Laura C. Vela encontró el libro que llevaba dentro gracias a un taller literario de la escritora Sabina Urraca, habitual descubridora de las voces más vibrantes de la nueva literatura en español
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No tantas veces, pero sí algunas, se dan pequeños fenómenos en el sector editorial. En un escenario en el que parece imposible destacar entre el aluvión de novedades semanales y las firmas superventas, un título publicado por un sello que no pertenece a un gran grupo se agota en las librerías. La foto de la cubierta se multiplica en las redes sociales con comentarios elogiosos –“el libro que hay que leer”– y los medios generalistas le prestan atención. Es lo que ha sucedido con Seismil, el título de Laura C. Vela que la editorial Niños Gratis ha publicado en su colección Asterisco: un rincón del catálogo en el que los volúmenes tienen dimensiones reducidas, sobrecubiertas extensibles y están cosidos con hilo. Un formato primoroso pensado para “resistir a mil mudanzas”, según la propia editorial.
Pero el interés de los medios conlleva, generalmente, conceder entrevistas que no siempre gustan al interpelado cuando las lee una vez publicadas. Es lo que le ha sucedido a Laura C. Vela, que hace unos días anunció en su perfil de Instagram que no concedería ninguna más, indignada por el trato que se le estaba dando a su trabajo. De hecho, la de este periódico es la última que respondió —aún no se había enfadado del todo—, vía correo electrónico. Una de sus quejas es que la mayoría de los artículos se han centrado solo en la temática de su testimonio, algo que quería evitar. De hecho, en la sinopsis no se menciona.
Entonces ¿cómo se dialoga sobre un libro sin indagar en la historia que cuenta? Está claro que no es cuestión de dar detalles, pero hay preguntas relacionadas que no se pueden –o deben– esquivar si se quiere responder a porqués esenciales. Y para hacerlas, es necesario poner en contexto al lector. Así que, a grandes rasgos: la protagonista sufrió violencia sexual en la adolescencia. El cómo y el cuándo, se pueden leer en su obra.
Una editora con ojo de lince
La historia de cómo se gestó Seismil comienza en una clase de escritura en una escuela del barrio de las letras de Madrid en 2019. La profesora era la escritora y editora Sabina Urraca, que empezó el taller con un ejercicio: elaborar un texto inspirado en el Me acuerdo de Joe Brainard pero en el contexto de la adolescencia de la alumna (solo había mujeres en el aula. En concreto, diez). “Yo me puse de los nervios porque no recordaba nada de mi adolescencia que no estuviese atravesado por el trauma y sus consecuencias. No lo pensé mucho y escribí lo que recordaba, cómo se paralizó mi mundo. Ese texto está tal cual en el libro, es el texto de apertura”, comenta Laura C. Vela.
Después de dos o tres clases, llegó la COVID-19 y todo se puso en pausa. La vida profesional de la autora se paralizó porque es fotógrafa y le cancelaron los encargos que tenía. En aquel momento de incertidumbre generalizada, Urraca le propuso seguir con el taller de forma individual sin que se enterasen el resto de alumnas. Ella aceptó y la instrucción continuó a base de correos electrónicos. “Me fue ayudando a encontrar una forma de escribir, una forma en la que me sintiera cómoda, sin necesidad de construir una ‘novela’ al uso”, explica.
Poco a poco dio con su tono y los mails con su profesora se espaciaron. A las lecturas que esta le había recomendado –algunas aparecen en el libro, como un poema de Natalia Velasco– incluyó referencias propias y “la intertextualidad fue creciendo”, apunta. Entre las autoras a las que cita en el libro están Bárbara Hammer, Eugenia Almeida, Annie Ernaux o Georges Didi Huberman. Además, hay menciones a la cultura pop que fueron esenciales en su adolescencia como la historia de Maca y Esther de Hospital Central, su cuelgue por Inma Cuesta, las canciones de Cat Stevens o Esperanza Aguirre.
Su escritura
“Para mí, la literatura es un espacio de juego y de ecos. Me gusta pensarlo como un juego donde puede caber todo lo que tú quieras y que seguirás jugando mientras te apetezca. Cuando deje de apetecerme, dejaré de hacerlo”, sostiene. Tanto a ella como a Urraca le rechinan adjetivos como ‘valiente’ o ‘necesario’ para definir un libro, pero considera que era una historia que tenía que sacar de su persona. “Mientras escribía y pensaba: ”uf, qué estoy haciendo“, llegué a la conclusión de que una violación es anular la voluntad de otra persona y que escribir es darle la vuelta a esto: contarse como una quiera, darle un cuerpo, una materialidad, a tu historia, y a partir de aquí hacer lo que te apetezca. Pura voluntad”, indica.
Laura C. Vela quiere recalcar lo importante que es el humor en su escritura porque, para ella, es una herramienta esencial para contar ciertas cosas: “Permite torcer el lenguaje. Me gusta torcer la lógica de lo que se espera que una diga frente al dolor. Es incómodo pero a la vez más habitable. Puede sonar contradictorio, pero creo que no lo es”. Todos los ingredientes –el formato, las voces, los fragmentos de otras obras– que componen el libro hacen que sea difícil de clasificar en un género, pero no le importa. Incluso se siente cómoda con ello: “Cuando escribimos ficción utilizamos la memoria, y cuando escribimos testimonios, utilizamos la ficción. Al final, ambas escrituras son más parecidas de lo que se piensa”.
‘Seismil’, una novela de Laura C. Vela publicada por la editorial Niños Gratis
Antes decía que su libro era un testimonio porque se sentía insegura al respecto de la idea de qué es la literatura por todas las opiniones que había escuchado sobre el asunto. “Y a mí en verdad todas esas discusiones me dan igual, y no creo que sean relevantes. Así que ahora digo que Seismil es un libro y punto”, manifiesta. Cuando se publicó, no tenía demasiadas expectativas y, de hecho, pensaba que no iba a generar interés o incluso despertaría rechazo: “Porque está este discurso de que las mujeres solo hablan de ciertos temas, que qué aburrimiento, que si la autoficción no sé qué…”.
Ella conoce bien el sector porque esta no ha sido su única experiencia editorial. En 2021, creó junto a Carlota Visier y Jesús Cano Reyes la editorial Comisura. Su catálogo – dividido en las colecciones Esto es un cuerpo, Diálogos, Archivo y Miriñaque– está compuesto por libros en los que texto e imagen conversan en cada volumen. Han publicado a creadores como Miranda July, Sabina Urraca (en un momento, los papeles de escritora y editora se invirtieron), Valeria Mata o José Carlos Agüero y también imparten talleres de diferentes disciplinas como escritura o cine.
El tema espinoso
La experiencia que sufrió a los 12 años la convirtió en víctima y generó en ella sentimientos habituales en las personas que han vivido una experiencia similar como el miedo, la culpabilidad o la vergüenza. Aún los tiene, pero se han transformado con el paso del tiempo, algo en lo que ha influido, en parte, la escritura del libro. “No he dejado de tener miedo, pero me ha ayudado mucho. Y me ha regalado momentos preciosos: por ejemplo, mi familia lo ha leído, y su reacción ha sido superbuena y comprensiva. Que hayan reaccionado así, que me hayan apoyado y comprendido, de alguna forma me ha dado una fuerza interior porque me siento arropada”, asegura.
En el momento en el que ocurrió, su mayor temor era que sus parientes lo descubrieran y que no la quisieran o que pensaran que se lo había buscado. “Aún sigo culpándome, de alguna manera sigo pensando que me ocurrió por tener demasiada curiosidad”, explica. “Nunca he parado de buscar y buscar, de hacer y hacer cosas, y de estar mucho conmigo misma. Enseguida me canso de las conversaciones banales del día a día, prefiero estar sola. Pero poco a poco estoy encontrando personas con las que sí me siento muy bien, espacios donde quiero permanecer”, dice.
Sus padres se terminaron enterando porque ella se lo contó a su novia de entonces. Esta se preocupó tanto que no podía dormir y su madre se dio cuenta, así que le confesó lo que sabía y hablaron con una profesora, que confirmó con Laura que era verdad y ahí, les llamaron. Después, pusieron la denuncia. Ella no dudó sobre si hacerlo o no, como les ocurre a muchas mujeres víctimas de agresión sexual por miedo a las consecuencias. “Surgió así, era la forma de pararlo todo. Tuve una red que me sostuvo. Pero hay casos y casos, cada agresión es diferente, cada persona, cada familia… y no hay una forma correcta de actuar”, apunta. El resto de la historia, en Seismil.