A medida que se acerca el baile, el banco catalán empieza a reconocer sin ambages que sus prioridades han cambiado. Grarantizar la competencia y el crédito a las pymes han pasado a un segundo plano, lo que importa ahora es el bolsillo de los accionistas
Santander compra TSB, la filial británica de Banco Sabadell, por más de 3.000 millones de euros
Se acerca la hora del baile y Banco Sabadell se quita la máscara. El presidente del banco catalán, Josep Oliu, utilizó esta expresión –la del baile– en el encuentro que mantuvo con accionistas de la entidad el pasado 17 de junio, y se refería “al momento en que se ponga en funcionamiento la opa”, es decir, cuando los accionistas del banco deberán decidir si aceptan la oferta del BBVA o no.
En esa reunión, celebrada el día después de conocerse que el Sabadell estaba explorando la venta de TSB, su filial británica, fue el punto de partida de una campaña publicitaria, con la que el Sabadell ha empapelado varios periódicos de papel durante varios días, destacando el acierto del consejo de administración al rechazar las dos ofertas planteadas por el BBVA para hacerse con el banco catalán. La primera, de carácter amistoso, fue en noviembre de 2020, una vez saneado el banco de la gran crisis financiera de 2008. La segunda es la de abril de 2024 y es la que nos ocupa. El Sabadell subraya cifras en mano que en ambos casos tanto la evolución bursátil como los dividendos no han tenido parangón.
Esta semana, tras anunciarse que el Sabadell ha vendido TSB al Santander, rival del BBVA, por más de 3.000 millones de euros, el banco catalán ha destacado tres cosas. La primera es que 2.500 millones irán a engordar los dividendos de sus accionistas, lo que equivale al 16% de lo que el Sabadell vale en Bolsa. La segunda, que “quien venda o acuda a la opa no tendrá derecho a cobrar este dividendo extraordinario”, en palabras del propio Oliu en un video interno a la plantilla colgado en Youtube.
Y la tercera, que la venta de TSB encarece la OPA del BBVA. “Si antes considerábamos que el precio ofrecido por el BBVA era insuficiente, ahora lo es probablemente un poco más”, aseguraba este miércoles el consejero delegado del Sabadell, César González-Bueno, que se esforzaba por desligar la transacción de cualquier maniobra defensiva de la OPA. A la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) le corresponde dilucidar si Sabadell ha vulnerado el deber de pasividad.
A medida que se acerca el baile, el banco catalán empieza a reconocer sin ambages que sus prioridades han cambiado. Su preferencia ahora no es tanto contribuir a la competencia, garantizar la inclusión financiera o el mantenimiento de los puestos de trabajo. Ni siquiera financiar a las pequeñas y medianas empresas, “la joya de la corona, una de cada dos pymes es cliente del Sabadell”, como recalca. Su prioridad ahora es el bolsillo de los accionistas. En otras palabras, conseguir que el presidente del BBVA, Carlos Torres, ponga una oferta encima de la mesa lo suficientemente atractiva para los actuales dueños del banco catalán. “No será esta la oferta, pero si no hay un aumento de valor, esta operación está descarrilada”, aseguraba Oliu a mediados de junio.
Es una decisión absolutamente legítima y quién sabe si forzada por las circunstancias. Los intentos de la cúpula del Sabadell, encabezada por su presidente, para torpedear la operación del BBVA no han logrado su objetivo. El retorno de la sede a Catalunya, aglutinar un inusitado consenso de la clase política y las élites económicas en contra de la OPA no han alcanzado.
La gran bandera que había enarbolado hasta la fecha el banco catalán para justificar por qué no puede desaparecer quedó hecha jirones hace un mes. El extenso informe –casi 200 páginas– de la Comisión Nacional para los Mercados y la Competencia (CNMC) es demoledor. Rebate con argumentos y datos que Sabadell sea un jugador fundamental e insustituible para las pequeñas y medianas empresas (pymes), ni en España, ni en las comunidades autónomas más afectadas en el intento de compra de BBVA (Catalunya, Comunitat Valenciana, Balears y Asturias).
El reloj de un proceso que empezó hace 14 meses ha empezado a correr más deprisa desde entonces. La propuesta de Moncloa de buscar un caballero blanco, como Abanca, para frustrar la operación del banco de origen vizcaíno, fue dinamitada por la propia la cúpula directiva del Sabadell, según fuentes conocedoras del proceso. Y el apoyo del Consejo de Ministros endureciendo las condiciones e impidiendo consumar el matrimonio con el BBVA hasta dentro de tres años como mínimo tampoco le han hecho desistir de seguir adelante con la operación.
Carlos Torres también ha lanzado algún farol. Como cuando advirtió al Gobierno de que no podía endurecer las condiciones pactadas con la CNMC y que, si lo hacía, el banco recurriría a la vía judicial. Tocaba mostrar algún colmillo. Ahora toca recalcular los retornos, reordenar prioridades y redibujar escenarios de sinergias, y presentar el nuevo folleto a la CNMV para que lo apruebe y abra las puertas del salón. Poco más, la banca es experta en gestionar el tiempo.
El mercado da por descontado que el BBVA no tendrá más remedio que rascarse el bolsillo y mejorar la oferta –puede hacerlo hasta cinco días antes de que expire el plazo de aceptación–, dada la fuerte subida en Bolsa del Sabadell y el aumento de la prima negativa, que roza el 10%. Es decir, un accionista que aceptara el canje perdería un 10% respecto del valor actual de su inversión. La propuesta de BBVA es de 1 acción por cada 5,34 acciones del Sabadell más 0,70 euros en efectivo.
Quedan dos hitos importantes antes de que empiece el baile. El primero es el 24 de julio, día en que el Banco Sabadell aprovechará la presentación de los resultados del primer semestre para contar el nuevo plan estratégico 2025-27. Será un test para ver si los objetivos que establecen son creíbles o no. El otro será las juntas de accionistas del día 6 de agosto, en plena canícula, que deben ratificar la venta del TSB y el reparto del dividendo extraordinario asociado. El resultado de la votación será un buen termómetro para ver el apoyo de los accionistas a la OPA.
Muchos analistas advierten del “cortoplacismo” del consejo del Sabadell, especialmente con la transacción del TSB, que algunos ilustran como la opción desesperada del entrenador que va perdiendo el partido y saca de golpe a todos los delanteros al campo. Argumentan que la pérdida de la filial británica “resta atractivo al banco” en términos de potencial de crecimiento del negocio y de generación de beneficios en el medio plazo, y que la lluvia de dividendos contribuye a despatrimonializar el banco: la entidad tiene ahora menos valor, lo que provocaría una posible reducción del precio objetivo del Sabadell.
Ocurre en economía que precio y valor son conceptos distintos, como ya advirtieron los economistas clásicos, Adam Smith, David Ricardo y Marx. El precio es la cantidad de dinero que se paga por algo, un bien o un servicio; el valor tiene más que ver con su utilidad y sus expectativas, es más subjetivo. Warren Buffet lo cuenta así: “El precio es lo que se paga. El valor es lo que se recibe”. Que empiece el baile.