Con el enemigo dentro y sin certezas sobre hasta dónde puede llegar la mancha de la corrupción, Sánchez y su cada vez más reducido círculo de confianza tratan de ganar tiempo con la agenda internacional mientras el PSOE proyecta claros síntomas de pánico y derrotismo y detecta a un presidente que ha perdido el control
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Fue Hemingway y no Einstein -como escribió erróneamente Pedro Sánchez en su Manual de Resistencia- quien dijo aquello de que solo hay una forma de saber si puedes confiar en una persona: confiar. El secretario general del PSOE se entregó por completo primero a José Luis Ábalos y después a Santos Cerdán. Una credulidad ciega impropia en alguien del que siempre se destacó la desconfianza como rasgo característico de su personalidad.
Del primero prescindió cuando le llegaron testimonios muy explícitos sobre una vida disoluta. Del segundo, del que ahora no hay duda de que trataba de proteger al primero, jamás le transmitieron dudas. Ni personales ni políticas, por mucho que ahora haya quienes, aprovechando las circunstancias, construyan relatos de parte para reivindicarse y ocultar guerras de poder orgánicas que fueron las que acabaron con su salida de la primera línea. Sin embargo, hay un hecho que pocos se explican: ¿cómo puso Sánchez al hombre que trajo a Koldo a Madrid y que colocó de chófer de Ábalos al frente de la Organización del PSOE, después de destituir al exministro y apartarle del organigrama del partido? Pregunta aún sin respuesta.
Lo que perturba hoy en el socialismo es que el presidente siga noqueado y emita señales de haber perdido el control, a pesar de que sus colaboradores trasladen que está fuerte y dispuesto a resistir. Hasta entre estos últimos admiten que todo puede cambiar en cuestión de días si aparece una nueva grabación que relacione a más socialistas con la trama urdida por Ábalos/Cerdán/Koldo en torno a la adjudicación de obra pública.
Con el enemigo dentro y sin certeza alguna sobre hasta dónde puede llegar la mancha de la corrupción que ya planea sobre el socialismo navarro, el presidente y su cada vez más reducido círculo de confianza tratan de ganar tiempo con la agenda internacional –cumbre de la OTAN, Consejo Europeo, reunión de la ONU en Sevilla- mientras el PSOE proyecta claros síntomas de pánico y derrotismo.
No hay socialista que sea ministro, diputado, cargo orgánico o institucional que estos días no haya repasado los hilos de WhatsApp mantenidos con Ábalos, Cerdán o Koldo en los últimos años. Hay pavor a que la investigación de la Guardia Civil descubra conversaciones comprometidas, reuniones sospechosas o grabaciones incriminatorias. Esto, además, de quienes puedan ocultar datos sobre patrimonios, propiedades o ingresos difícilmente justificables. A ello está dedicado el cuarteto que provisionalmente ha designado Sánchez para la secretaría de Organización hasta que el 5 de julio se celebre el máximo órgano del partido entre congresos. Un Comité Federal del que ya se habla en términos de catarsis porque la intención de Sánchez es reestructurar por completo la dirección federal y porque nadie prevé que se salde, como en otras ocasiones, con un simple cierre de filas en torno al secretario general.
Todo, claro, si la mácula no se extiende aún más, porque en este sentido han empezado a saltar algunas alarmas después de que Emiliano García Page haya deslizado en una entrevista en la Cope que el presidente se mantiene en el poder para protegerse del cerco judicial: “Creo que las cosas que más le preocupan [a Sánchez] ni siquiera están en los periódicos. No sé si estarán, pero requiere de que esté gobernando”.
¿Qué sabe Page que no sepa el Gobierno?, se preguntan en las filas socialistas, desde donde emplazan al presidente castellano-manchego a ser más explícito y a explicar a su propio partido de dónde le llega la información que sugiere manejar y aún no está en los medios de comunicación.
Con el enemigo dentro, unos socios que evitan fotografiarse con el presidente y otros que buscan ya motivos para romper, la solución no puede ser el “y tú más” que Sánchez desplegó el miércoles en el Congreso y tampoco el autoengaño. Esperar a que escampe con un PP que ya ha sugerido que, total, los cuatro votos -los que le hacen falta para que salga adelante una moción de censura- se pueden sumar en cualquier momento. Con los antecedentes del tamayazo, a saber en qué están los de Feijóo y cómo de prietas están las filas del socialismo.