viernes, agosto 1 2025

De cómo Olvido se convirtió en Alaska: entre el folclorismo y el pop, los años de la irreverencia

El periodista Rafa Cervera recupera y reedita su icónica biografía, ‘Alaska y otras historias de la movida’, que abarca la escena musical madrileña entre 1973 y 1985, publicado originariamente hace 23 años

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Una foto en el número estival de Disco Exprés de 1978 es el primer recuerdo que tiene Rafa Cervera de una Olvido Gara rebautizada ya per se como Alaska. Fotografiada por Alberto García-Alix para una entrevista de Jesús Ordovás, la quinceañera lucía insolente con collar y pulsera punk de pinchos y un mono de leopardo. Aquella imagen impactó al chico, de su misma edad, poco acostumbrado a hallar, entre la troupe del rock estatal de finales de los 70, actitudes y pintas tan descaradamente modernas. “Algunos miembros de Kaka de Luxe salían también, pero ninguno era como ella. Alaska era una criatura de King’s Road aparecida en el Rastro”, rememora Cervera, quien, a pesar del asombro inicial, no se interesó por su música hasta algunos años después: “Yo era un adolescente cargado de prejuicios y pensaba que el rock se tenía que cantar en inglés”.

La entrevistaba por primera vez en 1982 para su fanzine, Estricnina, tras un concierto de Los Pegamoides en La Tomatina de Buñol. Era el verano del mundial de Naranjito y lo estaban petando con Bailando. Un contundente “Superstar”, en una de esas tipografías stripped de contorno sexy, servía de título a una conversación desinhibida que revelaba los muchos puntos en común entre ambos interlocutores. Cuarenta años después, una reproducción de aquellas páginas hace de guarda para la reedición, en tapa dura, de su Alaska y otras historias de la movida (Lunwerg, 2025), un libro referencial publicado en 2002, híbrido entre el ensayo y la biografía, que radiografía con ánimo literario parte de aquella escena y que llevaba tiempo descatalogado. El texto, más allá de ligeras correcciones, es el mismo. La edición actual incluye, como novedad, un epílogo del autor para recontextualizar la historia y una introducción de la redactora jefa de Cultura de elDiario.es Elena Cabrera que se suma a la de Pedro Almodóvar, en formato entrevista, que ya abría la edición original de Plaza & Janés.

Tras publicar en 2022 Canción para hombres grandes, última pieza de su particular trilogía de ficción, y regresar al ensayo musical para firmar The Velvet Underground, etc., Rafa Cervera, colaborador de elDiario.es, se encontraba en un receso de su producción literaria. “Como no estoy trabajando en otro libro de ficción surgió la posibilidad de reeditar este y acepté, aunque tuve sensaciones contradictorias. Por un lado, creía que era buena idea porque me parece un clásico, por otro, tenía miedo de leerlo y que el texto me defraudara, pero no fue así. Cuando lo leí me di cuenta de que, precisamente por la imagen que se ha construido alrededor de Alaska y de la propia movida, era importante que el libro se reeditara”, confiesa el autor.

La construcción de un mito

Este es un libro sobre la identidad. Es Alaska construyéndose a sí misma. Precoz, tenaz y transgresora. Una crónica, plural en testimonios e hilvanada por la ágil prosa de Cervera, que arranca con su llegada a Madrid en 1973 y que concluye tras la publicación de Deseo carnal, el álbum multiventas de Dinarama en 1985. Una delimitación temporal sugerida por David Trías, editor de Plaza & Janés, quien prefirió acotar la historia a los años de la movida y prescindir del relato al completo: “Lo de apelar a la movida en 2002 fue un gesto muy inteligente porque apenas había bibliografía al respecto. Para mí, la movida deja de ser un acontecimiento espontáneo en 1985, momento en el que Radio Futura, Almodóvar o Gabinete Caligari tienen éxito. No porque me parezca mal ese éxito, que no es el caso, sino porque ya es otra cosa. Todo son etapas y ciclos. Por otro lado, que el libro empezara con una niña que quiere inventarse a sí misma y termine con esa niña ya abandonando la adolescencia y habiendo triunfado en su objetivo de hacerlo siendo ella misma me parecía perfecto”, refiere Cervera.


Alaska en un acontecimiento social en febrero de 1983

Alaska iba para famosa. El destino lo grita desde el arranque mismo de esta incompleta biografía. Había indicios y catalizadores. Entre los últimos, tener su propio televisor en color. “No me recuerdo estudiando, solo leyendo tebeos o viendo la televisión”, declara la protagonista en las primeras páginas del libro. En la intimidad de su cuarto y sin control parental, aquel aparato despachaba un sinfín de referentes que calaron en la Olvido Gara niña. “La televisión era fundamental entonces –argumenta Cervera desde su experiencia– cualquiera que recuerde la serie Sigue soñando sabrá a lo que me refiero. La tele me hizo conocer a los Monkees, Massiel, las series de Irwin Allen, Super Agente 86, Los Vengadores, Los Bravos, La casa de los Martínez, las representaciones teatrales de Novela y Estudio 1, Historias para no dormir, El pato Saturnino, La Familia Munster, Furia, Flipper y, por supuesto, los anuncios publicitarios, y eso incluye los de Nico para Terry. Si cambiamos los referentes locales por los mexicanos, tenemos ahí un poderosísimo imaginario que va dando forma a la mente de una niña precoz”.

“La televisión, sí, pero también ese México multicolor y extremo, apasionado”, continúa Cervera, afanado en desgranar la confluencia de factores que convirtieron a Olvido en Alaska. “La música, por supuesto. El descubrir a Bowie y otros personajes del espacio exterior que parece que han aterrizado en tu cuarto para hablar contigo y decirte que no estás sola. Los libros, y no solamente el Gay Rock de Haro Ibars. Las vidas de santas y los libros de caballería fueron también fundamentales para la Alaska que deja la adolescencia”. Una atípica adolescente, cincelada en la España de la Transición, que con 12 años leía tratados de sexualidad, con 13 pululaba por el Rastro madrileño y con 14 formaba Kaka de Luxe.

Una historia feminista y ‘queer’

Alaska y otras historias de la movida es también un relato feminista. Aunque no lo sea desde una adscripción militante de su protagonista a los postulados del movimiento. “Como la gran mayoría de historias de mujeres de entonces, esa voluntad de luchar por ser quien una quiere ser no viene de la conciencia de ese concepto, sino de una necesidad vital”, aduce Cervera para, a continuación, señalar similitudes con Debbie Harry: “Ella quería hacer lo que hacían los hombres, quería tener su mismo derecho a divertirse. Ser atractiva y experimentar. Era una actitud que no venía dada por un decálogo concreto. Con Alaska, Ana Curra, Rubi o Las Chinas pasa lo mismo porque, además, la irreverencia del punk y la nueva ola invitan a subvertir esos códigos”. Todo ello sin olvidar que, como el mismo autor documenta a lo largo de esta obra, la historia de Alaska es también la de otras dos mujeres emancipadas y estimulantes, América y Caridad, madre y abuela respectivamente, que inocularon en la niña el germen de un empoderamiento sin etiquetas.

Si su contribución a la lucha por la liberación de la mujer tras décadas de opresora dictadura resulta tan vigente como digna de ser reseñada, todavía lo es más su papel en la normalización de modelos disruptivos de expresión de género. Lo que hace Chappell Roan en 2025, Alaska lo hacía a finales de los 70. Embajadora camp de lo travesti, siempre afirmó que le hubiera gustado ser hombre para poder ser gay. No es una Patti Smith andrógina, es una exuberante Divine. Y, por ello, icono para el colectivo. “Alaska es como Siouxsie o Poly Styrene, una mujer que le da la vuelta al concepto heteropatriarcal de cómo deber ser una mujer. No se viste para estar guapa según los cánones masculinos, se viste para estar guapa según su propio concepto de belleza. El público gay tenía a las folclóricas y a las cantantes pop. Alaska creó un nuevo modelo de diva, la diva rara que, a la vez, es también una folclórica y una cantante pop”, sostiene el autor.


Alaska y Dinarama en enero de 1985: de izquierda a derecha, Carlos Berlanga, Nacho Canut y Alaska

Una poderosa y desprejuiciada imagen que no quedó relegada a la esfera adulta. Su fichaje por el programa infantil de Lolo Rico, La bola de cristal, fue trascendental en la difusión de unos valores que permearon a toda una generación. “Cuando hablamos de la tele moderna en la España de los 80 solemos destacar La edad de oro, que fue revolucionaria –explica Cervera, quien fuera colaborador del programa de Paloma Chamorro– pero que Alaska se convirtiera en el relevo de Los Chiripitifláuticos es algo que cabría estudiar con detalle”.

La batalla por el relato

Más allá de polémicas surgidas en los últimos años alrededor del personaje y su entorno, Alaska siempre ha ido por libre. “Ella nunca ha sido de dejar que le impongan nada”, proclama el periodista. Este perfil de incómodo encaje –que tan bien ha explotado la serie de Movistar+, Alaska reveladase infiere de la lectura de Alaska y otras historias de la movida desde la misma entrevista a Pedro Almodóvar que sirve de prólogo, quien la definía como “poliédrica y contradictoria” en una semblanza que 20 años después le sigue siendo aplicable. “Alaska siempre ha sido muchas cosas a la vez”. Hay gente que le reprochaba que presentara Cine de barrio cuando ese tipo de cine ha formado parte de su esencia desde los tiempos de Kaka de Luxe, algo que viene dado por su simbiosis con Carlos Berlanga y Nacho Canut. Escuchaba a Ramones y leía Diez Minutos. Esa capacidad de incorporar tantos mundos ya confundía entonces y ahora, que todo tiene que ser o blanco o negro, confunde todavía más“, explica el periodista.

Alaska y otras historias de la movida es una vibrante aproximación a la figura de una mujer singularísima y es un retrato de una fracción de la escena musical que bullía en el Madrid de los 80, con sus pasiones y sus puñaladas. Por sus páginas transitan Nacho Canut, Carlos Berlanga, Ana Curra, Eduardo Benavente, Pedro Almodóvar, Paloma Chamorro, Fabio de Miguel y un larguísimo etcétera, conformando un esclarecedor tapiz sobre la irrupción de un fenómeno que el periodista valenciano rehúsa entrar a valorar: “Lo que tenía que decir sobre el tema ya está en este libro”.

“Una de las cosas que me hacía dudar sobre reeditarlo es que no tengo ningún interés en seguir hablando de esto, como tampoco tengo interés ya en escribir sobre Velvet Underground. Ya está. Cuanto mayor me hago, menos necesidad de explicar aquello que tan interesante y necesario me parece. Llevo más de 40 años haciéndolo. Con disfrutarlo en privado me basta. Además, ya está Facebook y los grupos sobre la movida y los años 80. Si quieres que el mundo sepa cómo estás envejeciendo de bien o de mal, métete a comentar en uno de esos perfiles o grupos. Y ahí incluyo también a los relativos a la ruta, la movida valenciana, etc. La batalla por apoderarse del relato que la libren todos ellos”, concluye.