sábado, junio 28 2025

De los expedientes por “invertidos” a pasar hambre y vejaciones en Tefía: la represión franquista al colectivo LGTBI en Canarias

Víctor M. Ramirez ha buceado en los expedientes dictados por la modificación de la Ley de Vagos y Maleantes del año 1954. De los 192 abiertos por homosexualidad entre ese año y hasta 1970, la mayoría correspondieron a la isla de Gran Canaria, donde las personas se visibilizaban más

Los años oscuros en Tefía, centro de reclusión franquista para homosexuales y condenados por “vagos y maleantes”

En el año 1954 se modificó la Ley de Vagos y Maleantes para incluir la homosexualidad como una categoría de peligrosidad social. “Esta reforma articula un nuevo mecanismo de represión de las disidencias sexuales y de género, que son puestas en el objetivo de las autoridades gubernativas y judiciales”, recuerda el activista e investigador Víctor M. Ramírez, que ha buceado en las notas informativas abiertas bajo las instrucciones del gobernador civil de Las Palmas a personas consideradas homosexuales. En el Archivo Histórico Provincial se conserva, de hecho, un listado de “individuos tildados y denunciados como invertidos” y la existencia de un expediente especial de “invertidos”. Es decir, personas a las que únicamente se les perseguía por su orientación sexual y se les condenaba a prisión por ello.

Ramírez ahonda sobre ello en un artículo que ha titulado El expediente especial de invertidos. La represión de las disidencias sexo-genéricas en Canarias tras su inclusión en la Ley de Vagos y maleantes en el que se destacan datos como que de los 192 expedientes abiertos por homosexualidad entre 1954 y 1970, 161 se abrieron en la isla de Gran Canaria, 28 en Tenerife y los tres restantes en Lanzarote. El investigador, que fue director general de diversidad del Gobierno de Canarias, explica que se debe a que en Gran Canaria existía una mayor visibilidad de estas personas.

“Yo creo que en Las Palmas siempre ha sido una ciudad mucho más abierta, mucho más tolerante. Mucho más diversa en muchos aspectos. También en el aspecto, por ejemplo, cultural, en la cantidad de etnias que siempre han recabado en Las Palmas por cuestiones como no solamente el turismo, sino también el puerto. Por tanto, es una ciudad bastante abierta a la diversidad y yo creo que aquí había mayor tolerancia y una mayor visibilidad. Y de ahí también una mayor facilidad para ser controlados por el sistema, por el régimen, por la policía y en sus instancias ser detenidos y juzgados”, resume Ramírez.

Sobre cómo era el control que se hacía de estas personas expone que “se hacía mucho control en la calle”. “Del archivo de invertidos se nota clarísimamente cómo en tres meses la policía es capaz de hacer 91, aunque el artículo pone menos, pero yo después encontré varias más, 91 fichas o notas policiales, se llaman notas informativas realmente, de 91 personas que presuntamente eran homosexuales y que residían todas en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Nos encontramos con gente de Triana, gente de Guanarteme, gente de Arenales, gente de La Isleta, abarcando casi toda la ciudad y abarcando a muy diversos niveles sociales (podemos encontrarnos con un abogado, podemos encontrarnos con una persona que trabajaba en casas de prostitución de palanganero…”.

Ramírez subraya que otros investigadores del panorama nacional también han coincido en que la represión tuvo un componente clasista. La mayoría de las personas condenadas eran de clases sociales más bajas por lo que la percepción de clase era fundamental a la hora de determinar la peligrosidad. Entre los años 1954 y 1970 ser homosexual era motivo más que suficiente para ser encerrado en prisión, recuerda Ramírez, que añade que “los primeros años del franquismo se trató de realizar el control ideológico del sistema. Eliminar las ideologías izquierdistas, republicanas. Se hizo una criba no solamente política, no solamente de políticos y sindicalistas, sino por ejemplo del profesorado”. Y “a partir de los años 50 se pasa del control ideológico al control moral. El control moral se había pedido a la Iglesia Católica, al nacionalcatolicismo. Y ahí evidentemente dentro de ese régimen la homosexualidad no cabía en ningún caso”.

La brutal represión en centros como Tefía

Tefía es uno de los símbolos de la represión LGTBI en Canarias. Situado en la isla de Fuerteventura en esta colonia agrícola los internos, condenados por la Ley de Vagos y maleantes, tenían que realizar trabajos forzosos y eran sometidos a hambre y a vejaciones. Víctor Ramirez, en sus investigaciones sobre Tefía pudo hablar con supervivientes como Octavio García, que le describió el horror que allí vivió. “En Tefía yo calculo que hubo entre 300 y 350 personas detenidas o recluidas entre el año 54 que se crea hasta el año 66 que se cierra, y de entre ellas aproximadamente 20 eran homosexuales”, resume.

Por los testimonios de Octavio García y Juan Curbelo Oramas, que eran personas homosexuales que vivieron ese horror, pudieron contar que fue un régimen bastante duro desde el punto de vista de la disciplina. “Tenían un régimen disciplinario que implicaba malos tratos habituales, estaban forzados en una cantera en la que picaban piedra, con esas piedras fabricaban muros y gavias. Cualquier error, bien sea en los momentos de formación, de instrucción o de trabajo, o cualquier salida de tono, podía implicar una agresión, una paliza y una humillación, y especialmente maltratados estaban los presos homosexuales. También tenían un régimen riguroso de hambre prácticamente, casi consciente por parte del sistema, y especialmente el director de la prisión”, resume Ramírez.

El investigador insiste en este punto: que los supervivientes contaban que pasaron un “hambre terrible”, que comían muy poco a pesar de las duras jornadas de trabajo, y que había hombres que acababan pesando apenas 40 kilos. Y añade que el propio Juan Curbelo, una vez que su madre fue a visitarlo, le pidió que lo sacara de ahí, que estaba pasando un hambre terrible y que los malos tratos eran horribles.

Ramírez añade que cuando cambió de director la colonia, el régimen ya no era tan riguroso y tan duro, se suavizó un poco aunque no dejaron de hacer trabajos forzados ni dejaron de sufrir por su identidad y orientación sexual y teóricamente estaban ahí “para estar rehabilitados”.

Una doble reclusión

Ramírez también recuerda que la reforma de la ley en el año 1954 indicaba que los homosexuales debían ser recluidos en centros específicos y debidamente separados de los demás. Esto en Tefía, explica que en principio no se cumplió pero según Juan Curbelo en un momento determinado sí los separaron porque descubrieron algunas relaciones entre algunos de los homosexuales y el resto de reclusos. “Por ejemplo, en el caso específico de la prisión de La Palma, concretamente Manuel Alfonso, uno de los que me dio su testimonio, que estuvo en preso, decía que a todos los homosexuales los tenían metidos en una única celda y que no los dejaban relacionarse con los demás presos”, expone el investigador.

Ahí, afirma que se cumplía rigurosamente el término de separación. “De tal manera que los demás presos podían estar en el patio en las horas correspondientes. Cuando el resto de presos iban a descansar, a esa hora sacaban a los homosexuales al patio y luego los devolvían para que el resto de presos pudiera utilizar esa instalación. De tal manera que se sentían doblemente rechazados, doblemente recluidos en una prisión y recluidos en una celda dentro de esa prisión sin tener capacidad de poder relacionarse con el resto de presos”, apunta. Homosexuales presos hubo en todas las islas, apunta, aunque la mayoría eran de Gran Canaria la mayoría pasaban por Barranco Seco en esa isla, también por Tenerife y por la isla de La Palma.

La declaración de Tefía como lugar de memoria

El Ministerio de Memoria democrática ha iniciado los trámites para declarar Tefía como lugar de Memoria. Sobre ello, Ramírez apunta que es una declaración “fundamental”. “Primero por la significación que tiene el espacio, como para la comunidad LGTBI en general y para la historia de Canarias, como un lugar específicamente donde se recluyó a personas por su orientación y su identidad. Y especialmente además por las condiciones que Juan Curbelo y Octavio García describieron en su experiencia personal”, apunta.

“Es un modo de reparación también, de alguna manera, hacia aquellas personas que por su homosexualidad fueran donde fueran, estuvieran recluidas del reconocimiento de su identidad y de sus vidas, de alguna manera. Ya que no han podido ser reparadas de alguna manera”, agrega. “Es una especie de darle sentido también a que su experiencia no se olvide e intentar que no se vuelva a repetir”, insiste. Remarca además que es clave que hablemos de memoria democrática en un momento de retrocesos de derechos donde “muchísimos países están dando marcha atrás en leyes aprobadas y aplicadas sin ningún problema por una cuestión puramente de odio respecto a la diversidad”, expone.