lunes, junio 23 2025

Manual de gestión de crisis

Lo mejor que puede hacer Sánchez es salir de la Moncloa y meterse en los zapatos de su votante medio; tratar de entender qué le está pidiendo. No hay manual de gestión de crisis que no prescriba como imprescindible asumir el liderazgo y la dirección de la misma

Los manuales están para cambiarlos cuando ya no funcionan. No hay que descubrir la pólvora todos los días, sobre todo porque ya está inventada y se pierde un tiempo precioso. En una crisis de manual como esta que los Three Amigos -Cerdán, Ábalos y Koldo- han provocado en el PSOE y en el gobierno de coalición se impone tirar del manual de gestión de crisis. El manual de resistencia se ha quedado escaso.

Lo primero que recomienda el manual de crisis pasa por afrontar los hechos. Evitar mentir y sobre todo evitar mentirse a uno mismo resulta clave. Pedro Sánchez afronta un caso de corrupción y una crisis de credibilidad. El caso de corrupción resulta tan típicamente español que casi parece un guion de Santiago Segura. No falta de nada en una trama cutre en el fondo y en la forma. Todo suena tan burdo que cuesta trabajo creer que nadie próximo lo detectara.

La crisis de credibilidad la provoca precisamente la cercanía desde el origen a una red tan vulgar y cantosa, además de la reiteración en la confianza ciega hasta el último instante. Únicamente Sánchez puede explicar a Sánchez en esto. No valen comunicados ni terceras personas. El presidente en persona ha de atravesar el paseíllo de la vergüenza, como hizo Cersei Lannister en la temporada 5 de Juego de Tronos por las calles de Desembarco del Rey. Sin expiación no hay redención. Sánchez no tiene que pedirnos perdón. Sánchez tiene que ganarse el perdón.

Afrontar los hechos pasa también por clasificarlos en la categoría correcta. Ni es una anécdota, ni es un brote. Ofrece un indicador sistémico que exige tratamiento urgente e integral. No se despacha con lágrimas y un viaje hasta que se nos olvide. Valores cruciales para el sistema democrático están puestos en cuestión y resultan hoy blanco fácil para quienes proclaman que la democracia es el problema.

La segunda recomendación de los manuales de gestión de crisis prescribe tratar de darle un significado a cuanto está pasando; darle sentido a la incertidumbre, no aumentarla trasladando que no sabes qué hacer. No pocos votantes del gobierno progresista necesitan que alguien les cuente cómo ha sido posible esto y hasta dónde puede llegar, pero sobre todo por qué han de pasar por lo que falta por venir. Agitar el fantasma de la extrema derecha o apuntarse como mérito cumplir con la obligación de colaborar con la justicia no parece suficiente. Resistir es una estrategia, no un significado.

Todos podemos llegar a sentirnos tan engañados como Pedro Sánchez, pero no engañados por Pedro Sánchez. Si hay que pasar por el pantano de la corrupción, se pasa, pero dígame qué nos aguarda al otro lado. Convénzame de que vale la pena y sirve para algo semejante sacrifico. Usar las percepciones de los demás suele ayudar. Lo mejor que puede hacer Sánchez es salir de la Moncloa y meterse en los zapatos de su votante medio; tratar de entender qué le está pidiendo.

No hay manual de gestión de crisis que no prescriba como imprescindible asumir el liderazgo y la dirección de la misma. No se apaga un incendio esperando a ver por dónde va el fuego, igual que no se contiene una crisis de corrupción esperando a ver por dónde van los autos judiciales. Hay que enseñarle el camino.

Tras su rápida y efectiva comparecencia del jueves posterior a la publicación del famoso informe de la UCO, Sánchez parece empeñado en no hacer lo que dijo que haría. Desaparecer de la vida pública no parece la mejor manera de liderar. No comparecer hasta tres semanas después, diluyendo el asunto en una sesión ómnibus, tampoco. Esperar al verano no es liderar. El capitán del barco no se protege de la tormenta en el puente de mando. Se instala allí para que la tripulación pueda verle.