viernes, marzo 14 2025

Las nueve reinas de Milei

No sabemos si lo hizo por bobo o por granuja, si a él también le engañaron o estaba compinchado con los que se levantaron decenas de millones en unas pocas horas, pero Milei fue colaborador necesario

¿Una estafa a partir de una mercancía trucha, que no vale nada pero por las que algunos pagan millones? ¿Timadores acusándose entre ellos, pasándose la pelota de la culpa como si fuese la bolita del trile? ¿Gente que pierde mucho dinero y se siente engañada? Esa película ya la he visto antes, y era argentina. No la protagonizaba Javier Milei con su criptomoneda, sino Ricardo Darín persiguiendo las Nueve reinas.

Al ver el quilombo que ha liado el presidente argentino, esa estafa loquísima donde quedaron atrapados miles de inversores ludópatas, me acordé de aquella película de Fabián Bielinsky de hace ya veinticinco años: Nueve Reinas. Si no la viste, te la recomiendo. Una retorcidísima historia de estafadores donde todo es falso: la mercancía, el dinero, los cheques, las placas de policía, las armas. Y donde todo el mundo acaba engañado: los compradores, los vendedores, los timadores que se engañan entre ellos, los ciudadanos con sus ahorros en el corralito al final de la cinta, y también los espectadores, que mordemos todos los anzuelos y nos dejamos embaucar por un guión tan brillante como tramposo. La película no resiste un segundo visionado sin que se le vean los agujeros, pero el buen rato está más que garantizado.

Cuando ayer busqué el trailer para recordarla, me saltó en Youtube una publicidad que promete ganancias a partir de una inversión de 250 dólares utilizando inteligencia artificial. El algoritmo es así de cachondo: publicidad de estafas para acompañar una película de estafas. Esa es la sensación que te dejaba la película, y hoy más viva que nunca: que las estafas están en el aire, que a poco que te descuides te la juegan. Puede ser un correo falso de Hacienda o de la DGT, un WhatsApp de alguien que se hace pasar por tu marido, un famoso suplantado por deepfake, un falso obispo, una falsa Princesa de Asturias, o un banco que te vende preferentes en plena crisis.

O todo un presidente de Argentina que te anima a meter dinero en una memecoin. ¿Cómo no te vas a fiar de un jefe de Estado, por muy estrafalario que sea? No sabemos si lo hizo por bobo o por granuja, si a él también le engañaron o estaba compinchado con los que se levantaron decenas de millones en unas pocas horas, pero Milei fue colaborador necesario. Y da igual si era un tonto útil o un comisionista, su papel fue decisivo, sin su aval no habría sido tan fácil.

Dice el presidente argentino que él es un “tecnofanático”, y que a los chorros de la criptomoneda los conoció en un evento sobre “tecnologías disruptivas”. Yo antes de fiar un solo céntimo a gente así, buscaría “disrupción” en el diccionario. Esa gente “disruptiva”, tanto los criptobros como el criptopresidente, van de cara, hay que reconocérselo: vienen a pegar el palo en el casino, pero en vez de robar a la banca como en los clásicos del género, despluman a los jugadores menos espabilados, a los criptobros aspiracionales, a los quiero y no puedo del mundo cripto, a los que llegan a comprar demasiado tarde cuando los listos ya están vendiendo; o más simple: a quienes no tienen información privilegiada ni contactos presidenciales.

Es muy fácil hacer chistes de los panolis que picaron en la $Libra de Milei, porque no somos nosotros, que no pondremos nunca ni un euro en esas mierdas, pues seremos tontos pero no tontos codiciosos. El problema es que, aunque no queramos jugar, acabemos gobernados por criptocanallas. Y no los tenemos tan lejos. Cuidado con los políticos “disruptivos”.