El jurista y escritor visita Barcelona para presentar ‘Calle Londres 38’, una obra monumental sobre la dictadura chilena, la extradición fallida de Pinochet a España y la impunidad de los autócratas
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“¿Son comunistas?”. La pregunta la lanzó un agente de la policía chilena, en pleno 2021, al jurista y escritor Philippe Sands y a su ayudante frente a una de las casas de Santiago donde la temible DINA, la ‘secreta’ de Augusto Pinochet, torturó a decenas de opositores. Una muestra de las huellas que deja una dictadura en una sociedad incluso años después de su fin.
Sands (Londres, 1960) descubre en Calle Londres 38 (editado en castellano y catalán por Anagrama) los secretos más oscuros de la dictadura chilena y del histórico proceso legal internacional, iniciado por el juez español Baltasar Garzón, que condujo a la detención de Pinochet en la capital británica en 1998.
“Pinochet no terminó ante un tribunal español, pero no tuvo impunidad. No pudo salir de casa en sus últimos días en Chile”, valora el jurista. La inmunidad y la impunidad de los dictadores, dos conceptos relacionados a lo largo de todo el libro, que culmina una investigación de ocho años y supone cerrar la trilogía que Sands inició con el monumental Calle Este-Oeste y que siguió con Ruta de escape.
“Todo lo que escribo en el libro lo puedo probar ante un tribunal”, destaca el escritor en un encuentro con periodistas este viernes en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), donde este sábado impartirá una conferencia sobre Justicia internacional, uno de sus campos de experiencia, además del derecho medioambiental, la investigación y la literatura.
Pinochet no terminó ante un tribunal español, pero no tuvo impunidad
Los descubrimientos (este artículo no contiene spoilers; merece la pena leer el libro) que hace Sands ya han provocado terremotos en Chile, pero también en Alemania y Reino Unido. En clave española, el libro de Sands suma un nuevo hito en el polémico historial del juez García-Castellón al retratar su pasividad para investigar los crímenes cometidos por la dictadura chilena.
Hay tres grandes secretos revelados por Sands, uno referido a la dictadura chilena y a Walther Rauff, un enigmático alemán que terminó sus días como jefe de una conservera en la Patagonia. Otros dos, relativos al “histórico e inédito”, en palabras del autor, intento de extradición a España de Pinochet que se siguió en Londres y a su trastienda política. Sands los obtiene tras bucear en archivos y entrevistar a decenas de fuentes, tanto colaboradores del dictador como represaliados, además de políticos y juristas de Chile, España y Reino Unido.
El juez Garzón es uno de los personajes destacados de la historia. Aunque fue el “protagonista mediático” del inédito arresto de un exjefe de Estado en un país extranjero con base al derecho internacional que persigue los crímenes contra la humanidad, Sands cree hay otros dos juristas que jugaron un papel indispensable para lograr la detención de Pinochet: el abogado Joan Garcés y el fiscal Carlos Castresana.
El protagonismo español en el arresto de Pinochet hace inevitable una mirada doméstica al pasado. “España buscó con Pinochet la justicia que no hizo con Franco”, zanja Sands, para quien nuestro país tenía “plena legitimidad legal” para pedir la detención y extradición del dictador chileno, pero le faltaba “autoridad moral” debido a la negativa a perseguir los crímenes franquistas.
“España nunca ha hecho justicia con el franquismo”, señala Sands, que, como buen jurista y escritor, sabe de la importancia de escoger las palabras adecuadas. “No es que España fuera incapaz de juzgar los crímenes del franquismo, es que rechazó hacerlo”, destaca.
Lejos de asumir una mirada paternalista sobre la historia española, Sands constata que la impunidad del franquismo se repite en otras dictaduras o conflictos internacionales: “Reino Unido no ha querido investigar los crímenes coloniales, y Obama tampoco quiso indagar en las torturas del ejército en Afganistán e Iraq”.
Lo que sí sorprende (para mal) a Sands del caso español es la ausencia total de un relato oficial (sea a través de los tribunales o de otras instituciones, como una comisión de la verdad o un proceso de paz y reconciliación) sobre el franquismo. “No afrontar los crímenes del pasado tiene consecuencias para la sociedad actual”, apostilla.
Reino Unido no ha querido investigar los crímenes coloniales, y Obama tampoco quiso indagar en las torturas del ejército en Afganistán e Iraq
Quizás porque conoce los tribunales como la palma de su mano, Sands es igualmente consciente de sus limitaciones. “La literatura, el periodismo, la cultura o instituciones como el CCCB pueden jugar un papel importante en hacer entender a la comunidad qué pasó con algunos crímenes contra la humanidad. Hay maneras menos formales que un tribunal de concluir qué ocurrió, e incluso se pueden completar los huecos que los juicios no pueden llenar”, reflexiona Sands.
El lado humano del derecho
Pese a reconocer que el mundo se encuentra en una fase de “regresión” en cuanto a persecución de los crímenes contra la humanidad, Sands no alberga dudas de que, a largo plazo, el orden mundial nacido después de 1945 prevalecerá. “El ataque a la diversidad y a los derechos civiles forma parte del mismo asalto a los valores que representa el derecho internacional”, asevera Sands.
“Creo que Donald Trump se ha dado cuenta de que hay un sistema internacional con toda la polémica de los aranceles”, reflexiona Sands, que además recuerda que, pese a todos los ataques, el sistema todavía impide a Benjamin Netanyahu o Vladímir Putin moverse con libertad por todo el mundo, ya que en algunos países serían detenidos por crímenes contra la humanidad.
Donald Trump se ha dado cuenta de que hay un sistema internacional con toda la polémica de los aranceles
Como todos los libros de Sands, el derecho internacional, la persecución de los crímenes contra la humanidad y el genocidio y las trifulcas legales se entrelazan magistralmente con anécdotas que hacen historia (el juez británico que firmó el arresto de Pinochet era vecino de su familia) y un retrato humano de los protagonistas de los pleitos.
En Calle Londres 38 (la calle de Santiago donde fueron torturados varios militantes socialistas) sobresale, entre todo el amplio elenco de personajes, la inolvidable Jean Pateras, quien asistió a la historia desde un lugar privilegiado y único: fue la intérprete de Pinochet en todo el procedimiento de extradición.
Durante uno de los traslados hospitalarios de Pinochet en Londres, la prensa inglesa confundió a Pateras con una de las hijas del dictador, fallo por el que la intérprete fue indemnizada. De lo que Pateras (y Sands) no tienen duda alguna es de la última gran mentira de Pinochet. “Fingió estar enfermo para no ser extraditado”. El jurista no lo dice porque sí. Lo puede probar ante cualquier tribunal.