sábado, junio 28 2025

Bruno Galindo rescata la historia del ‘Vasco de la Carretilla’, que recorrió 22.500 kilómetros con 100 kilos a cuestas

El escritor y periodista narra en ‘Nadie nos llamará antepasados’ la gran hazaña del ‘Vasco de la Carretilla’, un hombre ahora desconocido que rechazó el sistema hace ya casi un siglo

Una española interna en un chalet de ricos: “Dejamos ese trabajo a migrantes pobres porque nos parece miserable”

La historia está llena de héroes olvidados: el privilegio de sobreponerse al paso del tiempo no está al alcance de cualquier nombre. Sin embargo, cuando alguien revisita el pasado, no basta con celebrar solo a quienes aún habitan en la memoria colectiva, sino también a aquellos que formaron parte de la época y ayudaron a construirla. El ‘Vasco de la Carretilla’ es uno de esos nombres cuya hazaña, pese a permanecer en los márgenes, continúa resonando en los lugares que visitó y en las personas a las que conmovió.

Hasta 22.500 kilómetros recorrió Guillermo Larregui por Argentina entre 1935 y 1949. No fue tarea fácil, pues lo hizo empujando una carretilla de obra de más de 100 kilos de peso. Nadie lo obligó a emprender semejante propósito, y ni siquiera sus amigos lo tomaron en serio cuando surgió la idea a raíz de una apuesta. Pero no fue únicamente motivado por la locura lo que provocó que Larregui se sumergiera en una hazaña de esta índole. Los motivos son mucho más profundos, y todos ellos incentivaron en el escritor y periodista Bruno Galindo la necesidad de plasmarlos en Nadie nos llamará antepasados (ed. Libros del K.O.), una obra que narra la historia de Larregui a través de diferentes generaciones.

El autor, que ha seguido los pasos de Guillermo Larregui en un viaje que reconstruye el pasado desde el punto de vista del presente, construye una novela con tres capas narrativas: la biografía de un hombre desconocido, la vida de la familia de Galindo y el concepto de lo salvaje a través del nomadismo, la vivienda y la soledad. Todo ello se entrelaza entre sí en una narración que bebe principalmente de los saltos en el tiempo. “Buscaba una manera de aproximarme o incluso de identificarme con el personaje, para tratar de sentir lo que él sentía y ver lo que le rodeaba de la manera más fidedigna posible”, señala Bruno Galindo.

Lo que el personaje sentía era el espíritu de la aventura, algo cada vez más atípico en una época tan monótona como la actual. Tras quedarse sin trabajo a los 50 años en la Patagonia del sur de Argentina, donde era peón del petróleo y sufría las consecuencias de una profesión durísima con unas condiciones meteorológicas complicadas, Guillermo Larregui abrazó una nueva vida impulsado por todo lo contrario al miedo. “Lo que me gusta de él es que, cuando se podría haber terminado su vida, dice: ‘Ahora empieza lo bueno’”, comenta Galindo, “y coge una carretilla, mete sus cosas, se pone a caminar y hace más de 22.000 kilómetros a lo largo de 15 años”.

Es así cómo Guillermo Larregui pronto comenzaría a ser conocido como el ‘Vasco de la Carretilla’, evitando sus problemas laborales, de vivienda y sociales viviendo de “manera muy próxima con la naturaleza”. “Es el sentir de muchas personas en la sociedad actual, sobre todo después de la pandemia”, indica el autor, que sostiene que “aquellos que vivimos en las ciudades queremos estar en contacto con la naturaleza”. De hecho, el viaje de Larregui no fue debido únicamente a una apuesta, aunque eso fuera lo que pensaran sus amigos. Su descontento con el sistema fue lo que lo empujó a querer desconectar y, por gusto, caminar sin parar con todo el peso del que fuera capaz a espaldas.


Bruno Galindo, en la redacción de elDiario.es

“Estamos programados para tirar un día más, pagar nuestro alquiler, pagar nuestra hipoteca y seguir en esa inercia. Me gusta esa identificación del personaje de Guillermo Larregui con el caminante, pero también con el aventurero, con el superviviente”, cuenta Bruno Galindo, que ha explorado el mismo camino que recorrió el ‘Vasco de la Carretilla’ casi un siglo atrás para reflejar en el libro lo que supuso aquel viaje. “De alguna manera, marca un mapa de lo que voy a narrar en toda la obra”, dice, “regresando a lo que recorrió un señor que técnicamente nadie recuerda, del que apenas hay registro y que hoy sería considerado un vagabundo”.

Sobre el caminar reside la gran belleza de Nadie nos llamará antepasados, una acción a la que últimamente se le está dotando “cierta visión política”. Así lo afirma Bruno Galindo, que explica que “hay países como Estados Unidos donde caminar sin rumbo, simplemente dar un paseo, es una actividad sospechosa por la que te pueden detener”. “Esto sucedía antes de Trump, ahora imagínate lo que te puede pasar”, añade. No obstante, el autor indica que, en otros lugares como España, se ha “redescubierto el caminar”: “Para mí, tiene algo de derrota, de pérdida del territorio. La vivienda se ha convertido en un lujo, los barrios se los están arrebatando a sus habitantes… y, frente a eso, caminamos”.


Bruno Galindo, en la redacción de elDiario.es

Sin embargo, el significado del viaje también ha cambiado drásticamente con el tiempo. “Hoy en día, viajar acarrea una problemática de la que podemos ser o no conscientes, y que tiene que ver con la huella de carbono, con la gentrificación a consecuencia de llegar a un sitio donde nuestra presencia puede ser incluso perjudicial”, reflexiona el escritor, que reconoce haber sido viajero y turista toda su vida. Asimismo, alude a la “idealización bastante ingenua” de la naturaleza, que se percibió tanto en la pandemia como durante el reciente apagón: “De repente, muchos de nosotros decimos: ‘Si voy a tener que estar inmovilizado, prefiero estar en la naturaleza’. Pero la realidad es que la naturaleza te aplasta, te aniquila. ¿Podrías aguantar viviendo en una cabaña en un bosque?”.

Es importante hablar de la migración en un momento como este, cuando para mucha gente es el equivalente a una lacra o una molestia. Haríamos bien en no olvidar la historia de este país.

Bruno Galindo
Escritor y periodista

Uno de los puntos fundamentales de la historia del ‘Vasco de la Carretilla’ es que posibilita poner en el foco central la migración, pues esta afecta al protagonista y también a los bisabuelos de Galindo. El escritor, que viene de una familia de migrantes de varias generaciones, considera que “es importante hablar de la migración en un momento como este, cuando para mucha gente es el equivalente a una lacra o una molestia”. Además, hace alusión a los “más de 5 millones de españoles” que en el pasado se vieron obligados a migrar hacia América por necesidad: “Haríamos bien en no olvidar cosas como esa, porque es historia de este país y es historia de la humanidad. Hoy le está pasando a mucha otra gente”.

Es en esta falta de empatía hacia los demás cuando con más abundancia se presenta la soledad, un “motor fundamental en la escritura” y, en el caso de esta novela en concreto, la que aviva el “sentimiento de incomprensión”. “Quien no está en armonía con su madre no puede prosperar en esa posición frente al mundo y sus posibilidades, frente a sus relaciones afectivas, frente a sí mismo”, escribe el autor en una obra que describe como una “constelación familiar”, en la que conecta la vida de Guillermo Larregui con la suya propia. Bruno Galindo subraya en Nadie nos llamará antepasados que tiene la idea de que “las personas no queremos escribir nuestra vida, sino reescribirla”. Y, para él, “no hay inocencia en la escritura”: “Seguramente yo también he reescrito mi historia”.

No obstante, su mayor aspiración la ha cumplido con éxito, que es la de que un “héroe olvidado” haya “dejado de serlo”. “Tú echas a andar con la carretilla y a los cinco kilómetros te ha parado la Guardia Civil y estás en el cuartelillo”, dice Galindo, “sin embargo, este hombre pudo vivir entre el asombro de la gente que se reía de él, pudo vivir una serie de aventuras y de pulsiones que hoy son aspiraciones”. Y lo cierto es que estas aspiraciones, que motivan a las personas a vivir con más libertad, son las que llenan por dentro a los héroes olvidados y también a los contemporáneos: “Queremos escapar del trabajo, de la esclavitud, de las hipotecas y de los alquileres. Queremos, en definitiva, vivir una vida que tenga algo de aventura. Por eso el ‘Vasco de la Carretilla’ fue heroico”.