Una investigación revela que la medida estrella para compensar daños ecológicos adolece en muchas ocasiones de diseños deficientes o dirigidas a especies que no están en la zona y que, a veces, produce efectos negativos: tienen «mucho de lavado de cara verde»
Los parques eólicos tendrán que detener sus palas para evitar matar millones de aves y murciélagos todos los años
Sin ningún criterio científico, mal ubicadas, con diseños deficientes o dirigidas a especies que no están en la zona. Sin monitoreo y, a veces, con efectos contraproducentes a los buscados, como la propagación de especies invasoras o la atracción de aves sin ningún éxito reproductivo. Así se colocan en España muchas de las cajas nido que cuyo objetivo es compensar el impacto a la biodiversidad en los parques fotovoltaicos, según la revisión que un grupo de investigadores ha realizado sobre 153 evaluaciones de impacto ambiental. El análisis, pionero de este tipo en la península, ha revelado un “copia y pega indiscriminado” con escasa justificación ecológica que tiene poca eficacia y mucho “lavado verde”.
En España, la ley obliga a las empresas energéticas a realizar compensaciones para minimizar los impactos de los proyectos de energía renovable en la biodiversidad. Una práctica generalizada en los parques de energía solar es la instalación de cajas nido para las aves que viven en cavidades naturales –de árboles o roquedos–, como la carraca europea, el cernícalo vulgar, el cernícalo primilla, el mochuelo común y la grajilla común, amenazadas por la alteración humana de los territorios.
A pesar de ser la acción compensatoria más habitual, científicos de la Universidad de Extremadura y del CSIC han detectado una falta de evaluación respecto a la “idoneidad ecológica” de estas cajas nido. Para subsanar este vacío de conocimiento, han realizado una selección aleatoria de declaraciones de impacto ambiental de proyectos fotovoltaicos publicados en el Boletín Oficial del Estado (BOE) entre 2017 y 2025, con una recopilación mínima de ocho evaluaciones por comunidad autónoma y tamaños dispares, plantas grandes con una capacidad instalada de 500 MW y pequeñas, que no superan los 30 MW.
Luego, han analizado, uno por uno, cuatro “criterios clave” relacionados con su diseño y contexto ecológico: la especificidad de las cajas nido para cada especie; la presencia previa de especies que anidan en cavidades en las zonas afectadas; la proximidad de las plantas fotovoltaicas con cajas nido a hábitats que albergan posibles presas y el seguimiento posterior a la instalación de los resultados reproductivos de las especies objetivo.
Han justificado la investigación, publicada en la revista Biological Conservation, en los riesgos e “impactos contraproducentes” de “medidas de compensación inadecuadas o mal diseñadas sin fundamento teórico ecológico o basadas en datos insuficientes o sesgados”. “La mala implementación de las cajas nidos puede contribuir al lavado de imagen ecológico, que implica crear una imagen engañosa de responsabilidad ambiental sin mitigar los impactos ecológicos reales”, se explica en la introducción del estudio.
Cajas nido instaladas en zonas sin árboles ni cavidades adecuadas, así como en postes de teléfono y tendidos eléctricos muy cerca de carreteras con riesgo de colisión para las aves.
“Advertimos que no había ningún estudio de este tipo en España y que era necesario tener un cuadro de situación sobre cómo se están usando las cajas nidos al tratarse de una práctica compensatoria tan generalizada. La muestra tan amplia que hemos evaluado revela que no estamos ante malas prácticas de promotores puntuales. El problema es de prácticamente todo el sector”, completa Airam Rodríguez, científico titular del Departamento de Ecología Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), uno de los coautores del trabajo.
Los hallazgos
La primera evidencia que han detectado los científicos, liderados por Jesús Avilés, integrante del Departamento de Ecología Funcional y Evolutiva de la Estación Experimental de Zonas Áridas, es que el 85,6% de los parques fotovoltaicos utiliza las cajas nidos dentro de sus medidas compensatorias de biodiversidad. “Es decir, se trata de una medida compensatoria generalizada”, revelan.
En el análisis cualitativo, han descubierto “fallas recurrentes” en la mayoría de diseños y en la implementación, incluyendo la aplicación inadecuada de cajas nido en áreas donde no residen las especies objetivo, la ubicación deficiente de estas herramientas y la falta de monitoreo posterior a la instalación. Por ejemplo, en el 65% de los casos se instalaron cajas nido específicas para aves sin tener constancia de reproducción y crianza en ese entorno, lo que se traduce en “ningún beneficio ecológico tangible”.
El estudio señala que las plantas fotovoltaicas en España se ubican, predominantemente, en hábitats áridos, semiáridos o esteparios –88% de los casos del muestreo–, lo que exige especial precaución para evitar que las medidas de atracción para aves forestales o generalistas “aumenten involuntariamente” la presencia de depredadores con consecuencias negativas para las comunidades de grupos esteparios. A pesar de esto, la mayoría de las declaraciones de impacto ambiental examinadas omite datos sobre las especies susceptibles a ser depredadas. Los promotores que sí lo hicieron, obviaron una segunda información “muy importante”, a juicio de los autores: una evaluación de cómo la instalación de cajas nido afectan a estas comunidades de presas, como alondras, escribanos comunes, bisbitas o el petirrojo de cola rufa.
La “mala colocación” es otra de las grandes conclusiones del trabajo. Se detalla que las cajas nidos suelen instalarse “en altas densidades y en lugares muy visibles”, cerca de carreteras con mucho tráfico y a lo largo del perímetro de las plantas. Esta ubicación también tiene un efecto negativo. En primer lugar, porque el ruido del tráfico puede interrumpir el comportamiento de alimentación de los adultos y el desarrollo de los polluelos, lo que reduce el éxito reproductivo. En un segundo plano, debido a que la proximidad a las carreteras aumenta el riesgo de colisiones con vehículos.
“Queda muy bonito para que la gente que pasa con sus coches vea que la empresa está poniendo cajas nido para ayudar a la fauna. Pero es una elección perjudicial, que eleva la mortalidad de las aves”, advierte Rodríguez. El ejemplo de la ubicación, agrega, revela otro error, “las medidas compensatorias estáticas”, sin ninguna revisión. “No vale con poner 200 cajas y listo, problema resuelto. Hay que hacer un seguimiento. Evaluar y corregir cuando sea necesario”.
Uso de materiales inapropiados
En el 94% de las plantas fotovoltaicas con cajas nido propuestas, la declaración de impacto ambiental no especifica el material de construcción y en los pocos casos en que se menciona el material (corcho, hormigón o madera), no se proporciona ninguna justificación ecológica para su selección.
En muchos casos, los materiales de construcción tienen un “papel crítico” en lo que respecta a las condiciones térmicas de las cajas, sobre todo en regiones donde las temperaturas elevadas, como el caso de España, pueden llevar a un “sobrecalentamiento mortal” para muchos polluelos.
“Una restauración eficaz requiere diseños de cajas nido adaptados a la biología de la especie objetivo y construidos con materiales que garanticen un aislamiento adecuado y un microclima estable”, advierten los científicos.
Otro de los problemas de las “cajas genéricas”, utilizadas en el 50% de los proyectos analizados, es que “favorecen las especies competidoras”. Por lo tanto, aclaran los autores, los aumentos rápidos en las cajas nido ocupadas no siempre indican una restauración exitosa. “No puede considerarse un resultado exitoso de restauración si la mayoría de las parejas reproductoras no logran reproducirse”, explican. Los investigadores utilizan el término “trampa ecológica” para esta paradoja: la nidificación de especies en hábitats de baja calidad que reduce el éxito reproductivo.
En este sentido, sólo el 2% de las EIA con cajas nido especifican planes para recopilar datos reproductivos sobre las especies objetivo. “Es importantísimo garantizar que todas las acciones estén científicamente justificadas y que los resultados se supervisen adecuadamente”, subrayan los investigadores en el listado de conclusiones. Sin ninguna supervisión científica, repiten que los proyectos “corren el riesgo de convertirse en trampas ecológicas para especies amenazadas”.
La responsabilidad de las administraciones
Jorge García-Macía es doctor en Zoología de la Universidad de Alicante. Se dedica, justamente, a investigar la fauna silvestre y luchar por su conservación. A su juicio, la investigación de sus colegas revela “una inercia y un copia y pega indiscriminado” que no atiende a los criterios científicos y que provoca que, en muchas ocasiones, los esfuerzos de protección caigan en un “saco roto”.
Refuerza la idea de que las cajas nidos deberían ser el “último recurso” para favorecer la nidificación de aquellas especies afectadas por las plantas solares, tras primero intentar evitar y corregir los impactos. “Si no se persigue este objetivo, y además se hace una implantación generalizada y sin criterio científico, la instalación de cajas nido no sirve para nada o, en muchos casos, es contrario a los objetivos que se persiguen. No es cuestión de no instalar nidales artificiales, sino de instalarlos cuándo, dónde y cómo se deba, con objetivos claros y basados en evidencia”, subraya.
Jon Domínguez del Valle, biólogo con más de 20 años de experiencia en el ámbito de la gestión y conservación de la biodiversidad y el análisis de impacto ambiental, pide poner la lupa en las “administraciones evaluadoras” de los proyectos energéticos, a saber: el Ministerio para la Transición Ecológica en el caso de los proyectos más grandes y las Comunidades Autónomas, en las plantas de menor envergadura.
Son las administraciones, recalca, que están obligadas a “repasar los estudios y valorar si son de utilidad y tiene base argumental sólida”. “Si estas evaluaciones aparecen publicadas en resoluciones debemos asumir que es con la aprobación explícita de los órganos ambientales competentes. Si los estudios son deficientes, se deben exigir mejoras o su rechazo”, afirma. Sobre este apunte, Avilés y su equipo piden una mayor “supervisión regulatoria” para garantizar prácticas de mitigación efectivas y basadas en evidencia.
La creación de un “organismo asesor nacional” que centralice toda la información sobre las cajas nidos puede ser “un paso político” para mejorar estos malos resultados, señala Rodríguez. Un número por cada caja, todas registradas en una base de datos y con su correspondiente explicación científica. “Sería fantástico que nuestros hallazgos generen cambios y correcciones”, concluye.