El veterano periodista cultural barcelonés publica ‘Misterio en el gótico’, obra con la que obtuvo el Premio de Novela Fernando Lara 2025
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La trayectoria de Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957) como periodista cultural comenzó en el lejano 1977, en los diarios El Noticiero Universal y El Correo Catalán, como encargado de las secciones de arte y literatura. Años después saltó a La Vanguardia, su hogar profesional desde entonces. Allí ha cubierto las informaciones culturales más importantes de las últimas tres décadas y actualmente coordina el suplemento cultural Cultura/s.
Es, por tanto, un profundo conocedor de la vida artística, social e intelectual de la ciudad, de la que dejan testimonio su amistad con celebridades como Terenci Moix. A esta pasión por la cultura suma el amor por la historia de su ciudad, que le ha llevado a escribir diversas novelas con el eje central de las calles de Barcelona, muchas veces en una tarea de reconstrucción del pasado, como sucede en Una heredera de Barcelona (Destino, 2010) que describe la ciudad en los años 1919-1923, o en Estaba en el aire (Destino, 2013), ambientada en la Barcelona de la década de los 60 y que obtuvo el Premio Nadal aquel año.
Ahora, este sabio formal y con aspecto de señor de orden, pero de pensamiento abierto y alejado de polarizaciones simplistas, regresa a las librerías con Misterio en el barrio Gótico (Planeta, 2025), una novela amena, entretenida, didáctica y en clave de misterio, donde el alter ego de Vila-Sanjuán, Víctor Balmoral, investiga ciertos sucesos inquietantes que suceden en este barrio de Ciutat Vella, núcleo duro del turismo cultural de Barcelona.
Misterio en el barrio Gótico es una novela que más parece una excusa para contarnos la fascinante historia del barrio Gótico, una especie de “gamificación” al estilo de las que realizan los guías turísticos. De hecho, usted presentó el libro a los periodistas haciéndoles un tour por la ciudad…
Yo quería hacer una novela de misterio que fuera atractiva para el gran público, pero que tuviera un trasfondo cultural e histórico, que son campos en los que yo me muevo bien por mi profesión y por mis estudios. En cierto momento me di cuenta de que el barrio Gótico daba mucho de sí; es un sitio al que yo había ido de pequeño con mi padre, que era historiador.
Luego, ya de mayor, en 2013, me hicieron miembro de la Real Academia de Buenas Letras, una institución que está en el Palacio Requesens, en pleno Gótico. En consecuencia, he vuelto a ir mucho por el barrio, lo cual me ha llevado a plantearme cómo contar la compleja historia del Gótico, por qué es como es este barrio medieval, uno de los más grandes y mejor conservados de Europa. Quise entonces escribir un ensayo sesudo, pero al final me di cuenta de que daba mucho más juego el formato de novela, porque te permite abordar un abanico más amplio de temas.
Respecto al protagonista de Misterio en el barrio Gótico, Víctor Balmoral, parece a todas luces una proyección literaria de Sergio Vila-Sanjuán.
Sí, el protagonista tiene cosas mías, tiene algunos gustos, algún tema menor de salud, aunque yo tengo la próstata mejor que él… [risas] Tiene, como yo, esta ocupación de periodista cultural y también una cosa que es bastante generacional: la preocupación por la jubilación, por el futuro y el recuerdo de los amigos que se han quedado por el camino. Un recuerdo que a veces puede ser muy fuerte.
También extiende una mirada que es muy mía hacia esa época, los años 80, que fueron años muy movidos y muy divertidos, pero que también tuvieron una cara B, porque fueron una época de excesos y hubo gente que también se quedó por el camino por ellos. En la novela, a través de Balmoral, he querido combinar estas vivencias, autobiográficas o de generación, con otras de épocas más lejanas. Y todo ello a base de enigmas y de aclarar episodios históricos del Gótico que habían quedado desdibujados en la memoria colectiva con el paso de los siglos.
En la novela sostiene que el Gótico es una especie de “fake arquitectónico”, un barrio con numerosas reconstrucciones nada fieles al original, trasposiciones de edificios y edificaciones neogóticas de finales del XIX.
Tanto como un fake es mucho decir, pero sí, en parte, es una fantasía medieval. Hay un hecho real y es que Barcelona tiene un pasado medieval muy fuerte, llegando a ser capital de la Corona de Aragón. La ciudad era entonces una capital mediterránea con una economía muy próspera y una dinastía propia y poderosa, la llamada Casa de Barcelona. De hecho la catedral de Barcelona, aunque tiene un inicio anterior, se hace fuerte en la época medieval. El Palacio Real Mayor de los Reyes de Aragón estaba allí. Hay una serie de palacios vecinos que también son de esa época.
Barcelona tiene un pasado medieval muy fuerte, llegando a ser capital de la Corona de Aragón, lo que explica que su barrio Gótico sea uno de los más grandes de Europa
Pero muchos de estos fueron sumiéndose en la decadencia y, desde finales del siglo XIX hasta prácticamente hasta 1960, hubo una campaña urbanística muy clara y muy decidida para intensificar el tono gótico de los edificios que se restauraban, en una clave que pusiera de manifiesto el tono medieval. Otros que no existían en la zona se trajeron por su aspecto gótico. Por ejemplo, la plaza de San Felipe Neri o la propia Plaza del Rey. Se trajeron edificios de otras partes de la ciudad, piedra a piedra, porque tenían fachadas medievales para que todo el conjunto respirara autenticidad.
En la misma catedral de Barcelona, la fachada se rehizo entera porque la que había era muy sosa y en 1880 el banquero Manuel Girona pagó una fachada en tono gótico maravillosa, que es la ves ahora y piensas: “Bueno, esto es de un pasado muy lejano”. Y luego hay cosas que realmente ya son fakes totales, porque si vas por la calle del Obispo y pasas por debajo del puente del Obispo, ese puente es de 1928.
Sergio Vila-Sanjuán durante la entrevista con elDiario.es
Fue encargado por el presidente de la Diputación, José María Milá, al arquitecto Joan Rubió. Y es que hubo una acción muy decidida de una serie de prohombres para que se restaurara el barrio en tono medievalizante, en especial por parte de un arquitecto hoy olvidado que se llamaba Adolfo Florensa y al que se deben la mitad de las restauraciones del barrio gótico, como es el caso del palacio Requesens.
O sea que el puente del Obispo es totalmente una fantasía gótica… Resulta que es uno de los puntos fuertes del recorrido turístico por la Barcelona medieval.
Es que está muy logrado, tiene ese aire entre romántico y gótico tan sugerente… Que conste que a mí me parecen muy bien la mayoría de estas recreaciones, algunas maravillosas como la de la Universidad, en la plaza del mismo nombre y que, aunque se sitúa en el ensanche, parece un edificio medieval único en el mundo. Pero es de 1882… No tiene nada de malo reconstruir y recrear si se hace con gracia. El Gótico le ha permitido a Barcelona conservar un aspecto que tienen muy pocas ciudades viejas en Europa.
La de medievalizar las ciudades es una tendencia que se dio, además de en Barcelona, en muchas otras ciudades como Múnich, en Baviera, Praga, Budapest o Gante, en Flandes. ¿Es una suerte de reafirmación del pasado de las naciones sin estado?
No lo veo así, pienso más bien que se debe a un impulso estético propio de una época de pujanza económica. De hecho, el gran estandarte de la medievalización es el arquitecto francés Emmanuel Violette Leduc, que es el autor de la reforma de Notre Dame de París y también del casco antiguo de Carcasona. ¡Las gárgolas góticas de Notre Dame no tienen nada de medievales!
En Barcelona la remedievalización arquitectónica del Gótico tiene que ver con la añoranza del poder medieval perdido, pero también obedece a un fenómeno muy común en el resto de Europa a finales del siglo XIX
En Bruselas, en la zona de la antigua Borgoña, también se restaura mucho; se hace lo que llaman “restauración en estilo,” que es intentar que una zona amplia de la ciudad tenga un tono uniforme, que recuerde un pasado que se considera brillante y muy propio. Entonces, esto en el caso de Barcelona, sí que tiene que ver en parte con la nostalgia del poderío del pasado medieval.
Pero también se da este fenómeno en las ciudades alemanas reconstruidas después de la Guerra mundial, que quedaron destrozadas por los bombardeos. Hay un deseo del ciudadano de encontrar el pasado antiguo, el pasado en el que las generaciones se van acumulando. Así que los alemanes, que habían tenido la opción de reconstruir en clave de arquitectura moderna de vidrio, hormigón y acero, deciden no hacerlo y reconstruir conforme a los planos que había de antes de la guerra: recrear esos municipios medievales, que además eran de una gran belleza. Como ves, se trata de un fenómeno bastante europeo.
Llama la atención en Barcelona los pocos edificios renacentistas y barrocos que existen.
Se debe a que la Corte se marcha de la ciudad cuando llega la dinastía Trastámara. La dinastía condal, la Casa de Barcelona, dura hasta la muerte de Martín el Humano, en 1412. Al pasar el trono a un sobrino de Martín, que era de la casa Trastámara, el poder de la ciudad comienza a decaer y pasa a Valencia, la otra gran capital del reino de Aragón. Alfonso el Magnánimo, que es un gran rey de Aragón, establece su corte en Valencia.
Y luego, cuando llega la línea dinástica a Fernando el Católico, entonces la corte se transforma en trashumante y va pasando por distintas ciudades de España. Sin embargo, hay un momento posterior muy importante para Barcelona, que es cuando, como cuento en la novela, Carlos I de España pasa dos años en Barcelona y convoca en la ciudad la reunión del Toisón de Oro, que era como el G7 de la época. Esto ocurre en la catedral de Barcelona y para el evento se construye la famosa sillería de la catedral, que aún hoy es una de las grandes atracciones.
Volviendo a la novela, uno de los personajes, la alcaldesa, recuerda mucho a Ada Colau, y además en tono muy positivo. ¿Ha existido incomprensión general hacia ella y su gestión, en la que nunca tuvo el viento a favor?
Conozco a Ada Colau poco, pero la conozco: la he tratado en algunas ocasiones. Me parece una mujer culta y eso lo tiene en común con el personaje de la novela. Sé que es buena lectora. Respecto de su mandato, hay cosas que me gustan, como por ejemplo las supermanzanas y las islas verdes. Otras no me gustan tanto. Pero creo que aunque fue muy criticada aportó cosas positivas. Primero, el hecho de ser la primera mujer alcaldesa de la ciudad. Y segundo, el no venir de los grupos políticos clásicos. Creo que aportó una mirada fresca, posiblemente con muchos errores, pero es que nunca es fácil gobernar una gran ciudad.
Aunque ha sido muy criticada, Ada Colau aportó cosas positivas, como el hecho de ser la primera mujer alcaldesa de la ciudad y el no venir de los grupos políticos clásicos
Otro personaje es una presidenta de la Generalitat de ultraderecha, estilo Sílvia Orriols. ¿Le preocupa que algún día lleguen los nacionalistas al Govern?
En una novela juegas con fantasmas, con cosas que te preocupan, no con cosas reales. Igual que hablo mucho de la jubilación sin que yo me quiera jubilar, porque preocupa a mucha gente de mi generación, hablo también de la extrema derecha. En este caso, pensé que era plausible que enfrente del Ayuntamiento, donde hay una alcaldesa de izquierdas y antisistema, hubiera una populista de ultraderecha y nacionalista fundamentalista. Lógicamente, no me gustaría que eso ocurriera, pero puede pasar. Quizá al meterlo en la novela exorcizo ese miedo.
La novela se ha descrito como una crítica a la turistificación. El turismo en Barcelona va camino de batir un nuevo récord, atraído entre otras cosas por el Gótico. ¿Tiene remedio esta crecida?
El gótico es una gran atracción, cuando yo era pequeño ya lo era, pero para un turismo muy incipiente, porque hasta el 92 a Barcelona venían sobre todo visitantes profesionales, de ferias. Porcioles —alcalde durante el “desarrollismo” franquista— vendía la ciudad como un espacio para ferias y congresos. Es a partir de los juegos olímpicos, y sobre todo tres o cuatro años más tarde, que la curva se invierte y empieza a llegar turismo masivo vacacional, de cruceros, etcétera.
Creo que tendría que haber una ley de usos turísticos pensada para los próximos 20 años y pactada entre el Estado, las comunidades autónomas y las grandes metrópolis, que son las que más lo están sufriendo
Por lo tanto, el turismo de masas aquí es un fenómeno relativamente nuevo comparado con otras ciudades que sí que lo han sufrido desde hace mucho tiempo, como Venecia, París, Roma o Londres. Pienso que en Barcelona estamos intentando todavía adecuarnos a ello. Dicho esto, está claro que plantea un problema importante, pero que también ha comportado muchos beneficios. Yo creo que es difícil pensar cómo hubiera superado Barcelona las dos crisis económicas fuertes de los últimos 20 años sin el turismo.
El turismo ha traído muchos ingresos, ha dado muchos puestos de trabajo, motivos entre otros por los que yo no me considero turismofóbico. Pero sí entiendo que el tema del turismo en estos momentos está un tanto descontrolado y me parece que tendría que haber una planificación, una ley de usos turísticos, pero pensada para los próximos 20 años y pactada entre el Estado, las comunidades autónomas y las grandes metrópolis, que son las que más lo están sufriendo.
En uno de los pasajes de la novela critica la extracción de las pinturas del Saló de Sant Jordi, en el Palau de la Generalitat, para devolverle su antiguo aspecto renacentista. Se trataba de pinturas encargadas por Milá para la exposición del 29, en la línea del pensamiento imperialista y colonialista de Primo de Rivera…
Es cierto que algunas de ellas eran colonialistas y que la calidad de la mayoría era pobre. Aun así, lo que critico es que lo que quiso borrar, a mi juicio, la Generalitat, fue la parte que ensalzaba la contribución catalana en la historia de España, que fue mucho más importante de lo que se quiere revelar. Yo no las hubiera tocado, porque todos los museos e instituciones de Europa tienen pinturas históricas que corresponden a un momento determinado.
Lo que hay que hacer es explicar por qué se pintaron. Evidentemente, son pinturas demodés y muy pomposas, pero lo que cuentan es que Carlos I estuvo en Barcelona dos años, que el segundo de a bordo de don Juan de Austria en Lepanto era catalán, que Cataluña tuvo un peso muy fuerte en la Guerra de la Independencia, etc. Digamos entonces, de alguna forma, que Cataluña ha estado muy integrada en la evolución de lo que eran los reinos españoles y luego el Estado español. Eso es lo que explicaban esas pinturas.