miércoles, abril 23 2025

Los ‘placeres culpables’ de la redacción de elDiario.es para acertar en Sant Jordi 2025

Los trabajadores y trabajadoras del periódico desvelan y comentan cuáles son los títulos que consideran sus debilidades

Álvaro Pombo, en su discurso por el Premio Cervantes: “Nos hemos convertido entre influencers y mercachifles”

De Harry Potter a Las Witch pasando por Crepúsculo, Los juegos del hambre y La amiga estupenda. La redacción de elDiario.es abre las puertas a sus debilidades, a los libros que consideramos nuestros ‘placeres culpables’ para celebrar Sant Jordi y el Día del Libro.

Este año nos hemos propuesto ayudaros a decidir qué volúmenes adquirir o regalar, pidiendo a los compañeros y compañeras que confiesen los títulos que engulleron –y algunos siguen engullendo– felices, cómplices y con bien de goce. No todos se han llevado igual de bien con el concepto ‘placer culpable’, pero aquí va una lista bien variopinta, jugosa y sí, también adictiva.

Neus Tomàs (Dirección) – ‘Calle Londres 38’ (Phillippe Sands)

Phillippe Sands demuestra una vez más porque está considerado uno de los referentes en Derecho Internacional. Algo que ya quedó claro en Calle Este-Oeste, uno de esos que muchas tenemos subrayados porque a partir de su historia familiar explicó de manera magistral cómo funcionaron los juicios de Núremberg. Ahora, con Calle Londres 38 (Anagrama) se sirve de dos casos, el de Pinochet y de un nazi que acabó viviendo en la Patagonia chilena, para plantear debates que no siempre están bien resueltos. Por ejemplo, ¿dónde acaba la inmunidad y empieza la impunidad en los jefes de Estado? En el libro desfilan nombres que os sonarán. Desde Baltasar Garzón a otro juez conocido, García Castellón, quien, por cierto, no sale muy bien parado. Aunque eso, probablemente no os sorprenderá. 

José Precedo (Política) – Nora Ephron

Es placer, seguro, pero ni siquiera muy culpable: Nora Ephron, una escritora norteamericana y guionista de televisión que escribió Cuando Harry encontró a Sally y otras comedias. Leer No me acuerdo de nada (Libros del Asteroide) o No me gusta mi cuello o Se acabó el pastel o Ensalada Loca no solo garantiza muy buenos ratos. Genera adicción esa forma de escribir sencilla sobre asuntos cotidianos que, contados por ella, parecen aventuras. Y también, el modo en que enseña a reírse de uno mismo.

Establece, por ejemplo, las cinco fases de una herencia: el júbilo, la pereza, las discrepancias, la posible obra maestra en el armario y la riqueza (esta última no siempre llega). También habla del desapego a las casas que fueron nuestras, del fin de los matrimonios y de la tortilla de clara de huevo. Casi mejor que leer a Nora Ephron es regalar a Nora Eprhon: su universo rara vez decepciona. Sabemos que era neoyorquina, pero por su retranca podría haber sido gallega.

Marta Barandela (Mesa, portada y redes) – Las Witch (Elisabetta Gnone)

Hace un par de años mi familia hizo una pequeña reforma de la casa y aprovechamos para hacer limpieza de mi habitación de adolescente, que no se usaba desde que me fui. Tuve que luchar contra la nostalgia y cribar qué se quedaba y qué tenía que irse porque ya había prestado todos sus servicios. Ahora, lo único que conserva ese cuarto de mi yo pasado es mi colección de cómics de Las Witch, apilada al fondo del armario.

Esto va de placeres culpables pero yo digo, sin culpabilidad, que a mis 31 volvería a leerme todos los números de Las Witch y a disfrutarlos como la primera vez. Con ellos entendí el valor de sostener a tus amigas y de que ellas te sostengan a ti. Aprendí de empoderamiento femenino pero también de vulnerabilidad y, sobre todo, me sentí arropada por ese grupo de cinco chicas con historias diferentes, con problemas familiares y personales, frágiles a veces, con superpoderes otras, independientes pero siempre juntas. Así que larga vida a las Witch y perdóname, mamá, pero esos cómics no se van a mover de su sitio.

Nando Ochando (Vídeo) – ‘Los juegos del hambre’ (Suzanne Collins)

Mi placer lector culpable diría que es la saga de Los Juegos del Hambre (Penguin). Habiendo leído la primera entrega en plena preadolescencia, con las películas y las nuevas historias de Suzanne Collins (que sigue publicando precuelas de la saga original), me han tenido enganchado hasta hace justo unas semanas con el quinto libro: Amanecer en la cosecha.

Una distopía televisada con todos los ingredientes adictivos de una buena lectura juvenil. Estoy dentrísimo.

Marcos Méndez (Vertele) – ‘La francotiradora de Stalin’ (Liudmila Pavlichenko)

Lo considero “placer culpable” porque aunque se presenta como una novela autobiográfica que narra en primera persona la vida durante la II Guerra Mundial de su autora, Liudmila Pavlichenko, lo cierto es que por momentos se convierte en un ensayo sobre las dotes de los francotiradores, con detalles precisos sobre los cálculos de distancia, las balas o los rifles, que por supuesto no me valían para nada y he olvidado por completo. Sin embargo, retrata de una forma casi única la vida en las trincheras y cómo se relacionaban los soldados en ellas y con sus superiores.

Carlota E. Ramírez (Mesa, Portada y Redes) – ‘Crónica del asesino de reyes’

Siempre había mirado un poco por encima del hombro las novelas de fantasía hasta que me topé con la saca Crónica del asesino de reyes, de Patrick Rothfuss, que me dio una curita de humildad. Desde la adolescencia, no había vuelto a interesarme este tipo de literatura.

Pero en un viaje de hace un par de años en el que sentía de verdad la necesidad de desconectar del mundo me topé con las aventuras de Kvothe y me di cuenta de lo equivocada que estaba. Eso sí, mi hermano, que fue el que me las recomendó, omitió el pequeño detalle de que los fans llevan 14 años esperando la tercera parte. Rothfuss dice que sigue trabajando en ello y yo me he convertido en una más de los que buscan de vez en cuando si ha dado nuevas declaraciones. Por cierto, si vas a leértelos no hagas como yo y te los guardes para un viaje de mochilera: son dos tochos de mil páginas cada uno y mi espalda todavía se acuerda.

Gabriela Sánchez (Desalambre) – ‘El Alquimista’ (Paulo Coelho)

La adolescente intensa que fui decía orgullosa que su libro favorito era El Alquimista, de Paulo Coelho. Y reconozco escribirlo mientras una fuerza bruta me empuja a taparme la cara de la vergüenza que aún me da. La frase estrella de la novela, “Cuando deseas algo, el universo entero conspira para ayudarte a conseguirlo”, bien podría aparecer en una taza de Mr Wonderful o en la cuenta de Instagramde un coach motivacional. Pero a mi yo de 15 años, quien sabe muy bien por qué, le empujó a espabilar y empezar a intentar hacer algunas cosas que siempre había querido hacer. Entonces no vi la trampa, pero acabó por llegar: si el “universo” no ayuda, si no no dejamos de tenerlo difícil, la culpa es nuestra por no desear “bien”, por no esforzarnos lo suficiente.

Los memes sobre Paulho Coelho me hicieron revisitar la novela y ahora rechazo su enfoque, pero volverlo a leer me despierta cierta ternura al conectar con esa adolescente que se creía interesante por ver apasionante un libro que a sus compañeras le parecía, con razón, un tostón. Pero también me lleva al mundo interior de ese momento, a las ganas de huir, de bailar, de viajar, y, como hacía Santiago, el protagonista de la novela, disfrutar de las aventuras con las que se chocaba mientras creía caminar hacia un supuesto objetivo que, en un momento dado, ya deja de importar.

Daniel Yebra (Economía) – Kerouac, Henry Miller, Bukowski…

Mis lecturas que se han convertido en placeres culpables fueron, principalmente, en la universidad. Durante años, devoré muchos libros que encontraba en la biblioteca tanto de la generación beat, Kerouac, Ginsberg y compañía, como de Henry Miller, Charles Bukowski, John Fante o Ernest Hemingway. En muchas de las obras de estos escritores hay cosas que ahora aborrezco frontalmente, sobre todo el culto al nihilismo, al alcoholismo y el machismo. Aunque si soy honesto tengo que seguir admitiendo que entonces disfruté del cinismo y del lenguaje sucio de aquellas páginas casi sin visión crítica…

Marcos García Santonja (Podcast) – ‘Harry Potter y el prisionero de Azkaban’ (J.K. Rowling)

Me valdría cualquiera de los siete títulos de la saga de Harry Potter (Salamandra), que por supuesto me marcaron en la adolescencia. Recomiendo este porque ahora, unos 15 años después, lo he releído.

Me ha enganchado y lo he disfrutado más que muchos otros libros que supuestamente tocaría leer ahora. Y sí, el placer es más culpable que nunca viendo la actitud de la escritora en torno a los derechos de las personas trans.

Elisa Reche (elDiario.es Región de Murcia) – ‘La huella de los días’ (Leslie Jamison)

La escritora en ciernes Leslie Jamison vuelve a Iowa, donde ha cursado un prestigioso taller de escritura, desde Nicaragua y solo es capaz de escribir sobre “la vacilante luz de las velas insertadas en los adoquines” en lugar del Frente Sandinista de Liberación Nacional, como había previsto. Una noche en Managua, borracha como una cuba, cuenta que se había “dejado follar” varias veces por un tipo que no conocía en el jardín de su bungalow “sin quererlo”. 

Jamison no rebaja ni un milímetro la crudeza del alcoholismo que despunta durante su adolescencia y toma cuerpo en la etapa universitaria en la mezcla de ensayo y autobiografía que supone La huella de los días (Anagrama). Al tiempo que narra el devenir de su juventud bajo ese sufrimiento psicológico y, después, la dureza de su recuperación a través de Alcohólicos Anónimos, va entrelazando la vida y obra de otros escritores alcohólicos como Raymond Carver, Jean Rhys o David Foster Wallace, a quienes ha estudiado en su tesis doctoral. Punzante y esperanzadora, ‘La huella de los días’ rezuma autenticidad y brillantez a raudales. 

Javier Zurro (Cultura) – ‘Dos amigas’ (Elena Ferrante)

Odio el término “placer culpable”. Me parece que hay una superioridad moral al usarlo para referirse a esas obras que uno se avergüenza de haber disfrutado. Como si uno tuviera que justificarse por lo que le hace disfrutar. Tenía una profesora de comunicación audiovisual que decía que lo primero que uno tiene que hacer ante una película, o una obra de arte, es sentarse a disfrutarla. Si lo hace, analizar por qué. Es como esas comedias que “son malas pero me han hecho reír”. Si te hacen reír, entonces digo yo que serán buenas. Normalmente el placer culpable, además, suele ser algo popular, algo que la alta cultura ha desdeñado. 

Me niego, por tanto, a clasificar mi recomendación como placer culpable y reivindico y me rindo ante la saga Dos amigas (Lumen) de Elena Ferrante, una serie de libros (que comienzan con La amiga estupenda y terminan con La niña perdida) ante los que yo mismo tenía una tonelada de prejuicios. Fue un artículo en elDiario.es escrito por nuestra compañera Cristina Ros —ante la inclusión de La amiga estupenda en el primer puesto de la lista de los mejores libros del s.XXI del New York Times— el que me hizo querer leerlos. Y menos mal. 

A través de la historia de estas dos amigas, Elena Ferrante repasa la historia de Nápoles y de Italia en el siglo XX. La toma de conciencia política de esas niñas, cómo su mirada al barrio cambia desde ese momento, su contacto con el feminismo, con el activismo… No es de extrañar que Juan Marsé estuviera rendido a la literatura de Elena Ferrante, pues como él, a través de sus personajes analiza las dinámicas de un país. La saga Dos Amigas es una maravilla, tan bien escrita como adictiva. Si tenéis, como tenía yo, prejuicios hacia ella (quizás por todos esos que la habían descrito como placer culpable), dejadlos a un lado y enamoraros de Lila y Lenù.

Sergio Diez (Mesa) – Las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía

Como cinéfilo y fan del western, mis padres me descubrieron un auténtico filón cuando me hablaron por primera vez de Marcial Lafuente Estefanía: un autor español especialmente conocido por sus novelas cortas sobre el salvaje Oeste, impresas en papel malillo, al más puro estilo de esos libros ‘pulp’ que homenajeaba Tarantino en Pulp Fiction. Sus tramas con venganzas tristes y enfrentamientos inevitables ofrecían emociones fuertes que ponían a prueba el valor de cualquiera.

Pistoleros, cuáqueros, ganaderos, cazarrecompensas y forajidos deambulaban por sus páginas, que podían encontrarse por menos de dos euros en casi cualquier kiosko (y creo que todavía se venden). Una fuente inagotable de historias que complementaba al cine y que era especialmente útil en aquellos largos veranos adolescentes, que parecían alargarse para siempre.

Amanda Rodríguez (Redes) – ‘Romeo y Julieta’ (William Shakeaspeare)

Romeo y Julieta (Austral) es mi placer culposo total. Es un perfecto drama adolescente del siglo XVI con gente que se enamora en cinco minutos y termina fatal, vamos, una ‘Rom-Com’ de Netflix estilo vintage. A este clásico le tengo especial cariño porque renegaba de leer una historia que creía “extremadamente cursi y trágica”, hasta que tuve que hacerlo por ser lectura obligatoria en el instituto. Desde entonces, hace ya casi 10 años, he perdido la cuenta de las veces que lo he releído y en cuantas ediciones diferentes. Mi ‘comfort book’ que no le admito a nadie, así que espero que por aquí me guardéis el secreto.

Andrea García (Fin de semana) – ‘Los Juegos del Hambre: Amanecer en la cosecha’

Placer culpable pero no tan culpable. Leí el primer libro de Los Juegos del Hambre cuando tenía 12 años y confieso que este año he leído el nuevo ejemplar de la saga de una tacada. Cero arrepentimientos. Sigo conectando muchísimo con esa personita preadolescente que aprendió lo que era una dictadura, el populismo, la expropiación de recursos o la propaganda gracias al futuro distópico que imaginó Suzanne Collins en un Estados Unidos arrasado por la guerra.

Viendo el estado actual de este mundo, espero que muchos otros jóvenes quieran seguir leyendo la saga.

Lourdes Jiménez (Vídeo) – ‘El Desván’ (Susana Prieto y Lea Vélez)

Mi placer culpable es El Desván, una novela romántica y heternormativa, que daba argumento a la serie Luna Negra, de TVE.

Me enganché a la serie cuando era adolescente, y promocionaban el libro, así que lo compré y lo deboré. Creo que si hoy lo volviera a leer, no me gustaría tanto, así que prefiero que se quede como un bonito recuerdo.

María del Peso (Tendencias y Estilo de Vida) – ‘Las uvas de la ira’ (John Steinbeck)

Un clásico de la literatura norteamericana que me marcó cuando lo leí. Entre sus páginas se ilustran las ramificaciones de la Gran Depresión, centrándose en la familia Joad y su viaje a través de las dificultades económicas, el anhelo de esperanza y la naturaleza engañosa del sueño americano.

La realidad que retrata Steinbeck en Las uvas de la ira (Alianza) es sombría y conmovedora, cargada de seriedad, empatía y profunda sabiduría. Un grito melancólico, pero fértil, que aún hoy resuena con ecos inmortales, e invita a reflexionar sobre la naturaleza del ser humano y aquello que, a pesar de todo, nos define como tales.

Cristina Fernández Pereda (Tendencias) – ‘Una trenza de hierba sagrada’ (Robin Wall Kimmerer)

Este ensayo de la botánica y profesora Potawatomi es una oda a las lecciones que guarda la naturaleza. Publicado en 2021 por Capitan Swing, entre sus páginas abundan regalos sobre la mitología de los nativos americanos, las lecciones científicas que esconde la formación de las gotas de agua o la magia de cultivar a la vez las Tres Hermanas: maíz, legumbres y calabaza. Si eres de perder la noción del tiempo en la naturaleza, puede que vuelvas a empezar este libro nada más acabarlo. Wall Kimmerer es profesora universitaria, pero aquí ejerce de mensajera para transmitir lo que nos pueden enseñar los árboles y sus raíces, las flores y sus frutos, la tierra y los seres vivos que la habitan junto a nosotros, siempre que estemos dispuestos a pararnos, mirar y escuchar. 

Jordi Sabaté (Cultura) – ‘Silencios que matan’ (Jordan Harper)

Leer Silencios que matan (Salamandra) es como si su autor, Jordan Harper, con su pluma nos lanzara a la cara –cual pasteles de nata, solo que en este caso rellenos de detritos de pronunciada pestilencia moral– todas las miserias y claroscuros de la sociedad estadounidense: explotación de menores, brutalidad y corrupción policial, capitalismo salvaje, clasismo y periodismo a los pies del más poderoso/rico. Está además escrito a un ritmo trepidante y con unas descripciones de la ciudad de Los Angeles llenas de poesía con olor a asfalto, gasolina y comida coreana. 

Francisco Gámiz (Cultura) – ‘Un monstruo viene a verme’ (Patrick Ness)

Un monstruo viene a verme (Nube de tinta) de Patrick Ness. Se trata de uno de los libros que me enamoraron de la literatura cuando era joven y que, por más que relea una y otra vez, siempre sigue siendo la misma estocada al corazón que fue antaño. Patrick Ness narra con una belleza extraordinaria la historia de un niño obligado a crecer antes de tiempo por circunstancias inevitables de la vida: la enfermedad, las relaciones sociales y familiares, los deseos frustrados, los sueños imposibles. El autor da forma así a una idea que la escritora Siobhán Dowd no pudo terminar plasmando sobre el papel debido a un cáncer de mama. La edición ilustrada de Jim Kay es un precioso regalo para la obra.

Eva María Gordo González (Recepción) – ‘La conjura de los necios’ (John Kennedy Toole)

No sé si le descubrí o él me descubrió a mí con solo 13 años cuando lo cogí de una estantería familiar. Lo que sí sé es que lo sigo disfrutando cada vez que lo leo, porque sí, La conjura de los necios (Anagrama) es un libro que debes volver a leer para disfrutar de su ironía, sensibilidad y ese humor inteligente que lo caracteriza. Además, el paso del tiempo le sienta muy bien, con esa mirada aguda y mordaz sobre la sociedad, las contradicciones humanas y ese toque tragicómico es perfecto para quienes aprecian la ironía sin dejar de ver la belleza de las imperfecciones.

Adrián Torrano (Vídeo) – ‘La venganza de la llorona’ (Lydia Lozano)

Hoy quiero confesar (como díría Isabel Pantoja) que me encanta el marujeo, y es que no hay mayor placer culpable que disfrutar de los cotilleos del corazón. Mi novela favorita de este género es, indudablemente, Directamente, Encarna Sánchez, un verdadero ‘fanfic’ sobre la mujer que lo tenía todo, menos amor.

Tampoco me olvido de las lágrimas más famosas de la televisión: La venganza de la llorona de Lydia Lozano. Otro libro imprescindible dentro de mi amplia colección de biografías televisivas con altas dosis de fantasía.