La exposición solar es el principal factor de riesgo evitable relacionado con el cáncer de piel, incluido el melanoma, cuya incidencia ha crecido en los últimos años: «Para minimizar la probabilidad de tener cáncer de pulmón lo que tienes que hacer es no fumar, pues igual con el sol»
«Antes de los 20 años recibimos gran parte de la radiación solar de toda nuestra vida”
Empiezan las vacaciones de verano y, con ellas, el bombardeo anual de consejos sobre cómo exponerse al sol para tener un bronceado “intenso y duradero” o trucos para “ponerte moreno más rápido”. Los dermatólogos afilan las espadas para combatir, un año más, el “mensaje cosmético”. “Como se considera sinónimo de belleza, poner sobre la mesa un mensaje médico frente a esto cuesta mucho y no llega todo lo que se necesita”, lamenta Ángela Flórez, coordinadora nacional de la campaña Euromelanoma de la Fundación Piel Sana de la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV).
Broncearse “no es saludable en ningún caso”, recalcan varias expertas consultadas por elDiario.es. No es signo de salud, sino “una señal de daño en el ADN de nuestras células cutáneas”, explica Eva Muñoz Couselo, oncóloga en el Hospital Vall D’Hebron y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Es decir, la piel se broncea como un mecanismo de defensa frente a la radiación ultravioleta. Cuando los rayos penetran en la epidermis, se activan los melanocitos, células especializadas que producen un pigmento llamado melanina que da el color a la piel y que actúan como un escudo. Esta melanina “absorbe y dispersa la radiación UV, reduciendo el daño al ADN”, señala la doctora que pide revisar el “concepto cultural” que lo asocia con la belleza y el bienestar.
Las personas con piel más clara tienen menos melanina y se queman con más facilidad; las pieles más oscuras, sin embargo, producen más de este pigmento, lo que les da una mayor capacidad para broncearse. Los problemas aparecen cuando los daños superan la capacidad del organismo para repararlos. Cuando las mutaciones provocan que los melanocitos pierdan el control. Si nuestro propio cuerpo no es capaz de detectar estos fallos para cortarlos, aparece el cáncer de piel, incluido el melanoma.
La paradoja de la protección solar
El fotoprotector es una pieza fundamental para defendernos, pero no es la única: hay que echar mano del sombrero, de las gafas de sol, de la ropa… Además puede generar una “engañosa sensación de seguridad”. Un artículo publicado en la revista Cancers lo llamó “la paradoja de la protección solar” y avisó de que su uso “está correlacionado con el aumento de la exposición al sol”.
Pese a que ha mejorado la conciencia sobre los riesgos, “todavía hay una parte de la población que minimiza los riesgos del sol, que cree que ”solo se quemó una vez“ o que ”con crema se puede estar todo el día al sol sin problema“. También persisten mitos como que el sol mejora el acné o que ”broncearse poco a poco“ es seguro”, advierte Muñoz Couselo.
La crema fotoprotectora permite “exponerse de manera más saludable” pero no abre una vía libre para estar horas y horas al sol sin consecuencias, remata Flórez. Lo recomendable es reponerla cada dos horas –y también después de cada baño o si hemos sudado mucho–, incluso si está nublado, y que sea de protección 50. Además, en el tramo central del día, entre las 12 y las 16 horas, es mejor no exponerse.
En todo caso, recibir rayos solares no es siempre malo. Sí lo es la sobreexposición con la intención de broncearse. O sea, el acto de tomar el sol, matizan las dermatólogas, que recuerdan que necesitamos pequeñas dosis de sol para sintetizar la vitamina D y las actividades al aire libre “no pueden demonizarse”.
“Un paseo, practicar deporte al aire libre o estar en una terraza a la sombra pueden ser actividades seguras si se hacen con protección adecuada. En cambio, pasar horas tumbados al sol para cambiar el color de nuestra piel entra claramente en lo excesivo”, ejemplifica Muñoz Couselo para marcar la línea entre lo saludable y lo lesivo.
Esta exposición es el principal factor de riesgo modificable de melanoma, un subtipo de cáncer de piel. Como lo es fumar para el cáncer de pulmón. La incidencia ha aumentado en los últimos 20 años de 12 casos por cada 100.000 personas a 15, lo que significa una subida anual de más del 1%, según los datos de la Red Española de Registros de Cáncer (Redecan). Para 2025, la SEOM estima 4.336 nuevos casos en hombres y 5.072 en mujeres.
Si hablamos, en general, de todos los tipos de cáncer de piel, el ascenso ha sido del 40% en los últimos cuatro años en Europa con 78.000 diagnósticos al año solo en España, de acuerdo con los datos proporcionados por la Fundación Piel Sana, que participa anualmente en las campañas Euromelanoma. La última se dirige a la población infantil: “Nuestros niños tienen un problema de cáncer de piel. Se prevé un crecimiento de los casos del 40% en los próximos 25 años”, dice el lema.
“Para minimizar la probabilidad de tener cáncer de pulmón lo que tienes que hacer es no fumar, pues igual con el sol”, resume Flórez, que añade en renglón seguido que hay otros factores que influyen en un diagnóstico así, como la genética. Las consecuencias no siempre aparecen en el corto plazo. “Lo que vemos hoy es fruto de lo que nos ocurrió en el pasado. Un porcentaje importante del capital solar se consume antes de los 20 años. La exposición se acumula”, señala la dermatóloga de la AEDV. La piel tiene memoria.