viernes, junio 27 2025

El poder terapéutico de imaginar una cabaña: “Estamos viviendo una gentrificación del entorno natural”

La periodista Eva Morell publica ‘Refugio’, un ensayo íntimo y pop sobre el deseo universal de huir del ruido y “perderse” en el bosque

Entrevista – De color inexistente para los griegos a simbolizar nuestro descanso: la misteriosa historia del azul

Ignoro dónde les pillará la lectura de este artículo. Quizá en medio de un atasco durante un sofocante día de verano, es posible que en una cafetería ajetreada del centro de una ciudad a la hora del desayuno o intentando desconectar del ruido, de alguna manera, aunque sea solo unos minutos.

Sea donde sea, hay una imagen que probablemente les reconforte: la de una pequeña cabaña perdida en el bosque, sin cobertura, con una chimenea encendida y un espeso silencio alrededor. La cabaña, el refugio aislado, es una fantasía que puede aparecer en mitad de la jornada laboral, de una noche de insomnio o de una conversación que ya se ha agotado. Un lugar al que escapar, aunque sea mentalmente, cuando el sitio en el que estamos no nos gusta.

Eva Morell sabe bien de lo que estamos hablando. Lleva años explorando ese deseo de desaparecer, de pausar, de volver a lo esencial. Primero lo hizo compartiendo imágenes de cabañas en redes sociales con un texto muy simple “aquí, ahora”. Más tarde, canalizó esa obsesión en El Club de la cabaña, una newsletter donde cada semana invita a miles de personas a imaginar un refugio. Y ahora publica Refugio. Una historia de cabañas (Debate), un ensayo íntimo, pop y profundamente humano sobre esas construcciones mínimas que, paradójicamente, pueden contenerlo todo. “La cabaña es un espacio físico, sí, pero sobre todo es una sensación”, dice.

Los primeros refugios fueron el inicio de la vida en común de nuestra especie. En ellos surgió todo: la agricultura, la democracia, la filosofía

Eva Morell
Autora de ‘Refugio’

“Las cabañas me han obsesionado desde muy pequeña, pero no fui consciente hasta que fui mayor”, cuenta. La autora recuerda sus veranos en La Herradura, en una casa de su familia rodeada de pinares, o los viajes por la sierra de Málaga, cuando alguna cabaña perdida entre los árboles le provocaba una extraña sensación de calma.

Del útero materno a la habitación propia

Pero ¿por qué nos atraen tanto las cabañas? ¿Por qué ahí dentro todo va a ir bien? Para Morell, la respuesta está en nuestra propia esencia. “Desde antes de nacer ya habitamos un refugio: el cuerpo de nuestra madre. Estamos acostumbrados a ese abrazo, a ese espacio. Cuando salimos a la vida, nos sentimos desamparados y buscamos lugares que nos devuelvan esa sensación de protección”, explica.

Desde las primeras chozas prehistóricas hasta la habitación propia de Virginia Woolf, el ser humano siempre ha creado espacios donde protegerse y no solo del frío o de la lluvia, también del mundo. “Los primeros refugios fueron el inicio de la vida en común de nuestra especie. En ellos surgió todo: la agricultura, la democracia, la filosofía”, asegura. La cabaña, como idea, es mucho más que una estructura de madera en el bosque. Es un estado de ánimo, una forma de estar en el mundo.

Paradójicamente, Morell no ha tenido ocasión de visitar la mayoría de las cabañas que describe. “Mucha gente piensa que me alojo en todas esas cabañas”, cuenta entre risas. “Ojalá. Pero muchas veces están en sitios remotos o lejanos. Lo que sí hago es documentarme muchísimo, hablar con los propietarios e investigar cada rincón”.

Las cabañas también dan miedo

En Refugio, Morell explora también el reverso inquietante de la cabaña. En la cultura pop, especialmente en el cine de terror, estas construcciones no son solamente sinónimos de bienestar, sino que se han convertido en escenarios de lo siniestro. “Todo lo malo pasa entre cuatro paredes y el cine ha sabido darle la vuelta a la idea de protección. De repente, el peligro está dentro, no fuera”, reflexiona.

Aparte de todos los casos ficticios, uno de los más llamativos que recoge el texto, y que ocurrió de verdad, es el de Unabomber, alias de Ted Kaczynski, un matemático estadounidense que envió cartas bomba durante casi dos décadas como protesta contra el progreso tecnológico y que vivía aislado en una cabaña en el estado de Montana, desde donde escribió su manifiesto contra la tecnología. “Su cabaña es el prototipo de cabaña ideal pura: pequeña, autosuficiente, rodeada de bosque. Pero por dentro estaba llena de caos, de oscuridad. Me fascina esa dualidad”, confiesa la autora.

Lo mismo ocurre en muchas películas en las que lo que parece idílico se convierte en pesadilla. “Según el contexto, una cabaña puede ser una fantasía o una amenaza. Por eso me interesaba contar las dos versiones”, asegura.

Le Corbusier y la cabaña como sueño arquitectónico

El libro de Morell está lleno de referencias históricas y culturales que acompañan suavemente al lector a través de sus páginas y que van de Thoreau a Doctor en Alaska, de Heidegger a Punky Brewster. Pero quizá, una de las historias más sorprendentes es la de Le Cabanon, la minúscula cabaña que el arquitecto suizo-francés Le Corbusier, pionero de la arquitectura moderna, construyó a modo de puesto de vigilancia, literalmente, de la casa de la arquitecta Eileen Gray en la Costa Azul Francesa.

“Es una cabaña que refleja su obsesión por la casa de Grey que Le Corbusier quiso comprar en varias ocasiones”, explica la autora. “Sus ventanas apuntan directamente a la casa y hasta tiene espejos que reflejan su imagen aunque estés en el interior. Es inquietante y fascinante a la vez”, añade Morell rememorando la visita que en este caso sí que pudo realizar para documentarse.

El hecho de que un personaje de la talla de Le Corbusier construyera una cabaña no es, ni mucho menos, un caso excepcional entre los arquitectos de renombre. Las cabañas, apunta Morell, son también un campo de juego para los arquitectos. Ella ha tenido ocasión de hablarlo con muchos de ellos, debido a su trabajo periodístico en medios como la revista Traveler. “Los arquitectos tienen la posibilidad en estas pequeñas construcciones de aplicar los principios de su arquitectura en unas dimensiones mínimas. En ocasiones esto les permite descubrir nuevas formas de habitabilidad”, remarca.

Contra el capitalismo de la desconexión

A pesar de ser símbolo de la pureza, las cabañas no han podido evitar ser, en parte, capitalizadas por la lógica del mercado. En su afán casi enciclopédico, también de eso se ocupa el libro de Morell. “He bautizado a ese fenómeno como ‘cabañificación’”, confiesa. “En la actualidad, creo que estamos viviendo una cierta gentrificación del entorno natural. Esto tiene su origen en la pandemia, cuando aumentó mucho la construcción de alojamientos rurales sostenibles, con buenos materiales, filosofía de proximidad… Pero que muchas veces tenían detrás a grandes empresas empeñadas en explotar el fenómeno, plantando cabañas como setas por todo el país”.

Te venden el silencio, la falta de wifi, la desconexión… Y te lo cobran como si fuera una experiencia premium. Estamos pagando por algo que debería ser básico: no estar disponibles

E. Morell
Autora

Morell denuncia en Refugio cómo el capitalismo ha convertido la necesidad de descanso y desconexión en un producto de lujo. “Te venden el silencio, la falta de wifi, la desconexión… Y te lo cobran como si fuera una experiencia premium. Es tremendo, porque estamos pagando por algo que debería ser básico: no estar disponibles”.

Una cabaña para quedarse

Pero como Refugio no es solo un libro sobre arquitectura o naturaleza, sino que fundamentalmente promueve el disfrute. Para terminar la conversación le pedimos a Morell que eligiera alguna de las cabañas de las que habla el libro para pasar una temporada.

La autora lo pensó un segundo y respondió: “Probablemente, me decantaría por la de Virginia Woolf, Monk’s House. Es una casa que me gusta estéticamente, su jardín me tiene enamorada, y tiene el tamaño justo para no agobiarme”.

Tal vez eso sea lo mínimo que podemos pedir: encontrar una cabaña, real o imaginaria, donde no agobiarnos. Un sitio donde, por un rato, podamos dejar de ser todo lo que somos y volver a lo esencial. Una pausa en medio del caos. Un refugio.