cosas se han ido torciendo. “Creo que mi marido es el fiel reflejo de la sociedad y lo que está pasando hoy en día. De ser una persona con un pensamiento liberal, pero nada carca, ha pasado a tragarse todos los mantras de la derecha”, explica. “Ayuso lo hace todo bien. Cualquier tontería que diga Feijóo está correcta. Además se ha jubilado hace un par de años y tiene mucho tiempo libre, lo que lo empeora todo mucho más. Por lo que más discutimos es porque ha dejado de tener criterio, no cuestiona los bulos que le envían por muy estrambóticos que sean”.
No son solo ideas políticas, sino formas de entender la vida
Para la psicóloga y terapeuta de pareja Núria Jorba, la clave está en que “no estamos hablando simplemente de ideología política, sino de la forma de ver la vida, de la filosofía de vida”, afirma. Esa visión influye —y mucho— en cómo se proyecta el futuro, cómo se educan los hijos o cómo se toma cada decisión vital.
Para ella hay tres pilares indispensables en una relación: química, misma filosofía de vida y proyectos vitales compartidos. “Si alguna de estas tres cosas no cuadra, tarde o temprano, cuando el enamoramiento baja un poco, salen a la luz los problemas”.
Los inicios de una relación, son una etapa de “locura”, según la experta. “Eso sí, con el tiempo, la admiración y la novedad bajan, llega la rutina, y todas esas cosas que creías que no importaban se vuelven muy relevantes”, remarca.
Un equilibrio difícil de mantener
Laura Morán, psicóloga, sexóloga y autora de Perfectamente imperfectas. El secreto para que tu relación de pareja funcione (Destino, 2023), apunta a lo mismo desde el terreno de la evidencia científica. “Los opuestos se atraen, pero otra cosa es que se sostengan”, y cita los estudios de John Gottman, creador de los Love Labs, unos laboratorios donde estudiaban a parejas mientras convivían en un entorno controlado para entender qué hacía que una relación funcionara o fracasara.
Los opuestos se atraen, pero otra cosa es que se sostengan
“Eran una especie de Gran Hermano con parejas”, afirma la experta. “En esos estudios se demostró que el 70% de los conflictos en una pareja son irresolubles. O sea, que tienen que ver con el carácter, la personalidad, los principios, los valores… Aspectos muy identitarios de las personas que no vamos a poder cambiar. Por ejemplo, si uno no es cariñoso, pues no va a empezar a ser cariñoso. Y si alguien lo es, no le podemos pedir que no lo sea. Por mucho que queramos cambiarlo. Lo mismo pasa con las ideas políticas”.
Manual de supervivencia (si decides intentarlo)
A pesar de sus diferencias, tanto María como Julia desarrollaron sus propias estrategias para afrontar estas grietas ideológicas. Aunque, finalmente, una decidió terminar su relación y la otra sigue casada, ambas han aprendido qué funciona y qué no en este sentido.
Julia, que está convencida de que nunca repetiría una relación tan dispar, aprendió a detectar lo que hoy considera una “bandera roja”. “El tema ideológico es superimportante”, explica, pero, para ella, la clave no es tanto votar exactamente al mismo partido, sino compartir una base común: “Derechos humanos, libertad de elección de pareja, derecho de las mujeres a abortar…”, explica. “Con mi actual pareja, aunque votamos a fuerzas políticas diferentes, sí que compartimos una base sólida de principios y valores en común”.
María, que sí ha mantenido viva su relación, cree que hay que aceptar que las diferencias a veces agotan, pero no tienen por qué romper el vínculo si se consigue mantener el respeto. “La discusión en la pareja puede llegar a ser positiva, pero hay líneas que no se deben traspasar”. Aunque sabe que su caso no es el habitual, se reafirma: “Creo que con ideas diferentes sí puede funcionar una relación. Nosotros somos el ejemplo”.
No todas las opiniones son respetables y, en el caso de que estamos ante uno de esos casos, mantener la relación puede ser un poco complicado
Desde la psicología, también hay recomendaciones concretas. Laura Morán, coincide con María en que el respeto es fundamental, pero con unos límites: “No todas las opiniones son respetables y, en el caso de que estamos ante uno de esos casos, mantener la relación puede ser un poco complicado”.
Núria Jorba, por su parte, recomienda realizar un ejercicio antes de dar pasos adelante con una persona que acabamos de conocer. “Quizá, al principio, lo que tendríamos que hacer es ponerle un poquito más de cabeza y pensar: ‘¿en qué cosas no encajamos? ¿Qué cosas me fallan con esta persona?’ No por intentar buscar la perfección, sino por ver si aquello que no encaja es secundario o principal y si me va a condicionar tarde o temprano”.
Convivir con alguien con ideas opuestas, en su opinión, no es imposible, pero sí difícil: “Hace falta relativizar mucho, ser muy flexible y, en ocasiones, dar nuestro brazo a torcer. Permitir un alto grado de individualidad. Algo que no siempre es posible”.
Por tanto, no hay fórmulas infalibles, pero sí una constante: no hay amor sano sin respeto, ni respeto que aguante si no hay ciertos límites compartidos.
Amar también es político
Aunque las diferencias políticas no siempre sean motivo de ruptura, sí pueden ser la grieta silenciosa que con el tiempo acabe separando.
Para Julia, esas diferencias ideológicas son hoy una señal de alerta temprana, un síntoma que detecta enseguida. Para María, en cambio, han sido solo una dificultad más dentro de un matrimonio que ha resistido a varias campañas electorales, cambios de gobierno y hasta a la radicalización del debate público.
Pero si algo demuestran ambas historias es que estos tiempos de trincheras ideológicas no son precisamente fértiles para los amores imposibles. En una época donde cada conversación parece una batalla y cada diferencia un abismo insalvable, enamorarse de alguien que piensa radicalmente distinto ya no es solo una aventura sentimental: es un acto de alto riesgo.