Hay quien los viste, los arropa y pasea por puro entretenimiento, pero también hay quien usa estos muñecos hiperrealistas para sanar en casos de duelo perinatal o ante la imposibilidad de ser madres, algo cada vez más visible en las redes: «Si pierdes algo, no puedes sustituirlo por un objeto»
Cada cuánto deberías llamar a tu hijo, según dos psicólogos: “Hay que saber pararse en el punto exacto para no invadir”
Una mujer sube un vídeo de su bebé comiendo su primera pizza o cómo reacciona en su primera visita a la nieve. Otra graba su visita al hospital porque está con fiebre, mientras que otro perfil en TikTok enseña la rutina de baño de su recién nacido. No llamaría la atención, ni generaría cientos de comentarios si no fuera porque a lo que llaman “sus bebés” son, en realidad, muñecos. Muñecos reborn.
Los reborn son muñecos hiperrealistas que replican hasta las venitas en la piel o su textura y peso. No son nada nuevo: se crearon en los años 90 en Estados Unidos y pronto empezaron a comercializarse en un primigenio eBay entre una comunidad entregada a lo que consideran un arte.
Desde entonces, su sofisticación ha ido avanzando a la vez que lo han hecho sus ventas. Ya hay modelos construidos con Inteligencia Artificial que replican los rasgos de sus padres/compradores. Hay quien los viste, los arropa o los pasea por puro entretenimiento o afán de coleccionismo. Pero hay también quien los usa para sanar en casos de duelo perinatal o ante la imposibilidad de ser madres, un uso que cada vez es más visible en las redes sociales y que últimamente es motivo de polémica, como el caso de la pareja de Marbella que dice haber sanado el duelo por no poder ser padres con “Batmancito”, un muñeco de 4.300 dólares que presentaron en el programa Y ahora Sonsoles (Antena 3).
Pero, ¿es realmente terapéutico superar un trauma con un muñeco?
“No hay evidencia científica ni estudios validados que digan que su uso terapéutico tenga beneficios”, explica Úrsula Perona, psicóloga sanitaria, quien considera que más que sanar, anestesian. “Son una forma de huir del dolor, de postergar lo inevitable. Si pierdes algo, no puedes sustituirlo por un objeto. Eso convierte el duelo en algo patológico. El proceso se bloquea y el dolor no desaparece, solo cambia de forma y puede provocar ansiedad, aislamiento, problemas de pareja o familiares”.
Ella misma lo ha visto en su consulta, por la que han pasado mujeres aferradas a estos muñecos tras pérdidas perinatales o infertilidad, incapaces de superar la imposibilidad de ser madres. “Se sitúan en una realidad que no existe”, afirma. “Y la sociedad lo juzga. He tenido pacientes que no salían de casa porque la gente se reía de ellas y eso obviamente está provocando problemas en tus relaciones personales”.
No hay evidencia científica ni estudios validados que digan que su uso terapéutico tenga beneficios
Pero no es solo la mirada ajena, es el limbo emocional en el que se entra cuando se empieza a vivir en una dimensión ficticia. “Reproducir conductas de maternidad con un objeto inanimado no es transitar la pérdida. Es quedarse en un lugar que no existe. No hay integración de la pérdida, no hay aceptación. Es vivir en una fantasía”, explica también Diana Sánchez, psicóloga perinatal especializada en duelo. “En casos de duelo, la sustitución no suele funcionar: cuando pierdes un hijo o una pareja, lo que tienes que hacer es ese duelo, la pena, la rabia, la ira… eso es lo sano, no sustituirlo por otra cosa”.
Mónica Moreno, psicóloga también experta en duelo y apego y cofundadora de CORE Psicólogos, solo le ve utilidad en esos casos cuando se utiliza el muñeco como facilitador para expresar esos sentimientos bloqueados. “En el tránsito de un duelo puede servir como la técnica de la silla vacía: para ayudar a elaborar esas despedidas y dejar ir”. Hay personas, dice, a las que les cuesta mucho despedirse sin un objeto. Y el muñeco puede ser el que nos conecte con ese rol de madre, con la ternura de un bebé. “O incluso también con heridas de infancia puedo necesitar de un bebé para poder reconciliar esa parte”, explica. Aun así, considera que cuanto más realista es el muñeco, más contraproducente es su uso, ya que puede provocar un “anclaje” a ese objeto material.
“Hay que ver hasta qué punto es un facilitador para despedir o es simplemente un escudo que hace que la persona no vea la realidad, que no conecte con el hecho de que no va a poder ser madre o padre”, añade. Además, esta fantasía puede llegar a paralizar al paciente en un eje temporal que convierta el apego en patológico. “Si yo tengo un bebé, ese hijo va evolucionando y se va desarrollando, pero el reborn siempre va a ser un bebé, durante años, y se acaba sosteniendo esa irrealidad en el tiempo, sin avanzar. Y eso tampoco es una experiencia genuina de una maternidad, porque ser madre también pasa por las etapas de la infancia, la adolescencia…”, explica Moreno.
Reproducir conductas de maternidad con un objeto inanimado no es transitar la pérdida. Es quedarse en un lugar que no existe
Para la psicóloga, además, el uso de estos muñecos tiene el peligro de dulcificar una experiencia vital, la maternidad, que a menudo no es precisamente un camino de rosas. “Si la maternidad ya está idealizada, imagínate con estos bebés que se hacen con IA, que son tan bonitos y tan ultraguapos. A veces la realidad no es tan perfecta: no van a tener sarampión, no van a pasar por la UCI o van a nacer con una deformidad, como puede que sí te pase en la vida real”.
Además, este tipo de mecanismos como forma de superación del trauma “limitan la capacidad cognitiva”. “En la vida ante un problema tenemos que ser capaces de generar distintas soluciones, no quedarnos solo con una. Aquí no podemos crear, no imaginamos una imagen de uno mismo que no sea esa con un bebé”, añade.
Solo hay un caso terapéutico en el que, coinciden las tres psicólogas, un muñeco reborn puede ser una herramienta útil en terapia: en los casos de demencia o Alzheimer. “Puede ser un facilitador, igual que se hace con terapia asistidas con animales. En ciertas neurodivergencias es importante estimular áreas del placer para mantenerlo activo, y se ha demostrado que en personas con Alzheimer, el hecho de que sientan ternura, placer, empatía… les ayuda a tener un mejor pronóstico. En estos casos el muñeco es un facilitador, pero porque el objetivo no es tener un bebé, sino que pueda sentir que es capaz de hacer algo, que es útil, que puede cuidar. Ahí el muñeco es un medio, no un fin, esa es la diferencia”.
En el tránsito de un duelo puede servir como la técnica de la silla vacía: para ayudar a elaborar esas despedidas y dejar ir
Un mercado en auge
Se calcula que el mercado de los muñecos reborn generará este año unas ventas de 250 millones de dólares en todo el mundo, especialmente en Norteamérica y Europa. La proyección es de un crecimiento del 7% interanual, según datos de la consultora Market Report Analytics, hasta alcanzar los 400 millones en 2033.
Las redes sociales han ayudado a aumentar la comunidad de interesados por los bebés reborn, y también a popularizarlos como opción terapéutica. De hecho, en Brasil, desde hace unos meses el tema es motivo de debate en la opinión pública, después de que una mujer denunciase a su empresa por negarle un permiso de maternidad para cuidar a su reborn. El tema ha saltado hasta el ámbito legislativo con numerosas propuestas de partidos políticos. Hasta un concejal de Río de Janeiro ha presentado una propuesta para que la ciudad considere el 4 de septiembre como el día de las cigüeñas, el nombre que reciben quienes fabrican estos muñecos.
“Ahora si alguien dice que algo le funciona en redes, tiene mucha más visibilidad. Y a más visibilidad es más fácil que más personas lo hagan por imitación”, considera Sánchez, quien apunta como otro de los motivos del aumento de uso de estos muñecos los problemas para manejar la frustración en la sociedad actual. “Cada vez estamos más acostumbrados a que si queremos algo lo tenemos, a la inmediatez… pero a veces en la vida no podemos tenerlo todo. Hay que aprender a que a veces hay que renunciar a nuestros deseos y expectativas”.
“No es que sean generaciones más frágiles, pero es verdad que a veces la sobreprotección no ha ayudado a generar resiliencia, a aceptar el dolor y la pérdida. Tratamos de prevenir el sufrimiento de nuestros hijos, de evitarles supuestos traumas, controlamos y supervisamos lo que hacen… y eso puede ser un factor”, añade Perona. “Y también porque es un recurso fácil y es una forma de que las personas que no tengan recursos emocionales, lo busquen como una salida”.