Las respuestas a la pregunta: “¿A favor o en contra de compartir todo con tu pareja?” son inmediatas y diversas. Hay quien es tajante y quien admite matices. En tiempos en los que la exposición en redes está más que normalizada, el nivel de intimidad a preservar en las distancias cortas aún plantea dudas
“Adora a Ayuso, pero nos llevamos bien”: ¿Puede sobrevivir una pareja con ideologías políticas opuestas?
Es un tema sobre el que casi todo el mundo tiene opinión, independientemente de su estado civil en ese momento: solteros, casados, en una relación monógama o abierta, lo mismo da. Las respuestas a la pregunta: “¿A favor o en contra de contarle todo a tu pareja?” son inmediatas y diversas. Alguna gente se muestra tajante, mientras que otra admite matices, pero solo hay que navegar un poco por foros como Reddit y Quora o plantearlo en una reunión para comprobar que es un dilema al que se le da vueltas. En tiempos en los que la exposición en las redes sociales está más que normalizada –que alguien cuente problemas personales como una depresión en Instagram, aunque sea a través de memes, no es una rareza–, el nivel de intimidad que se debe preservar en las distancias cortas aún plantea dudas.
David es una de esas personas que está totalmente en contra de contar todo a tu pareja: “Principalmente porque la ignorancia o desconocimiento es igual a felicidad”, dice a elDiario.es. Considera que es mucho mejor exponerle sus problemas a un amigo cercano, porque este le va a ayudar de una manera desinteresada. “Si yo no sé si hacer o comprar X o Z y pregunto a mi pareja, hay muchas posibilidades de que me diga la opción que más le convenga a ella. Con los amigos no pasa eso, un amigo se suele poner en tu posición y aconsejarte según tu propio interés”, específica. Y añade: “Hay cosas que no le puedes contar a tu pareja porque ella está implicada como, por ejemplo, conflictos con su familia”.
“Si eres la pareja de un presidente o presidenta del gobierno o algo así, entonces tienes que contarlo todo, hasta si robaste una vez un pintauñas o un perfume en el supermercado”, considera Isabel, “pero si no, estoy en contra”. Según su percepción, hay cosas que pertenecen a una esfera tan íntima, como deseos o frustraciones, que no es necesario desvelar. “¿Significa eso que no tengo confianza con mi pareja? Al contrario, es mi mejor amigo. Le cuento todo lo que me pasa, todos mis vaivenes, mis subibajas y sé que él a mí también. Pero tiene una parte también que preserva muy bien y la preserva de mí”, señala.
Lucía Camín, psicóloga clínica y directora de Alcea Psicología, cita el libro Los jardines secretos de Josep López para explicar la conveniencia de esa parcela de intimidad que menciona Isabel. “Según este enfoque, cada miembro de la pareja debe desarrollar un espacio de libertad personal, un ‘rincón sagrado’ en el que reencontrarnos con nosotros mismos, dónde tengamos el espacio para reflexionar y decidir en libertad cómo relacionarnos, qué contar, qué queremos hacer, etcétera”, declara. Además, remarca que, en general, se recomienda tener una comunicación abierta y honesta dentro de la pareja, pero eso “no significa necesariamente contarlo todo”.
Para Celia, el posicionarse a favor de no compartirlo todo no tiene que ver con el interlocutor sino con lo que no quiere revelar. Lo que le cuenta a otra gente también se lo cuenta a su pareja. “Verbalizar todas las cosas que te suceden frente a otra persona es tener que elaborar una narración que excluya aquello que pueda molestar, incomodar o doler de alguna manera”, explica. También lo ha hecho alguna vez para no acaparar todo el espacio de la conversación “en esas épocas de ser monotemática”, indica. Uno de los secretos que se guardó fue que se había reconciliado con un amigo con el que había roto. Se lo dijo a su pareja pasado un tiempo y de forma casual porque le “daba vergüenza” ya que sentía que en el momento del enfado había sido pesada con ella y le había hecho tomar partido un poco. “La quise medio desvincular de algo que fue siempre plenamente mío”, sostiene.
Compartir sin herir
La psicóloga Ainhoa Plata señala precisamente que, en ocasiones, la sinceridad total se utiliza para hacer daño a la otra persona, porque la confesión no sirve para mejorar la relación. “No se trata de ocultar ni de mentir, sino de preguntarnos para qué quiero compartir esto con mi pareja: ¿Va a ayudar en algo? ¿Va a generar más conexión? ¿O, por el contrario, va a herir sin aportar valor?”, expone. Y matiza que “una buena comunicación no se reduce a la sinceridad, sino que también implica sensibilidad, cuidado y responsabilidad emocional”. En su consulta se ha encontrado con muchos casos en los que una de las partes de la pareja se siente herida por una sinceridad mal gestionada. “La comunicación efectiva en pareja no es solo hablar, sino también saber qué decir, cuándo decirlo y con qué intención. La clave está en encontrar un equilibrio entre honestidad y cuidado mutuo”.
La pasada Nochevieja, Luna tomó una decisión difícil: decir siempre la verdad. Viene de una familia en la que se silenciaron hechos graves, lo que tuvo unas consecuencias terribles cuando se desvelaron y decidió que no quería perpetuar esa forma de actuar. “El mero hecho de guardar secretos y de descubrirlos mucho después hizo que el dolor se intensificara, que las repercusiones fueran mucho más grandes”, rememora, “me di cuenta de que algo había fallado en mi vida y de que yo no podía mantener la estructura familiar o amorosa que yo había vivido en mi casa”.
La comunicación efectiva en pareja no es solo hablar, sino también saber qué decir, cuándo decirlo y con qué intención
Esa determinación la aplica tanto con su familia, con sus amigos y con su pareja, que es la primera persona a la que le apetece contarle las cosas que le ocurren. “Me divierte que me haya pasado algo o que yo haya hecho y prepararme para el relato, saber cómo lo voy a contar. Hay quien diría que estoy haciendo trampas porque estoy embelleciendo una historia o dándole vueltas a cómo puede ser menos dolorosa o menos conflictiva”, comenta, “pero a mí me gusta porque también me ayuda a saber qué ha pasado, qué he pensado y qué he sentido”.
Ella reconoce que es muy complicado cumplir con su objetivo porque implica ser empática todo el rato y modular el tono que usa al expresarse. Es necesario para evitar hacer daño en vano, como explicaba Plata. “Hay que tener muy claro y ser muy consciente también de qué estás contando y a quién se lo estás contando”, señala Luna. Pero considera que, en ocasiones, confesar ciertas cosas en lugar de darle una preocupación al otro, ayuda a suavizar el asunto. “Muchas veces contar que te gusta a alguien acaba siendo divertido porque te acaba desgustando simplemente al hablarlo con tu pareja. Contarle tus cosas más íntimas a alguien te ayuda también a quitarles importancia, si solo las supieras tú se quedarían clavadas dentro”, considera.
Para Laura, lo importante no es soltarlo todo, sino “tener la confianza plena para poder hacerlo. Siempre lo he pensado, que no hecho, con todas mis parejas”, explica. En el ‘todo’ se incluyen experiencias pasadas porque “me parece la base de toda buena relación el no tener que esconder nada. No es que vaya contándole mi vida desde que nací, pero jamás oculto un tema”, considera. Aunque alguna amiga pueda saber cosas muy íntimas de ella, su pareja es quien mejor la conoce, sobre todo porque es con quien comparte más horas.
«No se trata de ocultar ni de mentir, sino de preguntarnos para qué quiero compartir esto con mi pareja».
El testimonio de Marta, que también opta por hablarlo todo dentro de su relación, va por el mismo camino. “Es la persona que mejor te puede entender, con la que más confianza tienes y con la que más tiempo pasas. La sinceridad y la confianza mutua es en lo que se basa una buena relación estable. Y siempre lo he pensado así”, expresa, “a mí no me gusta que me engañen o me oculten cosas, así que tampoco lo hago yo.
Por qué tanto empeño en la sinceridad con la pareja
El conflicto acerca de ser totalmente sincero con el compañero o compañera sentimental no se da en otros vínculos personales. Se entiende que, en la edad adulta, una persona no tenga una transparencia total con sus padres o con sus amigo, peroo no que le oculte cosas a su pareja. ¿Por qué esa diferenciación? Para la psicóloga Patricia Maget, el motivo está relacionado con “los mitos sobre el amor romántico que predominan en este momento de la historia en nuestro contexto”, aunque esta idea de que la pareja lo tiene que ser todo para una persona “es reciente”.
“Actualmente, a la pareja solemos atribuirle un rol de ”todo“: amante, amigo, apoyo, cómplice…”, expone Maget, “lo paradójico es que una relación amorosa sana también necesita espacios individuales y cierto respeto por la intimidad de cada uno. No se trata de ocultar, sino de entender que no todo debe compartirse para que haya conexión auténtica”. Plata coincide con ella en la influencia del amor romántico en la concepción de las relaciones sentimentales en la sociedad y añade: “En mi opinión, lo que muchas veces hay detrás no es una necesidad de conexión, sino de control”.
Lo paradójico es que una relación amorosa sana también necesita espacios individuales y cierto respeto por la intimidad de cada uno. No se trata de ocultar, sino de entender que no todo debe compartirse
Pero la pareja no tiene por qué ser la única confidente: por ejemplo, Marta comenta que se lo cuenta todo a su hermana y David, como se explicó anteriormente, para algunas cosas prefiere el consejo de sus amigos. La psicóloga Ainhoa Plata apunta que “puede ocurrir, y en cierto modo es recomendable, que en algunos momentos una persona necesite hablar con alguien externo (un amigo cercano, un familiar, incluso un terapeuta) para procesar algo que luego podrá o no compartir con su pareja. Especialmente si se trata de temas que afectan a la pareja y pueden generar conflicto si no se abordan con cuidado”. Pero afirma que si el confidente es siempre alguien ajeno puede ser señal de que algo no va bien. “Lo esperable en una relación sana es que podamos sentirnos lo suficientemente seguros para compartir la mayoría de las cosas importantes con nuestra pareja, aunque en ciertos momentos puntuales recurramos a otras personas”, expone.
Por su parte, Camín también considera que es recomendable que los adultos compartan cosas con otras personas más allá de la esfera de la pareja. “Uno de los pilares del bienestar psicológico es cultivar relaciones de intimidad y la amistad es un espacio fantástico en el que poder compartir, obtener refuerzo, reconocimiento, otros puntos de vista”. Aunque, como Ainhoa Plata, matiza que “si esto resta en la posibilidad de mejorar o ampliar la comunicación en pareja, deberíamos encontrar un equilibrio, ya que nuestra pareja también es alguien importante con quien compartir y construir una sana y auténtica intimidad”.
También hay casos de personas a las que les resulta imposible no sincerarse. Es el caso de Valentina, que aunque no está a favor de contarlo todo, su impulso de compartir sus pensamientos la supera. “Las fantasías son un tema supertabú, supongo que por nuestro pasado (y presente) de culpa cristiana. Pero fantasear, desde mi punto de vista, es básico para que las relaciones vayan sobreviviendo”, explica, “así que el otro día le conté una a mi novio y a una amiga, y la cara de los dos fue tan heavy que pensé que igual me había pasado de frenada”. Pese a que se arrepintió de haber compartido la historia, considera que probablemente le vuelva a pasar otra vez: “Nunca aprenderé a callarme las cosas. Menos mal que mi chico tiene una capacidad gigantesca para digerir todas las burradas que le cuento”.
Por su parte, como Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo, Isabel también confía en la bondad de los desconocidos o más bien, en su discreción obligada: “Gente en la sala de espera de hospitales, visitando a sus familiares en residencias, en bares donde he ido a ahogar mis penas. He preferido desahogarme con esas personas y decir lo que realmente me pasaba por la cabeza. Sin filtros”. “Hay gente a la que le entra por un oído y le sale por otro. Te cuenta lo suyo y nunca jamás lo volverás a ver, con lo cual son extraordinarios. Con los desconocidos tengo una locuacidad extrema”, concluye.