martes, abril 29 2025

Más de 12 horas de apagón en un AVE con destino Valencia que acabó en Atocha

Crónica de la odisea que vivió un pasaje entero, en el que viajaban dos periodistas de elDiario.es, que tras más de medio día de viaje tuvo que regresar al punto de partida en medio de un caos de información y una atención precaria, incluso a los pasajeros más vulnerables

Doce horas después del apagón que ha dejado sin luz a toda España, alrededor de 500 personas permanecían hacinadas en un AVE varado en un apeadero de la línea Madrid-Valencia a la altura de Ocaña (Toledo). Entre ellos, los periodistas de elDiario.es que iban a cubrir el congreso del PP Europeo previsto para el martes y el miércoles en esa ciudad. A las 23.40, medio día después de embarcar, un convoy remolcado por una locomotora diésel ha partido de regreso al origen. Finalmente, a la 1:25 de la madrugada del martes hacía su entrada en la estación de Atocha, que a esa hora daba cobijo a centenares de personas que también se habían quedado en tierra.

El AVE 5110 se detuvo, como toda España, al filo de las 12.30 en un apeadero de servicio de Adif, siete minutos después de que desaparecieran de la red esos 15 gigavatios, el misterio todavía sin resolver que sirvió para desconectar un país entero, a excepción de sus archipiélagos. Pocos segundos después, en paralelo, se paró otro tren con destino Madrid. Enseguida comenzaron a sonar los móviles. Todavía había cobertura. Uno de los pasajeros cantó en alto la noticia: “Se ha ido la luz en toda España”.

A las primeras reacciones de incredulidad y humor le siguió una riada de personas con destino al vagón-cafetería para intentar comprar algo que llevarse a la boca. A esa hora no estaba en la cabeza de nadie pasar tanto tiempo en mitad de los campos de Castilla-La Mancha, pero fue cuestión de minutos que se acabase la comida y la bebida a bordo. El personal de Renfe tomó una primera decisión para suavizar la espera: abrió las puertas para airear los vagones. El ambiente comenzaba a estar cargado y el olor de los baños ya era pestilente.

Muchos pasajeros decidieron bajar a tomar el aire, andar e incluso tumbarse al sol. El enfado y la resignación todavía no se habían hecho presentes. A pesar de la falta de información y de respuestas durante las horas siguientes, el pasaje mantuvo la calma en todo momento, salvo algunos momentos de tensión puntuales, sobre todo cuando se comunicó la decisión de regresar a Madrid. Los comentarios contra la gestión del Gobierno también irrumpieron muy pronto, aunque la comparecencia del presidente, Pedro Sánchez, se siguió, a trompicones, con mucha atención.

Un espejismo de buenas noticias llegó tres horas después del parón: una locomotora diésel se había desplazado hasta el lugar para, según explicó el personal a los pasajeros, enganchar el convoy detenido en sentido a Valencia y remolcarlo hasta Cuenca. La idea original era que los pasajeros del otro tren se subieran a este. 

Pero esa solución se hizo inviable durante horas por la imposibilidad de los operarios de enganchar la locomotora, ya que el mecanismo para levantar el morro del tren y alcanzar el enganche no funcionaba. Pese a intentar durante horas hacerlo a mano, incluso con una bomba manual que insuflara aire en el sistema hidráulico, no fueron capaces.

La solución tardó mucho más tiempo en llegar, después de horas sin que las autoridades hayan aparecido por allí. Los primeros en acercarse al convoy fueron dos agentes de la Guardia Civil a eso de las 18 horas. Según contaron a los pasajeros, no habían tenido conocimiento de la situación hasta media hora antes.

En el tren viajaban niños, personas mayores y enfermas que han recibido una paupérrima atención incluso en el momento de la evacuación, que tampoco priorizó a esos pasajeros vulnerables. Tras las primeras horas de espera, una mujer apareció por su cuenta en el andén del apeadero: había conducido en coche desde Valencia para rescatar a su hija pequeña y a los abuelos, con los que viajaban con destino a su casa. No han sido los únicos que han abandonado por sus medios el tren. 

El resto del pasaje ha esperado en un estado de tensa calma, sobre todo cuando se desvanecieron las comunicaciones por teléfono móvil: fueron horas en las que la información ha llegado con cuentagotas.

Pasadas las nueve de la noche, el personal de Renfe informó por fin a los pasajeros del cambio de planes: los viajeros con destino Valencia pasarían al tren con destino Madrid, que sería el remolcado. Para estupor de todos, la locomotora ha podido enganchar ese convoy a la primera sin problemas. La pregunta sin respuesta: ¿por qué no habían tomado esta decisión horas antes?

El trasbordo ha durado un par de horas casi en total oscuridad: más de 300 pasajeros, con sus respectivas maletas, bajando de un convoy por una única puerta, con una escalera precaria, para subir al otro también por un único acceso. Para entonces, varios operarios de Adif ya habían llegado al apeadero y, con ayuda de los dos guardias civiles y el resto del pasaje, comenzó el trasvase de personas. Una a una, y sin un orden lógico: a mitad de operación alguien se ha dado cuenta de que era una buena idea pasar primero a los pasajeros más vulnerables.

Una vez todos los pasajeros ya a bordo del convoy sentido Madrid, el tren ha permanecido otra media hora parado sin apenas información sobre la hora de salida o la duración del viaje. Con las puertas semiabiertas, un trabajador de Renfe en cada una de ellas y los dos agentes de la Guardia Civil en comunicación directa y continua con el maquinista gracias a un transmisor de radio, el tren ha arrancado hasta alcanzar su velocidad de crucero: 30 kilómetros por hora. El silencio en el tren, casi absoluto. El destino: la estación de Atocha, el punto de partida. 12 horas después de la hora prevista de llegada a Joaquín Sorolla.