Feijóo se esfuerza en convertir las causas relacionadas con el PSOE en las “peores” de la democracia, al nivel de Gürtel o Kitchen, e intenta usarlas como palanca de una moción de censura, pero obvia las tres condenas a su partido y la catarata de juicios previstos para la vuelta del verano
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“Tenemos el Gobierno más caro de nuestra historia, el más inútil y el más corrupto”. Así se despachó a principios de este mismo mes el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Impulsado por los escándalos de corrupción que afectan al PSOE, el jefe de la oposición vuelve a tocar con la punta de los dedos el pomo de la puerta del Palacio de la Moncloa. Su partido ha aparcado toda lucha interna ante lo que muchos asumen como la última oportunidad de derrocar a Pedro Sánchez. Una oportunidad real, imposible de dejar pasar. Sea ahora, el año que viene o el siguiente. Pero una sombra aparece en el horizonte: la propia corrupción del PP y algunos juicios importantes que deben resolverse en los próximos meses.
2009. España está inmersa en una crisis económica cuyas peores consecuencias todavía estaban por ver. La Policía Nacional, a las órdenes del entonces juez Baltasar Garzón, destapa un supuesto caso de financiación ilegal del PP a través de comisiones a cambio de contratos públicos. El origen está en la Comunitat Valenciana, pero la trama se había extendido durante años por toda España. También a Madrid. Y a Galicia.
Aquellas investigaciones e informaciones periodísticas se convirtieron con los años en verdad judicial. La Audiencia Nacional condenó al PP por beneficiarse de la llamada trama Gürtel, en honor al apellido del cabecilla de los empresarios, Francisco Correa. Era la primera vez que un partido era señalado culpable por financiación ilegal en España. La sentencia motivó la también primera moción de censura exitosa. Sánchez fue investido y Mariano Rajoy abandonó el Congreso para brindar por el fiasco.
Era 2018. Después, el Tribunal Supremo certificó la hasta ahora única sentencia contra un partido en España. Luego llegaron otras dos. Hoy, hasta tres resoluciones judiciales condenan al PP como organización por corrupción.
Apenas han pasado siete años y el PP de Feijóo cree haber girado el sentido común de época: el foco ya no está en sus casos de corrupción, está en los del PSOE. O casi, porque las encuestas, que señalan un notable desgaste en el Gobierno y las organizaciones que lo integran, no indican el despegue electoral que muchos en el partido creen que tendría que producirse.
La estrategia del PP pasa por engrandecer las investigaciones al PSOE y así rebajar las propias. En las últimas semanas, todos los discursos, intervenciones y entrevistas dadas por Feijóo van en esa línea.
Este mismo viernes, antes de un acto de la patronal de la empresa familiar en el que arremetió contra el salario mínimo (SMI) y la reducción de la jornada laboral, Feijóo aseguró: “El Gobierno y el partido, el partido y el Gobierno, tienen la causa de corrupción más grave que hemos conocido hasta este momento en la historia democrática”.
Ya ante sus anfitriones, el líder del PP remachó la idea. “España no merece vivir en una redada permanente y televisada”, dijo. “No hemos vivido un momento tan complejo como este”, añadió. “Está en cuestión no solo episodios graves, agudos e intensos de corrupción, sino las instituciones democráticas del país”, aseguró. “Si cogen las portadas de periódicos europeos, ven a nuestro país como noticia permanente en cuestiones de corrupción”, invitó.
Feijóo concluyó: “Es el momento de la dimisión y poner fin a la escapada”. Es decir, elecciones anticipadas porque, como saben perfectamente en la sede nacional del PP en la madrileña calle de Génova (reformada con dinero negro, según una de las sentencias firmes ya citadas), hoy por hoy su líder no puede conseguir que la mayoría absoluta del Congreso eche a Sánchez para ponerle a él.
Un día antes, el jueves, el líder del PP aseguró que “Sánchez se ha gastado buena parte del presupuesto de forma ilegal y corrupta”. No especificó a qué se refería, pero desde su equipo aludieron a “los cobros de los 100.000 euros” por los que ha dimitido el ‘tres’ de la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, en referencia al ya expresidente del Tribunal Económico Administrativo Central (TEAC), José Antonio Marco Sanjuán.
Aseveraciones muy contundentes que chocan con las que él mismo ofreció en 2009, cuando la marejada de la Gürtel comenzó a escalar a arbolada y amenazaba con el tsunami que llegó unos años después con la revelación de los ‘papeles de Bárcenas’ que certificaban el reparto de sobresueldos en dinero negro a dirigentes y cargos del partido.
En septiembre de 2009, en un acto informativo celebrado en Galicia, Feijóo intentó proteger a su partido, entonces liderado por Mariano Rajoy. “Un informe policial no es una decisión judicial”, aseguró. Pero no solo. “Cuando se trata de justicia, los políticos debemos de hablar poco y atenernos a las decisiones judiciales”, dijo entonces. “Una cosa es un juicio y otra un prejuicio”, añadió. “Los prejuicios y los juicios es lo contrario”, reiteró. “En un Estado de derecho, los juicios tienen que hacerse con la tranquilidad y la independencia judicial y acatar todas las resoluciones una vez que sean firmes”, apuntó.
“Se debe aclarar cualquier cuestión que afecte a la financiación del partido”, planteó, para añadir: “Es evidente que el coste legal de una campaña y el gasto real muchísimas veces no coincide”. Por último, intentó circunscribir la cuestión a la Comunitat Valenciana y zanjó: “Que cada barco aguante su vela”.
De Gürtel a Kitchen
Ese mismo año, en otro acto, Feijóo aseguró que las investigaciones estaban “criminalizando a las personas”. “Es lo contrario de la Justicia”, dictaminó.
Pero los tribunales, con gran lentitud, han repartido culpas en los últimos años. La más famosa, la ‘trama Gürtel’, derivó en una miríada de piezas separadas y juicios de mayor o menor entidad. El último, hasta ahora, supuso el pasado mes de mayo condenas de hasta ocho años de cárcel. La sentencia de la Audiencia Nacional dice expresamente: “Desde al menos el año 1998 hasta 2009, Francisco Correa creó y dirigió una estructura jerárquica organizada en torno a él, conocida como ‘grupo Correa’, con la finalidad de enriquecerse ilícitamente de forma sistemática con cargo a fondos públicos mediante la obtención de contratos públicos tanto a través de sus empresas como de empresas de terceros previo pago, en este último caso, de la correspondiente comisión”.
Gürtel es el contenedor que aglutina a multitud de investigaciones y juicios. Algunos zanjados con absoluciones, como los de Francisco Camps, la mayoría han terminado en condenas. Y han confirmado que los máximos dirigentes del partido, Rajoy, pero también José María Aznar, negaron en sede judicial la existencia de una contabilidad paralela que gestionaba las comisiones que entregaban empresas a cambio de contratos públicos.
Y aun así, para Feijóo es un caso “menor” en comparación a los que ahora asedian a Sánchez y que van de las supuestas corruptelas de su esposa o su hermano a las mordidas que, según los indicios hallados por la UCO, se llevaron sus ya ex secretarios de Organización.
“El PNV hizo una moción de censura contra el PP por una causa que, comparada con las que hay en este momento, se consideraría una causa menor”, dijo esta misma semana Feijóo. En los siguientes días abundó en la idea. Ante la patronal de empresas familiares comparó la corrupción propia con la del PSOE. Una, juzgada, la otra, en plena investigación. “Está en cuestión no solo episodios graves, agudos e intensos de corrupción, sino las instituciones democráticas del país”, dijo.
Feijóo obvia que la Gürtel fue el germen de otra causa que todavía se instruye en la Audiencia Nacional: la Kitchen. Es decir, el uso del andamiaje parapolicial en el que se incrustaba el polimputado José Manuel Villarejo para intentar destruir las pruebas que guardaba como autoprotección el extesorero del PP, Luis Bárcenas.
Se le llamó ‘kitchen’, “cocina” en inglés, porque la orden era entrar hasta el fondo. Se llegó incluso a recurrir a un falso cura que, según la Fiscalía, podría haber sido miembro o colaborador del CNI. Enrique Olivares García murió en 2022 sin que se hubiera desvelado la verdad.
La investigación judicial, o mejor dicho las investigaciones judiciales, señalan que la misma estructura parapolicial puesta en marcha por el Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz para inventar pruebas contra Podemos o el independentismo catalán fue usada por el PP para intentar librarse de la Gürtel y sus derivadas. Algunas de esas operaciones que usaron al aparato del Estado contra partidos políticos legales todavía se están descubriendo ahora.
Partido en paz
No solo Gürtel o Kitchen amenazan el futuro inmediato del PP. La gran trama de corrupción juzgada en democracia todavía tiene pendiente de resolver algunos juicios y el uso del Estado contra otros políticos no ha pasado siquiera de la instrucción. Pero otros casos esperan a Feijóo a la vuelta del verano.
El ‘caso Lezo’ señala al PP de Madrid y a la corrupción generalizada en el Gobierno autonómico. El expresidente Ignacio González, heredero de Esperanza Aguirre, espera sentencia. Uno de sus más duros rivales internos, el exvicepresidente Alfredo de Prada, ha sido condenado a siete años de cárcel por el fiasco de la Ciudad de la Justicia que dilapidó decenas de millones de euros.
También está pendiente de resolverse el llamado ‘caso Erial’, que supuso una condena de 10 años de cárcel para el expresidente valenciano y exministro Eduardo Zaplana, quien dijo que recurriría la sentencia.
Madrid fue uno de los epicentros de la corrupción del PP. Púnica es otro de los nombres que se hicieron famosos. Ya ha habido condenas y esperan juicios pendientes. Pero, además, se tiene que resolver la causa contra la pareja de Isabel Díaz Ayuso, cuyo abogado le adjudicó delitos fiscales, o la de la ‘número tres’ de la propia Ayuso, Ana Millán, elegida por Feijóo como parte de la organización del inminente congreso nacional del PP, a celebrar en julio.
Un congreso para el que no se esperan choques importantes, ya que toda la organización, el partido en bloque, está conjurado para que Feijóo logre la Presidencia del Gobierno. Todos pasarán por alto la poca profundidad de la ponencia ideológica, que deja fuera asuntos vitales para la derecha española, como el aborto o la eutanasia. Incluso el PP de Madrid está sopesando si enmienda o no el sistema electoral interno, que fulmina las primarias que Ayuso había exigido.
“Hay cuestiones que deben ser concretadas”, apuntan desde el PP de Madrid. El problema, apuntan, es que no queda claro si los militantes eligen a su presidente. La realidad es que, lejos de quedar claro, lo que hace el nuevo sistema es dejar en manos de los compromisarios la elección de los líderes en sus ámbitos territoriales.
Nadie contempla en el partido la posibilidad de cambiar de candidato, aunque haya quien albergue dudas. Y esa calma da aire a Feijóo para centrarse en atacar al Gobierno por la corrupción. Sin pisar el acelerador, sin cometer errores como, sostienen en Génova, sería presentar una moción de censura destinada al fracaso. “Tenemos tiempo, no tenemos ansiedad, no tenemos prisa”, apuntan fuentes de la dirección del PP. El PSOE es un “partido en extinción”, sostuvo esta misma semana Feijóo.
Los estrategas del jefe de la oposición intentan llenar de barro a su rival mientras aprovechan para limpiar su casa. Un detalle: la ponencia de estatutos que se debatirá en el congreso de julio cambia formalmente la palabra “tesorero” (es decir, Luis Bárcenas) por la de director general de Finanzas y Organización Nacional, tal y como adelantó El Periódico.
Feijóo habló este viernes de españoles “indignados” y trazó una línea en el suelo que divide a “las dos Españas” actuales: “La que forman los hombres y mujeres honrados y decentes”, por un lado, “y una trama de ciudadanos que han robado y que todavía se siguen riendo hoy de la mayoría de los españoles”.
En las últimas semanas, los escribas del PP han desempolvado los gritos que les lanzaron los jóvenes que en mayo de 2011 pusieron el tablero político patas arriba con el 15M. Consignas que tenían como objetivo a la derecha, pero también al PSOE. El portavoz del PP, Borja Sémper, suele cuestionar a los dirigentes que, directa o indirectamente, alcanzaron importantes cuotas de poder a partir de aquella movilización social de hace ya más de 14 años. ¿Dónde están los del “no hay pan para tanto chorizo” o los que decían “no nos representan?”, suele cuestionarse en las ruedas de prensa.
Muchas de aquellas personas siguen hoy en activo. Este mismo miércoles, una destacada dirigente del espacio político surgido entonces lamentaba en los pasillos del Congreso el uso del ‘“y tú más” en las respuestas del Gobierno durante la sesión de control. “Vuelve el bipartidismo, es como en 2011”, apuntó. “Pero nos pilla con más experiencia”, concluyó.