Varias mujeres cuentan cómo tuvieron que estar a disposición del catedrático durante años: prepararle la maleta, plancharle camisas, limpiar el baño de su casa, fregar los platos o hacer la compra durante un viaje de trabajo eran algunas de las tareas de las que tenían que encargarse
Investigación – Seis mujeres señalan a un catedrático de la Universitat de Barcelona por pedirles masajes y sexo mientras era su jefe
Prepararle la maleta, plancharle camisas, limpiar el baño de su casa, fregar los platos o hacer la compra durante un viaje de trabajo, dormir donde él estuviera porque no quería quedarse solo, o llevar su coche a lavar (y pagarlo de su bolsillo). Varias mujeres que fueron becarias y/o colaboradoras del catedrático emérito de la Universitat de Barcelona (UB) Ramón Flecha en su grupo de investigación CREA cuentan cómo tuvieron que estar a su disposición durante meses o incluso años. Al menos seis de ellas, además, atestiguan cómo Flecha desplegó un comportamiento envolvente para mantener sexo con ellas y pedirles masajes mientras él mantenía una clara relación de superioridad jerárquica sobre ellas. El era director de tesis de algunas de ellas y en otros casos formaba parte del tribunal que juzgaría su trabajo de investigación para convertirse en doctoras.
“No había un contexto para decir que no, no podíamos negarnos, se enfadaba y te castigaba. Veías que había sucedido con otra gente, que de repente te apartaba, podía estar días sin invitarte a nada, te rechazaba cosas, decidía no enviarte a una charla que pedía una universidad. Te jugabas tu reputación y que se hablara bien de ti en CREA. En la academia importa la nota, quieres tener becas, quieres tener plaza. Tienes que buscarte la vida y si alguien te promete una carrera y te incluye en proyectos, tú te atas a eso”, resume una de estas mujeres, Alejandra, sobre el clima de coerción en el que se encontraban.
La mujer prosigue su relato: “Sabías que si ibas a un viaje con él eras su chacha, le hacías la maleta, el power point, le planchabas las camisetas… Cada día le tocaba a una y era algo que normalizabas. Sabías que si ibas con él estabas a su servicio”. Durante un viaje de trabajo al que él le pidió que le acompañara, Alejandra recuerda haberse encargado de comprar la cena, lavar los platos, preparar la presentación que Flecha expondría al día siguiente, e incluso ir a comprarle una corbata “porque se la había olvidado”. “Tenías que estar a su disposición. En ese momento, él ya no era mi director de tesis, pero era de CREA y yo pasaba la mayor parte de mis horas haciendo tareas para CREA, eso repercutía en publicaciones y proyectos”, afirma. Esas publicaciones y proyectos eran fundamentales para la carrera académica de estas mujeres. Alejandra relata cómo “tenerle contento” hacía “que no se olvidaran de ti” a la hora, por ejemplo, de firmar artículos académicos.
Sabías que si ibas a un viaje con él eras su chacha, le hacías la maleta, el power point, le planchabas las camisetas… Cada día le tocaba a una y era algo que normalizabas. Sabías que si ibas con él estabas a su servicio
elDiario.es, junto RTVE Noticias, Ràdio 4-RNE e Infolibre, ha recopilado y contrastado el testimonio de varias mujeres que relatan este tipo de comportamientos por parte de Ramón Flecha a lo largo de dos décadas, entre el 2000 y la actualidad. Seis de ellas, además, participaron en encuentros sexuales y en masajes al catedrático. Todas las mujeres han preferido aparecer en este reportaje con pseudónimos por temor a represalias y para priorizar el relato colectivo.
Ramón Flecha (Bilbao, 1952) es catedrático emérito de sociología de la Universitat de Barcelona (UB), el tercer autor más citado en este campo en España, según Dialnet. Especializado en educación, es conocido por su proyecto Comunidades de Aprendizaje, basadas en su teoría del aprendizaje dialógico. Fue en 1991 cuando creó lo que hoy se conoce como CREA –Community of Research on Excellence for All-, un equipo de investigación ligado a la UB, al menos hasta 2020.
Desde 2013, Flecha ha participado también en conferencias y publicaciones sobre violencia de género, como “Las nuevas masculinidades alternativas y la superación de la violencia de género” o “Acoso sexual de segundo orden: violencia contra los silenciadores que apoyan a las víctimas”. Él mismo asegura en su perfil de redes sociales ser el “Científico nº 1 (ranking mundial) en Gender Violence”.
A preguntas sobre si él encargaba a sus colaboradoras este tipo de tareas, Flecha ha negado los hechos: nunca, ha respondido, ha sucedido esto con “subordinadas” o alumnas. Tampoco sexo o masajes. Preguntado sobre si ha podido incurrir en este tipo de conductas con mujeres cuyos contratos no dependieran directamente de CREA, pero sí estuvieran vinculadas académicamente al grupo, el catedrático se negó a especificar más: “Hacerme preguntas sobre sexo es acoso sexual”. Asegura que todo es parte de una campaña de difamación: “Si me atacan es por eso, porque he sido el primer catedrático que ha denunciado violencia de género y el acoso sexual en las universidades españolas”.
En el último año, al menos 24 personas han abandonado CREA. Varias de ellas han buscado asesoramiento legal ante el temor de que su salida supusiera algún tipo de represalia. En una carta fechada el 17 de junio y dirigida al rector de la Universitat de Barcelona, Joan Guàrdiá Olmos, la representación legal de un grupo de 14 exmiembros de CREA advierte de “la gravedad de las situaciones vividas” por sus representadas “durante su pertenencia a la red CREA”. En la misiva, las abogadas cuentan que algunas de sus clientas “relatan haber mantenido relaciones sexuales con el Sr. Ramón Flecha en un contexto de clara desigualdad jerárquica —en calidad de alumnas, becarias, doctorandas o subordinadas— y bajo un patrón reiterado de conducta que encaja con una lógica de coerción sexual, abuso de poder, acoso sexual, violencia psicológica y explotación laboral”.
La UB asegura que sus servicios jurídicos han respondido a esa carta pero, hasta el momento, no ha considerado que se den las circunstancias para abrir una investigación interna porque no existe una denuncia formal.
Lavarle el coche, comprar bombones
Alicia es otra de las mujeres que relata cómo Ramón Flecha les encargaba tareas domésticas y recados. Entre 2003 y 2006, mientras era becaria, primero pagada por CREA y luego por el Ministerio de Educación pero dependiente de este grupo de investigación, Alicia relata cómo en algunas ocasiones tuvo que ir a lavarle el coche. “Hace años que no tiene, pero antes sí o igual te tocaba lavar un coche que no era el suyo, pero era en el que iba a ir él para, por ejemplo, recoger a un conferenciante. Te decía ‘hay que ir a recoger a tal o cual, ve a lavar el coche’, y había que lavarlo también por dentro. Me acuerdo que entonces costaba 30 o 40 euros limpiarlo, y yo, que era becaria, lo pagaba de mi bolsillo”, recuerda.
Ese no era el único recado del que tuvo que encargarse durante unos años. También era enviada a “comprar bombones a una pastelería muy lujosa de Barcelona” para ofrecerlos durante “las reuniones de equipo de un proyecto europeo”.
Tal y como relatan otras personas involucradas en CREA durante años, era frecuente que parte de la actividad del grupo tuviera lugar en casa de Ramón Flecha, desde trabajo de investigación hasta tertulias, comidas o cineforums. “Íbamos a trabajar a su casa y a veces llegaba un momento en que decía ‘venga vamos a limpiar’, y nos poníamos a limpiar entre todas su casa. Era mediodía y entonces decía que un equipo se fuera a cocinar, y el otro a limpiar. Yo he estado limpiando baños en casa de Ramón. Y he visto como a una compañera le pedía que le tiñera el pelo”, asegura Alicia, que estuvo particpando de estas tareas hasta aproximadamente 2015. Mientras ellas limpiaban y cocinaban, él solía aprovechar para tener reuniones con algunas de ellas “en su habitación”.
“Tú estás en la universidad y él te pone encima de la mesa la posibilidad de dejar de trabajar en otros empleos y centrarte en la universidad, de publicar, de investigar. Las promesas son constantes y la promoción universaria depende de que tengas publicaciones, proyectos… Te metes en una rueda en la cual si bajas el ritmo se te aparta y pierdes tu posibilidad de promoción y tus relaciones personales más significativas, porque él ha conseguido que todo lo hagas con él y con su círculo: fin de año, San Juan, ver un partido de fútbol… en general, a muchas mujeres les pasaba que al mirar fuera de ese círculo ya no les quedaba nada”, describe Alicia sobre el clima en el que trabajaban.
Íbamos a trabajar a su casa y a veces llegaba un momento en que decía ‘venga vamos a limpiar’, y nos poníamos a limpiar entre todas su casa. Era mediodía y entonces decía que un equipo se fuera a cocinar, y el otro a limpiar. Yo he estado limpiando baños en casa de Ramón. Y he visto como a una compañera le pedía que le tiñera el pelo
En 2016, la Universitat de Barcelona remitió a la Fiscalía tres denuncias que acusaban a CREA de funcionar como una secta y de practicar un alto grado de “manipulación psicológica”. Tiempo después, la Fiscalía archivó el caso porque no había, decía, elementos suficientes para considerar que los hechos pudieran calificarse como delito, pues las personas tenían la libertad de entrar y salir de CREA.
Esa no era la primera vez que la universidad recibía denuncias internas sobre Flecha y el CREA. Ya en 2004, y tras varias quejas, la Universitat abrió un expediente interno, al que ha tenido acceso elDiario.es. El instructor de ese informe recomendó abrir una investigación rigurosa y tomar medidas preventivas de manera inmediata. En ese expediente aparecía el testimonio de una mujer que relataba haber sido alumna de Flecha y mantener sexo con él mientras el catedrático tenía la capacidad de decidir sobre becas y proyectos. La UB afirma que “por personas que trabajaban entonces en el centro” sí se hizo seguimiento de ese expediente y sus recomendaciones, pero que, debido al tiempo discurrido, “trazar el detalle exhaustivo de las actuaciones realizadas en aquél momento no es nada sencillo”. En 2006 Ramón Flecha dejó la dirección de CREA, aunque todos los testimonios y pruebas recabadas muestran que nunca dejó de ser la persona que lideraba el equipo.
24 horas disponibles
Mónica confirma el patrón de comportamiento: “Podía pasar en cualquier momento, de cualquier forma, te decía ‘¿dónde estás? o ‘¿estás libre esta noche? pues ya te aviso’ y tú tenias que estar pendiente, nos tenía a su disposición. También sucedía en el despacho que de repente tenías que ir con él a lo que fuera”. Las tareas eran variadas, prosigue, “lo mismo cocinar o planchar, hacerle la compra, hacerle la maleta, hacerle un power point para un congreso, viajar con él y darle feedback sobre su intervención o, si era por la noche, quizá tener sexo”.
La disposición también era total cuando Flecha, remarca Alicia, escribía a un grupo de Whatsapp que se llamaba ‘Escudo’: “Implicaba que si pasaba cualquier cosa, por ejemplo, si algún medio publicaba algo que no le convenía o recibía algún ataque en redes sociales, si había estado en una reunión y alguna persona había hecho un comentario que él consideraba que le atacaba, directa o indirectamente, la gente ahí paralizaba su vida y si hacía falta te ibas de madrugada a su casa a trabajar”. En esos casos, quienes se reunían en casa de Flecha tenían que preparar “una estrategia”, pensar mensajes para redes sociales, identificar a personas, generar contenidos, hacer llamadas…
Él hacía ese juego de que participaras en proyectos y papers mezclado con su discurso de crear momentos bonitos, transformar el mundo, la importancia de las utopías, cenas, paseos… Estaba para lo que él quería: relaciones cuando él diga, como él diga, el móvil siempre encendido
Otra mujer, Raquel, cuenta que “estaba para lo que él quería”. Eso incluía “relaciones cuando él diga, como él diga, el móvil siempre encendido”. “Si él estaba de viaje igual me decía que le faltaba algo que no le habíamos puesto en su maleta, o lo mismo pedía planchar, limpiar, preparale tapers, ir a comprarle, llevarle a donde fuera”, cuenta. Durante esa época, Raquel tuvo una beca e hizo su tesis en CREA, grupo al que siguió vinculada. Los últimos mensajes de Flecha pidiédole algunas tareas académicas son de hace tan solo unos meses.
Reconoce que durante ese tiempo no se planteó “no responder” a lo que él pedía, “aunque fuera a las doce de la noche”. “La dinámica me llevaba a eso, pienso que él hacía ese juego de que participaras en proyectos y papers mezclado con su discurso de crear momentos bonitos, transformar el mundo, la importancia de las utopías, cenas, paseos…”, dice. Raquel recuerda cómo cuando Flecha tenía viajes le hacían la maleta: “En un viaje me hizo saber que no encontraba el pijama y yo me agobié porque se me hubiera olvidado algo así”.
Los relatos de las mujeres entrevistadas son coincidentes. Casi todas las mujeres conocieron a Flecha – el tercer autor más citado en el campo de la Sociología en España, según Dialnet- durante la carrera, cuando él fue su profesor en la Universitat de Barcelona, y empezaron a colaborar con CREA; y todas relatan un comportamiento envolvente que termina en sexo, masajes, y/o en participar en tareas logísticas para él. El catedrático las introduce en su equipo cuando son muy jóvenes, ofrece participación en investigaciones y proyectos, e inicia una relación personal -a solas y con otros miembros del grupo- por la que obtiene información íntima de ellas, que después utiliza.
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