lunes, junio 23 2025

Mohamed llegó a la Península en una narcopatera: «La gente paga 8.000 euros sin saber que viaja con droga»

Los transportistas de las mafias han descubierto más rentabilidad en el tráfico migratorio que en el de sustancias. Este migrante cuenta que llegó en una lancha cargada de fardos, que navegó sin luz y sin chalecos salvavidas

Los narcos “diversifican” su negocio y utilizan sus potentes lanchas para transportar migrantes a España

Cuando tenía 24 años, Mohamed (nombre ficticio para este relato) buscaba oportunidades fuera de Marruecos. Su familia se había ido a vivir a España hacía tiempo y él llegó a Ceuta con la intención de buscar trabajo. Allí estuvo tres meses en una tetería de shishas en la cual, por la noche, se movía todo tipo de sustancias. Un día alguien le ofreció ir hacia Estepona (Málaga) en una patera cargada con hachís esa misma noche. “Se acercó un conocido mientras estaba en mi turno, sobre las cinco de la tarde, y me preguntó si quería llegar a la Península”, cuenta. No tardó mucho en aceptar.

Desde hace cinco años, trabaja en una empresa de mantenimiento de la isla. No ha tenido, desde que llegó al país, contacto con los narcos que le ofrecieron hacer el trabajo ni piensa volver a hacer nada igual. También ha aprendido español: “Desde el principio, he ido escuchando y preguntando todo lo que no entendía”. Y aún sigue preguntando. Solo así se aprende, se avanza y se gana uno la confianza del ciudadano local. Al principio fue difícil, además de por el idioma, porque no conocía a casi nadie, poco a poco se ha ido haciendo al nuevo entorno. A los tres años fue arreglando la documentación y pudo sacarse también el carné de conducir. “He tenido mucha suerte”, reconoce.

Pero, para llegar hasta el día de hoy, tuvo que aceptar un viaje en narcopatera. Desde hacía tiempo, Mohamed buscaba la manera de llegar a la Península sin lograr reunir el dinero suficiente para hacerlo. Su padre y algunos de sus hermanos estaban en Eivissa y quería trasladarse para estar más cerca de ellos. Movido por eso y por la intención de buscar un trabajo mejor, dejó atrás su vida en Ceuta. “Mi padre llegó a la isla hace unos 30 años”, relata el marroquí, quien no pudo optar a la reagrupación familiar –ni ninguno de sus hermanos–, ya que ya eran mayores de edad cuando tomaron la decisión de ir a España. Antes, su padre convivía –sigue Mohamed– en un piso con otras seis o siete personas más, lo que hacía imposible que el resto de la familia también se mudara.

Después de tomar la decisión de migrar, empezó el periplo: miedo, incertidumbre y compañeros de viaje que no salieron tan bien parados como él. En algunos casos, las mafias que se encargan de gestionar las pateras piden hasta 8.000 euros por billete, detalla Mohamed. El precio que se paga, en todos los casos, es por adelantado. “Cuando llegas, es saltar a la barca y salir”, rememora.

Ha habido, en los últimos años, un cambio de tendencia en ese sentido: las mismas embarcaciones que se utilizan para el tráfico de drogas también sirven –los días en los que no hay sustancia que transportar– para trasladar a personas, explican a elDiario.es fuentes expertas en este tipo de llegadas en el sur de la Península. Son los transportistas los que se han metido recientemente en el mercado del tráfico migratorio para aprovechar los viajes y tener más ganancias. Las mismas fuentes expertas calculan que, en la actualidad, se recauda más dinero con los viajes con migrantes que con el narcotráfico. Aunque no son todos los casos. “También hay mafias que simplemente se encargan de hacer viajes con personas y ya está”, afirma Mohamed.

Las mismas embarcaciones que se utilizan para el tráfico de drogas también sirven –los días en los que no hay sustancia que transportar– para trasladar a personas

Aunque la ONG Caminando Fronteras explica a elDiario.es que no han atendido a víctimas de este tipo de casos, sí conocen a expertos que les han explicado la situación, sobre todo en el sur de España. La organización sin ánimo de lucro ha hecho públicos estos días los datos de migrantes fallecidos en la ruta migratoria desde Argelia hasta Balears: 328 personas. Muchos de ellos han aparecido en las orillas de la playa, la mayoría en Formentera. Por su parte, Cruz Roja, que ha sido consultada también por este diario, se ha limitado a explicar que sus intervenciones, cuando atienden a los migrantes, son de unos cinco o diez minutos, aunque no tienen acceso al tipo de embarcación en el que llegan.


Mohamed camina por Eivissa, el destino final de su periplo.

Pánico a caerse al agua

Esa noche de hace cinco años, él y otras quince personas se embarcaron en la narcopatera. Ninguno de ellos se conocía. “Íbamos nosotros, los pasajeros, más los paquetes de ‘chocolate’ (hachís) y quince narcos, que se encargaban de conducir y controlar la navegación”, continúa. Pero la mayoría de los ocupantes desconocía hasta llegar a la barca –con tres motores de 300 caballos– que viajaba junto a varios kilos de costo.

Íbamos nosotros, los pasajeros, más los paquetes de ‘chocolate’ (hachís) y quince narcos, que se encargaban de conducir y controlar la navegación

Mohamed
Migrante llegado en narcopatera

No había entre ellos ninguna mujer ni ningún niño, aunque su presencia es cada vez más común en las precarias embarcaciones que llegan a Balears. Fue el caso del pesquero que llegó en julio de 2024 a la playa de es Codolar con 101 personas a bordo, entre ellas mujeres (muchas veces viajan embarazadas), menores y una persona con movilidad reducida, como publicó Diario de Ibiza.

Eran las tres de la madrugada, en la oscuridad de la noche, cuando partieron de la costa africana, desde algún punto próximo a Nador. “No tardamos nada”, asegura Mohamed. Más que navegar, la barca prácticamente volaba sobre el agua. De la velocidad, iba dando brincos, cruzando la franja de mar que separa el sur de la Península Ibérica y el norte de África casi en vertical.

Las narcolanchas, que se ilegalizaron en 2018, no son una novedad en las costas españolas. Aunque la mayoría de migrantes vienen en pateras más “humildes” -aunque también inestables-, en la costa de Cádiz y Almería es relativamente frecuente verlas llegar. Los narcos intentan sacar dinero a los migrantes ofreciéndoles viajes más rápidos a España gracias a estas embarcaciones, que, como contrapartida, presentan un mayor riesgo porque generalmente los pasajeros se ven obligados a saltar al agua, aunque no hagan pie, para que la barca se dé la vuelta.

La peligrosidad de estos viajes queda de manifiesto, por ejemplo, en la muerte de cuatro personas en noviembre de 2023 en las costas de Cádiz tras ser obligadas a lanzarse al agua sin haber alcanzado la orilla, incluso sin saber nadar. De hecho, según Mohamed, el temor de que algo sucediera durante el trayecto pesaba sobre sus hombros y sobre los del resto de migrantes que buscaban un futuro mejor en Europa. Sobre todo, temían que alguien se cayera al mar. Navegaron sin luz y sin chalecos salvavidas. Solo con una lancha cargada de fardos que, en todo caso, solo podrían empeorarles el porvenir. “Sabíamos que si alguna persona terminaba en el agua, nadie se iba a parar a recogerla”, afirma con dureza, “por eso tenía miedo”, añade el joven.

Los ocupantes de la narcopatera, que navegaron sin luz y sin chalecos salvavidas, desconocían en su mayoría hasta llegar a la barca que viajaban junto a varios kilos de hachís

Al llegar, las barcas suelen detenerse a unos cincuenta o cien metros de la orilla para no encallar en la arena. En ese momento, se le pide a los migrantes que bajen a tierra y, a menudo, quienes viajan sin pagar son los responsables de descargar los fardos. Los narcos vuelven enseguida mar adentro. No fue el caso: Mohamed cuenta que atracaron como pudieron en la arena y salieron corriendo, por lo que desconoce qué pasó con el cargamento de droga.


“Sabíamos que si alguna persona terminaba en el agua, nadie se iba a parar a recogerla”, asegura el joven.

Dejar atrás el sufrimiento

Mucha gente, en su país natal, Marruecos, quiere pagar para llegar por esa vía a España, a pesar del elevadísimo precio por hacerlo. Pueden ser desde los 8.000 que pagaron los que iban en la patera con él hasta los 14.000 o 15.000, dependiendo de los contactos que se tengan en la red. Una cantidad muy difícil de reunir si se tiene en cuenta que el PIB per cápita en el país del Magreb fue de 3.323 euros anuales en 2023, según los últimos datos registrados por el Banco Mundial. En España, el mismo año, el PIB per cápita fue de 29.527 euros.

Normalmente, la familia contribuye a pagar parte del viaje, pero Mohamed asegura: “No hay dinero en Marruecos”. También indica que la mayoría de marroquíes perciben la vida europea como un sueño, un futuro fácil, algo que dista de la realidad. La lejanía de la familia, la dificultad de encontrar vivienda y el idioma complican la conciliación de esas esperanzas con lo que se encuentran a su llegada: “Cuando llegan aquí, sufren igual”. A su alrededor conoce a muchísima gente que se ha embarcado en el viaje irregular para venir a España. Su primo hace un año que llegó y otro miembro de su familia lo hizo hace dos o tres años, “sufriendo mucho”. En su caso, partió de Nador y tardó, en total, unas catorce o quince horas en llegar.

Los horarios y los puntos de salida se anuncian a través del boca a boca, de los contactos. Aunque no es difícil llegar hasta esa información porque casi todo el mundo conoce a alguien que ha hecho la travesía irregular. El cauce legal es prácticamente inexistente o así se ve a ojos de quienes tienen planes de venir: los consulados expiden visados a cuentagotas y son difíciles de conseguir.

Es fácil conocer los puntos y los horarios de salida a través del boca a boca. Venir legal desde Marruecos es muy complicado porque se expiden muy pocos visados

En su viaje particular no le dijeron, en ningún momento, cuántos kilos de hachís habían cargado en la embarcación. “Pero había muchas cajas a bordo”, recuerda cinco años después. Tampoco recibieron instrucciones de qué modus operandi seguir una vez llegaran a España.

De hecho, en Estepona, Mohamed permaneció durante cinco horas escondido en el bosque, refugiado bajo los árboles. Cuando llegaron, descubrieron la presencia de la Guardia Civil, que intervino a uno de los grupos de migrantes recién llegados irregularmente. Él consiguió escapar y desconoce si sus compañeros de viaje tuvieron que enfrentarse a consecuencias legales derivadas del transporte de droga. Recuerda que se quedó completamente solo, hasta las ocho de la mañana, cuando un compañero suyo –que trabajaba para los narcos que lo reclutaron en Tetuán– llegó para recogerle. Más tarde, se trasladaron a Algeciras, donde le acogieron dos días en casa de una persona cercana al grupo para el que trabajaba en Ceuta, y desde el municipio gaditano viajó directamente a Eivissa utilizando su pasaporte marroquí.

Aunque la primera intención de las narcopateras siempre es llegar a esa zona de Gibraltar o la línea de la Concepción –entre Almería o Murcia–, a veces las embarcaciones se desvían a Granada o Málaga por equivocación o precaución. Sobre todo, si detectan la presencia del servicio marítimo de la Guardia Civil. La vigilancia cada vez más intensificada contra este tipo de embarcaciones o contra los ‘petaqueros’, encargados de suministrar gasoil a las grandes embarcaciones en alta mar para que no se queden a la deriva y puedan llegar al litoral, provoca el recálculo de las rutas.