lunes, abril 21 2025

«Nunca he tenido alergias y ahora sí»: ¿nos podemos volver alérgicos con el tiempo?

Aunque nunca hayamos sufrido una alergia, podemos desarrollarla más adelante en nuestra vida, tanto la predisposición como los factores ambientales y de estilo de vida influyen

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Nunca has tenido alergia, pero llega la primavera, empiezan a subir las temperaturas, vuelven a salir las hojas de los árboles y a crecer algunas flores… y comienzas a notar síntomas como picor de nariz y garganta o escozor en los ojos… ¿Qué ha ocurrido?

“Los síntomas de alergia pueden debutar en cualquier momento de la vida”, explica el alergólogo José Vigaray Conde. “Lo que heredamos es la predisposición para ser alérgicos, pero no es obligado que exista la alergia. Pero cuando hay una gran exposición al alérgeno, pueden empezar los síntomas”.

La idea de que las alergias son cosa de la infancia es un mito. Aunque es cierto que muchas se manifiestan temprano, el sistema inmunológico no deja de evolucionar, y las alergias pueden aparecer, desaparecer o cambiar a lo largo de la vida. Estudios epidemiológicos, como el publicado en The Journal of Allergy and Clinical Immunology, señalan que, por ejemplo en el caso de las alergias alimentarias, hasta un 15% de los adultos las desarrolla por primera vez después de los 30 años.  

Qué son las alergias

Las alergias son, en esencia, un error de identificación. Nuestro organismo identifica una sustancia inocua, como el polen, los ácaros o ciertos alimentos, como una amenaza y desencadena una respuesta inflamatoria. Con los años, factores como cambios hormonales, exposición ambiental acumulada o alteraciones en la microbiota intestinal pueden ‘reprogramar’ esta respuesta.  

La predisposición genética tiene un papel fundamental en el desarrollo de alergias, ya que estudios en gemelos muestran que entre el 30% y el 84% del riesgo alérgico tiene base hereditaria. En concreto, las variantes en genes relacionados con la producción del anticuerpo inmunoglobulina E (IgE) y los que determinan la función de la barrera epitelial pueden aumentar la susceptibilidad, aunque estos genes rara vez son determinantes por sí solos.

Los factores ambientales son los desencadenantes, en algo que se conoce como epigenética alérgica. En otras palabras, los genes de la alergia pueden estar presentes, pero no necesariamente haberse activado.

Las alergias son, en esencia, un error de identificación. Nuestro organismo identifica una sustancia inocua, como el polen, los ácaros o ciertos alimentos, como una amenaza y desencadena una respuesta inflamatoria

“La presión alergénica influye”, explica el doctor Vigaray. “Donde más alérgicos al olivo hay es en Jaén, y a los ácaros en las Islas Canarias, por la humedad”. La clave está en la atopia, o la predisposición a sufrir la alergia. Las personas atópicas a menudo tienen al menos una afección alérgica, como asma, rinitis alérgica, dermatitis, ronchas o alergias a ciertos alimentos.

Sin embargo, también es posible sufrir una alergia y que pase desapercibida por no identificar bien los síntomas. “Si convives con una mascota y tienes predisposición a tener alergia, es más probable que la padezcas, pero la propia mascota no se suele percibir como fuente del síntoma, siempre creen que son las mascotas de otros”, dice el doctor Vigaray. “El problema no es tanto el síntoma de la alergia, sino el daño que el alérgeno puede hacer en las vías respiratorias debido a la inflamación, algo que se puede agravar cuando se tiene un catarro”.  

Otros factores además del alérgeno pueden precipitar la aparición de la alergia. Un estudio del Hospital Universitari Vall d’Hebron pudo comprobar que la exposición a las partículas contaminantes del humo de los motores diésel aumentaba la sensibilización a la reacción asmática, por lo que incluso cantidades muy pequeñas de soja disparaban los síntomas en personas con alergia.

También está la hipótesis de la higiene, que postula que vivir en entornos excesivamente limpios en la infancia podría predisponer a reacciones alérgicas posteriores, ya que el sistema inmunológico no aprende a tolerar adecuadamente ciertos estímulos que en otros casos serían normales. Por ejemplo, los niños que crecen con una mascota y se “contaminan” de ella tienen menos riesgo de padecer alergias.  

El alergólogo José Vigaray, que dirige la unidad de microbiota de la clínica Vitas InmunoMet, advierte de hasta qué punto los microorganismos intestinales son determinantes en la alergia, ya que influyen en la integridad del epitelio que separa el intestino del torrente sanguíneo. Cuando el epitelio se debilita, las toxinas del interior del intestino pueden pasar a la sangre, desencadenando una reacción del sistema inmunitario. “Cuando aumenta la permeabilidad intestinal se altera el funcionamiento del sistema inmunitario y se produce una respuesta exagerada”, explica. “El estilo de vida, el estrés y los malos hábitos alimentarios hacen que esa barrera esté alterada”.

Alergias de la edad adulta

No todas las alergias tienen la misma probabilidad de debutar en adultos. Algunas de las más frecuentes son:

Alimentos: mariscos, frutos secos y ciertas frutas.  
Medicamentos: la penicilina y los antiinflamatorios no esteroideos (como el ibuprofeno) pueden causar reacciones tardías.  
Picaduras de insectos: la alergia al veneno de abejas o avispas a veces se desarrolla tras múltiples picaduras.  
Alérgenos ocupacionales: el látex (en personal sanitario) o la harina (en panaderos) son ejemplos de sensibilización laboral.  

Las alergias que se desarrollan por exposición en la edad adulta son las más comunes, pero también puede ocurrir que los síntomas de la alergia se vayan volviendo más leves con la edad. “La alergia es una respuesta exagerada del sistema inmunitario, y la fuerza de la reacción del sistema se reduce con el tiempo”, explica el doctor Vigaray. “Hay pocos alérgicos en la tercera edad”, añade. 

Como prevenir y reducir los síntomas de la alergia

Aunque no hay fórmulas infalibles, reducir la exposición a contaminantes, evitar el tabaco y mantener una dieta diversa (que favorezca la microbiota) son las medidas más inmediatas. Según el doctor Vigaray, “las pautas alimentarias correctas, y los probióticos, prebióticos y simbióticos también son herramientas para limitar los síntomas de la alergia y la calidad de vida”.

La alergia es una respuesta exagerada del sistema inmunitario, y la fuerza de la reacción del sistema se reduce con el tiempo

José Vigaray
alergólogo

Otra opción es la sensibilización, es decir, la idea de que exponiéndose al agente que produce la alergia, conseguiremos acostumbrarnos. Por ejemplo, a los niños que tienen alergia a los cacahuetes en Estados Unidos se les trata con cantidades muy pequeñas de cacahuete en su dieta, que van aumentando progresivamente. Sin embargo, no es algo que se pueda hacer con el polen. “No se recomienda la exposición ambiental al alérgeno en estos casos”, confirma el doctor Vigaray. “Lo mismo se hace con otras alergias alimentarias, como la leche y el huevo, pero en cantidades y con supervisión médica”, añade. 

Una forma de sensibilización es la inmunoterapia, las llamadas vacunas para la alergia, con las que se puede reeducar al sistema inmunitario en algunos casos. Este tratamiento consiste en la administración progresiva de dosis mínimas del alérgeno, como pólenes, ácaros o veneno de insectos, pero con inyecciones subcutáneas o gotas sublinguales. La idea es estimular al sistema inmunitario para que produzca anticuerpos bloqueantes IgG en lugar de los IgE, responsables de la reacción alérgica.

Estas vacunas requieren un tratamiento de años y un diagnóstico preciso mediante análisis de sangre, aunque no se usan en alergias alimentarias o por medicamentos por su alto riesgo. Los estudios indican que hasta el 80% de los pacientes experimentan mejoría duradera, lo que evita que tengan que usar antihistamínicos constantemente a largo plazo.

*Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.