Nuevas investigaciones revelan que los enigmáticos quipus, las cuerdas con nudos que usaban los incas para registrar información, contienen datos sobre periodos de lluvias y sequías, de gran valor para entender la situación climática del pasado y la actual
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A menudo se dice que el imperio inca, que se extendió a lo largo de 4.000 kilómetros y fue la civilización más grande de América, no tuvo un sistema de escritura. Pero la afirmación no es del todo exacta, porque los incas registraron la información a través de un sofisticado sistema de cuerdas y nudos, los quipus, que los expertos llevan años tratando de descifrar.
Una de esas especialistas es la antropóloga escocesa Sabine Hyland, que ha viajado hasta la remota aldea montañosa de Jucul, en los Andes peruanos, para estudiar un conjunto de quipus que han sido guardados en secreto durante siglos por los ancianos. Estos quipus no fueron generados directamente por los incas, sino por los habitantes de la zona que aún sabían interpretar sus signos tras la caída del imperio en el siglo XVI, y Hyland cree que pueden ofrecer algunas claves para descifrar su mensaje.
Algunos de los quipus de Jucul.
Los quipus de Jucul tienen algunas características especiales, como que presentan borlas en lugar de nudos, y Hayland ha descubierto un detalle que tiene el máximo interés para los climatólogos: estas marcas en las cuerdas se relacionan con ofrendas en épocas de sequía o inundaciones. “Los pueblos andinos del pasado consideraban estos quipus un registro del clima y los estudiaban para comprender los patrones de lo que ocurría, tal como lo hacemos hoy”, escribe la antropóloga de la Universidad de Saint Andrews en The Conversation.
Si miras uno de los quipus de Jucul y ves que había muchas ofrendas a Paccha-cocha ese año, sabes que era una época de sequía, ya que las ofrendas se hacían para aumentar la lluvia
Algunas borlas de los 97 quipus conservados por los aldeanos están hechas de colas de llama que recuerdan a las nubes de lluvia y se presentaban en las ofrendas en el lago sagrado Paccha-cocha cuando se quería invocar a las precipitaciones, mientras que en otros rituales pedían a los espíritus de los muertos que detuvieran las inundaciones. “Si miras uno de los quipus de Jucul y ves que había muchas ofrendas a Paccha-cocha ese año, sabes que era una época de sequía, ya que las ofrendas se hacían para aumentar la lluvia”, escribe Hyland.
Buscar los isótopos
Clara Rodriguez Morata, paleoclimatóloga del Centro de Biodiversidad Naturalis, en Países Bajos, cree que los quipus pueden aportar información valiosa para completar el registro climático histórico de los Andes, no solo a través de los datos etnográficos y lingüísticos, como los que obtiene Hyland, sino con herramientas como el análisis de isótopos con las que ella trabaja. De hecho, antes de conocer el enfoque de la antropóloga escocesa, ya había comenzado a explorar esta posibilidad con el investigador peruano Iván Ghezzi, que está obteniendo fechas de radiocarbono precisas para los quipus.
Un gran quipu inca hallado en la costa del sur de Perú.
“Le pregunté a Iván qué tipo de materiales se usaban para hacer los nudos, si eran fibras animales o vegetales, porque yo trabajo con isótopos estables de oxígeno en madera y lo relacionamos con la climatología de regional”, explica. “Si obtenemos el contenido isotópico y una datación, quizá podamos relacionarlo científicamente con temas de precipitación y tener también un registro climático”.
Es perfectamente posible que algún día los quipus —que comprenden inventarios, censos y calendarios— nos regalen también datos sobre el clima del pasado
“Los quipus son artefactos muy ricos en información, y complejos en estructura y contexto de hallazgo”, explica Ghezi a elDiario.es. Los proyectos de datación mediante radiocarbono que él y su equipo han realizado demuestran que es posible aprovechar esta complejidad para obtener fechados de alta precisión, con un rango de error inferior a 20 años. “Algunos quipus excepcionales los estamos correlacionando con eventos históricos de fecha conocida, es decir, un año exacto, registrados en documentos escritos de la época colonial del Perú”, señala. “Por lo tanto, es perfectamente posible que algún día los quipus —que ya sabemos que comprenden inventarios, censos y calendarios— nos regalen también datos sobre el clima del pasado”.
Los nudos a diferentes alturas en las cuerdas de los quipus esconden diferentes sifgnificados.
Descifrar un enigma
Aunque la mayoría de los quipus que conocemos se fabricaron en época inca, desde hace algunas décadas los científicos se están centrando en intentar descifrar los quipus de época colonial, que pueden relacionar con eventos históricos conocidos. El mayor paso hasta la fecha lo ha dado el matemático estadounidense Manny Medrano con el llamado “archivo de quipus del valle del Santa”, que ha podido correlacionar con un texto de la misma zona escrito en español en el año 1670, como si fuera una especie de piedra de Rosetta de los quipus. “Recién estamos empezando a descifrar los quipus, y cuando alcancemos este logro, se abrirá un universo de información que contienen, incluyendo probablemente el clima”, destaca Ghezi.
Detalle del trabajo técnico con los nudos de los quipus.
¿Por qué tiene tanto interés obtener datos del clima en el tiempo de los incas? Porque es un periodo del que apenas hay registros y fundamental para entender los climas del pasado, en concreto, las oscilaciones de las precipitaciones y temperaturas producidas por los ciclos de El Niño, que dependen de cambios en la temperatura superficial del océano del Pacífico.
“En Europa llevamos midiendo temperatura y precipitación desde hace 200 años, pero en los Andes, no”, señala Rodríguez Morata. “Por eso, cualquier registro del tipo que sea que nos dé información sobre el clima del pasado es muy importante para los modelos climáticos y para hacer las proyecciones a futuro. Si los incas registraban en los quipus la información que ellos necesitaban mantener, deberían ser mucho más estudiados a nivel climático”.
Creo que los quipus tienen un gran potencial como un indicador climático nuevo y único en una región remota donde hay pocos indicadores climáticos de alta resolución disponibles
“Los quipus, las rogativas, nos abren una ventana al clima del pasado”, asegura Marta Domínguez Delmás, experta en dendrocronología, la datación de los anillos de los árboles. “Son registros climatológicos de alta resolución, con una cobertura geográfica y/o temporal mayor de la que ofrecen los registros instrumentales. También indican que nuestros antepasados sentían la misma necesidad de entender y mitigar los fenómenos climatológicos extremos”.
Algunos de los quipus de Jucul.
“Creo que los quipus tienen un gran potencial como un indicador climático nuevo y único en una región remota donde hay pocos indicadores climáticos de alta resolución disponibles”, añade la investigadora de la Universidad de Arizona y paleoclimatóloga Valerie Trouet. “En Europa existe una larga historia de documentación escrita”, recuerda. “Los quipus brindarán una oportunidad única para hacer lo mismo en una región y para un período histórico donde los registros escritos son mucho más escasos, si es que existen”.
Buscando nuevos proxies
Cuando no existe un registro directo, los climatólogos obtienen datos de diferentes fuentes, desde los anillos de los árboles a las muestras de hielo, lo que se llama un proxy climático. Estas fuentes sirven para reconstruir un modelo de cómo fue el clima de épocas pasadas y entender su evolución. En el caso de los Andes, hay investigadores trabajando en los más diversos escenarios, desde los testigos de hielo de los glaciares hasta la madera de las queuñas centenarias que crecen en lo alto de los volcanes.
Desde el Laboratorio de Dendocronología de la Universidad Austral de Chile, por ejemplo, Duncan Christie y su equipo están trabajando en una reconstrucción precisa del clima del altiplano en los últimos 1.000 años a partir de los anillos de los árboles. “Sería muy interesante comparar los datos obtenidos de los quipus con estos valores, porque en la misma época hay señales de sequías muy severas y sostenidas y también periodos muy lluviosos, así como señales de El Niño”, asegura. “Necesitamos tener un registro largo para ver cuál es la variabilidad natural y determinar qué se debe al cambio climático”.
Cualquier registro del tipo que sea que nos dé información sobre el clima del pasado es muy importante para los modelos climáticos y para hacer las proyecciones a futuro
Clara Rodríguez Morata e Iván Ghezi colaboran en la investigación de un yacimiento arqueológico de más de 3.000 años conocido como Chankillo, en la costa peruana, que puede ampliar la comprensión de los efectos de El Niño. “Las puertas del sitio tienen los dinteles de madera, son troncos enteros de algarrobo”, señala la investigadora española. “La teoría de los arqueólogos es que hubo un evento de El Niño muy fuerte que desestabilizó toda la sociedad del momento y vamos a comprobar si se ve en los anillos”. “Queremos ver la relación entre esta catástrofe ambiental, social y de salud pública, y la aparición de la guerra en la zona”, afirma Ghezi.
La antropóloga Sabine Hayland examina un grupo de quipus.
El caso de los quipus es especial, porque permite investigar datos del clima tanto en el sustrato físico como en el mensaje que dejaron registrado los habitantes de la zona. Algo parecido sucede con las litografías de piedra halladas en el yacimiento arqueológico de Cerro Sechín, de más de 2.000 años de antigüedad, en las que aparecen grandes peces que se han asociado con un fenómeno de El Niño particularmente intenso. “Cualquier formato es útil para intentar reconstruir los cambios del clima”, asegura Rodríguez Morata. Y si los quipus de Jucul ayudan a construir una cronología de lluvias a partir de las ofrendas habrá más datos para comprobar lo que pasó en toda la región.
Para Duncan Christie, la información que se pueda obtener de los quipus tiene cierto paralelismo con la que se ha extraído de los registros de actividad en las minas de plata de Potosí, en Bolivia. “En épocas coloniales hay registros muy detallados de cómo era el caudal del canal que alimentaba los molinos de la mina o la cantidad de rogativas católicas para pedir la lluvia, y al comparar con las reconstrucciones de precipitación obtenidas con los anillos de los árboles encontramos coincidencias, así que son métodos que se que se complementan y se validan entre ellos”.
“Si logramos cartografiar los quipus y datarlos, tendremos un registro de datos climáticos de esta región, creado por los propios habitantes andinos”, concluye Hyland. “Creo que existen otras aldeas en la región con quipus similares”, comenta a elDiario.es. “La última vez que estuve en Jucul, me hablaron de dos aldeas diferentes con quipus muy parecidos”.
Aunque en su estado actual, advierte, los quipus de Jucul se encuentran amenazados por insectos, moho y roedores y corremos el riesgo de que este tesoro de datos etnográficos, culturales y climáticos se pierda para el futuro. “Recientemente recibí una ayuda del Museo Británico para limpiar y preservar profesionalmente estos quipus”, informa la antropóloga. “También esperamos crear una vitrina para el quipu más grande del mundo, para que pueda exhibirse en el pequeño museo del pueblo. Aún nos queda mucha más investigación que realizar sobre los quipus y cómo codificaban la información”.