El crítico de vinos tras la popular cuenta Colectivo Decantado publica su segundo libro, ‘Vinos gentrificados. Por qué ya no vas a poder pagar esas botellas que tanto te gustaban’
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Hace años que los datos son claros y la tendencia es imparable: cada vez se bebe menos vino en España. “Hay menos consumidores de vino porque cada vez hay menos consumidores de alcohol”, resume Santiago Rivas. Este divulgador y crítico enológico que está tras Colectivo Decantado, en Instagram, se ha convertido en el líder supremo de los winelovers, esos entusiastas del vino que definen una nueva generación de bebedores y que están en el centro de un cambio de paradigma del sector. Tras su primer libro, Deja todo o deja el vino, ahora vuelve con Vinos gentrificados. Por qué ya no vas a poder pagar esas botellas que tanto te gustaban (publicado también por Muddy Waters Books) donde, con mucho humor y algo de mala leche, toca de nuevo un género casi por estrenar: la sociología del vino.
“Ahora utilizo la palabra iniciado para que Pérez Reverte no me diga que utilizo el anglicismo y se enfade”, bromea Rivas cuando le preguntamos por ese cambio de uso del “winelover” entre su comunidad –tiene 33 mil seguidores en su cuenta–, por “iniciado”. En el fondo son lo mismo: “Persona que utilizan el vino como un mecanismo de proyección de su propia personalidad, intelectualidad, conciencia social, ideología…”.
Y, frente a ellos, lo que denomina civiles. “El civil es aquella persona que bebe por beber, o sea, que como un ritual social, empieza con el vermut, luego va a la caña, luego al vino y luego a los pelotis, los combinados; pero vamos que si por él fuera estaría bebiendo roncola con el menú del día. Son mayoría, siempre lo han sido, pero cada vez es mayor el porcentaje de quienes quieren beber menos, pero mejor”.
Porque una cosa es que el consumo de vino baje y las bodegas centradas en el volumen tengan por delante un futuro complicado y otra que el interés por esta bebida sea más alto que nunca. Algo que se nota en las ventas de sus libros –“dentro de un orden, no nos pasemos, no soy Dan Brown”, matiza– y explica la llegada de este segundo volumen dedicado a lo que denomina vinos gentrificados. “El consumidor iniciado está creciendo, es militante y no solo compra vino, también libros”. Empezando por este.
Cada vez es mayor el porcentaje de quienes quieren beber menos, pero mejor
La gentrificación del vino
Capaz de soltar dos titulares por segundo, Rivas sirve otro en bandeja: “Sobra vino, punto”. Un problema grave para un sector como el español, históricamente centrado en volumen y con un precio medio por litro muy bajo.
Pero no estamos hablando de ellos, sino de los vinos realmente interesantes, para los que se dibuja un futuro algo mejor. Porque el consumo de vino bueno o con pretensiones crece, pero “ya no es suficiente hacer vino bueno, hay que visibilizarlo, la gente se tiene que enterar de que existe, esa es la gran dificultad”, apunta.
Y en ese contexto es cuando la gentrificación que arrasa barrios y ciudades se asoma también al mundo del vino. Al menos eso es lo que comenta el autor a lo largo de este libro que, advierte, ni celebra ni justifica la escalada de precios de algunas referencias o este fenómeno enogentrificador , sino que simplemente constata lo que está ocurriendo en los últimos años. Y con cierta resignación porque hay poco que hacer.
Es una ramificación más de conceptos turbocapitalistas porque la gentrificación no deja de ser literalmente que gente con más dinero te echa de tu vino, como te echa de tu barrio
“Es una ramificación más de conceptos turbocapitalistas porque la gentrificación no deja de ser literalmente que gente con más dinero te echa de tu vino, como te echa de tu barrio. Estabas acostumbrado a pagar 50 euros por esa botella y ahora cuesta 500, 2.000 euros, o lo que sea”.
Un fenómeno que, frente a lo que cabría pensar desde fuera de este mundillo, no beneficia a los productores. “Todo ocurre a través de intermediarios que lo que hacen es circular con él, no dejan nada a nadie, porque no están enriqueciendo a la bodega, solo a sí mismo. Es el peor de los capitalismos, ya que no genera una cadena de valor, es un señor que tiene acceso a ese vino por cupos, seguramente, y decide sumarle un 5 o un 30%”, explica el autor.
Algo que afecta también a la formación, denuncia, porque sencillamente quienes están estudiando sumillería dejan de tener acceso a vinos de referencia que se deberían conocer y catar pero que ahora tienen precios imposibles. Hay muchos ejemplos. “Un Château de Fonsalette en 2012 costaba 60 euros en Lavinia, ahora es muy difícil de conseguir y están entre 300 y 500 euros”, detalla entre una larga lista de vinos que andaban por debajo de los 40 euros la botella y ahora son intratables.
“El año pasado fui a Etxebarri con amigos y, entre ellos, había parte de la mejor sumillería de Madrid. Tomamos un Corton de la Romane Conti y el 80% de una mesa de unas 14 personas no habían probado nunca nada de esta bodega. No digo que haya que hacerlo para ser mejor sumiller, ni para vacilar, pero si te pierdes los vinos cumbre en ciertos estilos es más complicado valorar los vinos –digamos– normales”.
Vino e ideología
No es habitual encontrarse con conceptos ideológicos en un libro de vinos, y mucho menos que apunten en una dirección progresista en un sector que, cuando se pronuncia, no suele ser precisamente para pedir la nacionalización de la banca. Una imagen que Rivas no compra en su totalidad: “Habría que ver si el sector de vino es de derechas. Puede que una parte sí, no sé si la mayoritaria, porque también hay gente más de izquierdas en la parte agrícola y también depende mucho de regiones e incluso del vino que hagas”.
Habría que ver si el sector de vino es de derechas. Puede que una parte sí, no sé si la mayoritaria, porque también hay gente más de izquierdas en la parte agrícola y también depende mucho de regiones e incluso del vino que hagas
Puestos a hablar de política y vino, vamos con todo. ¿Significa eso que hay vinos de izquierdas y de derechas? “Pues claro. Tú vas a un salón de vinos naturales y ya te digo yo a quienes votan seguramente. Alguien que solo bebe tintazos, e insisto en lo de solo porque siempre se me entiende mal cuando lo digo, también te puedo decir a quien vota. Y no porque sea mentalista, es que son ellos mismos los que lo quieren decir”.
“El consumo –continúa– es ideología en sí, así que hay vinos que tienen un perfil de derechas como estos tintazos y otros más de izquierdas como los naturales”. Esto, pensamos en voz baja, igual daría para otro libro.
Beber bien y beber mal
Volviendo a la copa de vino y a ese mundo de civiles e iniciados, ¿cómo se convierte uno en winelover, por usar el término original? El supermercado es el punto de compra habitual de vino para la mayoría, pero tiene mala fama.
“Es que el concepto vino de supermercado es demasiado genérico, porque ¿qué es un supermercado? Hay grandes superficies o sitios tipo El Corte Inglés que manejan buenas referencias, tienen de todo, pero también cosas interesantes”, defiende Rivas.
Una de las cosas más significativas es que dentro de un orden y al principio, beber bien o beber mal cuesta lo mismo. Hay bodegas que son absoluta intrascendencia y mediocridad, pero siguen costando 15, 20 o 25 euros, y por ese precio hay muy buenos vinos
Para empezar en esto lo mejor es cotillear y ver lo que dicen de los vinos por ahí, recomienda. Y tener claro que el margen de error está muy medido porque, como mucho, vas a perder 10 o 20 euros en una botella que no guste. Y si gusta, a tirar por ese camino, por el perfil que sea.
¿Un vicio caro? No nos engañemos, lo acaba siendo. “Una de las cosas más significativas es que dentro de un orden y al principio, beber bien o beber mal cuesta lo mismo. Hay bodegas que son absoluta intrascendencia y mediocridad, pero siguen costando 15, 20 o 25 euros, y por ese precio hay muy buenos vinos como Zorzal, Albamar…”, apunta.
“Ahora, tampoco vamos a engañar al personal. Cuando esto te va gustando quieres ir ascendiendo en precio porque la vida es así. Pero el precio no es un factor ni muchísimo menos diferencial entre civiles e iniciados. Cada uno se tendrá que adaptar como en todos los sectores de la vida a su poder adquisitivo y a su contexto, pero beber bien y beber mal cuesta lo mismo”, insiste.