Aznar plantea un escenario de película de terror si el PP no gana las próximas elecciones mientras el Rajoy de la operación Kitchen dice que en España se han «visto cosas que no se habían visto nunca»
Rajoy y Aznar olvidan su propio pasado y arremeten en el congreso del PP contra “la corrupción” del sanchismo
El departamento de metáforas se puso las pilas este miércoles cuando se vino abajo el revestimiento del techo de un porche de entrada en el Hospital Zendal. Hubo suerte y no pilló a nadie debajo. Mal prólogo para la gran fiesta del Partido Popular en Madrid por los daños sufridos por la niña de los ojos de Isabel Díaz Ayuso, el orgullo del PP madrileño y el infrautilizado centro hospitalario que iba a ser el asombro del mundo. Lo que tiene mejores fundamentos y costará más barato es el congreso del PP, cuya única función es colocar a Alberto Núñez Feijóo en la rampa de salida a la campaña electoral. El Partido Popular, siempre dispuesto a confundir sus deseos con la realidad, cree que las elecciones se pueden celebrar en cualquier momento. Tanto es así que el partido está como una moto, convencido de que roza la victoria con los dedos.
Lo primero que vieron el viernes los asistentes en la pantalla con todo el recinto a oscuras fue una imagen de Santos Cerdán en rojo sobre un fondo negro. Luego aparecieron a cada lado José Luis Ábalos y Koldo García. Parecía que iban a homenajear a los responsables de que Pedro Sánchez se encuentre en su peor momento desde que llegó a la Moncloa. Luego, salían otros dirigentes socialistas y finalmente la cara, también en un rojo siniestro, de Sánchez riéndose con ganas. Se supone que estaban presentando al diablo en persona.
Los compromisarios no se esperaban algo así. Cualquiera diría que les estaban obligando a pasar por los “dos minutos de odio” de la novela ‘1984’, cuando los miembros del partido tienen que ver una película que muestra a Emmanuel Goldstein, el peor enemigo del Estado. Hubo algunos silbidos. Afortunadamente para la imagen del PP, la gente no se lanzó a volcar el odio hacia sus enemigos y a ponerse a insultar al presidente del Gobierno. Era sin duda una forma algo bizarra de iniciar el congreso de un partido.
En las llegadas al pabellón de Ifema, todo eran abrazos y besos. Algunos más sentidos que otros. Miguel Tellado dio un gran abrazo a Carlos Mazón y le dio palmadas en la cara, como si fuera un gran amigo de toda la vida. El presidente de la Generalitat Valenciana se acercó después a Feijóo y le dio un rápido apretón de manos, como si se acabaran de conocer. La señal institucional del acto no se centró en el momento. No era una imagen por la que convenía apostar.
El plato fuerte del día eran los discursos de José María Aznar y Mariano Rajoy. Antes, los organizadores quisieron ser originales y programaron una entrevista de la diputada Noelia Núñez al entrenador de tenis Toni Nadal. Un poco de coaching basado en el deporte, algo que se estila mucho en las empresas. Superación personal, trabajo en equipo, no rendirse nunca, todas esas cosas.
El tío de Rafael Nadal y su entrenador durante muchos años no fue un entrevistado previsible. Dio un mensaje claramente político contra los nacionalistas (“resulta que dejamos en manos de gente que odia España las decisiones del país”). También dejó un poco perpleja a Núñez cuando comentó que no sabe por qué los políticos se meten en el tema de la lengua. Dijo que en Mallorca se habla mallorquín, luego dijo que catalán, y eso no se le esperaban en el PP. En cualquier caso, la lengua es “algo que deben decidir los filólogos, no los políticos”, dijo. En el partido que le invitó, tienen mucho interés en hablar de las lenguas y en atacar a los que piensan como Nadal.
Nadal recriminó “los mensajes constantes de odio hacia el rival”, un ingrediente básico de la política nacional, y dejó un mensaje para el final: “La victoria es importante, pero nunca a cualquier precio”.
Esto último no es un punto de vista muy popular en política, y mucho menos en el congreso del PP, como se vio luego en la intervención de Aznar. Hace un mes, el expresidente pidió a su partido “cabeza fría y tensión vital máxima” porque faltan dos años para las elecciones y no conviene perder la cabeza. Eso era un acto de la FAES, donde a Aznar le gusta ir de fino analista que solo se dedica a las cosas más trascendentales. En el congreso, tocaba enarbolar la antorcha y pedir la cabeza de los que han llevado a España a un “naufragio”. Literalmente.
Para que los votantes del PP lo tengan claro y cristalino, esto es lo que está en juego en las urnas. La lista no es corta y te pone los pelos de punta: “En el próximo envite, nos jugaremos mucho más que la continuidad de un Gobierno nefasto. Nos jugaremos la continuidad histórica de la nación, la vigencia de nuestra Constitución, las garantías de nuestra libertad, la separación de poderes, la independencia judicial, la libertad de expresión y de información y el Estado de Derecho en todas sus manifestaciones”. La nación, la Constitución y las libertades. Todo desaparecerá, quizá también la Liga de fútbol, si el PP no vence. Sería el triunfo del mal con mayúsculas. Como para no ganar al precio que sea.
Aznar ya sabe qué destino espera a los responsables del Gobierno de Sánchez, incluido su presidente. Hacer compañía a Santos Cerdán. “Si pactas con delincuentes, no te extrañe acabar en la cárcel, porque ese es tu ambiente”. Si a alguien no le había quedado claro, remachó la idea. “El cambio urgente es que los delincuentes pasen de estar legislando en despachos a estar en la cárcel”. Meter a tus rivales políticos en prisión es algo que le sienta de maravilla al Estado de derecho, como bien saben Putin, Maduro y Erdogan.
En ese discurso apocalíptico, el expresidente citó a un dirigente socialista sin mencionar su nombre para coincidir con su opinión. “Ha tenido que ser un socialista con mando en plaza el que ha definido a España como un puzle roto, el que ha dicho que España ya está rota”, dijo. Se refería a Emiliano García Page, que ya puede decir que el PP piensa como él. No es que sea una sorpresa. Por lo que pueda valer, Aznar lo ha certificado.
Mazón da la mano a Feijóo en el escaso momento que pasó cerca de él.
Rajoy jugó el papel del que no cree lo que está viendo. “Hemos visto cosas que no se habían visto nunca”, dijo cuando se estaba refiriendo a los manejos de Leire Díez. Lo de esta ya exmilitante socialista no es exactamente lo que hizo Jorge Fernández Díaz, su ministro de Interior, que se sentará en el banquillo de los acusados en 2026 por los delitos cometidos en la operación Kitchen. Leire Díez tampoco puso a la cúpula policial a trabajar para inventarse la financiación ilegal de Podemos. Todos tenemos un pasado, aunque el de Rajoy no está muy lejos en el tiempo.
El expresidente se burló de los retrasos y cancelaciones de trenes que han ocurrido en las últimas semanas. “Ahora un viaje en tren es una rifa”. Nadie sabe cuándo llegará a su destino, comentó. Tampoco llegaron a tiempo los 80 pasajeros que murieron y los 144 que resultaron heridos en el accidente de Angrois en 2013 cuando él era presidente. La memoria de elefante no es el punto fuerte de los políticos.
Todo eso es irrelevante en un Partido Popular que vive montado en la hipérbole desde la decepción de 2023 en las urnas cuando creía tenerlo todo listo para regresar al poder. Ahora anuncia el fin de la civilización, el universo y todo lo demás si vuelve a quedarse a unos metros de la victoria. Solo de pensarlo le dan mareos y le entran más ganas de meter a Sánchez en la cárcel.