Menorca es el hogar de las crías de cachalote y los grupos ecologistas piden que la zona sea declarada Área Marítima Protegida. «En 2023 fotografiamos a una hembra que habíamos avistado hace 21 años en el mismo lugar que entonces. Estas son sus aguas, es su casa», reflexiona Luis Arguimbau, voluntario
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En Moby Dick, el cachalote blanco es una sombra colosal que obsesiona a los balleneros. Melville lo dibujó como una fuerza mítica, indomable, casi divina. Era el enemigo. La criatura que encarnaba la furia del mar y la desesperación humana por dominarlo. Pero hoy, en las aguas tranquilas de Menorca, esa historia se reescribe con un giro inesperado: ya no se persigue a la ballena para cazarla, sino para protegerla. La autodestrucción que viene aparejada con la caza de la ballena blanca en la novela se torna en el plano de lo real garantía de la propia existencia humana.
Los avistamientos comenzaron hace unos seis o siete años. La silueta de una enorme aleta caudal de cinco metros emergió del agua cristalina del Mediterráneo, ofreciendo un espectáculo natural que hizo que Txema Brotons decidiera “pasar a la acción”. Aunque la asociación Tursiops existe desde 1998, hasta entonces se habían limitado a la divulgación científica, pero tras detectar el incremento de crías de cetáceo en el norte de Menorca, este doctor en biología de origen madrileño decidió que, en adelante, la ONG se ocuparía de preservar, proteger, investigar y dar seguimiento sobre territorio al Physeter Macrocephalus, más conocido como cachalote común. “A partir de 2013, nos reinventamos y nos volcamos a la investigación marina, dirigida especialmente al estudio de cachalotes y delfines”, afirma a elDiario.es.
Tras muchos años de pensar estrategias y acumular datos sobre el comportamiento de los cachalotes, Txema y su equipo descubrieron que lo que hay a escasos kilómetros de la costa menorquina es, por así decirlo, una “guardería”. “La particularidad de esta zona es que encontramos grupos con muchas crías, cosa que es inusual. Entonces decidimos empezar el proyecto Moby Mummy, con el objetivo de delimitar el alcance de la base de esta área de navegación vía satélite”, explica Brotons. Aquí no hay arpones ni redes como en la novela romántica estadounidense. Hay hidrófonos, sonares, paciencia y un silencio casi sagrado cuando los investigadores de Tursiops escuchan el chasquido grave de un cachalote sumergido. No lo rastrean para abatirlo, sino para entenderlo. No navegan para enfrentarse a él, sino para pedirle permiso: “Queremos que se queden, que sigan viniendo”.
Aleta caudal de un cachalote avistado en el norte de Menorca durante una de las campañas de Tursiops.
El equipo de Tursiops está compuesto por algo más de una decena de voluntarios y profesionales, algunos de los cuales se embarcan varias veces al año en misión de reconocimiento a bordo del “Irifi”, un velero de 12 metros modelo Clipper que, según subraya Txema, tiene “incorporado una potabilizadora de agua para reducir el consumo”, lo cual, asegura, “permite mayor espacio para equipamiento”.
En los camarotes del Irifi viven durante semanas, entre otros, Marga Cerdà, graduada en Ciencias del Mar y coordinadora de proyectos, Luke Rendell, miembro de la Facultad de Biología de la Universidad de St Andrews, o Enrico Pirotta, ecólogo marino de origen italiano que trabaja en la Washington State University. “Yo soy el encargado de recopilar los datos que permitan elaborar el modelo predictivo sobre las rutas que siguen a los cachalotes en esta zona del Mediterráneo”, explica Pirotta, quien detalla el método para tener rastreados a los cetáceos durante todo el año: “Cada temporada elaboramos, con los datos recopilados, una serie de mapas que nos permiten saber dónde están”. Sobre el motivo que ha llevado a estos gigantes del mar a criar a sus vástagos en esta zona, explica que probablemente sea porque “sienten que es una zona segura”.
Cada temporada elaboramos, con los datos recopilados, una serie de mapas que nos permiten saber dónde están los cachalotes. Eligen esta zona de Menorca porque sienten que es una zona segura
Equipo de Tursiops en el interior del velero Irifi previo a la campaña de verano de 2025.
El Irifi y el equipo de la ONG en el Puerto de Maó antes de salir a navegar en el norte de Menorca.
La protección de la zona
Ha sido precisamente para garantizar la seguridad de estos animales que Tursiops batalló en los pasillos y despachos de la Comisión de Insularidad del Congreso y del Senado, dialogando con todos los sectores políticos con el objetivo de lograr que la zona de cría de los cetáceos sea declarada Área Marítima Protegida (AMP). “Existe buena predisposición por parte del Ministerio que conduce Sara Aagesen porque, además de todos los fundamentos científicos que hemos aportado, ya hay un precedente similar creado por la Organización Marítima Internacional, que el año pasado delimitó el corredor de cetáceos que une Liguria con el sur de Francia”, explica Brotons.
La búsqueda del AMP se enmarca también en una campaña más ambiciosa impulsada por una constelación de más de 15 organizaciones ambientales, científicas y sociales que van desde Ecologistas en Acción o el GOB hasta Greenpeace, cuyo nombre es “Mediterráneo 30×30”. Se trata de una iniciativa que busca lograr que tanto el Estado español como la Unión Europea se comprometan a declarar bajo “protección estricta” un 30% del Mar Mediterráneo para 2030.
“Buscamos no solo preservar la biodiversidad, sino también restaurarla, de ser necesario, y aumentar la resiliencia de los ecosistemas ante los actuales y futuros efectos del cambio climático”, expresaron los portavoces de la campaña en marzo de 2024 tras reunirse con la que por aquel entonces era ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera.
Finalmente, el pasado 8 de abril se presentó formalmente una Proposición No de Ley (PNL) para declarar el AMP en Menorca. La iniciativa fue respaldada por todos los grupos parlamentarios excepto por Vox. A pesar del rechazo de la formación de ultraderecha, parece haber un consenso generalizado sobre la importancia de proteger la guardería de ballenas del excesivo tránsito marítimo que, por lo demás, en Menorca va cada vez en mayor aumento.
“Es importante que la declaración salga como AMP y no como Protective Sensitive Sea Area (PSSA) porque esta normativa establece criterios mínimos y máximos de velocidad, lo cual termina por desviar el tráfico marítimo hacia otras zonas, como por ejemplo, las zonas de cría”, explica Brotons sobre la iniciativa legislativa.
Los avistamientos de cachalotes en Menorca comenzaron hace unos seis o siete años.
A bordo del Irifi o el nuevo Pequod
Luis Arguimbau es voluntario en Tursiops. Entusiasta del mar como todo menorquín prototipo, es un apasionado de las aventuras a bordo del velero Irifi, con el que, desde hace varios años, colabora “en lo que haga falta” con los científicos de Tursiops. “La verdad es que mi inicio en la ONG fue curioso. Me enteré del trabajo que hacían por un reportaje y me enamoré. Contacté con ellos y me puse a disposición por si podía ayudarles en algo. Ya que ellos son de Mallorca, les ofrecí una mano con la logística cada vez que recalaran en la isla. Mi sorpresa el primer año fue cuando Txema y Marga me invitaron a la campaña ‘Mobby Mummy’. Desde entonces la relación con ellos es familiar, son como mis hermanos”, cuenta.
La primera vez que Luis vio un cachalote fue, según sus palabras, “espectacular”, y, desde entonces, decidió convertirse en un activo militante de la causa de las ballenas. Algo que podría sonar naif en otro contexto, pero que en una isla como Menorca tiene una dimensión muy real y concreta: o se protege el área de cría del tráfico marítimo creciente o los cachalotes peligran. “Lo que genera ver a estos animales de cerca es algo difícil de explicar. Algunos son más grandes que el Irifi, que mide casi 13 metros de eslora. Ver esas aletas, observar Menorca de fondo… Allí me di cuenta de que la mayoría de menorquines no tenemos ni idea de lo que alberga nuestro mar y es difícil proteger o cuidar lo que no se conoce. Por eso hay que lograr el AMP”, explica Arguimbau.
Lo que genera ver a estos animales de cerca es algo difícil de explicar. Algunos son más grandes que el Irifi, que mide casi 13 metros de eslora. Ver esas aletas, observar Menorca de fondo… Allí me di cuenta que la mayoría de menorquines no tenemos ni idea de lo que alberga nuestro mar y es difícil proteger o cuidar lo que no se conoce. Por eso hay que lograr el Área Marítima Protegida
Txema Brotons prueba el equipo de hidrófono y sonar antes de la salida al mar.
La actividad humana en la zona de cría de estos animales no se reduce al exceso de presión náutica, sino también a la contaminación sonora y, por supuesto, a la basura. Según cuentan los tripulantes del Irifi, en los 15 días que suelen durar las campañas suelen recoger plásticos de todo tipo, globos, latas y materiales varios. “Además, está el potencial de la colisión. Hay que pensar que las crías de cachalote no se sumergen en la totalidad como las madres hasta ser adolescentes. Mientras la madre busca comida a 1.000 o 1.500 metros de profundidad, la cría se queda esperando y siguiéndola desde superficie, con muchas más posibilidades de colisionar con una embarcación”, razonan.
Entre Moby Dicky el capitán Ahab existía un vínculo que retrata de cuerpo entero la relación que hasta ese momento se había construido entre la naturaleza y el hombre: un antropoceno hecho de conquista y de sometimiento. Entre Txema Brotons y los cachalotes pasa algo similar y, al mismo tiempo, diametralmente opuesto. Un hilo invisible une a la tripulación del Irifi con estos animales hasta el punto de ser casi amigos.
“Normalmente no, pero, a veces, por distintas razones, sí que llegamos a ponerles nombre. Sobre todo aquellos ejemplares a los que nos interesa dar seguimiento. Hay un dato curioso y es que la aleta caudal de un cachalote es como su DNI, por así decirlo. Cada vez que se sumergen sacan la caudal y nosotros la fotografiamos para saber el número de cachalotes que hay. En 2023 fotografiamos a una hembra que habíamos avistado hace 21 años, prácticamente en el mismo lugar que entonces. Estas son sus aguas, es su casa”, reflexiona Luis Arguimbau.
La aleta caudal de un cachalote es como su DNI. Cada vez que se sumergen sacan la caudal y nosotros la fotografiamos para saber el número de cachalotes que hay. En 2023 fotografiamos a una hembra que habíamos avistado hace 21 años, prácticamente en el mismo lugar que entonces. Estas son sus aguas, es su casa
Quizás convertir esta zona del mar de Menorca en un Área Marítima Protegida no es solo un gesto de cuidado ambiental, sino un acto poético, una reconciliación con nuestros mitos. Es volver al corazón de la historia para reescribirla desde el cuidado y no desde la conquista.