La nueva función de Instagram, que permite compartir en tiempo real lo que escuchas en cada momento, pone el foco en la necesidad social de mostrar tus canciones favoritas y saber cuáles son las del resto
Análisis – Por qué le interesa a Spotify elegir las canciones que escuchas
Imaginar un mundo sin redes sociales se ha convertido en una tarea imposible. El planeta digital ha acabado absorbiendo por completo cualquier tipo de vínculo entre personas, teniendo un papel clave tanto en la comunicación como en las actividades individuales y colectivas. Sin embargo, todavía más descabellado sería imaginar un mundo sin música. Las canciones llevan desde épocas inmemoriales forjando conexiones entre individuos, lo que deja una realidad que no debería ser sorprendente: las redes sociales necesitan de la música tanto como sus propios usuarios.
Saber qué es lo que escuchan tus amigos jamás ha sido tan fácil como lo es en la era de internet. No hace falta que vayan a conciertos, lleven la camiseta de su artista favorito o te sorprendan con un álbum en su tocadiscos de casa. Ahora, basta con hacer scroll en Twitter, Bluesky o Instagram para descubrir ese tema que tu compañero de trabajo no para de reproducir en bucle. O bien porque él mismo lo comparte con orgullo, o bien porque la red social cada vez implementa más funciones que incitan a hacerlo. Es el caso de Instagram, que ha habilitado una función para que la gente publique en tiempo real lo que está escuchando en cada momento.
A partir de este mes, Instagram permite que todos sus usuarios dejen constancia de la canción que están reproduciendo en directo. Se trata de una herramienta que, de momento, solo se encuentra disponible para quienes usan Spotify, pues solo los clientes de esta plataforma de streaming tendrán la posibilidad de vincular su cuenta a la de Instagram. Podrán hacerlo yendo a los ajustes de la aplicación y conectando su perfil al de Spotify. Una vez hecho, cada tema que escuchen aparecerá en el apartado de Notas, justo encima de los chats privados. Hasta ahora solo se podía publicar una canción diaria que se mantenía durante 24 horas.
Interfaz de Instagram
El éxito de esta función, que utilizan muchísimos usuarios con frecuencia, pone de manifiesto la necesidad constante de mostrar cuáles son nuestras canciones favoritas y conocer qué es lo que suena en los auriculares de la persona de al lado. Es la demostración de que “en las redes sociales, aislados en el plano físico, y quizás en el mental, buscamos la cercanía que proporciona la música”. Así lo afirma a este periódico Elisa Victoria Iruzubieta-Pickman, musicóloga y psicóloga que acaba de publicar Kama muta y lullaby, una obra sobre el papel de la mujer y la función de las artes y el lenguaje no verbal en la formación de los primeros lazos sociales y culturales.
“La música que nos atrae, que nos conmueve, que sentimos familiar y cercana, nos ofrece oportunidades para sentirnos tocados por un sentimiento de pertenencia y humanidad común”, comenta Iruzubieta-Pickman, que añade que “desde hace unos años, las redes sociales reemplazan el ritual tradicional como lugar de conocimiento y de alivio de la incertidumbre”. Aunque esto pueda incomodar a la gente, debido al grave impacto que tiene para la salud mental el desapego y la experiencia aislada, la psicóloga observa que “las redes sociales han pasado a ser ese ritual comunicativo donde compartir música favorece el retorno a alguna forma de estructura social”, potenciando la conexión con tus círculos.
De hecho, obsesionarse con un álbum o abrazar la discografía de un artista es una seña ideológica e identitaria, como apunta el grupo de Educación Musical desde una Perspectiva Social y Psicológica de la Universidad Complutense de Madrid. “Vivimos en una sociedad en la que tenemos que compartir todo en cualquier momento del día y la música es uno de los elementos más importantes para el ser humano”, alega este grupo de investigación, que afirma que “la música tiene una función social, de autoafirmación y búsqueda identitaria”. “Lo que en realidad estás compartiendo son preferencias, patrones, hábitos, estilos. Estás afirmando esa identidad grupal”, sostiene.
Una puerta abierta a la intimidad
Nuestros gustos, aquellas cosas que adoramos, hacen de nosotros las personas que somos. Del mismo modo, mostrar con los demás las canciones que no sacamos de nuestra cabeza supone mostrarles una parte muy personal de nuestras vidas. Pero sucede algo curioso: confesar lo que suena en nuestros cascos apenas nos avergüenza. Iruzubieta-Pickman declara que, mientras que “compartir nuestros sentimientos con los otros en las redes sociales puede resultarnos amenazador”, particularmente a las personas más jóvenes, “la música es un poderoso instrumento de cohesión social”: “Nos conecta porque escucharla nos ayuda a ‘oír’ lo que canta, tararea o baila el resto del mundo, y nos permite unirnos con nuestra voz”.
Hacer pública una playlist no solo enseña a los demás cuáles son los temas preferidos de alguien, sino que desvela el mood en el que se encuentra esa persona, ya sea porque esté reproduciendo una lista de canciones tristes o porque la temática sea animada. No obstante, el grupo de Educación Musical desde una Perspectiva Social y Psicológica señala que “no hay ningún problema” cuando la gente comparte “lo que se está escuchando en el top 50 de Spotify o en la lista de Los 40 Principales”, puesto que “está haciendo lo que hace el 99,9% de la población y está perteneciendo a un grupo estándar”.
Sin embargo, todo cambia cuando alguien escucha algo que se sale de lo más mainstream. “Imagínate que tienes también una lista de música clásica o de jotas navarras. ¿Tú crees que el efecto sería el mismo? Claro que no”, dice el grupo, “porque cuando compartes algo, seleccionas lo que compartes”. “Aunque es verdad que nos da mucha menos vergüenza compartir nuestra música que otro tipo de cosas, existe una doble cara de aceptación social. ¿Serías la misma persona si compartes que cuando sales de la ducha estás escuchando jotas del pueblo de tu madre?”, añade, recalcando el filtro que a menudo se torna fundamental en las redes sociales.
Al compartir nuestras playlists podemos tener la sensación de cantar y bailar ‘junto’ con el resto del mundo, como en aquellas ocasiones en las que nos sentimos identificados con la letra o el ritmo de una canción de amor.
El grupo de investigación de la Universidad Complutense de Madrid indica que, como las personas prefieren seleccionar qué es lo que comparten y lo que muestran al resto, es probable que la nueva función de Instagram, que posibilita compartir en tiempo real todo lo que alguien reproduce sin filtros, no la use demasiada gente: “Las personas se mueven en distintos círculos y seleccionan qué compartir con cada uno de ellos, porque la identidad grupal de esos círculos no es la misma en costumbres, cuestiones sociales o valores”. Pese a ello, reflexiona que quizás sí guste a los adolescentes porque “tienen una capacidad temeraria de inmortalidad”.
Entre quienes publican lo que escuchan en Instagram están Emilio y Bea, ambos nacidos en Granada en 2003. Después de hacer lo propio con el tema Hasta el amanecer de Nicky Jam, Emilio explica a elDiario.es que suele subir a Instagram la primera canción que le aparece en TikTok o Spotify que le llama la atención: “Dependiendo del día y de cómo me encuentre, subo una u otra, para que la gente vea mis gustos musicales”. Además, reconoce que no tendría problemas en que vieran en tiempo real lo que consume en Spotify. Bea, por su parte, no utilizaría esta función: “No por vergüenza ni por orgullo de guardarme lo que escucho. Para mí es algo más puntual, algo de sentirlo. Si una canción me ha tocado el ‘cora’, pues la subo”. La última que compartió fue Puerta del Sol de Guitarricadelafuente.
Al final, es el sentimiento el que impulsa a la gente a abrazarse mediante la música. “Al compartir nuestras playlists podemos tener la sensación de cantar y bailar ‘junto’ con el resto del mundo”, dice Iruzubieta-Pickman, “como en aquellas ocasiones en las que nos sentimos especialmente identificados con la letra o el ritmo de una canción que relata la experiencia de una persona que se asemeja a la nuestra, como en las canciones de amor”. Para la musicóloga y psicóloga, es similar a “cuando sentimos que el resto del mundo ‘debería’ alzar su voz, gesto y movimiento con nosotros, como en las canciones protesta, donde los valores y sentimientos se potencian en la interacción grupal”.