sábado, abril 19 2025

El fondo sin fin de los bancos de cultura digital

Si nos salimos de las autopistas del algoritmo podremos encontrar tesoros inimaginables. Archivos históricos, artísticos o de la cultura pop, hemerotecas y fototecas gratuitas que nos pertenecen

Este artículo ha sido publicado anteriormente en el monográfico ‘El precio y el valor de la cultura’, la revista en papel de elDiario.es que reciben gratuitamente sus socias y socios. Si tú también quieres recibirla, hazte socio, hazte socia

Su voz y su imagen resultan hipnóticas. Un hombre de treinta y tantos ni guapo ni feo pero con encanto, monologa junto al lago del Palacio de Cristal del Parque del Retiro acerca de monóculos, el cacareo de las gallinas y la importancia del movimiento de la mano para que un orador sea escuchado. Ese hombre elocuente y surrealista es Ramón Gómez de la Serna. La película, de apenas cuatro minutos, fue rodada en 1928 para probar el sistema de sonido Phonofilm y está considerado el primer ejemplo de stand up comedy de nuestra historia. Se trata de uno de los miles de documentos visuales de la Filmoteca Española que es posible encontrar en la página de RTVE, uno de los archivos online más importantes de la cultura en español, que pone a nuestro alcance y de manera totalmente gratuita pedazos de nuestra historia que nos hablan de quiénes somos, de quiénes fuimos y, tal vez, de quiénes quisimos llegar a ser.

Ahí está el archivo íntegro del NO-DO; el mítico cortometraje de Lorca, Dalí y Buñuel, Un perro andaluz; las películas dirigidas por Jardiel Poncela; el filme de Sáenz de Heredia, Raza, que en teoría escribió Franco; las imágenes del multitudinario funeral del líder anarquista Buenaventura Durruti; pero, también, Torrebruno y Horacio Pinchadiscos en Sabadabadá; todos los debates de La Clave; o Luz Verde, un programa dirigido por Antonio Mercero y presentado por Natalia Figueroa que ya en 1968 analizaba el asunto del piropo con la pregunta: ¿trasnochado o romántico?

A menudo decimos que Internet es un basurero, un vertedero de anuncios, datos en venta y contenido sin verificar sazonado con el glutamato de nuestros sabores favoritos, es decir, los contenidos que devoramos en cápsulas anfetamínicas administradas por el algoritmo que mejor nos conoce. Pero, ¿qué sucedería si fuésemos más activos en esas búsquedas? ¿A dónde nos llevaría nuestra curiosidad?

El móvil parpadea o suena o vibra y hacemos scroll siguiendo al flautista de Hamelín que hace negocio con nuestros datos. ¿Por qué no salimos de ese mercado hacia las carreteras secundarias de Internet? ¿Nos esconde Google los contenidos más interesantes y pertinentes? “En realidad es nuestra mente la que los esconde –afirma el escritor y crítico cultural Jorge Carrión, autor de libros como Contra Amazon y el reciente Samuel & Beckett–. Un día encuentras el link de algo que te interesa y entras, pero después olvidas dónde lo encontraste. Y no lo recuerdas porque no es una marca. La gente cuando quiere ver una serie piensa en Netflix, pero no en RTVE; conoce Amazon, pero no Todostuslibros. O aunque los conozca no los recuerda.

El espacio mental de reconocimiento de marcas es limitado y, como vivimos en una batalla salvaje por la atención, las que ganan son ellas y no el archivo del CCCB, la plataforma de cultura y ciencia Caixaforum+ o la de la Fundación Juan March, que tiene sus conferencias en audio desde 1975. Todos los museos, centros culturales e instituciones públicas han entendido que es muy importante su archivo. El problema fue quizá que cuando nacían las redes sociales, algunas con vocación de macroarchivo como YouTube, no hubo una reacción rápida de la Unión Europea o de la UNESCO para darse cuenta de que era importante crear plataformas paralelas desde la democracia que cree en la cultura horizontal y no en el lucro y en la extracción de datos“.

Esclavos, reyes y pegatinas anti OTAN

PARES, el Portal de Archivos Españoles, es un claro ejemplo de apuesta pública por la gratuidad y la accesibilidad de los documentos. Nació en 2007 y reúne bajo su acrónimo a los nueve archivos históricos que dependen de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes y del Ministerio de Cultura. Son el archivo de la Corona de Aragón, el de Simancas, el de la Real Chancillería de Valladolid, el Archivo General de Indias, el Archivo Histórico Nacional, el Centro Documental de la Memoria Histórica, el Archivo Histórico de la Nobleza y el Archivo Histórico de los Movimientos Sociales, que es el de más reciente creación (2021) y todavía no tiene sede física, aunque se sabe que estará en Alcalá de Henares y su fondos digitalizados ya pueden consultarse en la web.

El buscador de los archivos es algo complejo para quien no sea investigador o, sencillamente, no tenga experiencia previa. Por eso para el vagabundo digital y cazador de tesoros resulta tan útil la selección que hacen desde los distintos archivos de ‘La pieza del mes’ o de los ‘Documentos Destacados’, en el que ponen la luz y el contexto a documentos tan valiosos como inesperados: por ejemplo, una orden dada por Juan de Austria en 1572, perteneciente al Archivo de la Nobleza, donde encontramos la descripción física de cinco condenados a galeras, músicos de profesión, que fueron intercambiados por once esclavos para dar un concierto en la galera real; o el pasaporte y ficha policial de Lupe Sino, la amante de Manolete; o una selección de pegatinas de la Transición (sí, el lema “OTAN no, bases fuera” ya forma parte de la cultura pop y etnográfica) de la colección de Fernando Íñigo Aristu, vendida al Ministerio de Cultura en diciembre de 2009 e integrada por unos 40.000 adhesivos; o una dispensa para leer libros prohibidos por el Santo Oficio otorgada a favor de la erudita marquesa de Tolosa en 1793, “excepto los de Pedro Suave, Nicolás Maquiavelo y demás que tratan ex profeso contra nuestra Sagrada Religión y obscenidades y de Astrología judiciaria”.

Ana López Cuadrado, Subdirectora General de los Archivos Estatales, reconoce el gran esfuerzo que se está haciendo en la digitalización de documentos desde hace décadas. Prácticamente todo lo digitalizado se sube a la red, o esa es la intención, y el ritmo en que se hace depende de diversas prioridades: “Nuestra labor es custodiar toda esta documentación, pero también darle acceso al ciudadano que no se puede desplazar a nuestros archivos y divulgar sus contenidos. Para decidir qué se digitaliza tenemos varias vías, desde nuestras propias prioridades a estadísticas de los documentos más consultados”. Y qué es lo que más les piden: “En resumen, ‘Qué hay de mi abuelo’ y ‘Qué hay de mi pueblo’, que es una broma recurrente que hacemos entre los archiveros” porque los temas de genealogía y de memoria democrática son de los más buscados“. Además López Cuadrado hace apostolado de las fuentes primarias en estos tiempos de fake news: ”Al final en los archivos es donde está la verdad de los hechos“.

Entre los rastreadores de tesoros en los archivos digitalizados del mundo se encuentra Miguel García, aka Milhaud, un auténtico fanático de la cartografía que lleva más de 10 años compartiendo y comentando mapas en redes sociales y desde 2022 mantiene, además, un exhaustivo, bellísimo y contextualizado catálogo de mapas con un pie en los tiempos de esa Internet colaborativa y gratuita liderada por entusiastas blogueros. En Mapasmilhaud.com los encontramos históricos, de datos, políticos, curiosos… ¿Sus favoritos? “El atlas de Tomás López de 1804 –explica Milhaud–, publicado por sus hijos tras su muerte, donde se recopila todo el trabajo de sus mapas provinciales. Lo encontré en la colección digital de la biblioteca David Rumsey de la Universidad de Stanford. Es una copia digitalizada que a mí me parece oro puro.

Tomás López es el primero que realiza un trabajo detallado sobre España, intentando incluir todas las localidades de forma consistente. El trabajo no es perfecto, ya que fue bastante torpe con las mediciones, para la época, pero es una joya en cualquier caso. El otro ejemplo de mapa que me fascina es el de Un mundo dividido de Richard Edes Harrison (1941), que encontré en la colección de mapas persuasivos de PJ Mode, disponible en la biblioteca de la Cornell University. Se publicó en la revista Fortune y es uno de los mejores ejemplos de cómo se utilizaban los mapas para informar durante la II Guerra Mundial y, de paso, se aprovechaba para imponer una narrativa interesada sobre la guerra. Hay cientos de ejemplos de varios países en la colección, pero este en particular me parece más interesante que otros porque muestra el cambio de cintura de los aliados respecto a la URSS de forma muy evidente“.

Valiosos detritus

Entre los archivos digitales que utiliza Jorge Carrión para su trabajo, el escritor tiene predilección por otro proyecto personal, es decir, no institucional: la plataforma digital de arte de vanguardia UbuWeb fundada en 1996 por el poeta Kenneth Goldsmith. Un macroarchivo en el que pueden encontrarse todo tipo de documentos de poesía concreta y sonora, videoarte, cine underground, cómic experimental, danza, música electrónica, conferencias de Barthes y Derrida, arte sonoro… El sitio elude los derechos de autor, pero al no tener ánimo de lucro y tratar con materiales que nunca han sido rentables, jamás ha sido denunciado y se ha convertido en el paradigma del museo inmaterial del arte moderno y contemporáneo.

Según Goldsmith, UbuWeb “está lleno de detritus de grandes artistas más conocidos por otras cosas –la música de Jean Dubuffet, el cine de Dalí, el hip hop de Jean-Michel Basquiat, las películas de John Lennon, las obras radiofónicas de Ulrike Meinhof [la terrorista alemana], la música country de Julian Schnabel–, la mayoría de las cuales se publicaron originalmente en ediciones diminutas, fueron ignoradas y desaparecieron”. ¿Entre sus joyas? La única incursión cinematográfica de Yukio Mishima, Patriotismo (Yūkoku) un corto de 1966 en el que prefiguró su propio suicidio violento y que retrata el seppuku (suicidio por desentrañamiento) de un oficial del ejército.


Cultura y libre gratuita al acceso de todos

Por su parte, el filósofo Fernando Broncano, autor de La estrategia del simbionte, reconoce que además de los repositorios de artículos académicos, le gusta trabajar con sus alumnos materiales procedentes del archivo británico Mass Observation, “un movimiento que nace alrededor de la Segunda Guerra Mundial y en el que se le pide a la gente de Londres y de otras ciudades que salga con cámaras de fotos para captar las vidas cotidianas de las clases populares inglesas en el trabajo, el pub, en las celebraciones religiosas, limpiando escaleras… Me encanta perderme en los archivos fotográficos históricos de la vida cotidiana –continúa Broncano– porque te dan acceso a una experiencia del pasado muy distinta a la de la palabra escrita”.

En España los fondos fotográficos de corte más etnográfico están repartidos en distintas instituciones, entre otras, la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico, pero también otros más pequeños como la Fototeca del Archivo Histórico Ferroviario del Museo del Ferrocarril de Madrid, pero al igual que todos los documentos que podemos consultar desde PARES, las imágenes solo pueden ser descargadas en baja resolución y si las quisiéramos para otro tipo de usos habría que pedir permiso. Sin embargo, hay otras instituciones que ponen sus imágenes al servicio de la gente sin necesidad de intermediación. Es lo que sucede con el programa Open Content de la Fundación Getty (no confundir con la agencia fotográfica Getty Images), una de las instituciones filantrópicas dedicadas al arte y las humanidades más ricas del planeta.

Arte del dominio público

Desde 2013, más de 160.000 imágenes de arte y archivos de dominio público de las colecciones Getty se han puesto a disposición del público de forma gratuita. Una cifra que no deja de subir porque la catalogación, digitalización, revisión de derechos y publicación de las colecciones es algo dinámico y se añaden más imágenes al programa mensualmente.

En todos estos archivos la palabra clave que nos permite usar y no solo disfrutar es Open Access o bien Public Domain. Siempre que una imagen vaya acompañada de este crédito significa que no solo podrás descargarla con resolución suficiente para hacerte un póster o una lona si lo quisieras, sino que está totalmente permitido su uso tanto con fines comerciales como educativos, porque lo que hay quien utiliza todos estos recursos para la portada de un libro o para ilustrar camisetas. El mismo gigante del textil Inditex utiliza a menudo en sus prendas imágenes libres de derechos de los bancos Open Access de los museos. Cuadros de Turner y de Van Gogh, ilustraciones medievales del infierno; la obra fotográfica de Julia Margaret Cameron, tía abuela de Virginia Woolf; las desoladoras imágenes de la América profunda fotografiadas por Dorothea Tanning; decorativas pinturas botánicas y un sin fin de materiales forman parte de este extenso archivo.

Otras instituciones norteamericanas especialmente implicadas con el Open Access son el MET (Metropolitan Museum de Nueva York) y The Art Institute of Chicago. En el MET podemos descargarnos en alta “El retrato de Juan de Pareja”, de Velázquez; pero también cuadros de Klimt, de Monet o Degas. El Metropolitan ha sido especialmente ingenioso en la clasificación de sus obras destinadas al Open Access que divide entre: Pinturas de obras maestras, Gatos, Monstruos y criaturas mitológicas, Met-staches (Bigotes), Nueva York, Impresionismo y Postimpresionismo, Winter Wonderland (El País de las Maravillas del Invierno), Vincent van Gogh, El estilo prerrafaelita, Autorretratos, Colchas, Oro, Georges Seurat, Armas y armaduras, The Monuments Men at The Met, Rostros del mundo antiguo, Tiffany, Vestir para impresionar, ¿Arte o diseño? y Vajilla.

No, al final va a resultar que Internet no es un basurero, pero hay que abandonar los caminos trillados de las redes más comerciales para que no sean Elon Musk o Mark Zuckerberg quienes nos digan hacia dónde mirar. O, tal vez, habrá que hacer como Ramón Gómez de la Serna y ponernos un monóculo sin cristal para apreciar la auténtica transparencia de lo real y sus fuentes primarias, sin filtro, por favor.