miércoles, julio 9 2025

Concepción Pombo: la mano militar que gobernó los informativos públicos y ahora asciende a la cúspide de la CRTVG

La nueva directora xeral de la actual CSAG está considerada por sindicatos y oposición la máxima responsable de convertir a los medios públicos gallegos en un órgano de propaganda del PP hasta extremos «de delirio»

El PP culmina el control absoluto de la CRTVG con el nombramiento en solitario de Concepción Pombo

“De sus 416 viernes al frente de los informativos, 366 fueron negros”. La viceportavoz del BNG, Olalla Rodil —una de las parlamentarias más activas en la denuncia del uso de los medios públicos gallegos como “órgano de propaganda del PP”— resumía así ante la propia Concepción Pombo cuáles eran los méritos que la han convertido en la primera directora xeral de la CSAG, la antigua CRTVG. Pombo (Santiago de Compostela, 1976) fue durante los últimos ocho años la máxima responsable de los servicios informativos tanto de la radio como de la televisión autonómicas. Un período en el que la credibilidad y las audiencias del canal se han desplomado a mínimos históricos pero que a ella le han permitido alcanzar la cúspide de la corporación. Por eso, su designación cayó como un auténtico mazazo sobre las voces críticas que todavía quedan tanto dentro como fuera de los estudios de San Marcos.

Esta reservista voluntaria que presume de su grado de alférez —no hay más que ver cuánto espacio tienen en la escaleta informativa las noticias sobre el ejército o la armada— mostraba abiertas simpatías por el PSOE mientras estudiaba periodismo. Por entonces ya colaboraba con varias emisoras de radio, pero no es hasta su graduación, en 1998, cuando entra en CRTVG a través de una beca, a la que seguiría otra más y un primer contrato en prácticas.

En 2002, esa periodista en prácticas se convierte durante dos años en jefa de comunicación de la Consellería de Emigración del último gobierno Fraga, el mismo que estuvo hasta el último minuto pendiente de saber si los votos de la diáspora le permitirían mantener la mayoría absoluta. No fue así y Pombo da un pequeño rodeo antes de regresar a una CRTVG a la que el bipartito trataba de dar un aire diferente: en 2005 dirigirá un programa sobre empleo para el propio canal autonómico a través de una productora.

Esa breve legislatura pasa deprisa y llegamos a 2009. Un Feijóo recién aterrizado, envuelto en la bandera de la regeneración —¿a qué suena esto?— nombró director xeral de la corporación a Alfonso Sánchez Izquierdo y jefa de informativos a Pilar Bermúdez, un personaje que será clave en el despegue de Pombo.

“Yo sé lo que Pilara quiere”

Pilar Bermúdez, Pilara, era conocida en la redacción como GMT porque sólo el guiarse por la hora de Londres podía justificar su imputualidad. Susi Quintana, una trabajadora de la casa ya jubilada, recordaba en la revista Luzes lo que para muchos compañeros supuso su nombramiento. “Cuando en 2009 el PP recuperó el Gobierno gallego y, por lo tanto el control de la CRTVG, nombró directora de informativos de TVG a la única redactora amonestada por faltas graves de asistencia y puntualidad; la única que presumía de que se marchaba a casa a ver una película cuando no le gustaba la noticia que le mandaban hacer o la forma en que se la encargaban; la que dos horas después volvía a la redacción de vacío y afirmaba, sin ponerse colorada, que no había encontrado nada de lo que le pidieron”. Esa hoja de servicios habría inhabilitado a cualquiera para el cargo, pero Pilara había sido interventora del PP en unas elecciones municipales.

Pombo no tarda en convertirse en la sombra de Pilara y, de su mano, empieza a editar y dirigir informativos. Algunos de los redactores bajo su mando recuerdan que les ordenaba fusilar reportajes de la prensa escrita —algo que sigue siendo, hasta hoy, una de las marcas de agua de su gestión— y, si se quejaban, no dudaba en decirles que estaba “harta de tanta ética”. Pero el argumento final con el que zanjaba cualquier discusión era siempre el mismo: “Yo sé lo que Pilara quiere”.

Tanto lo sabía que, en 2017 —tras un año como coordinadora de redacción— logró ser Pilara en lugar de Pilara: ascendió a directora del área de Información y Documentación de la corporación, un cargo de nueva creación con poderes sobre la televisión y la radio; mucho más de lo que había abarcado su predecesora. Pilara ocupa desde entonces el puesto de directora del departamento de Operativa de los Servicios Informativos, justo por debajo de Pombo, aunque habrá que ver que papel le guarda en la nueva era la que fue su discípula aventajada.

De ‘Eu non manipulo’ a ‘Defende a Galega’

Desde que el PP la eligió como única candidata a suceder a Sánchez Izquierdo —sí, el hombre nombrado por Feijóo seguía regenerando la corporación 16 años después—, partidos de la oposición y trabajadores críticos han destacado que, bajo el mandato de Pombo, los informativos de TVG han vivido su época más negra, con acusaciones constantes de manipulación y de generar un clima laboral irrespirable. El comité intercentros pidió su dimisión tras señalarla directamente como responsable en varias ocasiones.

El blog anónimo Eu non manipulo fue la primera muestra del descontento de los trabajadores. La segunda, a cara descubierta, el movimento Defende a Galega, que salió a concentrarse cada viernes —venres negros— contra la manipulación y el desmantelamiento de los medios públicos. Como llevan haciendo desde hace más de 7 años a pesar de las represalias, en algunos casos, con sentencia judicial que lo confirma. Muchos otros —afectados por cambios de turno, de departamento o por pasar toda la jornada sin que se les asignase trabajo— no pudieron demostrarlo, casi todas sus situaciones tenían un detonante común: que no se les considerase suficientemente afectos.

La propia Pombo se jactaba en los pasillos de haber echado para atrás a varios de los que decidieron ponerse en un principio la camiseta negra: se encargó de que entendiesen que cuestionar la política informativa no era compatible con supuestos privilegios como presentar un programa o encargarse de una corresponsalía. Los que cedieron, mantuvieron su estatus; el resto, poco a poco, fueron borrados de la pantalla. En algunos casos, se les prohibió incluso realizar entradillas a cámara en sus coberturas. Un simple repaso a los rostros de entonces y los de ahora permite saber quiénes pertenecían a un grupo y a otro.

En la memoria presentada al Parlamento, Pombo aseguraba que en el período bajo su mando “los servicios informativos de la CRTVG consolidaron su posición como referencia en Galicia” gracias, entre otros motivos más relacionados con la tecnología, a “coberturas constantes y rigurosas”. Los datos, sin embargo, dicen lo contrario. En los últimos años, la caída de la audiencia de los Telexornais —como la del conjunto de la TVG— es constante.

Partiendo de cifras que rondaban el 30% de share, los informativos han caído hasta dejar de ser líderes de audiencia —en Galicia, desde hace dos temporadas, ese puesto lo ocupan los de Antena 3—. El conjunto del canal cerró tanto el año pasado como la última temporada, la que va de septiembre a junio, con los peores datos de su historia: un 8,6%, que la hacía caer del podio de las autonómicas más vista tras el mayor descenso de espectadores de la FORTA.

Los 70 minutos sin elecciones

Más allá de los apelativos de “ultra” o de pertenecer al sector más reaccionario de la derecha, lo que ha marcado el mandato de Pombo ha sido la identificación de la línea editorial de la CRTVG con el argumentario del PP. Esa fusión alcanzó extremos rocambolescos en casos como el del proyecto de macrocelulosa de Altri —cuando se dedica más tiempo a descalificar una movilización histórica que desbordó la Praza do Obradoiro que a contarla— o la crisis de los pellets, aquel vertido de pequeñas bolas de plástico en los que las redes sociales de la CRTVG llegaron a emitir las mismas consignas que un Alfonso Rueda enfrentado al gobierno de Madrid.

Pero, sin duda, el mejor ejemplo fue el de la precampaña y la campaña de las últimas elecciones autonómicas, donde el comité intercentros llegó a hablar de “delirio partidista”. Los populares buscaban un perfil bajo y Pombo y su equipo se lo dieron desde el primer día. Primero, tardaron 70 minutos en informar de un adelanto electoral que llevaba más de una hora monopolizando webs, radios y televisiones y le dedicaron menos tiempo de escaleta que a Catalunya y la Ley de Amnistía.

Después vino el intento de reducir el tiempo dedicado a los bloques electorales —una decisión tumbada por la Junta Electoral pero que la CRTVG llevó hasta el Supremo— y la supresión de los debates provinciales justo cuando en una de esas demarcaciones, Ourense, una formación que competía por el mismo caladero de votos —Democracia Ourensana— estaba obligada a participar como fuerza representativa.

Sólo hubo un debate y fue en las condiciones que deseaba el PP: Rueda contra un batiburrillo de fuerzas de izquierda. No estaba Democracia Ourensana —que obtendría el esperado, aunque irrelevante, escaño por Ourense— ni tampoco Vox pero sí Sumar y Podemos que se quedarían fuera de la Cámara. Al día siguiente, el Telexornal —presentado por una de las conductoras del debate, la redactora jefa Marta Darriba— pisó el acelerador con una cobertura del debate que el comité intecentros consideró “infame” por partidista.

Era sólo el principio. Hasta la cita con las urnas, fue constante la identificación entre el BNG y “los herederos de ETA” –al tiempo que el PP publicaba un vídeo en el que el rostro de la candidata del BNG, Ana Pontón, mutaba en el de Arnaldo Otegi–; se multiplicaron las noticias sobre Catalunya, la amnistía y Puigdemont… hasta que desaparecieron después del patinazo de Feijóo ante 16 medios en un restaurante de Lugo, o la deslegitimación de las encuestas del CIS, al que en TVG —al igual que hacen la caverna o los populares— se denomina “el CIS de Tezanos”.

Continuidad a la época más oscura

16 años después del nombramiento de un Sánchez Izquierdo que venía de forma “provisional”, el PP necesitó aprobar en solitario una nueva ley para encontrar una fórmula para su relevo, dada la imposibilidad de alcanzar el consenso al que obligaba la norma de 2011. De ese texto que permitía el nombramiento de la directora xeral sólo con la mayoría absoluta de los populares salen la designación de Pombo, el nuevo nombre de la CRTVG (Consorcio de Servicios Audiovisuales de Galicia, CSAG) y la desaparición de los órganos de control profesional previstos en la norma derogada —el Consello de Informativos y el Estatuto de Redacción— que nunca habían llegado a existir.

Que Pombo, su jefa de informativos, suceda al responsable de la “época más oscura” de los medios públicos —como la ha definido Defende a Galega— es un mal presagio para quienes han sido críticos con esta etapa. Oposición, sindicatos, Colexio de Xornalistas… todos temen que el anunciado “continuismo” alcance cotas de propaganda y manipulación —aún— nunca vistas. La elección de la nueva directora xeral así lo presagió desde el mismo momento en que su nombre, uno que nunca había estado en las quinielas, fue el único posible.