Estos jóvenes han vuelto a la isla después de estudiar fuera con empleos diferentes al monocultivo turístico. Jèssica, que trabaja como escritora, reconoce que «si no tienes un cojín mínimo, es muy difícil»
La crisis de la vivienda desmantela la hostelería y los servicios básicos en Balears
Jèssica se marchó de Eivissa con 19 años y, 9 años después, ha vuelto a su isla natal. Cambió São Paulo por Sant Joan de Labritja, que no llega a los 7.000 habitantes. “Fue un cambio muy fuerte. Creo que el hecho de haber residido en ciudades tan grandes hace que valore mucho más cosas como vivir en el campo, ayudar en el huerto… Y no ser tan dependiente de toda la maquinaria capitalista y consumista que mueve las ciudades”, argumenta.
Trabajar en la cultura y ser autónoma en un lugar turístico y caro como Eivissa es juego de equilibrios complicado. “Hay vida más allá del turismo si tienes un lugar donde vivir”, puntualiza Jèssica. “Si no tienes un cojín mínimo es muy difícil, y te lo tienes que currar mucho, pero si tienes las posibilidades que te permitan vivir aquí, hay un ocio muy rico, diferente al que se ofrece al turista”, insiste. Como ella, otros jóvenes isleños, como Dihue y Sara, han dado el paso de volver a los orígenes fuera del monocultivo turístico.
Jèssica se marchó a estudiar Filología Catalana a la Universitat de Barcelona (UB) en 2011. “Quería construir vínculos en un lugar en el que realmente quería estar, lo cual no me ocurría en Barcelona o São Paulo. Sentía que estaba de paso. Este sentimiento era muy fuerte: el de dejar de dedicar energía a lugares en los que no me quería quedar”, comenta la mujer, que ahora se gana la vida gracias a sus textos literarios.
“Desde pequeña siempre me había gustado mucho leer y escribir”, cuenta la joven. Su hermana mayor había estudiado Filología Inglesa y pensó que a ella también le podría gustar, pero que, al final, su lengua es la catalana, por lo que prefirió esa opción. Después de la carrera, estudió un máster de educación en catalán para personas adultas. Era el año 2016, y en, ese momento, tenía dudas sobre cuál era el siguiente paso a seguir. Atraída por la idea de enseñar catalán en otros lugares del mundo, consiguió una plaza —de cuatro años— en la Universidad de São Paulo a través de un programa (lectorado).
Esa experiencia duró desde el 2017 —allá los cursos empiezan en febrero— hasta finales del 2020, en medio de la pandemia global de coronavirus. Después de su experiencia en Brasil se marchó a Montevideo (Uruguay), donde conoció a su actual pareja, Diego, con quien mantiene proyectos personales y profesionales. “Decidí irme a un lugar tranquilo, donde parecía que el mundo no iba a terminar todavía”, explica irónicamente. Cuando llegó la COVID-19, lo que más le preocupaba no era tanto la distancia como el hecho de vivir en una ciudad que supera los 22 millones de habitantes, si tenemos en cuenta el área metropolitana de São Paulo.
Jèssica, autora de dos poemarios, en el estudio de su casa.
La joven combina la escritura con un espectáculo de poesía escénica y música excéntrica.
“Me daba mucha impresión la dependencia que hay en una ciudad tan grande”. En su segundo año, recuerda que hubo una huelga muy importante por parte de los camioneros. Después de una semana, en los supermercados faltaban algunos productos de primera necesidad y en las gasolineras había unas colas inmensas. “Vivir en una ciudad así te convierte en súper dependiente”, pensó. Esta situación contrastaba totalmente con la que vivía su familia, que reside en el campo y tiene terreno para sembrar de todo. Con este contexto, Jéssica decide volver a Eivissa. “No fue solo por la COVID, sino porque esa etapa, con el final del trabajo, se terminaba”, pese a que reconoce que “estaba muy bien allí”. No obstante, una parte de ella siempre se había sentido atraída por la idea de volver.
Creo que el hecho de haber vivido en ciudades tan grandes hace que valore mucho más cosas como vivir en el campo, ayudar en el huerto… Y no ser tan dependiente de toda la maquinaria capitalista y consumista que mueve las ciudades
Pese a todo, cuando volvió, tampoco se podían hacer grandes cosas, debido a la situación de confinamiento. “Como todo estaba parado tampoco tenía la sensación de que me estuviera ‘perdiendo’ algo”, explica, ya que no había eventos sociales ni culturales. Tal vez lo que más le costó fue el hecho de que sus amigos viven fuera de la isla, por lo que solo pueden verse de vez en cuando. “Tuve esta sensación de volver a empezar”, reconoce, lo cual es mucho más difícil en la adultez. “También es más fácil empezar de nuevo cuando nadie te conoce, como me pasaba fuera, aquí salgo a la calle y la mitad de la gente sabe quién soy”, explica.
Jèssica, desde pequeña, estuvo enganchada a los libros.
Volver a casa para construir “vínculos duraderos”
Entre el último año de São Paulo, hasta ahora, Jèssica empezó su producción literaria. Ha escrito los poemarios Som Aquí (2022), que obtuvo el premio Francesc Garriga —convocado anualmente por LaBreu Edicions, Edicions del Buc, AdiA Edicions y Cafè Central— y Fissures (Editorial Fonoll 2023). En su último año en Brasil, empezó a recoger textos que había escrito en años anteriores, a partir de los cuales publicó Fissures. “Fue una manera muy bonita de cerrar una etapa y retomar la escritura, que había dejado un poco de lado”, recuerda.
Al volver, sin embargo, compaginó estos trabajos con clases de catalán para personas adultas, que dio durante un año y medio. Al segundo año lo dejó para centrarse más en la escritura y la poesía. En ese momento, decide estudiar el máster oficial que habilita para ejercer la docencia en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), Bachillerato, Formación Profesional y Escuelas Oficiales de Idiomas.
Jèssica cuenta que hizo prácticas y dio clases en un instituto con alumnado de 1º y 2º de la ESO, pero que pese a que le gusta enseñar, la profesión exige muchas horas de trabajo fuera del horario en el centro. Y esa realidad laboral era incompatible con la idea de emprender otros proyectos. A partir de aquí, empezó a construir un camino más centrado en la escritura. Además, creó el espectáculo de Les Honorables Virtuts Il·lògiques, junto a su pareja, que “combina música excéntrica con poesía escénica”. Han actuado en todo el territorio balear y en ciudades como Santiago, Barcelona, Cardiff y Londres.
Hay vida más allá del turismo si tienes un lugar donde vivir
Dihue, como Jèssica, se formó en Barcelona. Tenía claro que quería estudiar artes aunque sus profesores le recomendaban las ciencias. Finalmente, decidió estudiar Diseño en EINA (Centro Universitario de Diseño y Arte), carrera que combina ambas disciplinas. Empezó a aplicar los conocimientos aprendidos en varios trabajos, desde grandes multinacionales hasta pequeños estudios de diseño e incluso como freelance. Sin embargo, a él le interesaba el medio ambiente y la sostenibilidad, y sus ideas no terminan de encajar en estos trabajos.
Estando allí, empieza a trabajar como diseñador gráfico en el Fab Lab, un centro de investigación que cuenta con maquinaria industrial como cortadoras láser, fresadoras, herramientas paramétricas, moldes, y otros elementos que le han permitido desarrollar su proyecto actual. “Ahí descubrí cómo recuperar la industria localmente, cómo fabricar a pequeña escala, desde lo local”, explica. A través de una oportunidad laboral en el centro, que aportaba la maquinaria, aprendió a crear proyectos con técnicas de fabricación y biomateriales locales.
Dihue muestra un posavasos diseñado por él.
El residuo como material de producción
Así fue cómo surgió su idea de trabajar con el café. Concretamente, con las cascarillas —el residuo tostado— que encontró en una cafetería de especialidad, enfrente del lugar en el que trabajaba. “Les propuse hacer un papel artesanal con su residuo y crear una colección de ilustraciones”, explica. Fue un proceso autodidáctico, ya que nadie, según cuenta, le había explicado cómo hacer papel. “Me encontré con este residuo, vi que era una fibra, y me pregunté qué se puede hacer con fibras. Reflexioné y entendí que las fibras tienen una propiedad natural: se entrelazan, lo que les da resistencia y flexibilidad”, asegura. Los trabajos que salieron de ese laboratorio de ideas fueron presentados en exposiciones de distintas ciudades europeas, como Austria, Bruselas o Luxemburgo.
Después de esta experiencia, tras la pandemia, Dihue vuelve a Eivissa junto a su pareja, donde ha desarrollado un proyecto de diseño circular centrado en revalorizar los residuos del café mediante la creación de materiales y productos sostenibles y “de alto valor añadido”. A partir de subproductos del café como la cascarilla, los posos y otras partículas, ha creado tres materiales principales: papel, biocuero y un compuesto rígido que ha llamado Coffee Magma. Estos materiales permiten fabricar desde objetos de uso cotidiano (como bandejas o bases para carteles) hasta piezas de diseño artístico (como lámparas), que se adaptan a las necesidades del sector de la hostelería, restauración y cafeterías locales.
Dihue ha vuelto a Eivissa junto a su pareja, donde ha desarrollado un proyecto de diseño circular centrado en revalorizar los residuos del café mediante la creación de materiales y productos sostenibles y ‘de alto valor añadido’
Dihue, mientras diseña uno de sus productos.
“El proyecto se basa en la filosofía de lo que llamo la alquimia circular, es decir, transformar lo que no tiene valor (residuos) en productos útiles, estéticos y funcionales”, afirma. En otras palabras: se trata de cerrar el círculo, es decir, que el residuo pueda ser reutilizado. “Ya tenía como una cajita clara: productos para cafeterías o para hostelería, y con los ingredientes del café. Pero, en el fondo, todo esto forma parte de una investigación más amplia, en la que tú, al final, tienes una fibra y puedes hacer papel. Luego, con otra partícula —que son los posos del café— puedes hacer otros ingredientes, como un biocuero”, explica.
Reutilizar esta materia orgánica, recuerda Dihue, ayuda a reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera. “Las toneladas de residuos orgánicos que no se recuperan, acaban en el vertedero, y liberan metano. El equivalente en emisiones de dióxido de carbono es 11 veces mayor”. Esta forma de diseño y fabricación local permite, además, recuperar parte de la capacidad productiva. “Hemos perdido esa capacidad porque todo se ha externalizado a Asia”, lamenta.
Dihue fabrica papel a partir de residuos de café.
El principal obstáculo: los alquileres
Sara siempre ha querido ser veterinaria por su amor por los animales. Desde pequeña ha estado en contacto con ellos y con ocho años tuvo a su primera perra en casa. Se fue a estudiar la carrera a Valencia, donde vivió cinco años. Volvió a Eivissa para trabajar un verano en la hostelería, pero, al terminar, se fue cuatro meses a Irlanda, gracias a una beca Erasmus que le permitía hacer prácticas, en lugar de cursar asignaturas teóricas.
“Lo hice después de la carrera porque si hubiera decidido hacerlo antes hubiera perdido asignaturas”, explica. Tras esta experiencia, empezó a trabajar en una clínica veterinaria en la isla, donde solo trata a perros y gatos. “Hay otros animales que me gustan mucho, como los caballos, pero no como para ser la veterinaria de esos animales”, apostilla. Sara, en realidad, quería quedarse en Irlanda, pero volvió a Eivissa por razones personales. “No tenía intención de volver tan pronto”, añade.
Sara, en consulta, con uno de los gatos que atiende
Sara carga suero para atender a uno de los gatos
Seis años después de su vuelta, no descarta marcharse otra vez. Buena parte de sus amigas viven fuera de Eivissa. El otro problema —sistémico y general, si no cuentas con patrimonio familiar, como apuntaba Jèssica— es el de la vivienda. “Estuvimos casi un año buscando piso: nos mudamos el 1 de enero de 2020”, recuerda. El alquiler de esa casa, ahora, se lo paga ella sola. Si no fuera porque cobra bien no se lo podría pagar. “Y aún así voy con el agua hasta el cuello”, lamenta. “Si tengo que dejar esta casa, me planteo dejar Ibiza”. Dihue tiene el mismo problema que Sara, aunque, en su caso, volvió a Eivissa para establecerse y construir un proyecto de vida duradero. Antes de lanzar su actual proyecto, tuvo que buscar trabajo y casa, lo cual fue un proceso lento. “Es muy difícil. Se te va el sueldo en la casa, básicamente”, lamenta.