miércoles, junio 25 2025

Una española interna en un chalet de ricos: “Dejamos ese trabajo a migrantes pobres porque nos parece miserable”

Bárbara Espinosa explora en ‘ES PA ÑO LA’ la vida de las mujeres invisibles que limpian y cuidan a los ancianos y los hijos de los otros 24 horas al día

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Sembrar o servir. Esa es la dicotomía a la que se enfrenta Verónica, una mujer de clase obrera que desprecia el pueblo al sur de Madrid en el que se crio, las faltas de ortografía en el vocabulario de sus padres y el novio de la adolescencia que salió a triunfar cuando la que se iba a montar en el ascensor social era ella. Su estirpe ha dedicado la vida a la siembra, así que ella decide servir de lunes a sábado por la mañana en un chalet en una urbanización de ricos al norte de la capital.

Verónica es la única española interna en un mundo de filipinas y sudamericanas. “Quería escribir sobre qué es lo que le llevaría a una española del siglo XXI, con estudios, a aceptar un trabajo de empleada doméstica interna. Un trabajo donde pones tu vida en pausa y sacrificas tu personalidad”, explica Bárbara Espinosa (Madrid, 1980), autora de la novela ES PA ÑO LA (La Navaja Suiza, 2025) en la que, a través de su personaje, explora las vidas de las mujeres invisibles que limpian culos, friegan baños y preparan comidas sin que nadie repare en ellas. “Cuando yo era pequeña todavía había internas españolas, pero hace mucho que le dejamos ese trabajo a las inmigrantes pobres, como hacemos con todos los trabajos que nos parecen miserables”, continúa Espinosa durante su entrevista con elDiario.es.

Espinosa escribe sobre un mundo que no es el suyo, que ha visto siempre de lejos. Licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y tras un máster en Derecho en Harvard y otro en Edición (también por la Complutense), se considera una privilegiada, siempre lejos de pasar penurias. “Soy una persona observadora y, aunque tenía el fenómeno muy interiorizado, un día en el parque me fijé en un grupo de mujeres, extranjeras todas, que hacían todas las semanas el mismo viaje. El de marcharse los sábados de las casas en las que sirven y alquilar una habitación para pasar solamente una noche” explica para señalar que “viendo a aquellos pequeños ejércitos que caminan de regreso a sus puestos de trabajo pensé en lo llamativo que era que siempre se repitieran las mismas nacionalidades”.


Bárbara Espinosa aborda el trabajo de las internas en ‘ES PA ÑO LA’

En su novela, narrada en primera persona, Verónica vive en tierra de nadie. No pertenece al mundo de los amos pero tampoco al de los sirvientes. Los primeros se enorgullecen de haber encontrado a una española, pero en el fondo la desprecian por haber caído tan bajo. Las segundas, todas mujeres, no terminan de fiarse de ella, de acogerla. Pero a Verónica tampoco le importa, desprecia a unos y a otras.

“Yo quería que fuera una mujer desarraigada, que nunca se hubiera sentido parte ni del lugar donde nació, ni de la familia que le hubiera tocado. Ni siquiera cuando pudo estudiar”, apunta Espinosa para señalar que su protagonista es como una isla. “Va flotando por diferentes lugares, puntos geográficos o momentos en su vida, pero nunca encuentra su espacio aunque siempre se cree mejor o distinta al resto”, explica para agregar que hay mucha gente que nunca descubre su lugar en el mundo.

“Quería hablar de esas personas que creen que, culturalmente, se merecen estar en otro sitio y se chocan una y otra vez con la barrera”, cuenta la autora para añadir que su personaje reniega y siente vergüenza tanto por sus orígenes como por los habitantes de la casa en la que está empleada. “Ella ve a su padre como un hombre agrícola y absolutamente primario y, como no tiene dinero para diferenciarse, usa lo único que lleva consigo: el haber estudiado, el lenguaje”, añade, para continuar con que su protagonista hace un uso elitista del lenguaje cuando corrige a su padre, pero también cuando mentalmente critica a la señora por “hablar de manera tan pobre”. “Ella siente rabia porque alguien con tanto dinero y posibles cometa errores”, sostiene, para añadir que la suya es una novela sobre racismo y clasismo sin hablar de ello.

Un mundo de apariencias

Cuenta Bárbara Espinosa que, en esta novela, quería dibujar un mundo de apariencias, de jaulas de oro. “Desmitificar esa idea general de que en el norte se vive mejor, que es un lugar donde todo parece perfecto”, señala. Ella retrata un matrimonio desgraciado, una pareja que se ignora mutuamente, donde él es el amo del lugar y la señora de la casa se empequeñece en su presencia, pagando sus miserias con quien se sitúa en el escalafón más bajo: el servicio.

“Son dinámicas de poder que conozco tan bien, que he visto en mi entorno. Donde las mujeres se quedan en un lugar que les hace tremendamente infelices por no perder estatus, porque es lo que tienes que hacer y qué van a decir tus vecinas, quienes probablemente, sean tan infelices como tú”, apostilla.

Así, aprovechando el eje entre el norte y el sur de una ciudad como Madrid, Espinosa dibuja una historia que habla del arriba y del abajo, de estratos sociales con casi nula movilidad entre ellos y de un mundo que, dice, “está frente a nuestros ojos, pero casi nunca reparamos en él”. Tienes que fijarte, mirar, para poder verlo“, zanja.

“Pasa lo mismo con el norte de Europa, ojo”, apostilla. “Se nos venden todas esas bondades sobre un estado de bienestar que ya no existe. La Suecia de los años ochenta con la que muchos soñaban, hace tiempo que está totalmente deconstruida”, continúa para señalar que ella deseaba desnudar a “la gran mentira del progreso del camino al norte”, pero a pequeña escala, usando como tablero un lugar que Bárbara Espinosa conoce muy bien: su propia tierra.