sábado, marzo 15 2025

Marta Polo, de trabajar 20 años de portera en un barrio pijo a publicar una novela ambientada en el Raval barcelonés

La autora catalana, que también es cineasta amateur, acaba de publicar su segunda novela, ‘Cómo construir una mentira’, en la que relata en clave de comedia el día a día de un rodaje en el distrito de Ciutat Vella

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Dice el escritor suizo de best sellers policiacos Joël Dicker, en su obra El enigma de la habitación 622, que “la vida es una novela que ya sabemos cómo termina: al final el protagonista muere”. Pero la cita no se cumple en el caso de la novelista, cineasta, astróloga y durante 20 años conserje de un edificio de viviendas de la parte alta de Barcelona Marta Polo Ysalgué (Barcelona, 1979).

Su vida contiene muchas novelas, cada una explicando una vertiente diferente de esta polifacética creadora que actualmente trabaja de librera en Palamós, una localidad de la Costa Brava, pero que ya ha publicado dos novelas donde de un modo u otro trata de explicarse y explicar su potente y literaria peripecia vital.

Si en la primera, Donde nunca ocurre nada (Ediciones Contrabando, 2020), le daba al relato un enfoque más autobiográfico, en la segunda, y de reciente publicación, Cómo construir una mentira (Colectivo Bruxista, 2025), diluye sus vivencias en una historia que relata, en clave cómica y con pulso y estilo de diario apresurado, un rodaje cinematográfico sobre una película basada en personajes del Raval de Barcelona, barrio conocido tanto por su multiculturalidad como por sus carencias.

Para aderezar este explosivo cóctel, los actores no son profesionales, sino que el director de la película de la novela utiliza habitantes del propio barrio, famosos desde los tiempos en que era conocido como “el barrio Chino” por sus pintorescas personalidades. Así, desfilan por el rodaje prostitutas, traficantes de cocaína o personas sin techo con adicción a la heroína. Incluso un exconvicto, hermano de la protagonista, Bruna, una discreta auxiliar de casting que desde su insignificancia jerárquica observa la película que acontece detrás de las escenas que se ruedan.

El cine como gran mentira

“La idea de la novela viene precisamente de esa historia real que pasa entre bambalinas y que yo he ido observando en mis distintas experiencias trabajando en rodajes, donde me he encontrado con las situaciones más surrealistas y desagradables, mientras que al otro lado de las cámaras, en la escena, se rueda otra película totalmente distinta, que igual puede ser una agradable comedia”, explica Polo para aclarar el título: Cómo construir una mentira.

“La gran mentira es la película; la vida real es lo que sucede mientras se rueda”, añade sobre su novela, una suerte de La gran noche americana de Truffaut resumida en 250 páginas de situaciones en ocasiones tan tensas como hilarantes, con descripciones del Raval que recuerdan al Manhattan Transfer de John Dos Passos y le confieren al texto una potencia visual que nos remite a la formación cinematográfica de Polo.

“Estudié cine y guion a los 27 años en el Centre d’Estudis Cinematogràfics de Catalunya (C.E.C.C) y a partir de ahí comienzo a trabajar en rodajes de mis propios cortos mientras sigo con mi oficio de portera en el edificio donde he vivido toda mi vida hasta el año 2020”, relata Polo para contextualizar el estilo cinematográfico de Cómo construir una mentira. Asegura que su gran pasión es el cine y reconoce que su mayor deseo es ver la novela llevaba al celuloide. De hecho, comenta que no se siente novelista y solo escribe para mantener su creatividad activa.

20 años en una portería

Sobre sus veinte años como conserje, explica que fue “una niña vaga y complicada que llegó a la mayoría de edad sin estudios ni formación”. Por eso, cuando surgió la oportunidad de ocupar la portería del edificio en el que vivía con su familia, cerca de la plaza Francesc Macià [una de las zonas más selectas de Barcelona], la aceptó.

Lo hizo en parte porque no tenía ningún otro plan de futuro y aquel trabajo parecía seguro y manejable. “Pero también porque pensé que me dejaría muchos ratos muertos en los que podría leer y aburrirme sin estrés, que creo que es el motor de la creatividad”, confiesa. Allí, entre libros, estudios de cine el C.E.C.C y humanidades en la UOC, se fue formando intelectualmente mientras observaba un entorno que confiesa que le era ajeno: “Yo vivía en un barrio pijo, pero en una vivienda de protección oficial; éramos los pobres del barrio”.

“En una ocasión, en la escuela del Sagrado Corazón donde iba de pequeña se organizó una colecta de alimentos para familias necesitadas; yo llevé un kilo de arroz, pero, para mi sorpresa, me volví a casa con una caja llena de alimentos”, rememora. “Fue entonces cuando me di cuenta de que era una niña pobre, diferente de las demás”, remacha.

Relata Polo la sensación de tener que pedir ayudas para poder estudiar, de usar ropa de colegio de segunda mano, de las privaciones que suponía la frágil economía del hogar y la comparación con otras niñas y niños del barrio. “Yo vivía aquí, me eduqué aquí y tengo parte de este barrio [realizamos la entrevista en la librería +Bernat, a pocos portales del edificio donde vivió y trabajó] dentro de mí, pero a la vez me siento una extraña”, concluye.

El cuerpo en Francesc Macià, el alma en Ciutat Vella

Es por esa extrañeza desgarradora, sostiene, que centró su novela en el Raval, “un barrio del que me siento hermana”. Revela que desde niña se ha sentido atraída por el distrito de Ciutat Vella, el más pobre de la ciudad, porque de alguna manera intuía que encajaba, al menos una parte de su ser, con los personajes que lo habitan. “Me siento cerca de Kimberly, de Turner Mendoza, de Angelines, incluso de la Kalwa, la yonqui sin hogar”, suelta.


Marta Polo, autora de ‘Cómo construir una mentira’ , durante la entrevista

No está hablando de seres reales, sino de los personajes de Cómo construir una mentira. Kimberly es una prostituta catalana de origen marroquí, toxicómana y madre de dos hijos; Turner Mendoza, la protagonista de la película que se rueda en la novela, es una prostituta andaluza nonagenaria, una leyenda del Raval cuando era el Chino, con un lado tierno y otro salvaje y que destaca por sus desternillantes soliloquios, que recuerdan los del añorado pintor Ocaña, alma de las Ramblas en la Transición.

De todos modos, Polo aclara que ella no ha residido nunca en el Raval. ¿De dónde extrae entonces esa precisión en las descripciones, ese fiel reflejo del ambiente del barrio? “Gané una Beca d’escriptura Montserrat Roig para el proyecto del libro y la premisa era que tenía que escribirlo desde la Biblioteca de Catalunya, que está en pleno Raval, así que conviví durante un año con sus habitantes”, explica. Añade que realizó numerosas entrevistas a las prostitutas y las personas sin techo del barrio para documentarse.

Una novelista que quiere ser directora

Asegura, por otro lado, que aunque no descarta escribir más novelas, su vocación de cineasta sigue intacta y que su propósito es terminar dirigiendo películas, a pesar de las críticas al mundo de los rodajes que contiene su reciente obra. “Es una novela que resume muchas de mis experiencias, pero no es mi intención enmendar la totalidad de lo que pasa detrás de las cámaras; en gran medida lo comprendo, porque existe siempre una gran tensión por el tiempo, el presupuesto, la organización, la logística…”, dice.

Dejó la seguridad del trabajo de portera para dar el salto al cine, y tras participar en diversos rodajes, decidió que si seguía aceptando ofertas para hacer de auxiliar de casting o producción, nunca alcanzaría su objetivo de ser directora, así que optó por probar suerte durante cuatro años como astróloga, una afición que la ha acompañado toda la vida. Paralelamente, mientras la astrología le financiaba –de manera insuficiente– el sustento, comenzó a escribir, a contar un poco su vida.

No es mi intención enmendar la totalidad de lo que pasa detrás de las cámaras; en gran medida lo comprendo, porque existe siempre una gran tensión por el tiempo, el presupuesto…

Marta Polo
Escritora

Una vida de niña y mujer precaria, aunque también de hija que no conoce –ni nunca conocerá– a su padre biológico pero que, en cambio, contacta con los hijos de ese padre, uno de ellos exconvicto, extraficante de drogas que ha pasado por las cárceles japonesas. Es el mismo hermano de Bruna, la protagonista de Cómo construir una novela, alter ego de Polo. “Lo metí en la novela como personaje porque también lo he colocado de extra en algunos de los rodajes en los que he participado”, confiesa y añade: “Es mi hermano, le quiero así como es y no me avergüenzo”.

Termina Marta Polo Ysalgué la entrevista defendiendo que “el único que hace cine en una película es el director o la directora”. “El resto somos herramientas a su servicio que nos desquiciamos para que todo salga adelante mientras ellos están por encima del bien y del mal”, dice. Cree que debe ser así, que el objetivo debe ser la película, esa mentira que se cuenta en su libro.

De hecho, entre todos los personajes del equipo del rodaje, tal vez Fernando Santoro, el director, sea el más blanco; incluso cuando persigue a Bruna en lo que ella cree que es una estrategia de seducción amorosa, cuando al final resulta que Fernando solo quiere aprovecharse de su talento. Polo le defiende desde su óptica de directora vocacional; reconoce que ella también manipulaba a su equipo en los cortos y videoclips amateurs que ha dirigido.

Consiga o no terminar dirigiendo películas, por el momento Marta Polo demuestra con Cómo construir una mentira que es una escritora consolidada, capaz de llevar una historia a término con ritmo, gracia y unas buenas dosis de poesía en la descripción de sus personajes. Aun así, se despide con un deseo ferviente: “¡Ojalá alguien lleve mi libro al cine!”. Tal vez sea ella misma. ¿Quién sabe?