Aterrizado el pontífice a la residencia estival vaticana, los movimientos ultras presionan con el juicio por abusos al artista Rupnik, la apelación del condenado cardenal Becciu y sus peticiones para acabar con las bendiciones a parejas gays y recuperar las misas en latín
El obispo de Barbastro pide al Vaticano que tome el control definitivo de Torreciudad y excluya al Opus Dei
Este martes, León XIV cumplió dos meses como Papa, tras un cónclave exprés que eligió al sucesor de Francisco. A lo largo de este tiempo, el primer Papa norteamericano de la historia ha reivindicado en más de una ocasión el modelo propuesto por Bergoglio, pero con un acento propio, con más cuidado por la liturgia y tratando de fomentar la unidad a toda costa en una Iglesia que los grupos ultra católicos amenazaban con un cisma.
Y es que los mismos que, pocos días antes de su elección, acusaban falsamente a Prevost de encubrir casos de abusos, tratan ahora de marcar el paso al nuevo pontificado, resucitando algunos de los fantasmas que persiguieron a Francisco en sus últimos momentos como Papa. Mientras León XIV ha regresado a Castel Gandolfo para pasar un par de semanas de descanso activo –Francisco no fue nunca de vacaciones a la posesión vaticana de verano–, los movimientos de los sectores más a la derecha del Vaticano tratan de retomar algunos de los puntos que parecían cerrados por Bergoglio: la lacra de los abusos, las condenas al cardenal Becciu, el fin de las misas en latín o las bendiciones a las parejas gays.
La reunión de Leon XIV con los responsables del Opus.
En esa lista está la supuesta presentación por parte del Opus Dei, de una propuesta de estatutos de la prelatura, la misma que meses atrás tumbó Francisco. El ejemplo de la Obra resulta paradigmático para comprender los movimientos de algunos sectores, que creen que la llegada del nuevo Papa supone un borrón y cuenta nueva para la Iglesia. “Actúan como si Francisco no hubiera existido nunca, y no conocen a Prevost”, apunta, en conversación con el Diario.es, un estrecho colaborador del Pontífice.
En todo caso, las presiones comenzaron poco después del inicio del Papado de León XIV, y junto al futuro del Opus vinieron con la publicación de un supuesto informe que decía desvelar cómo Francisco desdeñó las peticiones de muchos obispos para evitar las restricciones a las misas en latín.
Un informe que el portavoz de la Santa Sede, Matteo Bruni, calificó de “reconstrucción muy parcial e incompleta del proceso de toma de decisiones”. La filtración, proveniente de sectores tradicionalistas de la Curia, tiene como objetivo presionar a León XIV para que revierta la decisión de su antecesor.
Las misas bajo el rito preconciliar son uno de los caballos de batalla que utilizaron los más conservadores para amagar con un cisma en la Iglesia. Las “divisiones litúrgicas”, que es como llaman a las trabas a las misas en latín, con mujeres y hombres separados y de espaldas al pueblo, se tomaron, precisamente, tras la petición de obispos de todo el mundo, que respondieron a una encuesta del Vaticano, preocupado por el ascenso de un modelo de Iglesia tradicionalista, que estaba poniendo frenos a las reformas de Francisco con la excusa del regreso a la liturgia tradicional de la Iglesia.
Según Francisco, detrás de esas peticiones de poder volver al latín había una estrategia “para ampliar las diferencias, reforzar las divergencias y fomentar desacuerdos que hieren a la iglesia, obstaculizan su camino y la exponen al peligro de la división”.
Marko Rupnik, sj.
Otro de los grandes mantras de los anti Francisco (los mismos que, por otro lado, en cuanto falleció Bergoglio retomaron prácticas prohibidas, como las emisiones por Youtube de los sacerdotes ultras que pidieron la muerte del Papa, sin que nadie haya hecho nada por impedirlo) está en la supuesta doble vara de medir del Papa argentino respecto a la pederastia.
Así, mientras lamentaban la “persecución” de curas abusadores, acusaban a Francisco de no querer juzgar al jesuita Marco Rupnik, acusado de abusos sexuales y espirituales a varias religiosas. La realidad es que tanto Roma como los jesuitas expulsaron al artista esloveno, cuyo juicio está a punto de iniciarse. De hecho, la pasada semana, el prefecto de Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Tucho Fernández, considerado la mano derecha de Francisco, anunció tras reunirse con Prevost que “se ha constituido el tribunal para el proceso canónico” contra el religioso.
Fernández informó a los medios que el tribunal “está formado por jueces independientes y ajenos al dicasterio”, para desechar cualquier sombra de duda respecto a la imparcialidad del proceso contra el artista esloveno. “La idea es que, en la medida de lo posible, se disipe la ida de que el dicasterio o la Santa Sede tienen algún interés en el caso, y para evitar presiones”, recalcó el purpurado argentino, quien insistió en que se ha elegido a personas “que no dan lugar a ninguna sospecha”.
Otro de los grandes lastres arrastrados desde el pontificado de Francisco hacia León XIV es el de la situación de Angelo Becciu. El cardenal italiano –condenado por los tribunales vaticanos a cinco años y medio de prisión por malversación de fondos del Óbolo de San Pedro– trató por todos los medios de participar en el cónclave que escogio a Prevost. Tras la elección, Becciu se reunió con León XIV para pedir al nuevo Papa qie revocara la sentencia o, en su caso, facilitara una amnistía para el purpurado, algo a lo que se negó el pontífice. Tras esto, Becciu se lanzó al ataque, presentando una denuncia ante la Fiscalía de Roma en la que plantea un supuesto complot urdido contra él, que habría culminado en la condena impuesta en diciembre de 2023. La apelación a su caso, por cierto, se celebrará el 22 de septiembre.
Imagen del cardenal Angelo Becciu.
En la denuncia, Becciu habla de una serie de supuestas maniobras orquestadas por Francesca Chaouqui (la economista condenada por las filtraciones de documentos en el llamado ‘Vatileaks III’), para influir en las investigaciones que acabaron con su condena. Según el escrito remitido a la Fiscalía, Chaouqui, habría urdido un plan para lograr la condena del purpurado sardo, y que consistiría en “manipular” a los principales testigos de la acusación contra él.
Para rematar, la ultraderecha católica sigue empujando sobre el colectivo LGTBI+. En plena celebración del mes del Orgullo, surgió el bulo intraeclesial de que León XIV tenía pensado cancelar la declaración Fiducia Supplicans, que permite las bendiciones (no litúrgicas, sino pastorales) para parejas homosexuales o que vivían “en situación irregular” (no casados por la Iglesia). El mismo Tucho Fernández tuvo que salir al paso para asegurar que “no hay vuelta atrás” respecto a esta cuestión. Así, los homosexuales podrán seguir recibiendo la bendición de la Iglesia, en una cuestión en la que no se prevén cambios y que en su día fue uno de los últimos caballos de batalla de los grupos más ultras para socavar el pontificado de Francisco. Unos grupos que, pese a los continuos reveses a sus tesis, seguirá intentando influir en los primeros meses de pontificado de un León XIV que, a buen seguro, utilizará este verano para trazar las bases de su mandato. Que, pese a los ultras, se atisba de más continuidad que ruptura con el de Francisco.
Toda la información en www.religiondigital.org