sábado, julio 19 2025

Susana Puig: «Investigadores que miraban a Estados Unidos ahora ven más oportunidades aquí»

La jefa de Dermatología del Hospital Clínic asume la dirección del centro biomédico IDIBAPS en un momento dulce de avances científicos que contrasta con los crecientes bulos contra la ciencia

El centro de investigación del Clínic resuelve su crisis con el nombramiento de Susana Puig

Susana Puig, jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Clínic de Barcelona, acaba de coger el timón de uno de los buques insignia de la investigación médica en España, el IDIBAPS. Conocido por sus siglas, el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer está impusado por el Clínic, la Generalitat y la Universitat de Barcelona (UB), y a día de hoy emplea a unos 2.000 profesionales, dedicados a un amplio abanico de programas de investigación en cáncer, neurociencia, enfermedades vasculares, respiratorias o autoinmunes.

Tras una trayectoria destacada en el tratamiento del melanoma, del que es referente internacional –dirige el grupo Melanoma: imagen, genética e inmunología–, la dermatóloga Susana Puig asume ahora la dirección de este centro. Su nombramiento ha supuesto también cerrar la crisis abierta para ocupar el puesto, que incluyó dos concursos y acusaciones internas de injerencia política.

¿Si tuviera que hacer un diagnóstico de la salud de la que goza actualmente la investigación biomédica en España, cuál sería?

Por la limitación de recursos que tenemos, es altamente eficiente y productiva. Si fuésemos capaces de generar más recursos, seríamos mucho más competitivos. Y no me refiero solo a los que proceden directamente de las arcas públicas, que son limitados, sino a conseguir una mayor financiación del sector de la innovación. Este es uno de los grandes retos: trasladar a los productos lo potentes que somos en investigación biomédica.

¿A qué se refiere exactamente? ¿Qué falla en esa transferencia?

La academia y la industria han sido dos cosas aparte en nuestro país. En investigación biomédica, el conocimiento se debe aplicar a la salud de las personas, y si hay que hacer un fármaco, o un dispositivo wireless, o una bomba automatizada de insulina, alguien tiene que hacerlo. Lo hacen las empresas, que pueden ser muy diversas y no hablamos solo de vender patentes a multinacionales extranjeras. Aquí hay instituciones a nivel mundial que nos llevan ventaja en capitalizar toda esa inversión, con productos que benefician a la sociedad y que retornan en forma de royalties para seguir investigando. Un modelo de éxito, por ejemplo, es la terapia celular CAR-T desde el Hospital Clínic.

Presentaron su balance en estas terapias avanzadas contra el cáncer hace unos meses, con tasas de remisión muy elevadas. ¿Qué podemos esperar de ellas?

Por ahora es un tratamiento muy costoso cuyo beneficio llega a un porcentaje reducido de pacientes con enfermedades muy graves. Pero es una nueva forma de tratar, de modular la respuesta inmunológica, y en la que los pacientes se curan, entre comillas, para siempre. En dermatología, he llevado a pacientes con melanoma desde hace 30 años, y allí donde teníamos supervivencias con melanoma metastásitco de seis meses, ahora gracias a la inmunoterapia son cinco años de media. En algunas enfermedades nos podemos empezar a plantear hablar de curación, esa es la diferencia. Además, con las CAR-T se comienzan a diseñar nuevos tratamientos para enfermedades neurodegenerativas o inmunomediadas incurables, aunque aquí hay que ser prudentes.

En dermatología, he llevado a pacientes con melanoma desde hace 30 años, y allí donde teníamos supervivencias con melanoma metastásitco de seis meses, ahora gracias a la inmunoterapia son cinco años de media.

Estamos en un momento de importantes avances: en terapias celulares, génicas, vacunas ARN… ¿Cómo cree que cambiará la medicina en los próximos diez años?

Las nuevas terapias y vacunas ARN son uno de los grandes pilares: abaratan muchísimo la terapia más personalizada, porque su desarrollo es más económico que, por ejemplo, una terapia con células dendríticas para la misma finalidad. Otro gran pilar es todo lo que tiene que ver con análisis masivos de datos, como por ejemplo para los sensores que llevan los pacientes para personalizar tratamientos durante el día. El caso más claro son los diabéticos.

Y el otro gran campo de investigación es la inmunoterapia, que ha entrado primero en el melanoma y después en el cáncer en general. También con todas las moléculas combinadas que se están desarrollando ahora. Si miras los pipelines [los productos en fase de desarrollo], cada día ves 10, 15 o 20 nombres de moléculas que no habías visto antes. De hecho, creo que uno de los grandes avances será la aplicación de modelos informáticos y algoritmos a las enfermedades, ya sea Inteligencia Artificial o no, para individualizar y personalizar con los nuevos fármacos.

¿Es de las que considera que estamos cerca de desarrollar vacunas contra el cáncer como la de ARN que están ensayando Moderna y BioNTech?

Tenemos ensayos y datos suficientes para pensar que es una tecnología que será una alterativa terapéutica, sí. Sobre todo en pacientes que ya han tenido cáncer, para evitar recaídas, y combinado con las terapias inmunológicas.


Susana Puig, nueva directora del IDIBAPS

Esta efervescencia biomédica choca con la situación de la investigación en Estados Unidos, un país referente en innovación cuyos actuales líderes políticos adoptan discursos contra ciencia o las vacunas. ¿Cómo lo viven desde un centro como IDIBAPS?

Por un lado, como institución puede ser una oportunidad. Siempre ha sido difícil atraer talento, porque hay países con mayor financiación en biomedicina. Pero desde que ha habido estos movimientos en Estados Unidos, hemos recibido más currículums para plazas ofertadas de investigadores europeos que ahora optan por quedarse. Investigadores españoles que miraban a Estados Unidos ven más oportunidades aquí. Por lo tanto, es una oportunidad, y administraciones como la Generalitat de Catalunya o el Gobierno ya han sacado programas para atraer talento.

¿Es decir, que no notan tanto una llegada de investigadores de Estados Unidos como una mayor capacidad de retener talento europeo que antes se marchaba?

En general, de gente de todo el mundo que ya no se siente cómodo en Estados Unidos.

¿Y más allá de esta oportunidad, cómo les afectan las políticas de Donald Trump?

Como opinión personal, yo estoy completamente convencida de la importancia de la ciencia abierta, que es la que se hace desde nuestras instituciones, basada en patentes que son públicas, que tienen una caducidad, que se enseña y se comparte, que se mejora… Hay otros tipos de investigación, como la armamentística, que está cerrada y nadie sabe lo que se hace. Pues bien, quizás hay un interés en querer monopolizar el conocimiento científico fuera de la ciencia abierta.

Hay otros tipos de investigación, como la armamentística, que está cerrada y nadie sabe lo que se hace. Quizás ahora hay un interés en querer monopolizar el conocimiento científico fuera de la ciencia abierta.

Hace unos días se publicó una encuesta en España que constataba el aumento de la desconfianza en la institución científica. Un 41% creía que se crean virus en laboratorios para controlar nuestra libertad.

Hay que analizar en profundidad estas actitudes, en las que creo que juega un papel fundamental los algoritmos de las redes sociales, que solo te muestran lo que te interesa hasta que el mundo que conoces se acaba reduciendo a eso. Falta pedagogía, que los canales de información sean diversos, y entender que esta negación no se basa en argumentos científicos sino en temas emocionales. Tenemos que aprender a abordar estos miedos y reticencias desde la comunicación científica, para que la sociedad pueda hacer las preguntas que necesite y sin simplificar tampoco los avances biomédicos, que siempre hay que monitorizar y pueden tener algún efecto no deseado. No podemos ser drásticos en la defensa de la innovación sin ser a la vez prudentes. Pero hay cosas obvias, como que la esperanza de vida de nuestra sociedad está directamente relacionada con las vacunas infantiles.

Le pregunto ahora por el melanoma, su área de investigación. ¿Cómo ha cambiado su tratamiento en los últimos años?

Radicalmente. Sabíamos que la inmunidad era capaz de curar el melanoma, pero no teníamos ni idea de cómo modularla de forma adecuada. Pero entendimos que el problema no era tanto que necesitábamos vacunas para estimular la inmunidad, sino que teníamos fatiga de un sistema inmunológico que reconocía el melanoma, pero de tanto luchar teníamos unos linfocitos exhaustos. Este ha sido el gran cambio, el secreto no era vacunar más sino quitar el freno de la inmunidad.

El cambio de supervivencia en pacientes con melanoma metastásico es muy grande. Ahora tenemos dos tipos de tumores: los calientes, en los que los linfocitos no hacen el trabajo pero quitando el freno responden, y los fríos, en los que el sistema inmunitario no los reconoce. Es en estos tumores donde hay que lograr enseñar de alguna forma a nuestro sistema inmunitario a luchar contra ellos.

Ahora que comienza el verano, ¿la exposición al sol sin protección sigue siendo la principal causa de melanoma?

De entrada, el melanoma es uno de los tumores en humanos donde la susceptibilidad genética es más importante. Si hubiésemos nacido en el África subsahariana, nuestra piel estaría más protegida a estar expuesta al sol. Dicho esto, el principal factor ambiental es la exposición, sobre todo las quemadas en la infancia. Esto lo podemos modular, evitar este daño solar en la infancia. Pero también a lo largo de la vida el ADN de nuestras células de la piel se daña cuando lo exponemos al sol, y esto se repara pero nunca al 100%. Por lo tanto, vamos acumulando daños y esta es la principal causa de melanoma.

El principal factor ambiental para desarrollar melanoma es la exposición al sol, sobre todo las quemadas en la infancia

¿Ve a la población lo suficientemente concienciada para prevenir este tipo de cáncer?

Hay margen de mejora, pero hemos cambiado. Cada vez hay más gente que va a la playa a primera o última hora. Hacer actividad al aire libre es super saludable, pero debemos estar pendientes de la radiación ultravioleta. ¿Hay horas en las que es altamente perjudicial a pesar de la protección? Aquí hay estrategias como la ropa, los sombreros, las sombras naturales, y después está la crema, aunque a veces los dermatólogos parecemos vendedores de fotoprotectores. No son ideales, pero si hacemos actividades a horas de alta irradiación, obviamente son aliados para reducir muchísimo el daño solar. Eso sí, no lo reducen a cero.

La otra gran preocupación en su campo de trabajo son las pecas. ¿Cuándo se deben consultar?

De entrada, la gente que tiene muchas tiene más riesgo, con lo que debería consultarlo con su médico de familia o su dermatólogo al menos una vez para que valore si hay que hacer un seguimiento específico. A partir de ahí, es importante conocer nuestro cuerpo para saber qué pecas tenemos, revisarlas e identificar si alguna es absolutamente distinta, ya sea porque es nueva y crece o la teníamos antes y cambia. Si tiene un color no solo marrón, sino también negro, azul o rosa, también hay que mirarlo inmediatamente. Y por supuesto, cuando aparece una herida que se mantiene y que no se cura, que sangra, sobre todo en la cara, puede ser un carcinoma, que es hasta 300 veces más frecuente que un melanoma.

Por último, quiero recordar que el melanoma también puede aparecer en palmas y plantas y en las uñas. Estos son poco frecuentes, menos del 5% del total, pero muchas veces nos llegan tarde porque nos olvidamos de explicarlos. Si surgen manchas de más de siete milímetros en las palmas o las plantas, o líneas pigmentadas en las uñas que son como un código de barras, es motivo de consulta.