El cambio ha sido brusco, inesperado, completamente loco, la escenificación de la traición a una asociación larga y estable, pero ahí está, urgiéndonos a posicionarnos
Europa ha vendido su alma para existir sobre la tierra ocho días más. La paz que Europa ha ganado es el triunfo de la violencia y es también su derrota
Seguramente habrá quien crea que la camiseta de Belarra es más pacifista que las reflexiones de Gandhi: el adanismo es lo que tiene. La camiseta de Belarra es la ejemplificación de una izquierda que se resiste a contemplar el viraje de los tiempos, el cambio profundo de la realidad o nos muestra que lo contempla y pretende hacerle frente con las recetas del pasado. OTAN no, bases fuera. Abajo el imperialismo yankee. Todo tal y como lo dejamos en nuestra juventud, la nuestra, no la de ellos. ¡Ojalá una camiseta y dos eslóganes fueran a arreglar el desaguisado en el que anda metido el mundo y con el mundo, Europa y con Europa, España y con España, todos nosotros!
Es muestra de inteligencia la percepción de una nueva realidad y la adecuación al cambio. No es que hayamos pasado de pantalla, es que estamos en otro juego. Es una metáfora, ojalá lo fuera. El cambio ha sido brusco, inesperado, completamente loco, la escenificación de la traición a una asociación larga y estable, pero ahí está, urgiéndonos a posicionarnos. Tan evidente es esa situación que seres pensantes de toda ideología se han dado cuenta de lo que los europeos nos jugamos. Como dice la frase de Gandhi referida al acuerdo de Múnich que encabeza este texto, el triunfo de la violencia de Putin sería también la derrota de Europa. La cosa es tan clara y tan urgente que en Alemania conservadores, socialdemócratas ¡¡¡y Los Verdes!!! se han puesto de acuerdo para reformar la Ley Fundamental y poder rearmarse. Die Linke, amigos, ese ejemplo para todos desde hace décadas. Sucede país a país, con muy pocas excepciones. Sucede hasta en España, donde no hay divergencias en el diagnóstico ni de los dos grandes partidos ni de PNV, Junts o ERC.
Dejemos a parte al Vox trumpista, que pronto va a empezar a saber cómo digiere su electorado su sumisión al que ahora se perfila como nuestro verdugo. Alineado con lo mejor de cada casa, Orban, Trump y, por ende, Putin. Aceituna, vino, jamón y lo que vaya viniendo en la subasta arancelaria.
Vamos con la izquierda que se ha quedado atrapada en el pasado. La que piensa que hay que salir de una OTAN de la que, a lo mejor, sale su odiado Estados Unidos antes de que nos demos cuenta. ¿Quieren irse también de una OTAN sin los imperialistas? Todo está del revés. No a la guerra, ¿tampoco si te atacan a ti o a tu forma de vida? Qué raro, ¿no a la guerra era también que la república hubiera renunciado a defender la libertad ante los golpistas? El montaje de los fabricantes de armas norteamericanos, la industria de la muerte. No sé. Todo lo de antes, todo lo que ha quedado desfasado. Esta postura es la de Podemos y en parte la de Izquierda Unida. Esa postura es la que va a poner en peligro la legislatura de Sánchez, a menos que sea eso lo que buscan.
Nadie quiere la guerra. No sean mamelucos. De hecho todos los boomers del continente clamamos porque nos concedan el privilegio de ser la primera generación que no ha sufrido ni conflicto ni postguerra. Nadie quiere la guerra, precisamente por eso. Putin sabe que ningún europeo quiere la guerra y Putin sabe que las opiniones públicas lastrarán cualquier decisión valiente de las democracias europeas. Ese es nuestro déficit y, por tanto, gran parte de su fortaleza. A él no le supone problema, ya lo han visto. Tira por la ventana a los disidentes, quema los cadáveres de sus soldados, no los entrega a sus familias, falsea las cifras y culpa de toda su locura a occidente. Siendo un autócrata no tienes problemas ni de levas ni de empobrecimiento ni de servicios sociales ni de muertes. Contra eso también luchamos los demócratas que debemos hallar una salida para evitar que nos pisoteen y nos anulen sin renunciar a nuestros servicios sociales y minimizando los daños de todo tipo, con una población que ha perdido su sentimiento de defensa y que cree, en muchos casos, que lo que tenemos nos cayó del cielo y que no podemos perderlo.
Sánchez lleva razón en el diagnóstico de la nueva realidad que hizo el otro día. Tuvo que jugar con las palabras, no porque no lleve razón, sino porque son sus propios socios los que se le revuelven. Todo el disimulo, la falta de concreción, el lenguaje alambicado tienen como fuente el problema de la defección de sus propios socios de legislatura. Sin ese problema añadido podría ir al Congreso con sus planes y sería mayoritariamente respaldado por la cámara. De hecho existe el riesgo de que la coalición se rompa. ¿No tendrán la tentación de rentabilizar, en un eventual adelanto electoral, el voto de izquierda antimilitarista, belicista y todos los istas de toda la vida? Sánchez y Feijóo no están lejos en esto, como no lo están sus partidos en Europa. De ahí a pretender que la oposición vaya a salvarte cuando ni tus propios aliados te respaldan va un salto que pasará antes por muchas vicisitudes.
¿Qué les pasa? ¿No son capaces de mirar la realidad sin plantillas de pensamiento previas? ¿No son conscientes de que no cabe que España se repliegue y desaparezca de Europa como sucedió en anteriores momentos históricos? Y si es eso lo que proponen, si lo que quieren es que salgamos de la OTAN, les digamos a los socios que sólo estábamos para lo bueno y no para el peligro, y demos el salto en el vacío de dejar también Europa -porque una cosa sin la otra no nos la van a tolerar- no niego su derecho a pensarlo, aunque les insto a que lo digan con claridad. Con luz descarnada su postura es completamente insostenible excepto para excelsas minorías entre las que no estaría ni Gandhi.
Hay que hacerse adulto. Hay que ser consciente de lo que nos jugamos, del riesgo de desestabilización de todo el continente y de convertirnos en los juguetes de los imperios que están repartiéndose el mundo. Hay que darse cuenta de que con una camiseta no solucionas nada. Hay que ser consecuente de que a los amigos y a los socios no se les abandona. Enterarse, de una vez, de que si Europa quiere rearmarse no es para ir a la batalla sino para que los señores de la guerra nos tomen en serio.
Es misión imposible hacerlos cambiar de opinión, lo sé. Por eso Sánchez tiene un gran problema y le deseo la mejor de las suertes a la hora de sortearlo. Socios irreductibles, minoría parlamentaria, presión insoportable de los aliados y algunos pensando si ya ha llegado el momento de probar con las urnas para recoger los frutos. Una izquierda que no quiera coger el gran tren de Europa no es una izquierda pacifista, sino una izquierda peligrosa.
Los líderes, pequeños o grandes, siempre llegan a su cita con la historia y esta les da su verdadero tamaño para siempre. Alguno quedará reducido a alfeñique.