El cóctel exacerbado por el cambio climático de calor intenso prolongado, campos sequísimos y viento ha generado un incendio de sexta generación en un paisaje de cultivos entreverados de masas boscosas: “Ha ardido como la pólvora”
Una chispa de una máquina recolectora, la principal hipótesis del origen del incendio de Lleida en el que han muerto dos personas
Todo ha sido muy rápido: una chispa –se sospecha que de una máquina– campos sequísimos, un pico de calor extremo y vientos fuertes. El cóctel mortífero que genera el cambio climático ha resultado en un incendio de expansión acelerada con pirocúmulo y más de 6.500 hectáreas calcinadas en unas horas. Las llamas en la comarca de la Segarra (Lleida) han provocado la muerte de dos trabajadores de una de las múltiples explotaciones agropecuarias de la zona.
El incendio forestal de Torrefeta ha sido calificado por los bomberos de la Generalitat como de sexta generación, es decir, un fuego tan poderoso que se hace casi imposible de extinguir por medios humanos. Una tormenta vespertina echó una mano.
“Nos hemos visto con cultivo fino, seco y continuo que ha ardido como la pólvora con las temperaturas extremas, que conllevaban un peligro máximo de incendio y en el que las autoridades han hablado de velocidades bestiales”, relata la responsable de campañas de Greenpeace, Mónica Parrilla. Las llamas han llegado a avanzar hasta a 30 km/h. La cuestión es que este fuego no se ha producido en una masa boscosa densa y uniforme llena de comida para las llamas, sino en una comarca agrícola, dentro del espacio Valls del Sió-Llobregós que la Generalitat define como “una mezcla de terrenos de cultivo en medio de zonas boscosas”.
“La increíble velocidad de las llamas y la altura del pirocúmulo indican que estos incendios no nos han mostrado aún todo su potencial”, reflexiona la especialista en incendios forestales de WWF, Lourdes Hernández. “Aún es pronto para sacar conclusiones y hay que evaluar bien lo que ha pasado, pero, por lo pronto, necesitamos invertir más en investigación para mejorar el conocimiento sobre el comportamiento del fuego para poder anticiparnos mejor”, remata.
El contexto en el que ha llegado este siniestro es el de una ola de calor que se prolongaba desde finales de junio y que, a su vez, se adhería a un mes extremadamente cálido, el junio más caluroso de la historia. La temperatura media ha sido 23,6ºC, unos 3,5 ºC por encima de la media histórica y superior al promedio de un mes de julio o agosto. “Es la primera vez que pasa”, recuerda Mónica Parrilla.
Temperatura, humedad, viento
Además, las temperaturas extremas tienen cada vez más efecto –junto a las condiciones críticas de peligro de fuego– en la generación de grandes incendios forestales, como puso de manifiesto un estudio del Joint Research Center de la UE.
Las condiciones meteorológicas que se miden para calcular el índice meteorológico de riesgo de fuego incluyen la temperatura, la humedad del potencial combustible (que este caso se ha secado durante semanas con calor intenso) y el viento. Si el riesgo meteorológico a nivel mundial ha crecido un 27% en todo el mundo en las últimas cuatro décadas, en los países del Mediterráneo ese riesgo se ha incrementado un 55%.
Mónica Parrilla –que es ingeniera técnica forestal– considera que un incendio como este de Lleida hace que sea urgente “reducir las emisiones de gases de efecto invernadero porque, a pesar de que el cambio climático no origine el fuego, sí agrava la evolución, que lleva a siniestros pavorosos”. También que, “hay que extremar al máximo el cuidado con actividades como las quemas o el uso de maquinaria agrícola cuando hay un riesgo tan extremo como el de estos días” para evitar que una chispa o unas llamas descontroladas terminen en un incendio incontrolable. La principal hipótesis de investigación en Lleida apunta a una recolectadora.
Si hace unas semanas el sentir de los expertos en incendios forestales era de “incertidumbre” por la mezcla de condiciones que se estaba creando –el Gobierno adelantó la declaración de época de máximo riesgo de incendios–, el inicio de julio parece que disipa las dudas.
Y este episodio “vuelve a poner de manifiesto que no estamos preparados frente a este tipo de incendios extremos, para los que los dispositivos de extinción no son la solución”, concluye Lourdes Hernández.